martes, 29 de marzo de 2011

Así son la cosas


Antes de ni tan siquiera saber que seríamos algo más que amantes tuve la intuición de que acabaría ahogándome en aquellas dos lagunas que eran sus ojos. Lo supe casi con certeza, ya lo sabía incluso antes de que cruzáramos tan sólo una palabra. Fue una locura, yo estaba tan seguro de mí mismo como el domador que ante una fiera olvida sus cicatrices. No hay nada peor que olvidar la debilidad propia y obviar que el otro lleva una bestia dentro.

Ella sabía que yo era un vagabundo, yo sabía que ella era una dama. Creímos que éramos dos dibujos animados comiendo un spaguetti de beso y fuegos artificiales, creímos que al dinero no puede vencerlo nadie. Corrimos desnudos por el parque, es decir, sin collar que nos vistiese. Luego cada uno se fue a su casa, es decir, ella se fue y yo me quedé al raso.

Volví a ser el perro roñoso que era, ahogado en sus ojos o en el recuerdo de éstos. Uno es siempre lo que es, alguien cansado de estar cansado, harto de estar harto, desesperanzado de tanta esperanza.

Pero lo supe desde el primer instante, moriría en el estanque de su mirada, y aún así quise intentarlo. Nadie echa en falta a un perro callejero, no me importa, también tiene que haber perros sin dueña.

Y sí, a veces envidio las correas y los vestidos ridículos de lana, y los quince minutos diarios de la vuelta a la manzana para hacer las necesidades sin dignidad de perro. A veces me pregunto si no seré esclavo de mi libertad y ya no podría vivir por y para ella. A veces incluso lo pienso mientras atravieso una autopista de noche o cuando olisqueo entre la basura, mientras me escondo de la lluvia o de otros perros, y eso me distrae de mis instintos.

No debería pensar en esas cosas.

Pero las pienso.

domingo, 27 de marzo de 2011

Volcanes dormidos


Por la noche, mi cuerpo ardía y temblaba como un edificio en llamas y me preguntaba si toda aquella rabia que sentía la habían sentido otros antes que yo. Pensé que si en algún momento de mi vida no había sido dueño de mí mismo, probablemente era en ese instante, y mi cuerpo se hacía pequeño y mis pulmones no podían encontrar oxígeno en la habitación. Las sábanas se pegaron a mi cuerpo como si quisieran envasarme al vacío y mi corazón latía con tanta fuerza que los vecinos de mi calle empezaron a encender las luces y cuchichear tras las ventanas.

El tiempo se detuvo porque no podía traspasar aquella barrera impermeable a los designios de cualquier dios vigente. Y el tiempo se sintió perplejo y extraño porque siempre había hecho lo mismo desde que naciera y, ante la imposibilidad de avanzar se quedó mudo; el mundo se quedó sin palabras porque no tenía sentido pronunciarlas sin un futuro donde ser escuchadas y, en la cueva donde van a parar las palabras una vez dichas, por primera vez en cien mil años se secó la cascada cantarina por donde se precipitan las sílabas.

Pasó una hora, quizá fueron un millón de años (no sé), y me disminuyó la fiebre; su recuerdo dejó paso a un silencio y a una calma que permitió que volviera a respirar. El tiempo creyó que podía continuar y lo hizo, se quedaron flotando por la habitación paveas ardientes de segundos que acabaron por desaparecer como las luces de unos fuegos artificiales.

Me quedé sentado en la cama hasta que el viento volvió, lentamente, a mover las hojas de los árboles de mi calle. Los vecinos volvieron a sus camas en silendio, y en la penunbra de mi celda creí ver que allí a lo lejos, el primer vagón del tiempo se alejaba sobre sus raíles infinitos; juraría que miró hacia atrás para mirarme y asegurarse que lo que había pasado había sido real. Luego volvió a mirar hacia adelante y desapareció en la oscuridad camino de la eternidad.

Yó empecé a preguntarme si aquello sucedería, en adelante, con todas las noches en las que notaría su ausencia y durante cuánto tiempo podría soportarlo. No dormí a pesar de mi estado de agotamiento. No tenía miedo a cerrar los ojos ni a que volviera aquella desesperación tan próxima a la muerte. Si algo me inquietaba era que pudiera dormirme y que al despertar hubiera olvidado lo sucedido y por consiguiente la hubiera olvidado a ella.

