jueves, 30 de julio de 2015

Ayer



Ayer fue uno de esos días en los que sabes que tu vida va a cambiar, que después de tanto entrenar por fin empiezan las carreras, el esfuerzo de verdad, el vértigo de la velocidad, la presión de los patrocinadores, eso de saber si eres tan bueno como crees o tan malo como algunos quieren que creas. He de decir que todos están en marcha, que apuestan por mí y yo me conozco la mayor parte de las piedras del camino. Recuerdo la inconsistencia el muchacho que emprendió su primera empresa hace casi quince años, toda la inocencia y toda esa cabeza llena de pájaros. Si en algo he de confiar es en su capacidad para salir de lo más hondo, de su fe ciega, en esa forma de no rendirse aunque parezca que la única salida es dejarlo todo y empezar de nuevo en otra parte.

Me gustaría creer que todo saldrá bien, que todo o casi todo está bien atado, pero también sé que necesito un paréntesis, unos días en los que volver a ser yo mismo, bueno, en fin, eso que uno sería si no estuviera todo el día preocupado por que las cosas se estén haciendo bien.

Volver a ser ese que soy cuando escribo en el blog. El único momento del día en el que encuentro algo de paz. Lo he ido releyendo durante los últimos meses, supongo que soy esto, no sé, no quiero juzgarme, podría haber hecho las cosas mejor. Ahora es tarde. Creo que aprendí y creo que aprender no tiene demasiado mérito cuando lo haces a base de equivocarte.

Pero eso es otro tema.

Ayer empezó de verdad el resto de mi vida. Supongo que al final las cosas saldrán de forma distinta a lo planeado, pero eso no significa que sea peor.

Con el tiempo uno se va dando cuenta que siempre tiene la oportunidad de cambiar cosas. A veces no son las esenciales, pero sí las que son importantes para uno y los suyos.



miércoles, 29 de julio de 2015

Hoy



Hoy, por fin.

Después de cinco años luchando por llevar el proyecto del agua hacia adelante, por fin llega el día de la firma. Es un inicio, una inyección de fondos que me llevará a donde yo creo que aportaré mi grano de arena (mi gota de agua en el océano) para que el mundo sea un lugar mejor.

Porque no nos engañemos, uno trabaja para dejar tras de si algo bueno, ya sea para ser recordado, para que los suyos estén mejor, o para que otra gente vea su vida mejorada. Esa es la recompensa.

Deseo que esto sea uno de esos proyectos que generan un bien común.

En los tiempos que vendrán, donde el agua será otro campo más de batalla entre la humanidad y la Tierra, espero que esto sea un arma de conciliación entre ambos.

Aunque hace días que todo se inició, hoy se pone por escrito.

Nunca hubiera dicho que recordaría un 29 de julio.

Queda mucho por hacer. He de reconocer que estoy asustado porque la responsabilidad de gestionar este proyecto me pilla en un momento en el que estoy físicamente agotado. Mañana empezaremos a acondicionar las instalaciones de la nave industrial, mañana empieza todo físicamente.

Días de sueños que pasan a ser realidades.

No sólo es trabajo.

Es mi oportunidad para cambiar el mundo.



Nada hubiera sido posible si no hubieras estado al otro lado.

lunes, 27 de julio de 2015

Podría cambiar las cosas, pero siempre acaba siendo lo mismo, siempre acaba siendo lunes de distancia, y los lunes saben a mar y las distancias a nunca más


Quizá las cosas no acaben siendo como lo había imaginado siempre. Y si es verdad que creamos nuestra realidad, no entiendo qué o quién me indujo a vivir esto.

Supongo que siempre que llega agosto pierdo la esperanza. Este año es algo diferente, no sé, el hecho de no trabajar solo por primera vez en siete años me concede una tregua.

Porque si de algo estoy seguro es de que esto no es más que un paréntesis, que mi vida no puede arreglarse así como así, de un día para otro, por mucha energía que haya puesto en ello. Tal vez ese sea la razón por la que siempre tengo que estar empezando, porque no me propongo nunca nada estable.

Siempre dispuesto a salir corriendo en cualquier momento.

Sin nada más que lo puesto.

Sólo con el pasado a cuestas, porque es lo único que tengo de veras.

Y la tristeza. La alegría dura poco, se va.

Pero con la tristeza siempre puedes contar. Cuando todo se hunde siempre está ahí, acompañándote a todas partes.

