domingo, 7 de julio de 2013

Otros tiempos, metas antiguas, los mismos valores, los caminos con corazón.


Hace tiempo este blog perdió su sentido. El blog nació para dar forma a una novela y en cinco años y medio de existencia la novela no ha visto la luz. Poco a poco el blog fue ocupando ese espacio destinado a ella, a la novela negra que fue surgiendo a raíz de escuchar una voz narrativa que me llamó la atención y tratar de transcribirla al papel. El blog acabó convirtiéndose en una pizarra mágica donde iba creando una realidad paralela a la verdadera, acabó por mezclarse con mi tristeza y mis frustraciones, se fue degradando al mismo tiempo que, de vez en cuando, buscaba nuevas voces narrativas para aplicarlas a esa novela que hace mucho tiempo que murió.

Estos días he estado pensando si este blog, al no cumplir su cometido inicial, no se había convertido en un blog zombie, en algo que lleva mucho tiempo muerto y sigue por inercia, comiéndose los cerebros de las otras historias que siguen surgiendo y a las que no les doy espacio.

El jueves pasado, leí un artículo de opinión en otro blog al que sigo, decía algo así como que uno es feliz cuando sigue el camino que siente que tiene más corazón. Hace tiempo que sabía que estaba haciendo cosas que no me gustaban, quizá por eso he estado buscando nuevas fórmulas para crear otros caminos en los que encontrar ese corazón. Pensaba que lo había encontrado en hacer equipos para potabilizar agua en lugares donde se necesitan, pero mi sorpresa es que, a pesar de ser uno de los grandes problemas del mundo, los gobiernos pasan bastante y la gente es muy escéptica en todo, sin contar con la avaricia de muchos y la formidable capacidad de otros para poner palos en las ruedas.

Estos días, después de que Avellaneda volviera a su estado de musa lejana e inasible, después de leer ese artículo, de hablar con personas que me conocen, de reflexionar acerca de lo más esencial y básico, eso que nunca nos atrevemos a cuestionar porque consiste en derribar todo lo construido para empezar de nuevo, después de que me viera inmerso en proyectos impulsados por otros que implicaban que yo debía apostar por otro camino, me pregunté si éste tendría corazón.

Y me respondí que no.

Hace diez años emprendí un camino que sí lo tenía, pero lo dejé a un lado porque llegó la crisis y mis deudas requerían de un esfuerzo extraordinario para no comprometer a toda mi familia. No me arrepiento de haber dado aquel paso, pero ha llegado el momento en el que debería volver al camino del corazón, el camino que siempre proporcionó más alegría al que escribe a quienes estaban a mi alrededor.

Emprender un camino requiere la valentía de dejar otros a un lado. Algunos lo llaman priorizar y otros desprenderse, siempre es lo mismo: abandonar ideas preconcebidas, creer en uno mismo, en el propio talento, que nunca acaba siendo el que todos creen que tienes.

Entre las cosas que dejo atrás, está este blog. No dejo de escribir, pero ya no lo haré en público, quizá de vez en cuando me venza la nostalgia, quizá por eso no lo cierro del todo, porque de forma virtual siempre me acompañaron los blogs que seguía y corría a abrir para leerlos casi con ansiedad.

Pero es tiempo de cambiar, no sé cuántos años me quedan de vida, pero sí sé cómo no quiero vivirlos y aunque no soy dueño de mi destino (ninguno lo somos) sí lo soy de mi tiempo (al menos en parte) y he pensado en que ese tiempo tenga más de realidad y menos de internet.

Voy a echar de menos este lugar. Supongo que he madurado, quizá por eso sienta que esta vez sí va en serio lo de dejar a un lado Moriría por ella. Y es que ya no moriría por ella, quizá porque nadie merece que muramos (de ninguna forma) para darle vida a otro proyecto que no sea el nuestro.



Esta canción merecía ser la última, ella es la Ella de Moriría... quizá por fin llegó la primavera (otra canción de Dani Flaco)