Ví amanacer y me pareció maravilloso, pensé que era una lástima perderme esa sensación todos los días. A las siete sonó el despertador con su sonido metálico y supe que no había dormido ni un sólo instante, y retrasé la hora en que sonara a la mañana siguiente para poder ver de nuevo salir el sol tras la ventana.

Me pregunté si seguiría leyendo el blog a escondidas y supe que no, que me había olvidado definitivamente.

Me duché y me vestí mucho más consciente de lo que hacía, dando a cada movimiento, una importancia que nunca antes tuvo.

Desayuné solo y encendí el ordenador para poder emprender el trabajo.

Escribí en un descanso (puede que esto) y dejé que pasaran las horas, algo que, a partir de ahora, se convertirá en una irremediable pendiente hacia el día en el que deje de pensar en ella.

A media mañana bajé al bar de la esquina, sólo para ver gente, y me tomé un café.

Hacía un día hermoso y tranquilo, y pensé que así son los volcanes mientras siguen dormidos.

sábado, 26 de marzo de 2011

Los días sin horas


Después de no poder escribir me está ocurriendo que hace días que tampoco me sale hablar. Sé que es incómodo para quienes tengo a mi alrededor, lo sé porque a pesar de ser muy educados y no decirme nada, los veo mirarme de forma extraña. Y a mí me sobran todas las palabras del mundo. Esta primavera creo que me ha sobrevenido una alergia a las palabras.

Tartamuedo, intento que mis labios reproduzcan lo que pienso sin conseguirlo. Digo cualquier cosa para salir del paso. Parezco idiota. Quizá lo sea y esto es lo que soy en realidad y lo otro una extraña explosión de locuacidad. Nunca he sido parco en palabras y sin embargo, estos días viven en otro lugar que no soy yo, aquí sólo han quedado las justas para informar de lo esencial o para pedir que me pasen el pan.

Llevo días mareado, es decir, me sobrevienen mareos, algo así como vértigo, creo que es la tensión acumulada, los trabajos que no llegan a su fin, los horas perdidas de los días sin tiempo, esto debe ser la cárcel de la que me habló aquél naturópata vidente que me dijo que yo acabaría encerrado. Claro, que también me dijo que había conocido al diablo en México y yo me lo imaginé como a Don Juan o a Saint Germain y no le hice caso. Escucho tanto charlatán que no distingo el bien del mal, la verdad de la mentira.

El caso es que estoy preocupado, porque además, casi todo me da igual y eso, paradójicamente no me da igual (o sí, ahora me he hecho un lío). Porque no me apetece salir de casa, porque tengo cosas que hacer y joder, tampoco me atrae hacerlo, porque no veo una salida, porque tienen razón quienes se fueron, porque me vuelve a morder la idea de dejarme caer y que sea lo que dios quiera, porque miro hacia atrás y veo que han pasado dos años y me quedan cinco, porque quizá el naturópata vidente tenía razón y esto es la cárcel.

Porque la cárcel para alguien como yo es no poder confiar en quienes creía que debía confiar.

Porque quizá lo que ocurra es que esté saturado de palabras y lo que quiera es bailar. Porque quizá lo que me pide el corazón (y el cerebro) es compartir un rato de locura y recorrer las calles... y volver a sentirme vivo.

viernes, 25 de marzo de 2011

Ese lugar


..., y que la avaricia rompa el saco, que la verdad nos haga libres, que el pájaro en mano valga la pena, que la sombra del árbol que nos cobije no atraiga a los rayos...

Hay días en los que lo que soy se tambalea durante veinte segundos y no va más allá de un 4.5 en la escala de Richter. Hay días en los que un escalofrío me recorre la espalda sin saber de dónde viene la corriente de aire que lo provoca, días en los que me quedo mudo, o me tiembla la voz, o soy incapaz de mirar a los ojos. Y siento la fiereza del mundo y me corta todo como cristales... y pierdo la noción del tiempo y me miro en el espejo y me pregunto que quién me mandaría meterme en todo esto.

Hay días en los que en el balance, los resultados saben a óxido en los labios, que no detectan el humo del incendio, hay días en los que llegan las pérdidas al río coincidiendo con el influjo de la luna sobre las mareas.

Esos días son días huecos, días frágiles como un jarrón de porcelana, días en los que te llamaría por teléfono para quedar a tomar algo después del trabajo y nos contáramos las cosas, y que nos dijéramos sin decirlo te echo de menos.

