lunes, 6 de junio de 2011

Sweet Frankenstein


Nunca he sabido cómo empezar una carta, una nota, un cuento, una novela, un día. Los días me sorprenden cuando me despierto, me imagino que me subo a ellos como a un tranvía en marcha, el primero que pasa, sin saber en qué dirección va ni si sabré volver de allí donde me baje. Imagino que para eso se inventaron las rutinas y me pregunto en qué clase me salté esa lección. Recuerdo que en cuarto curso estuve enfermo cuando explicaron todo eso de los meridianos y paralelos, y estuve varios días sin atreverme a preguntar qué era eso. Me sorprendió que faltando sólo tres días me hubiera perdido tanto, también pensé que no era tan listo como creía y que el conocimiento era algo inabarcable y sorprendente en sí mismo. Quizá por eso me subo a los días en marcha, porque no sé a dónde ir.

Nunca te he escrito una carta. Hubo un tiempo en que todo lo que escribía eran cartas. Cartas con o sin destinatario. Mi profesora de novela me decía que había creado un nuevo género, pero yo entonces ya sabía que soy un inventor de matices y que los matices no tienen salida a bolsa y que más vale una sentencia que una aclaración, un perfil distinto o una cesta llena de ideas hechas palabras, conceptos de luces o de sensaciones, de hechos observados desde otro ángulo.

Hago una interrupción en mi trabajo. Trabajo que llevo en mi notebook apoyado en las rodillas mientras, sentado en este día sobre raíles, me duele el alma, porque el teléfono es cruel y despiadado y no entiende de dividendos ni de sueños, sabía que algo iba a pasar y que el teléfono es como esas máquinas que derriban edificios con una bola enorme de acero.

Apareces de nuevo y yo tiemblo como una hoja, ni siquiera apareces y creo que me voy a morir. Y no es justo. No es justo que las cosas sucedan así. Me jode entender las cosas pero es mejor que todo se rompa en mil pedazos y yo me corte con ellos las plantas de los pies al pisarlos. No puedo odiarte y te odio, lo peor es perder a todas horas lo que perdí ya hace tiempo. Lo peor es no poder soportarlo.

Así que mejor no escribo cartas, ni novelas, ni cuentos, así que mejor dejar pasar los días sin subirme en ellos, mejor así, mejor dejar que la vida vaya por un camino y yo por otro.

Yo sólo quiero que me dejen en paz los teléfonos.

A veces me siento como un vampiro, condenado a evitar a la misma gente con quien desearía estar.

1 comentario:

Lady Artmer dijo...

Pues yo creo que se te da muy bien empezar, aunque no lo creas.

Por cierto, me encanta esta película. El otro día estaba pensando en ella :)