lunes, 28 de octubre de 2013

Miríadas de estrellas fugaces harán que parezca de día


Cada vez tengo menos que decir. Es un hecho. Antes siempre tenía una inquietud, sentía la necesidad de escribir acompañada de arcadas que nacían en la boca de mi mano hacia las yemas de mis dedos, siempre tenía la suicida vocación de sumergirme en historias que me atraparan y, cuando salía del agua de esa literatura de vino barato me secaba con la toalla del blog para vencer al frío que te deja lo que ya se ha acabado.

Pero de un tiempo a esta parte, después de seis o siete días de escribir en él, me entra una tristeza infinita y debo dejarlo por un tiempo. No sé muy bien a qué obedece esa media docena de nubes negras, o lo sé muy bien pero he aprendido a dejarlo bajo llave.

Hace mucho tiempo que no quiero seguir con todo esto, se me está haciendo todo muy cuesta arriba. Son demasiadas cosas una detrás de otra, antes seguía por inercia, pero ahora me he quedado en medio de la nada. Supongo que no tardaré en volver a ponerme en marcha, pero esta vez es la primera en la que tengo la sensación de que pudiera ser que el destino me alcanzara por la espalda.

Últimamente me cuesta respirar, desde hace unos meses tengo la sensación de que cada día estoy más lejos de a donde quiero ir, no sabría cómo explicarlo, es un ahogo como si los pulmones se me hubieran empequeñecido, como si sólo pudieran respirar con la parte superior del pecho y el resto se hubiera negado a hacerlo.

La estrella polar se fue apagando poco a poco. Pasó como una estrella fugaz por mi cielo, no quise agarrarme a su estela y se fue enfadada conmigo para orbitar el centro de otra galaxia, eso sí,  dejándome escrita en la carta de navegación algo que quería remarcar: que en otras circunstancias yo hubiera sido sólo uno más entre esa muchedumbre que se pasaba soñando con la improbable posibilidad de acercarse a alguien como ella. Que yo había tenido la suerte que buscan hombres infinitamente mejores que yo sin conseguirlo jamás.

Al cabo de poco tiempo coincidí con ella en la sala de reuniones de una ONG y hablamos, me dijo que no había querido decir lo que dijo aunque ambos supiéramos que lo que había sentenciado se correspondía con una ley fundamental del universo que yo, sin ser consciente de ello, había quebrantado; algo así como que la gravedad no se correspondiera con la masa de un cuerpo, ni a velocidades de vértigo, ni siquiera en ensoñaciones cuántico-marcianas.

Fuimos a cenar y bebimos demasiado, volvimos a eclipsarnos bajo un manto de nubes que olían a las sábanas del hotel donde se hospedaba. Se fue; fugaz de nuevo, a mí me quedó un cráter azul tatuado en la boca del estómago. Supongo que me encariño demasiado pronto, o que la gravedad es una ley que no permite que se rían de ella más de una vez.

Desde detrás de la ventanilla del taxi que la llevaba al aeropuerto me dedicó la mirada más enigmática que una esfinge como ella sabe pronunciar con los ojos. Yo la entendí de inmediato, fugaz como en un sueño en el que se cambia constantemente de personajes y de lugares, y supe que quería que yo entendiera que sería la última vez que la veía en carne y polvo de estrellas.

viernes, 25 de octubre de 2013

treinta años de guerra en el bosque


La guerra sigue. Los cadáveres se amontonan y pronto no quedará un rincón en mi corazón donde enterrarlos. Hace tiempo que ya no siento casi nada, sólo el deseo de ser el próximo; ese deseo se ha convertido en un sentimiento, algo que ha sustituido a la alegría y a la tristeza, a los rayos de sol, a la serena bajo la luna.