Y que me dieras ese beso que guardas en ese lugar en el que viven las palabras.

martes, 22 de marzo de 2011

Penélope


Últimamente Penélope viene a recibirme a la puerta, me sigue a una distancia prudente, espera a que deje la bolsa y me sigue con la mirada hasta que decido sentarme delante del ordenador.

Entonces viene a restregarse contra la silla y a emitir un maullido corto y lastimero. Quiere que la acaricie. Y yo lo hago.

Penélope es torpe a la hora de recibir caricias. Se ha pasado la vida creyéndose hija de Ulises y Ulises, con la edad, se ha vuelto un cascarrabias. Sospecho que ha pasado algo entre ellos. Algo de riña de gatos. Imagino que cansada de recibir arañazos, Penélope descubrió que si se acercaba lo suficiente a mi mano recibía caricias, yo nunca pude acercarme a ella. Después de siete años de concubinato, Penélope se dio el permiso de acercarse al monstruo (yo) para comprobar que el monstruo no era tal, sólo un bicho grande, un bicho que le da jamón de pavo con paciencia infinita. Penélope tarda un buen rato en decidirse a probar lo que le doy.

Porque Penélope es una señorita.

Para beber moja la patita y se la relame como si mojara una magdalena en el café con leche. Es tan suave... su pelo negro y blanco (como Silvestre)... es azabache con la barriga de nube, rabo negro con la punta blanca como si la hubiera metido sin querer en un cubo de pintura.

No por casualidad vino de las laderas de la Alhambra, es princesa y mora, de ojos verde aceituna, silenciosa y sensible, a veces juega con el invisible.

Llevamos siete años juntos (la ví nacer) y apenas hace unos meses que la oigo ronronear. No sé que conjuró ese cambio, si la pelea con Ulises o que decidió explorarme con curiosidad felina. El caso es que ahí está, tumbada encima de la cama de la habitación del ordenador.

Como una esfinge negra como la noche. Gata. Cansada de esperar a Ulises.

Hoy es el día mundial del agua


Hoy es el día mundial del agua. En algunos lugares de este planeta la mortandad infantil es del 50% hasta los cinco años. Aplicando técnicas básicas de potabilización y saneamiento del agua esa mortandad baja al 5 ó 6%.

Hay agua en cualquier parte del mundo; aunque tengamos que bajar a 150 m. bajo el suelo encontraremos agua. A este planeta, en lugar de Tierra debería llamársele Agua.

Durante los próximos años el aumento de la población y la presión demográfica a la que se verán sometidos los recursos hídricos, así como la cantidad necesaria para generar alimentos que dar a esta población crecerá de forma exponencial. Los residuos también crecerán en la misma proporción. Los países cuya población accederá a niveles de vida próximos a los nuestros necesitarán planes medioambientales y de gestión del agua de forma urgente. El primer mundo ha tardado 150 años en llegar a este nivel de industrialización y consumo. El resto del mundo lo hará en 20 o 25 años.

Podemos girarnos y dar la espalda, podemos cerrar los ojos y no verlo, podemos seguir especulando en mercados de futuros con los alimentos y subirlos de precio en función de la demanda y que se jodan los que no pueden pagarlos, podemos iniciar guerras para derrocar gobiernos tiranos mantenidos durante años por los mismos que ahora los derrocan, podemos debatir qué energía nos llevará al futuro o al desastre, podemos quedarnos esperando que el gobierno arregle todo esto.

O podemos dar un paso al frente. Nos va más de lo que nos creemos. El mundo nos verá como los que nos aprovechamos de su pobreza para enriquecernos más o nos podrán ver como los hombres que compartieron sus conocimientos tecnológicos para rescatarles del olvido. Podemos ir como saqueadores o como hermanos mayores. Es el momento.

Nosotros nos iremos, pero la generación de nuestros hijos y nietos tendrán que interrelacionarse con los hijos y los nietos de los que ahora necesitan planes urgentes de desarrollo.

Ha llegado el día en el que las redes sociales ya no pueden esconder nada de lo que ocurre en el mundo, en que en youtube vemos cualquier cosa, en que con twiter estamos más cercanos a la realidad que la realidad misma, que con wikileaks los poderosos son prisioneros de su propia mezquindad y sus mentiras (y verdades), que en Facebook tienes amigos en Barcelona, Madrid, Lisboa, Singapur, Tokio, Kuala Lumpur y Toronto. Todo está a la vista y todos miramos a través de la misma ventana.

