viernes, 22 de diciembre de 2017

Ya llega la Navidad



Y otra Navidad. Te echaré de menos.

A veces creo que nací en el lado menos amable de la luna,

que perseguí a la luciérnaga equivocada,

que supuse cosas que no debía suponer,

que estás tan lejos de mi alcance como el centro de la galaxia más lejana.

A diez universos de distancia.

(en los que no transcurre el tiempo)

Universos en los que cada estrella es un copo en una gran nevada.

Ya no sueño contigo.

Ya no me levanto empapado en sudor.

Ya no golpeo la almohada.

He aprendido a vivir sin vivir.

Supongo que eso era lo que hacía antes de cruzarme contigo

Así que, en el fondo, he vuelto al mismo punto.

Y es Navidad y escucho en bucle Fairytale of New York de The Pogues

Ya es Navidad y hay que ser feliz.

miércoles, 20 de diciembre de 2017

Seremos el final feliz de un cuento sin final feliz


Hoy han vuelto los fantasmas a reír a carcajadas saliendo de tu lado vacío del armario, buscando sábanas con las que pueda verlos. También te las llevaste. Y yo contento.

No me gustaban.

Eran muy tú, ya sabes, eso ya tendría que haberme dicho mucho de lo nuestro.

Lo nuestro era un alquiler

Doscientos metros cuadrados con vistas.

Y el mar.

Y un jardín con buganvillas y bosque de pinos blancos, un roble centenario, campos y más campos de olivos y una fuente de agua cada año con más sabor a hierro.

Creo que te echo de menos por que ahora tengo más ganas de hacer cosas.

Me gusta esta parte de la costa.

Sopla el viento casi siempre. Hay terremotos en las ramas, y alguna ardilla.

Dicen que hablas bien de mí.

Tú siempre tan elegante.

Hubiera dado lo que fuera por haber pasado una semana en ese cole al que fuiste de pequeña.

Yo me pasé la niñez tirando piedras, jugando al fútbol, subiéndome a árboles, pegándome con otros chicos.

Creo que éramos la bella y la bestia, pero follando como si no hubiera un mañana.

Echo de menos a tu cuerpo echádome de menos.

Llegar de un viaje largo.

Que llegaras de un viaje largo.

Que viajáramos juntos.

Aquél viaje a Japón desde Toronto.

Vaciar de luz la luna como se cierra un mueble bar en una habitación a oscuras.

A tientas.

Tokio iluminado.

Cerezos en la época de las cerezas y no en la de las flores.

Tu voz susurrándome al oído que te susurre guarradas al oído.

Tus fantasmas, saliendo a tientas del lado vacío del armario, buscando otro cuerpo en el que reencanar tus huesos.

Quizá arrepentido de ser una bestia arrpentida.

Marcando ahora mismo tu número de teléfono sabiendo que vas camino de alguna parte a la que no estoy invitado.

A sabiendas que no vas a descolgar o que lo harás para decirme que no puedes hablar y me llamarás más tarde.

Dejar pasar el tiempo.

Conformarme con imaginar tu luz en movimiento.

domingo, 17 de diciembre de 2017

¿Infinito o eternidad?



Sin saber el porqué las cosas se pierden. Desaparecen como por un agujero negro, no queda ni su huella de luz, nada que indique que una vez existieron.

A veces es mejor soltar el ancla hasta el infinito a sabiendas que tendremos que esperar una eternidad.

A mí me parecía una mala idea en cuanto alguien la propuso, no por el alguien sino por la cosa. Ya sabes, una mala idea de esas que sabes que traen consecuencias que van a acabar contigo tarde o temprano.

Puede que uno sea sólo eterno en esa vida ideal en la que piensa que todo va a salir bien si crees lo suficiente en uno mismo. Pero el azar.. el azar siempre guarda un as en la manga, siempre sabe que es lo peor que puede sucedernos y lo busca.

Si pudieras elegir ¿qué preferirías? ¿Vivir para siempre? ¿O ir a qualquier parte?

Si tu fueras mi fin y lo supiera, volvería al instante antes de conocerte y...

... volvería a hacerlo todo igual.


martes, 12 de diciembre de 2017

Descorchando recuerdos



El Véneto es un hotel con casino en la planta baja o un casino con un hotel encima. Supongo que más lo segundo a juzgar por el tamaño de sus porteros. Yo no podía permitirme el lujo exhuberante de sus salas ni que el sonido de sus máquinas me hiceran recaer. Los vicios van en un mismo pack: el juego, el alcohol y todo lo demás. Y a mí, ese todo lo demás me había dejado las suficientes cicatrices como para no querer volver al infierno. Siempre se está a tiempo de caer o más bien de tirarse de cabeza a ello. Hoy no. Hoy no va a ser ese día.