No me acostumbro a enterrar seres queridos, hace tiempo que me digo que no voy a querer a nadie más, nunca jamás, pero luego llegan las bombas y paso días enteros en refugios con gente que apenas conozco y con quienes comparto el miedo y el hambre. La guerra hace extraños compañeros de celda. Luego llega la tregua y salimos a recoger los restos de la batalla, recolectamos hierbas y caracoles, compartimos la cena, pero cuando vuelven a sonar las sirenas nunca coincidimos en el mismo refugio.

Y vuelven las caras nuevas, y las bombas fuera, y los días, y la sed, y la oscuridad y el deseo de que todo acabe. Pero la guerra nunca acaba.

Cuando cesa la piedra y el hierro llega el momento de enterrar a los muertos. A veces me toca enterrar a alguien a quien apenas reconozco. La guerra es así, nunca le toca a uno hasta que es demasiado tarde y ve pasar por delante a los amigos acérrimos y a los enemigos íntimos, después de algo así me quedo un tiempo pensativo y me importa todo un poco menos, en ocasiones camino con las manos en los bolsillos bajo una fina lluvia de acero y pólvora pero nunca me llevo ni un rasguño, creo que me protege un ángel de la guarda cruel y vengativo que me condena a vivir como castigo a algo que he hecho en el pasado y que no recuerdo.

Pero lo que peor llevo es tener que acompañarlos con las manos atadas a la espalda al bosque y dar la orden de fuego.

jueves, 24 de octubre de 2013

Un poco de nada


Sigo sin saber qué escribir. Podría decir que me siento observado por ojos nuevos que buscan algo entre estas palabras que justifiquen algo, no sé muy bien el qué. Para mí, todo queda muy lejos ya, tan lejos que si cierro los ojos no puedo recordar ni el día ni el momento, sólo puedo recordar el sonido de la ruleta al girar y la bola deslizándose a toda velocidad en dirección contraria. Supongo que al azar se le quiere buscar una explicación que sólo tiene cuando hablamos de grandes estadísticas.

Pero en una mesa de juegos, los resultados a diez años visa, no tienen mucho sentido, la bola corre, la rueda gira, y todas las existencias se quedan fijadas en sólo treinta segundos. La estrella polar sabía que el azar era otra forma de karma y que yo era el vehículo, todo lo demás carecía de sentido, un mantra "hagan juego" se parecía tanto a la voz de mi madre llamándome para la cena... hubiese jurado que... de veras, hubiera puesto la mano en el juego, pero... 

... era elegante. Vestida de largo parecía una walkiria (sin casco con cuernos, claro), sus ojos permanecían eternamente en la visión de los dioses y los ojos de éstos la preferían a ella. Tenía una piernas perfectas, unos senos hercúleos... o vicerversa, y empecé a amarla cuando la bola se detuvo en la casilla roja, impar, dañina, con los números dorados como su cabellera. Según le daba la luz parecía una estatua de bronce o una vestal esculpida en mármol blanco, quise que no fuera así, pero soy adicto a este juego, y esta vez la misma voz de mi madre, llamándome desde la eternidad, me anunciaba que había ganado. Ganaba de nuevo, mientras tú intentabas entender algo sin conseguirlo, entre un galimatías indescifrable. 

Imagino que debo dejar de escribir sin saber qué es lo que quiero contar, no conduce a nada, no nos lleva ni a ti ni a mí a ningún lugar en el que nos sintamos seguros. Ocurre que he llegado tarde a casa, no tenía ganas de leer los correos acumulados durante el día, y quería dejarte algo con lo que te entretuvieras, no creo que lo haya conseguido, te voy a dejar una sensación extraña cuando acabes de leer esta entrada.

Igual era lo que pretendía: que siguieras pensando unos segundos en mí cuando acabaras de leerme.

martes, 22 de octubre de 2013

Sobre el tejado de zinc


He empezado esta entrada más de cinco veces. Incluso una vez llegué al tercer párrafo, pero es que hoy no se me salen las palabras de la boca, ni encuentro la escalera para subirme al tejado de zinc donde solíamos subir a ver irse a dormir a las estrellas.