Nunca te sientes del todo solo cuando estas solo.


Y un millón de estrellas fugaces


Quería escribir sobre el concierto, pero no sé qué decir. Quizá porque hay momentos cerrados que no se quedarán ahí, intactos, sin que nada que uno pueda decir después lo altere. Supongo que escribir es, precisamente eso, crear momentos, lo otro es otra cosa, contar, supongo. A mí se me da mal eso de contar historias, nunca he sabido mantener la tensión narrativa sobre algo que ya ha pasado, La realidad me parece aburrida y si es predecible, mucho peor. Yo soy como esos niños pequeños que te cuentan algo que ha pasado, o que han hecho, y se pierden en los detalles y no tienen más guión que un "... y entonces.." para unirlo todo. Joder, qué simple soy a veces.

Me hubiese gustado poder contar lo que la música hizo conmigo aquella noche, pero lo que transmite la música es como lo que te susurra el contacto con algunas personas: un misterio irresoluble que se queda ahí durante horas, días, décadas, supongo que también hay momentos así, no sé, creo que ha quedado bastante claro: no sabría cómo explicarr un hechizo porque si pudiera contarlo sería otra cosa, sería un suceso, un sentimiento, y creo que eso descartaría la presencia de duendes y demás alimañas que se mecen en el infinito rumor que vive al otro lado. Sea cual sea ese otro lado, y cuántos mundos paralelos existan.

El caso es que sí, aunque fui muy bien acompañado, me acordé de ti. No sé el porqué, quizá por eso de la magia y por aquello de lo ya imposible. Creo que va a ser un buen verano, tenía pensado coger vacaciones, no sé, no tengo demasiado claro dónde. Sigo con el pasaporte caducado.

Anoche volví a ver estrellas fugaces. Pasó algo raro, pedí un deseo y cuando estaba acabando de pedirlo apareció una estrella fugaz. Demasiadas cosas me indican que la magia está alterando la realidad o que me estoy volviendo loco.

Volvió a aparecer la luz intensa en el cielo y desapareció al ver que la había descubierto de nuevo. Espero que se un hada. Espero acontecimientos.

viernes, 24 de julio de 2015

Que nadie piense lo que no es


Creo que algo se avecina, no puede ser que tantas coincidencias no quieran decir nada en concreto. A veces me siento como uno de esos científicos locos que leen en los números de las líneas de bus y las palabras de los periódicos al azar, una especie de conspiración de extraterrestres...

Pero creo que igual todo esto tiene un sentido.

Un sentido inimaginable

o un sinsentido.

No sé.

Quizá

Me estoy volviendo loco.

Tarde o temprano tenía que ocurrir.


El otro día me crucé con Santi Balmes en la Plaça Universitat. Aclaro que eso no es una coincidencia, simplemente una anécdota... pero pasaba el 16 y en el Mundo deportivo de ese, se podía leer algo inquietante... si juntabas las palabras esdrújulas de los segundos párrafos de las páginas impares con los monosílabos unidos como el movimiento del caballo de ajedrez de la tercera página empezando por la esquina de abajo.

Lo imposible de lo imposible


La noche en que leí su correo había estado pensando en ella por la tarde. No hay nada de mágico en ello. Simplemente una indicación de la autopista me daba la oportunidad de cambiar mi destino y llegar hasta donde vive. Siempre que por mi vida se cruza su ciudad no puedo dejar de pensar en ella. Da igual que mis tíos y mis primos vivan allí, hay lugares que pertenecen a alguien que nos nos pertenece, y siguiendo esa asociación de ideas, en la imaginación de otros, nosotros también pertenecemos al lugar donde vivimos.

Sé que el tiempo ha sido el mejor aliado posible, que el destino a veces acierta, que un día alguien toma la decisión correcta o no toma la decisión equivocada, pero eso no quita que haya personas que siempre serán (por contacto directo) la mejor época de la vida de uno, porque coincidieron con (o propiciaron) días completos. Existen personas que con sólo pensar en ellas dejarás de fruncir el ceño y respirarás mejor, a veces incluso puede que te preguntes qué pudo haber sido. Da igual el tiempo que haya (o no) pasado. Sigo creyendo en la teoría de que el tiempo no existe, que todo pasa al unísono y nuestro ser lo ordena para que tenga un mínimo sentido.