Creo que el agua es otra vía de comunicación más. Ahora barro ´pa mi casa. La tecnología del agua ha dado un salto tan grande como lo han hecho internet o las redes sociales. Hoy en día podemos reutilizar el 90% del agua para riego, podemos crear abono de los residuos urbanos, podemos desalar el agua del mar, podemos hacer pozos y potabilizar el agua de los ríos y lagos con equipos que requieren dispositivos muy eco-amigables.

Hace veinticuatro años sabía que este día llegaría, lo sabía no preguntéis el porqué ni el cómo. Durante todos estos años me he ido formando en todos los campos de saneamiento del agua y ahora en la potabilización. Estoy desarrollando un sistema de potabilización de agua con base energías verdes.

Doy por bueno todo lo que me ha ido pasando, el camino hasta llegar aquí, los errores, los atajos, las confusiones, las personas que se fueron y las que se irán, la desilusión acerca de la industria y el sistema finaciero y la ilusión por el hallazgo de proyectos y gentes con ideales.

Soy uno sólo. Lo sé. Pero soy uno solo con una gran convicción y con los conocimientos y la experiencia quemándome el cerebro y las manos.

Hace unos meses empecé un proyecto que resultó un engaño. 2010 fue un año de desencantos, ahora veo que fueron otra forma de aprender, otra forma de motivarme, de dejar claras mis prioridades. Ahora creo que estoy en el camino correcto.

Aunque la novela no prospere y mi día a día siga siendo un precio a pagar por mis errores, me siento orgulloso de lo que hago. Aunque haya quien piense que soy el tío menos rentable del mundo.

Aquí dejo el portal del agua de la Unesco

http://www.unesco.org/new/es/natural-sciences/environment/water/


lunes, 21 de marzo de 2011

Espera a la primavera, Bandini


Tú leías "Espera a la primavera, Bandini", imagino que de color amarillo Anagrama, sentada en un autobús camino de un concierto, mientras yo veía a María, y a Svevo y a Arturo y a Rosa por las calles de un pueblo de Colorado esperando a subirse a ese mismo autobús. Antes había vivido preguntándole al polvo algunos porqués que nunca fueron resueltos, allí encontré el caos maravilloso de un hombre extraño. Sólo pude comprenderlo cuando me juró que, de niño, esperaba a la primavera.

Hace alugnas primaveras que éstas no son tales. Son como cortometrajes, vacíos y traidores de comedias románticas al más puro estilo americano. Confieso que sigo esperando a la primavera, llevando de la mano a Arturo Bandini, por las calles desiertas y heladas.

Si hay algo que tenemos los que no tenemos una tierra que nos quiera es la ilusión de que las estaciones sí nos querrán, que la primavera siempre vendrá a llevarse el invierno, que vendrá a darnos ese calor que el roce con el mundo no da.

El vaho al respirar que llena de fantasmas las noches termina.

Ha llegado la primavera, Bandini.


El fondo del mar


Hace días que me duelen los huesos del plexo solar, que el esternón me cruje de vez en cuando, sin avisar... Hace días que la ausencia se ha convertido en un dolor agudo al respirar, como si se me hubieran secado las costillas, como si se me hubiese encogido el diafragma y tirase hacia dentro. Es algo extraño y al mismo tiempo siento que es algo común a mucha gente, el aire me congela los pulmones por la parte de abajo.

Hace días que me he dado cuenta que pasar por la vida así, como yo paso, es desperdiciar el tiempo que se me ha dado. Quiero decir que esto de escribir sin ton ni son, ir de un lado a otro sin ir a ningún sitio no es demasiado buena idea. Está lo del agua y está lo de vivir con un objetivo y está lo de escribir esa novela que nunca escribo.

Hace días cerré el blog. No soportaba las miradas indiscretas de viejos amigos que ya no lo son, de repetir siempre lo mismo, de esta puta tristeza y de esta mierda de no tener un solo día de descanso. No siempre tiro para adelante. Algunos días tiro la toalla, algunos días no puedo más, lo juro. No puedo más y tardo unas horas en juntar de nuevo las fuerzas hasta poder seguir un trecho más.