Supongo que el FIN justifica los medios.


lunes, 21 de octubre de 2013

El silencio en el que el ya nadie se esconde



Llevo todo el día en silencio. No sabría decir si el silencio se ha instalado en mi casa o sí soy yo el que lo convoca, el caso es que no me salen las palabras por mucho que abra la boca y quiera decir algo con sentido. A veces enciendo el spotify del ordenador y hasta la música me suena muda y tengo que poner las canciones una y otra vez para escucharlas, para que todas juntas la hagan una.

No sé si amaneció el día dormido, en casa no queda nada de Avellaneda, se fue llevando sus cosas poco a poco, quizá el ruido se fue con ella porque lo trataba mejor que yo, lo cierto es que sin ella la vida que resonaba entre estas cuatro paredes se ha ido amortiguando con los días. Hace tiempo que tiene otro novio, más de su edad, con más afinidades y menos cosas a medio terminar. Reconozco que esto me hace sentir algo más viejo, pero quizá era lo adecuado para que ella se sintiera más joven.

No sabría decir el porqué pero intuyo que este otoño va a ser un otoño silencioso, no va a haber días estridentes, sino que el ciclo de las cosas va a ir más lento, y eso me da un poco de rabia. A mí lo que me gusta es que la vida sea una mezcla de sonidos cotidianos, no sé, entiendo el idioma del mundo a través de su latido de baja intensidad.

Estos días estoy conociendo mucha gente nueva. Por fin el proyecto parece que empieza a ir hacia adelante, ya he empezado a vender máquinas, las asociaciones parece que van poniendo más atención a lo que digo. Incluso algún periodista me ha llamado para hacer una nota de prensa. Si echo la vista atrás y veo de dónde vengo y lo que he hecho, creo que pude haberlo hecho mejor, pero los tempos han ido siendo los adecuados. Supongo que he tenido que comprender la lección (si es que la hay) y creo que dentro de muy poco todo empezará a dar sus frutos. Estuve a punto de perder mi casa, como muchos les ha ocurrido, creo que supe jugar las cartas y, aunque el azar no me fue favorable, ahora estoy en mejor posición. Al menos he conseguido una mínima estabilidad desde la que empezar a plantearme cosas.

En este proceso me he dado cuenta de varias cosas:

1) No le importas a nadie. Lo que hagas debes hacerlo por ti mismo.
2) En el momento en el que empieces a hacer las cosas por ti mismo empezará a haber gente a la que le importes.
3) A veces las ideas son buenas pero necesitan de un proceso para que se hagan realidad.
4) En algunas ocasiones, las oportunidades aparecen de la nada. Aparentemente. Como suelo escribirlo casi todo y releerlo de vez en cuando, me he quedado perplejo de lo mucho que sabía que podía acabar ocurriendo y que efectivamente ha acabado por ocurrir.
5) La intuición es otra forma de conocimiento, uno lo sabe pero no quiere que sea verdad. La vida es un equilibrio entre lo que se sabe, lo que no se sabe, lo que no se quiere saber y lo que no se quiere que se sepa.

Podría escribir más cosas, hacer una lista más larga (a mí siempre me gustaron las listas), pero creo que es mejor dejarlo en esos cinco puntos.

No sé, el día sigue siendo silencioso. Los días se van haciendo más cortos y queda la noche. Estos días también me ha entrado mucho sueño. Supongo que el otoño llama a las puertas casi sin empuje, el calor de estos días se me hace extraño. Aunque me gusta ir en manga corta empiezo a sacar la ropa de invierno.

Ayer le comenté Manel todo esto del silencio y me contestó que me comprara un perro, me dijo que se liga mucho con un perro. Se le supone a uno que le gustan los animales, y los niños, me dijo. Y si el perro es de una raza adecuada mucho mejor. A mí me cuesta creer que un perro me tape las carencias, además, Ulises y Penélope no me lo perdonarían. ¿Y quién lo sacaría a pasear si yo paso un montón de tiempo fuera de casa? Manel no tiene perro, sin embargo me dijo que yo sí debería tenerlo. Supongo que eso me debería hacer pensar en ello.