El caso es que cuando llegué al hotel abrí el correo y ahí estaba su mensaje. Lo leí como veinte veces y puede que tardara dos horas en responderle. Todo de lo más formal, como debe ser con esas personas por las que lo hubieras dado todo, pero ese todo acabó en nunca.

Aún así, a veces, el tiempo se desordena, pierde solidez, se desmigaja hasta crear un rastro que conforma un camino que hasta entonces no te habías dado cuenta que habías dejado atrás. 

... en el que tú también te quedaste atrás en la vida de otra persona.

Que todo quedará circunscrito a las coincidencias, a los nombres escritos en las indicaciones de las autopistas o las vacaciones a destinos cercanos. 

Y si he de ser sincero, eso me entristece, no porque las cosas deban estar mejor así, sino porque en cierta forma siento que vivo sin una parte de mí; la parte segunda parte de la mejor época de mi vida, hecha de palabras y de sueños, de noches cerradas y cervezas con amigos; y luna llena, y sentados en un muro bajo, con los pies colgando, compartir eso que sólo existe porque ambos existimos.



miércoles, 22 de julio de 2015

Volverte a ver



Tendríamos que encuadernar lo nuestro, hacerlo libro, manosearlo hasta que se desgaste, releerlo cuando la lluvia no nos deje salir de casa, subrayar el tiempo, escribir notas a pie de página, recitarlo en voz alta, susurrárnoslo al oído como quien cuenta un cuento a altas horas de la noche para que alguien muy pequeño se duerma al oírnos, acurrucarlo con el tono, hasta que los personajes se conviertan en algo casi tan real como la realidad misma.

Deberíamos dejarnos de tonterías y volver a ser un cúmulo de palabras que desordenamos el uno en el otro hasta volvernos haikus casi sin sentido, sin objeto. Y volver a ser eso que un día fuimos, para empezarnos de nuevo con otra historia que contarnos el uno al otro, más viejos y con menos tiempo que perder, más lentos pero con los horarios de los trenes y los autobuses siempre a mano. Me gustaría volver a conocerte cada mañana para empezar todos los días con la sensación de que es el día más feliz de mi vida.

Y volar...


lunes, 20 de julio de 2015

Oráculo y ventana


La novela.

Hace días que pensaba en que quería volver a escribir algo largo, algo así como una novela corta. Supongo que hay cosas en la vida de cada uno que por mucho que quieras esconderlas siempre acaban por aparecer en un momento u otro, porque te definen, por uno no es el que le gustaría ser sino el que es, y por mucho que te empeñes no encuentras motivación para aquello a lo que renunciarías si pudieras hacer lo que quieres hacer.

Imagino que siempre tendré proyectos dentro de mi cabeza, que surgirán como una idea y se desarrollarán durante días, semanas, meses, hasta que acaben por morir sin llevarse a cabo. Pero últimamente las cosas se están acelerando, es como si mi cerebro trabajase mientras duermo en cuanto le hago un encargo, ahí está por la mañana, con la solución, la idea, el esquema que hay que trabajar durante los siguientes días...

Y a veces pienso que se me están acabando los días en los que puedo empezar cosas, que tarde o temprano esa fuente de energía se agotará y me quedaré añorando la creatividad desperdiciada. No sé, quizá esté exagerando, en cualquier caso tengo la sensación de estar viviendo la vida a medias, de sentir las cosas como a través de un plástico fino y transparente, sin llegar a tocar la superficie de las cosas, y casi peor que eso, sin que ellas me toquen. Empiezo a entender los motivos, y eso me tranquiliza y me desasosiega al mismo tiempo, porque entenderlo no conlleva una solución fácil. Es más, lo que se me ocurre pondría patas arriba casi todo, pensaba que vivir así es cómodo, pero en realidad es algo deshumanizado, no sufrir implica también no sentir la alegría. Todos los personajes que he descrito en todo lo que he escrito ven las cosas con esa distancia.

Quizá por eso envidio a quien sabe escribir desde el corazón, quizá por eso no soy capaz de darle rienda suelta a esa alegría de vivir que siento cuando leo poesía, o cuando entro en ciertos blogs, o cuando me pregunto qué pudo haber sido. No sé si estoy hecho para eso.

Quizá ese plástico transparente es la piel necesaria para soportar un mundo que intuyo demasiado hostil. No implicarse es algo así como un método de higiene que se ha ido convirtiendo en algo compulsivo, como lavarse las manos diez veces al día, o caminar por las baldosas sin pisar las juntas.