Llevo casi siete años limpio. El casi es lo de menos; el casi te lo debo a ti, pero como es de cobardes echarle la culpa a los demás diré que fue culpa mía, que mientras tropezaba contigo vi en el fondo de tus ojos el abismo y que tuve la soberbia de creer que no caería por él o que, de hacerlo, sabría sobrevolarlo. A tiempo. Mi problema siempre fue no saber medir bien los tiempos.

Me albergué en un hotel barato, a unos cincuenta metros. Uno se cree a salvo aunque las distancias sean cortas. Bajar al hall y cruzar la calle no era precisamente poner tierra de por medio. Poner tierra de por medio es ir a vivir al otro lado del mundo mientras tú te quedas en Barcelona.

Te prometí que no me iría nunca. A cambio de nada.

Y me acostumbré a toda esa nada. A ese ser alguien que finge ser algo que no sabe si sirve para continuar adelante mientras espera.

Por eso escribo en primera persona.

Por eso te escribo a ti, porque soy un zafio patán que sólo sé escribir cartas, porque busco respuestas que no quiero escuchar a preguntas que prefiero no hacer.

Y no es que esté mal. Me gustaría que vinieras a visitarme algún día. Cuando ya esté en esa casa rodeado de todo eso que se supone que sirve para ser alguien en la vida, para eso que todos buscan y que a mí, sinceramente, me da igual.

Voy a por la sexta patente. Cuando empecé este blog no sabía qué quería y al mismo tiempo sabía qué es lo que acabaría haciendo.

Acabé por ser un inventor de inventos.

Acabé por ser uno de los personajes de Julio Verne.

No sé si todo esto acabará en tragedia o en una dulce vejez en California.

pero sé que estoy a más o menos un año y medio del desenlace.

Sé que entonces seré libre o tendré unas buenas vacaciones.

Lo sé porque ya lo intuía cuando tenía quince años y supe que no sería escritor; y lo supe cuando tenía trece años y vivía en una continua relectura de Cien años de Soledad.

Lo supe cuando me sumergía en las novelas de Stevenson y Julio Verne, y cuando soñaba contigo entre las páginas de Sandokan.

Lo supe cuando mi primer libro me habló de Simbad, el marino.

Lo supe desde que nací y al abrir los ojos y ví por primera vez al océano rugir en la mirada de mi abuelo diciendo que presentía que yo había venido al mundo para algo grande.

Y todo esto lo tuve olvidado, como el que perro que entierra un hueso para cuando tenga la necesidad de algo que llevarse a la boca. Como tú me tienes para cuando las cosas no salgan como quieres que salgan.

Pero ahora estoy más cerca de ser viejo que de cuando fui joven.

Me quedan como mucho diez años buenos.

Y apenas he conocido qué es estar vivo salvo en los momentos en los que no me importaba nada. Bajar y cruzar la calle, entrar en el Véneto y perderlo todo para quedar limpio de quien soy.

Todos buscamos algo que nos mate sin matarnos para empezar de cero sin tener que nacer de nuevo.

Me gustaría ser otra persona dentro de un nuevo personaje que no se acuerde de ti, pero que no te olvide.

Pero me quedo en la piscina del patio de este hotel barato. Cinco dólares un margarita de tamaño grande. Demasiado tentador para alguien que hoy ha tenido que recordarse a sí mismo que no va a caer en tentaciones.

Una camarera que se parece a Camila me mira con desdén cuando le digo que un cóktel sin alcohol, por favor.

Me gusta creer que ella es Camila y yo Bandini.

Entonces me da por pensar que sólo me quedan historias y la firme convicción de que aunque tarde o temprano recaeré, no va a ser hoy...

... al menos a esta hora, en este lugar.

Pensar en ti sigue siendo suficiente dosis de autodestrucción.

Pensar en ti es mi heroína, mi mono, y mi...

... me voy al Véneto.

viernes, 8 de diciembre de 2017

Las cosas que pasan



Supongo que hoy sé más que entonces, que el tiempo es en realidad una distancia que se mide en cosas que queriéndolas recordar eres incapaz de hacerlo y de que conoces cosas que no sabías que sabías..

Hoy sé que la otra parte de las verdades a medias nunca es una verdad, que las dos partes se convierten en mentira.

Que siempre soy yo el cabrón que no claudica.

Ques sólo somos los primeros de la lista hasta que pasamos a ser los segundos.

Que es mejor ser décimo que segundo para casi todas las cosas.

Que google es el universo.

Y que ella y yo somos dos rocas en la periferia de una galaxia muy, pero que muy pequeña.

Que no fue por ella por quien dejé de creer en que algo puede salir bien.

Que vivo en la esperanza en que no me encuentre si me busca.