Todo esto para no dejar de escribir. Tengo miedo a terminar y que no hayas llegado hasta aquí, o miedo a terminar de escribir y reencontrarme con la casa vacía. Supongo que es lo que debo hacer. Terminar de escribir.

Estos días siento la necesidad de encontrar un espacio para escribir otra vez algo de ficción. No sabría decir el qué. Supongo que podría seguir con los personajes histriónicos y ver dónde acaba todo. Pero por otro lado no puedo dejar de pensar que he inventado algo que puede salvar vidas y debo llevarlo a su fin. A veces me ocurre que dejo una cosa para seguir con otra, como si la felicidad siempre estuviera en aquello que he dejado de hacer para hacer lo que estoy haciendo ahora.

Pero eso es otra historia.



viernes, 18 de octubre de 2013

Sabíamos que más tarde o más temprano...


Me he colado de puntillas dentro de una foto tuya, embozado como en un cuadro de Goya, invisible a la vista de quien solo mira sin observar, y lo he hecho aprovechando que la puerta estaba abierta y que soy de los que llaman suave por si despierto al niño que duerme dentro.

Reconozco que el morbo es mi noveno o décimo pecado capital y que tú te has convertido en mi vellocino de oro recién forjado, confieso que me he desnudado para empaparme en una lluvia de estrellas y que he empezado a bailar al son de los susurros armónicos que desprende la vía láctea cuando gira sobre sí misma, y por primera vez en mucho tiempo me he sumergido en el océano de unos ojos abisales, a sabiendas que he de ahogarme en ellos, quien sabe si definitivamente.

A mí, las fotografías siempre me provocaron terremotos, detrás de cada una de ellas he visto una historia que empieza, se desarrolla y termina, quizá por eso las librerías me dan vértigo y ante la moda de tapas que incitan a conocer lo que encierran me siento como si entrara en una selva donde se esconden personajes que nunca sabré que existen pero que, de alguna forma que no soy capaz de comprender, sé me acechan en la seguridad de su anonimato.

Y en el instante guardado en mil píxeles de colores ocres llevo detenido toda la tarde, toda la noche... y me he sentido como Humbert ante la fiebre de conocer la existencia de Lo, de divisar la superficie aparentemente calma del mar de sus pupilas, y como a él también me recordaste a otra mujer iniciática, al olor que desprendía su cuerpo desnudo cuando el sueño nos concedía una tregua, al frío de las noches juntos, a la languidez de quien se pierde y se encuentra en la vida de otro.

No sé si la razón acabará brindándose a sí misma a alguien como yo, pero llevo demasiado tiempo buscándote como para quedarme sin salir a agarrar la cola de cometa que hoy me dejas, aunque tenga por seguro que voy a tardar una eternidad y media en encontrarte, aunque no sepa ni quién ni dónde, ni cómo, hoy empiezo, de una forma invisible, a convivir con ese otro que no puede vivir ya sin ti.




miércoles, 16 de octubre de 2013

Hoy es world food day


Es importante saber que el sistema está amenazado por la especulación sobre los alimentos y la campaña mundial de algunas multinacionales para hacer creer a todos que sólo las semillas transgénicas son las únicas capaces de asegurar cosechas "sanas" y abundantes.

Supongo que el tiempo dirá hasta qué punto caímos en manos de las corporaciones y si la segunda mitad del siglo XX y principios del XXI sólo fue un espejismo mediante el cual una parte del mundo tuvo acceso a una comida barata y de calidad.

Porque quizá eso haya acabado, y no en aras de un mundo más sostenible, si no porque la comida se acabe convirtiendo en un artículo de lujo.