El caso es que anoche pedí a mi subconsciente una historia. Y a las dos de la mañana me desperté con la historia completa en mi cabeza. No sé como afrontarla, es compleja, sobre algo que había leído en los últimos días. Ciencia ficción. No sé si tiene mucho sentido que empiece a escribirla porque no sé si tendré tiempo ni si podré mantener el fuego mientras la historia aún esté viva.

No me gustaría que pasara como con "Moriría por ella" que murió antes de acabarla, que se quedó varada en aquella etapa de mi vida en la que dejé de creer en las sirenas.

sábado, 18 de julio de 2015

Nada de nada


Siempre estuvo ahí. No sabría decir desde cuándo ni sé decir cuánto tiempo más seguirá persiguiéndome. Me gustaría creer que tarde o temprano acabará por cuajar en algo que tener en las manos y poder pasarlas por encima, pero no sé si será en esta vida. Podría achacarle a estos tiempos de vértigo mi incapacidad para acabar las cosas que empiezo, pero mentiría. Siempre fui así, uno osado temeroso, alguien que empieza mil cosas.

Esta vez creo que he encontrado el punto de equilibrio. Me gustaría creer que es fortaleza, pero no lo es en absoluto. Nunca he sido alguien disciplinado y supongo que eso me ha invalidado para el éxito. El éxito es algo que se ha instalado en nuestra sociedad como una dulce tortura, algo así como como una religión con millones de dioses que se dirigen a todos a través de millones de pantallas, de miríadas de píxeles, que nos atrapa con su insufrible coreografía de hombres seguros de sí mismos en apariencia, todo fachada, escondiendo siempre lo humanos que pueden llegar a ser, o la crueldad a la que son capaces de llegar.

Todo es un escaparate, todos nos construimos una vida que mostrar. Todos somos servidores del gran dios Éxito. Y yo no sé hasta qué punto estoy empezando a perder la fe o hasta qué punto estoy subiendo puestos en la escala dionisíaca de ese dios ególatra, borracho de sí mismo, infinito y al mismo tiempo atrapado en su cuerpo de persona, de ser imperfecto y perecedero.

Mientras tanto, sigue ahí el deseo incontrolable de escribir, y de que tú me leas.

Y que te guste lo que lees.

Y que pienses algo de mí que es mucho mejor de lo que soy.

Porque no me conoces.

Y ante ti puedo ser lo que quiera.

miércoles, 15 de julio de 2015

La tabla de medir fanegas


Vuelvo a no saber qué escribir, la página en blanco vuelve a ser un precipicio y yo vuelvo a ser ese personaje con vértigo al que le cuesta acercarse a la borandilla. Me gustaría tener alas, pero no sé hacérmelas crecer, a veces pienso que debería hacer otro curso de escritura para poner en marcha la rueda, dar de comer al gusanillo de aquello que, hace ya más de diez años, era importante en mi vida. Antes de que todo se convirtiera en una huida hacia adelante y de que las cosas empezara a ponerse feas.

Ha pasado el tiempo. Casi todo sigue igual.

No me quejo.

Quejarse no sirve para nada salvo para perpetuar los problemas. Hace tiempo que intuyo que el mundo tiene muy pocas reglas, reglas que si las cumples te abren caminos más fáciles de transitar, pero ¿qué le voy a hacer? nunca he sido de seguir normas y no voy a empezar ahora. Así me va. Lo asumo, me ha costado hacerlo, pero así es.

Llevo días extraños, ayer vi una luz en el cielo que brilló de forma muy intensa y luego desapareció en un instante. No era una estrella fugaz, no sé. Fue algo muy raro. No es lo más extraño que he visto y sentido estos últimos días. Hay algo en el aire, algo así como una conjunción de planetas y un presentimiento de que algo bueno-malo está a las puertas esperando a entrar.

O salir.

Me hubiera gustado ser una persona normal, no dudar, pensar sólo en lo material, no ser tan tímido. A veces creo que me rompí hace tiempo y desde entonces no hago más que pegar pedazos. No me gustaría seguir así durante mucho tiempo, no con esta sensación de provisionalidad, no con esta impresión de que las cosas son tan efímeras, de que todo empieza para acabar en poco tiempo. Nunca como ahora había entendido al androide de Blade Runner. "Vivir con miedo, en eso consiste ser esclavo". Si pudiera pedir algo sería vivir sin esta angustia de estar vivo. Pero por otro lado, con el tiempo, he aprendido a vivir escondiéndome, buscando en cualquier parte, con períodos buenos, como éste, pero preparándome para la siguiente embestida.