Que tengo ganas de ser el hombre que era.

Que este blog me cura porque me hace ser más humano de lo que soy en realidad.

Que me gustaría hacer muchas más cosas de las que hago

Que estoy cansado de estar cansado de estar cansado.

Que ya no moriría por ella.

(Que me perdería para siempre en lo que estás sientiendo mientras me lees).

Ahora sé que casi nada se acaba del todo.

Que las cosas ya importan menos que antes.

Que todo lo que he estado haciendo estos años ha sido para poder olvidar y no olvido.

Que ni todo el tiempo ni todo el espacio curan lo que cura un abrazo de un minuto.

Que es mejor no hacer planes por si acaso.

Que es mejor no hacer planes por si acaso.

Blogs, blogs, blogs


Hoy volví al blog de poesía que un día escribí. Un blog sin un sólo poema pasable, Prosa cortada para que parecieran poemas.

Lo de siempre.

Me gustó releerme.

Fue un blog compartido a medias con otra persona que no creía en blogs.

Borré todo lo escrito (o se borró por accidente, no lo recuerdo) y lo llené de frases cortadas.

Era cuando pensaba que uno podía escribir como quisiera.

Hace exactamente cuatro años.

Lo raro es que llegué a él porque vi que esa dirección me había visitado.

No lo comprendo.

Alguien leyó y me enlazó, o aquella persona con la que compartí ese blog recuperó la clave y entró...

No sé.

No quiero pensarlo.



y navidades en París.

jueves, 7 de diciembre de 2017

No estoy equivocado


Tengo la sensación de que todo va a ir bien, que tengo una fuerza propulsora infinita detrás de mí, que nada va a poder parar todo esto que estoy haciendo porque yo sólo soy un mero vehículo.

A veces me despierto en medio de la noche y aparezco con una idea nueva, un invento aún mejor que el anterior. Antes me pasaba cada uno o dos años. Ahora me pasa cada dos o tres meses. Cosas que pueden cambiar el mundo, cosas que llevo queriendo hacer desde hace mucho tiempo. 

Siempre lo he llamado el sueño del agua porque, por alguna razón que desconozco, siempre supe que me iba a dedicar a esto. Supongo que podría haberlo hecho antes, que mi día a día ha ido retrasándolo todo. Imagino que no soy un hombre de negocios, soy un hombre de inventos, pero poco a poco eso ha ido cambiando.

Ahora pienso diferente.

Imagino que madurar era esto. 

También envejecer. Ya no tengo tantos recursos físios como antes. En realidad todo esto me ha hecho olvidarme bastante de vivir las cosas cotidianas. Sólo vivo para esto, para el sueño del agua. Sólo tengo un objetivo.

El tiempo dirá si valió la pena o me dejé llevar por una fantasía que acabará por hundirme.





lunes, 4 de diciembre de 2017

La voz

Hay canciones que detienen el tiempo. Hay voces que sin tener nada del otro mundo saber susurrar al oído que, pase lo que pase, todo acabará bien.

Que un día nos daremos cuenta que todo valió la pena.

Chesire



Son las dos de la madrugada, estoy haciendo una presentación que debería haber hecho en agosto. Una de esas cosas que voy dejando hasta que ya no puedo más, hasta que la urgencia me puede.

Creo que he llegado a un límite. Podría hacer más cosas, pero ya no llego.

Supongo que es demasiado.

Ahora que estoy al borde de lo que siempre quise, intuyo que llego agotado.

Nunca creí que pudiera llegar hasta aquí.

Pero estoy.

Y siento vértigo.

domingo, 3 de diciembre de 2017

Tu nombre me heló la sangre, me recordó una etapa de mi vida que había querido olvidar y lo había hecho hasta que alguien que no podía relacionarnos sacó tu nombre y volvió todo a ponerlo patas arriba. En fin, nunca me había despedido, puede que esto, a pesar de que no vas a leerlo, sea aquel adiós que nunca tuvo sentido. Quizá, porque esta historia nunca sucedió como la cuento. El caso es que no sé si darte las gracias o ignorar que alguna vez compartimos algo más que un café.


Por aquellas fechas jugábamos a no ser el marido (yo) y la mujer (tú) de unos amantes que se encontraban dos veces por semana en un piso de la Segrera. Lo descubriste tú e investigaste lo que parecía evidente desde fuera. Yo sólo recibí tu llamada y acudí a la cita. Confieso que al principio te odié, supongo que porque me revelaste lo tonto que era, o lo ocupado que estaba siempre, el mal esposo que era. Pensaba en aquello tan machista de que una mujer no sale a buscar fuera lo que tiene en casa.