El tiempo nos lo dirá. Yo, por si acaso, creo que voy a plantar un huerto en mi terraza.

sábado, 12 de octubre de 2013

¿A quién le importa?





En los primeros cincuenta años del siglo XXI la población mundial crecerá un 50%. En 2050 seremos entre 9.300 y 11.000 millones (en 2013 unos 7.000).

La mitad de este crecimiento se dará en tan sólo nueve países: China, India, Pakistán, Congo, Etiopía, Nigeria, Tanzania, E.E.U.U. y Bangladesh.

India superará los 1.600 millones y China los 1.400 millones.

Los países desarrollados pasará de 1.200 a 1.280 millones y el conjunto de los países en vías de desarrollo pasará de 5.600 millones a casi 8.000 millones.

Si tenemos en cuenta la violencia, la falta de oportunidades, el hambre, la explotación de los recursos por parte de unos pocos, la marea humana que se avecina es inevitable.

Ahora piensa: Que si juntaramos a todos los 7.000 millones en un sólo lugar y los pusiéramos hombro con hombro, todos juntos, ocuparíamos tan sólo el equivalente al área metropolitana de Los Ángeles. Por tanto, quizá el problema no sea tanto la población sino el acceso a los recursos para su supervivencia.

En 2050 la demanda de alimentos se habrá multiplicado por 2 con respecto a hoy día. Fondos de inversión están comprando grandes extensiones de tierra para cultivos y la especulación ha hecho aumentar el precio de los alimentos básicos (maíz, trigo, azúcar) más de 70% en los últimos años tres años. Algunos están ganando mucho dinero y se están preparando para ganar aún mucho más.

Para evitar que los más desfavorecidos no pueda acceder a los alimentos hay que invertir en agricultura de pequeña escala y para eso hace falta el acceso al agua. Ente el 65 y el 85% del agua dulce que consume la humanidad se destina a riego.

El siguiente paso será el dominio del agua, la especulación sobre ella.

Todo está interconectado, no podemos llorar a los muertos acusando a los culpables, porque tú y yo vivimos bajo su mismo yugo de especulación y podemos hacer muy poco. Para ellos somos ganado en el que en lugar de sacarnos leche o huevos, nos sacan dinero (impuestos, pago desorbitado por servicios universales).

Podemos sentir vergüenza por no haber ayudado a salvar a los inmigrantes de Lampedusa, pero fuimos nosotros también los que les metimos en ese barco. Subimos a barcos a miles de náufragos todos los días porque la población crece y nuestros gobernantes siguen favoreciendo a las grandes corporaciones en su afán de poder y recursos, en su guerra fría de especulación con los alimentos, como fuimos víctimas en su especulación con la vivienda en España, o lo seremos con el coste de la mano de obra.

Desgraciadamente vamos todos en un mismo barco, el equilibrio hace tiempo que se rompió y hacemos agua por todas partes.

El terremoto hace tiempo que está sucediendo, sólo nos queda esperar a que llegue el tsunami. Quizá dentro de cinco años, o de diez... pero si no creamos una agencia eficaz de colaboración internacional, los 1.280 millones que viviremos en los países desarrollados no podremos mirara a la cara a los 8.000 millones que vivirán en condiciones difíciles creadas (o no paliadas) por nosotros.

A pesar de ello yo sigo manteniendo la esperanza. Sigo pensando que una tercera revolución (post)industrial, la de la democratización de los recursos acabará por triunfar. La generación de los jóvenes a los que les hemos vetado nuestro "bienestar" acabarán por crear unas nuevas, las que han necesitado crearse. No creo en la humanidad, no creo en el que decide a los dieciocho años que va a estudiar en una escuela de negocios, o que va a ser broker, pero sí creo en todos los que estudian ciencias de la vida, los que empiezan a crear una realidad 3D imprimible, que crean equipos de potabilización de agua accesibles para una gran cantidad de personas. Creo en los que quieren cambiar el mundo, políticos con principios, abogados que luchan por la justicia, médicos, biólogos... los que no se conforman sólo con sobrevivir, sino con los que creen que van a mejorar la vida de los demás.