El miedo consiste en eso, en prepararte para lo peor. Saber que nunca vas a estar tranquilo, que en cualquier momento todo puede cambiar y vas a volver a la calle, que vas a volver a tener que disimular que estás bien, que vas a tener que repetirte que todo va a salir bien aunque muy dentro de ti el bicho te grite que esta vez no, que cada vez eres más viejo y estás más solo.

Aún así no me va mal. He creado mecanismos de alerta y he trazado rutas de escape. A veces me doy cuenta de que esa necesidad de salir en cualquier momento hace que no me apegue a nada ni a nadie. Es algo que empiezo a asumir. Y visto lo visto, es casi lo mejor que podría hacer. Reconozco que aceptar este tipo de vida no ha sido fácil. Nada es fácil, hasta que lo conviertes en una rutina.

Siempre que empiezo a escribir sin rumbo acabo por hablar de lo mismo. No sé si es que esto que pienso ha acabado por convertirse en algo que llevo integrado en el adn, como si de tanto pensar en ello algo hubiera mutado en mí y todo pasara por ese filtro biológico modificado.

No importa, he llegado a esto y bueno, no estoy especialmente orgulloso ni avergonzado. Sigo en ello: esperando el próximo huracán, pensando en que no debería escribir esto en voz alta, pero también sé que al subirlo aquí, en cierta forma, estoy más a salvo que si lo dejara macerar cuerpo adentro, como si esto fuera la maldita terapia de un puto loco que sabe que lo está y lo va aceptando poco a poco.

Pero intuyendo que los locos son los demás.

Con su falsa idea de que las cosas están bien como están y no cambiarán nunca sus circunstancias.


martes, 14 de julio de 2015

La fría luz del fuego



Anoche no podía dormir e hice algo que casi nunca hago: salir a la terraza desnudo. Sé que echaré de menos tener este espacio abierto cuando no lo tenga y que me entrarán ganas de cenar por las noches al fresco, pero hoy por hoy el piso de arriba es casi desconocido para mí. Desde que cambié la oficina a la habitación de abajo y después me fui a la nueva oficina habré subido media docena de veces. Anoche tuve esa necesidad, no sé. Hacía calor y no podía dormir, eso es todo.

O no.

Hace un par de meses fui a un curso de esos raros a los que me da por ir. Medio psicología, medio parapsicología, medio magia, medio "pero de dónde coño sale tanto friki"... pero algo sucedió que me cambió la percepción de esos cursos para amas de casa aburridas que buscan el milagro de que sus vidas cambien sin que ellas tengan que arriesgar nada.

Siempre hay que arriesgar para cambiar las cosas.

Tomar riesgos ya es cambiar.

Pero, maldita sea, algo invisible me tumbó. Sugestión pensé al principio. Estos tíos me han hipnotizado. Así que pensé en que la mejor forma de comprobarlo era hacer el curso de aprendiz de brujo, médium, lo que sea que fuera. Mierda, no tendría que haberlo hecho. Ahora soy un puto mago de las energías universales y cambio el curso del tiempo e influyo en las personas con un movimiento de manos, con unas oraciones raras de cojones... y el universo como lienzo, por supuesto.

Por eso subí a la terraza anoche, para refrescarme el cuerpo y chutarme una ola de energía del infinito... y ahí estaban... un millón de estrellas, con todos sus átomos incandescentes, suspendidas en un vacío oscuro casi tan frío como el corazón de mi última novia, como el corazón de todas las novias que he tenido desde cuarto curso.

Y no sé si hice bien, el caso es que al universo le pedí algo tan imposible que si me lo concede no me quedará ninguna duda de que la puta magia es real como la vida misma.

Luego bajé al piso de abajo y puse a mirar el facebook en el móvil.

Y mientras me dormía pensé que sería bueno cambiar para mejor.

Que todo fuera a mejor.

Que yo fuera mejor persona.

Aunque la magia no existiera y tú fueras inalcanzable como hasta ahora.

.....

(Al día siguiente)

La verdad es que lo de la energía esa funcionó algo.

Algo.