No sé qué me mantiene de pie. De veras, hace mucho tiempo que soy un zombie en busca de algo que no existe.

domingo, 20 de marzo de 2011

Cartografiando la superficie del océano

El agua corre por los surcos de una luna de plata, gigante, redonda, clara, tu mapa mundi, tu región-continente necesaria, mientras en otro lugar tú me esperas, gigante, redonda, clara, mi mapa mundi, mi religión-continente necesaria, mirando por la ventana del tercer piso sobre la purpurina de la ciudad trasnochadora. Se me cierran los ojos mientras escribo, sujetos a un mal menor deshilachado como los bordes de una colcha antigua.

Porque sigo sin encontrar las palabras, porque las voy perdiendo por los agujeros de los bolsillos, porque a base de ocupar el tiempo se me va vaciando el alma, porque a pesar de no tener miedo, siento que, en cualquier momento aparecerá algo tan grande que no sabré qué hacer con ello...

Porque el tiempo es una región limítrofe con el olvido.

Porque echo de menos la luz que no dejaba ver la luz.

Porque esta vez es la última vez.



El encanto de los cortos antiguos... (no os perdáis la música del final)

viernes, 18 de marzo de 2011

La reina de las Nieves


Tú y yo somos invierno, un invierno con sus días de hielo y sus días de casi primavera, de "no es normal este calor en esta época" y de bufanda hasta las cejas. Tú y yo somos de invierno, no tenía que decírtelo, quizá no hoy, ni en este país de casas sin puertas que detengan el viento, en este país de corrientes de aire, de calles mal iluminadas, en este país en el que tú y yo somos la nieve y el vaho, inmigrantes de un lugar que hace tanto tiempo que dejó de existir que ya no estoy seguro que haya existido.

Tú y yo abandonamos nuestras tierras verdes, eras muy pequeña, no te acuerdas, el día en que dejamos de creer en los reyes magos; tuvimos casi un año para hacer con cuidado las maletas. A los ocho años ya lo imaginaba, pero no fue hasta el año siguiente cuando lo supe del todo, cuando la magia se descolgó por el balcón con el último Fuerte de los clicks de Famóbil o el Exin Castillos... tú y yo siempre fuimos de madera dócil, siempre nos venció la ilusión y la palabra, crédulos hasta la médula, enfermos de una dolencia crónica y muda, infectados durante los años de instituto, los primeros años de la universidad... en el país del fuego.

Supongo que empecé a hacer las maletas hace ya algunos años, y que antes de mudarme a este país de hielo me fueron acostumbrando a base de negarme el visado una vez tras otra, hasta que llegó el día del deshacio, el día en que supe que Cupido tampoco existía, el día en el que me di cuenta que había estado creyendo en un fantasma.

Al final me he convertido en el misántropo que soy, a veces planeo un viaje durante las vacaciones, a la India, a África, a los grandes lagos azules como cielos, a las nocturnidades tibias y selváticas... A veces quiero creer en que todo es una gran mentira y que un día saldrán como de un enorme pastel de cumpleaños, en lugar de la gogó de turno, los reyes magos y cupido, diciéndome "¡sorpresa!" y que todos estos años serán en realidad años rebobinables como los cassettes (¿te acuerdas rev. o el boli bic hacia atrás?).

Pero a veces me miro en el espejo, desnudo y roto, abierto en canal como una res, y veo todas las cicatrices y los amores que nunca fueron amores, y los ojos en los que me ahogué para siempre, y los cuerpos siameses que se fueron corriendo y que nunca volverá, y en que las vida les fue mejor sin mí y, por tanto, no se equivocaron, y entonces... entonces llego a la conclusión de que siempre fui el mal menor, el elemento prescindible, sólo la palabra... soy sólo palabras, y entonces pienso que quizá este país de nieves perpétuas es el mejor sitio para mí y para los demás.

Y que tarde o temprano me volveré Kay y se me meterá un cristalito en el ojo y perteneceré para siempre a la Reina de las Nieves.


La 5ta Estación - La Frase Tonta De La Semana... por eymard7vivas

miércoles, 16 de marzo de 2011

La mano distraída

Hace unos días me di cuenta que Ulises siempre se ponía a dormir a mi lado izquierdo y me pregunté el porqué. Hoy lo he descubierto.
Se tumba siempre al lado de la mano que siempre dejo fuera del edredón. La mano con la que distraídamente lo acaricio.

lunes, 14 de marzo de 2011

Demasiada lluvia


No puedo escribir. Hace días que mis dedos y las teclas se han declarado una guerra atroz de silencios, de la biblioteca a casa y de casa a la biblioteca ya nada tiene sentido, ninguna frase que escribo parece tener un alma (o alambre) que, al atravesarla, le dé consistencia.