Es la única forma con la que nos mereceremos que durante los treinta y cinco años que quedan para el 2050, al mirarlos a la cara, todos los náufragos nos la devuelvan sin rencor.



miércoles, 2 de octubre de 2013

Lo mejor de mi vida


Hace tiempo que escribo para el viento, de hecho, si me paro a pensarlo bien, todos escribimos para él; escribir es otra forma de hablar solo, nadie nos escucha desde dentro y las palabras sólo nos sirven a nosotros, y ni siquiera eso porque hasta nosotros mismos olvidamos lo que una vez nombraron. Ahora mismo sigo hablando solo, aunque imagines que estoy hablando contigo cuando me lees, apoyando los codos en la mesa, tecleando en morse un mensaje sin matices, en un lenguaje que se habla con las palmas de las manos y que traduzco a este otro idioma hecho de sonidos ante la imposibilidad de sellártelo en la piel con mi boca. Si alguna vez quise escribir, te lo juro, fue para que tú me escucharas como lo estás haciendo ahora. Si alguna vez quise conseguir un sólo éxito en toda vida fue derribar ese muro tras el que tú y yo nos escondimos.

Siempre escribí para contarte cosas, inventarlas de cien maneras distintas, darle un argumento o convertirlas en una confesión a altas horas de la noche, siempre esperando una respuesta, siempre hablándole al polvo suspendido en un aire quieto, en una habitación casi vacía, en este rincón del mundo hecho guarida. Si de algo puedes estar segura es que yo no sé escribir, sólo sé escribirte a ti, no soy capaz de hilvanar una frase con sentido si no pienso en que es a ti a quien se lo digo. Este blog se llama en realidad "Moriría por ti", pero tú nunca lo supiste, o sí, tal vez siempre lo supiste y preferiste el silencio.

Pondrás la excusa de que yo te conocí después o que en realidad no te conozco, y yo podría tratar de buscar un ardid y decir que te estaba esperando. Y mentiría. Y no mentiría. Hace años que entiendo el tiempo como algo que no sigue una línea recta, ni de atrás hacia adelante. El tiempo es un laberinto, por eso el cerebro tiene ese infinito cruce de calles por mapa, porque él lo sabe y entiende que para comprender lo importante es verlo todo quitándole la variable del tiempo, como un álbum de fotografías, como un collage hecho de retazos de una vida pegado en una pared.

Si fuera realmente así, ¿qué importaría cuándo nos conocimos? ¿qué importaría que no nos conociéramos aún? Seguiría escribiendo para ti, te desearía con la misma fuerza, te añoraría antes de haberte tocado por primera vez, o te recordaría aunque me fuera antes que tú.

Y si es así, yo coexisto con todos los hombres a los que has querido y querrás antes y después que yo, y aunque confiese que al pensarlo no sonrío, no me duele compartir el cajón de las fotos, he reconocer que me gustaría que sintieras un cariño especial cuando pienses en mí, o que me intuyas llegar cuando quieras conocer a alguien como yo. Y supongo que por eso tampoco nunca queremos con todo el corazón a una sola persona, porque sabemos que sólo somos uno más, especial o no, en el facebook de la vida de a quien quisimos amar para siempre, desde siempre.

Ya se va haciendo tarde, mi coraje se va convirtiendo en distancia, el tiempo empieza a caminar de nuevo hacia alguna parte delante de mi con las manos en los bolsillos, disfrazándose de sorpresas, quién sabe si aparecerás tú por primera vez o de nuevo, no sabría decir con certeza si lo deseo o lo añoro. En cualquier caso quiero que sepas que me gusta cómo eres, lo poco, lo mucho o lo nada que sé de ti, que pasar todo este tiempo junto a ti ha sido, es o será lo mejor de mi vida.