Expectante estoy

lunes, 13 de julio de 2015

El viento frío del norte, el viento cuchillo


A veces lo noto con meses de antelación. Es decir, noto la caída antes incluso de que algo la produzca. Veo pasar por delante de mis ojos un final incluso antes de que todo empiece. Ahora sé que puedo evitarlo, puedo cerrar los puños, puedo empezar a practicar equilibrios, ponerme el traje de neopreno para soportar mejor el frío.

A veces lo noto y no puedo dejar de pensar en ello.

Como si en algún momento las cosas se pudieran torcer hasta que hubiera no remedio y sin embargo si se actúa a tiempo si pudiera evitarse ese camino de no retorno.

Creo que antes lo veía y no me importaba porque me sentía tan fuerte como para poder afrontar cualquier cosa.

Pero ahora he aprendido que nadie es lo suficientemente fuerte como para aguantarlo todo, una y otra vez.

Ahora sé que el más fuerte es el que conoce lo que viene y elabora un plan.

No importa cómo ni por qué.

Abro los brazos y respiro por primera vez en mucho tiempo.

No sé si será bueno o malo

Creo que esta vez no importa demasiado.


domingo, 12 de julio de 2015

Y que me nacieran historias otra vez


Me gustaría que en mis días sonara una banda sonora que me acompañara cuando voy al trabajo o cuando estoy en silencio; una banda sonora suave y tranquila a veces, cuando pienso en ti, música y silencios mezclados, como en las películas de autor que veíamos en el cine Verdi...

... y una voz en off

que me contara lo que está pasando, que leyera lo que pienso y lo que siento en voz alta, susurrándome al oído el guión que algo o alguien está escribiendo en ese momento... y en el que tú y yo somos los protagonistas principales.

sábado, 11 de julio de 2015

Miss Oh! no, Lulú...



Y hoy he leído las entradas que escribí cuando la conocí.

Y sigo sin entenderlo.

Va siendo hora de que me despida de verdad

miércoles, 8 de julio de 2015

El silencio del perdedor


Podría haber sido de otra forma. A veces me equivoco y sé que me estoy equivocando. No sé si eso me convierte en culpable, pero en ese momento en el que ocurren las cosas me da igual. Los remordimientos llegan luego, pocas veces, lo reconozco; no soy mucho de pensar qué podría haber cambiado si yo hubiera hecho esto o aquello. Todos nos equivocamos alguna vez. Yo, muchas.

Pero si pienso en ella no tengo escapatoria, es como si tuviera algo pendiente con todo lo que ella es, como si, de alguna forma, me hubiera convertido en responsable de lo que le ocurriera a partir del momento en que la conocí. Con respecto a eso, creo que lo hubiera podido hacer mejor, es decir, creo que hubiera podido hacer algo para que su vida cambiara a mejor, pero la gente no cambia sólo porque tú quieres que cambien. Nadie cambia a menos que le ocurra algo muy gordo, o que esté harto de que todo le salga mal y se proponga no seguir haciendo siempre lo mismo. Entonces sí que existe una pequeña esperanza.

Pero se trata sólo de eso: una minúscula posibilidad. Somos animales de costumbres. Y ella se había acostumbrado a vivir como si todo fuera una huida hacia delante. Creo que hay gente que sale corriendo un día sin saber muy bien hacia dónde ni el porqué lo hace. Ese tipo de adrenalina engancha, el cuerpo se acostumbra a los garitos oscuros y a que todo parezca fácil, sin responsabilidades más allá de sentirse vivo. Lo sé porque lo he visto noche tras noche durante muchos años y si algo me ha salvado es la incapacidad para sentir eso que intuyo que sienten otros. No me importa, sin embargo un día conoces a alguien que sabes que se va a estrellar en cualquier momento. Y aunque te has prometido que nunca te jugarás el pescuezo por nadie así, un día te ves metido en ello.

Como cuando encuentras a un cachorro abandonado en la calle y te lo llevas a casa.

Estás perdido. Te dará algo que no sabes que existe. 

Te dará un motivo.

Y un motivo es lo que necesitas, es lo que estabas esperando desde hace años sin que te atrevieras a pronunciarlo en voz alta, ni siquiera a media voz, ni siquiera para ti.

Y de la misma forma que un cachorro te araña las cortinas y te muerde los muebles, de la misma forma que te ensucia la casa y te obliga a tenerle siempre presente, habrá persona que hagan eso con tu alma.

Y sin saber por qué los querrás.

Por eso, te voy a dar dos consejos. Nunca recojas un cachorro de la calle y nunca te enamores de alguien de quien no puedas no enamorarte.