 Recuerdo que dijiste que querías ponerle cara al otro bando, que querías saber qué había visto ella para casarse conmigo, y qué pasó, y qué podías hacer. Porque tú le seguías queriendo y no ibas a romperlo todo en pedazos. Tenías la esperanza en que yo te ayudara, como quien busca un aliado en el enemigo, a devolver la paz al territorio tibio de las madrugadas de tu ático de la zona alta.

Yo estaba más enfadado que dispuesto a colaborar. A los hombres se nos da mal perder si es otro el que gana.

Hacía tiempo que ella se había marchado de casa. Es decir, dejó las rutinas en su sitio y fingió que el trabajo le absorbía tanto como para llegar siempre cansada. Como a mí me pasaba lo mismo, dejábamos lo nuestro entre los paréntesis de las vacaciones de verano. Nos llevábamos bien sin la presión de la pasión, éramos amigos con derecho a matrimonio, o lo que es peor, con derecho a echar la culpa a nuestras vidas de no tener vida.

Supongo que no esperabas a alguien como yo. Confieso que no esperaba a nadie como tú.

Porque ella veía en él lo que una vez vió en mí. Y él se fue con ella porque, en el fondo, le recordaba a ti.

Y sí. Somos animales de costumbres, de afinidades compartidas, de días hechos costumbre, de pequeños pequeños cambios, de veinticuatro hora conectados a una realidad que transcurre paralela a la realidad verdadera, de twitter de empresa y comer en el trabajo, en lugar de salir pronto y hacer hogar.

Aquello nuestro duró unos días, los suficientes. Yo te recordaba a él y tú eras la versión tranquila de ella.

Hasta que me fui de casa, dejé mi trabajo y abrí un nogocio propio. Al principio no me fue bien, supongo que ya lo sabes. Tardé tiempo en encontrar mi sitio, en descubrir quién era. Luego conocí a otra chica, a la que le importaba lo justo su trabajo, que tenía más amigos en la vida real que en Facebook, que organizaba cenas en casa, que sabía las calles por el nombre de los bares que tenía.

Que no sabía lo que quería.

Como yo.

Como quizás tú.

El viernes, alguien que no puede relacionarnos, dijo tu nombre en una cena. Se me heló la sangre al oírlo, tuve miedo al recordar lo pasado. Miedo de perder al hada con la que vivo, miedo de que cosas así existan, tanto miedo que hace tiempo te vi por la calle y no te dije nada queriendo creer que tú no me habías visto, pero con la certeza de que me habías reconocido e hiciste como si no.

No sé nada de ella. Nunca más hice por verla.

Nunca dije nada de que sabía lo de él.

Me fui con la convicción de que ella perdía más que yo aun sabiendo que todo el mundo creería que yo perdía más que ella., pero puede que el equivocado fuera yo. Nunca lo he pensado.

Aquel tiempo lo he borrado de mi vida. A veces sueño y salen personas de entonces. Ese día suelo estar taciturno.

Supongo que estoy alargando artificialmente el post porque en el fondo me gustaría haber podido despedirme de todo aquello.

Pero siempre me quedará la duda de cómo hubiera transcurrido mi vida si no me hubieras llamado, de cómo la decisión de otra persona puede alterar tu destino.

En que tu curiosidad por saber quién era pudo más.

En que no pensaste en mí.

Y sin embargo debería darte las gracias.


sábado, 2 de diciembre de 2017

Al oído



(al oído) "Nunca dejes de ser tú, házme ese favor. Sé esa que eres, sigue ese camino aunque no lleve a ninguna parte. Cambia las cosas si necesitas cambiarlas, coge atajos si tienes prisa o espera años hasta que llegue el momento que sabías que tenía que llegar.

Pierde mil veces.

Tambaléate hasta mientras duermes.

Ten ideales.

Renuncia a ellos a veces, pero sólo para recuperarlos luego.

Vende quimeras.

Compra quimeras.

Pero no dejes de ser tú.

Cuando me voy a dormir sólo me queda saber que existes aunque no estés ahí.

Que podríamos hablar.

Que sigues teniendo mi número de teléfono.

Que prosperas.

Que a veces te acuerdas de mí.

Que sigues siendo tú"

Contando electrones


Supongo que las cosas son un poco así: Seguir en la brecha, dar por sentado que estamos solos, ver sin ver lo evidente, perderlo todo después de haber perdido lo importante.

Hablar de nada con todos.

Querer sin nadar y sin guardar la ropa.

Volver a ser lo que sólo una vez creímos ser.

O no ser nada.

O vivir sin saber si seguimos vivos.

Ser la llama pequeña de un fuego que no calienta.

que sólo arde por si acaso llega más leña.

Haberte conocido

y no haber sabido permanecer a tu lado.

Soñar con que te sueño.




A veces sólo sé ser eso: alguien que sólo vive mientras llegas.