Anoche el hectoplasma de Gregorio Samsa se sentó en la silla junto al armario, me observaba divertido como si, de un momento a otro, fuera a recrease ante sus ojos el suceso que lo convirtió en leyenda. Me di media vuelta y oí como cruzaba las piernas, encendía un cigarrillo y susurraba "venga, sólo te falta cambiar el cuerpo, tu alma hace tiempo que es de las nuestras".

Mi cuerpo refulgía en medio de la noche como si por mis venas corrieran ríos de lava incandescente, mis gatos se acercaron al calor de mi cuerpo venciendo el miedo al fantasma de Gregorio Samsa, un espíritu viejo, lento, pesado, pero cuyas manos (patas) conservaban aún cierto temblor inquietante. Cuando el calor se me hizo insoportable, me levanté y fui al baño, me remojé la cara con agua fría y volví a la cama algo más aliviado. Me duró poco.

Gregorio Samsa se fue hacia las tres y media, se levantó y se disolvió como si, en realidad, hubiera pedido prestados los átomos de su cuerpo al aire de la habitación y se los hubiera devuelto para irse. Yo seguía sin dormir, cansado de deambular por entre las dunas en que se habían convertido el edredón y las almohadas.

Llevo mal despertarme por las noche. No dormir me desata la cuerda con la que he amarrado su nombre a un árbol del bosque. Su nombre es como uno de esos grafittis que no se van del todo cuando se lavan. Tendrían que abrirme la cabeza y cepillarme el cerebro con fuerza. Mañana, cuando vaya a sacarme sangre le pediré a la enfermera que me extraiga también su recuerdo...

El fantasma del fantasma de Gregorio Samsa se ríe sin risa en la anarquía de electrones improbables y descoordinados ante mi estupidez y mi desgracia. Se van volando (si vuelan) combinándose entre ellos en una danza soez y primitiva, rechinan al frotarse contra las paredes. Algunos se van por debajo de la puerta.

Por la mañana el correo me dice que soy un hombre difícil y yo le doy la razón al viento sin pensarlo muy bien del todo, y entonces mi cama se vuelve de arenas movedizas donde me engulle la tristeza, quisiera escribir y no puedo, aun así lo intento como el que se agita para salir y se hunde más y más.

Y entonces pienso para quién es mi último pensamiento cuando sólo me queda la nariz fuera. Y mi último pensamiento es precisamente el que me salva, el que, como una cuerda a la que agarrarme me libra de la muerte.

Gregorio Samsa disperso por el universo exclama "Oh!" y yo empiezo de nuevo, a recorrer en silencio los mantras olvidados y, como casi por arte de magia, la ruleta me devuelve a la recámara sin bala...

... donde te echo de menos, aunque tú no puedas saber cuánto.

En el silencio escucho tu silencio.

sábado, 5 de marzo de 2011

World Waters


Esta mañana me desperté demasiado pronto, el sol (tu sol) aún no había despertado a los pájaros que este marzo no quisieron olvidarte. ¿Me lo parece a mí o en nuestra infancia había más gorriones y abejas por las calles?

Ellos también se esconden de nosotros... como si el hombre fuera para ellos su más crudo invierno.

El piso estaba frío, el termostato pone en marcha la caldera a las 6:20. Me he levantado y me he hecho el café con leche de soja. Sabe raro, como tu nombre en mi boca; pero me gusta, a las galletas baratas también le gusta bañarse en ese café con leche sin leche.
Mientras me miro en el reflejo de los fluorescentes en el doble cristal de la cocina me pregunto si tú también habrás envejecido de la misma forma que yo, es decir, buscándote de reojo en los espejos, tiñéndote el pelo mientras lees las instrucciones en la caja de cartón los minutos necesarios de espera, obsesionándote con la presión fiscal de los pantalones que ya no nos caben. Pero siempre te recuerdo como cuando nos conocimos y el brillo de tus ojos y tu forma de ponerte nerviosa cuando me acercaba a ti, aquella forma de decirme que te quedabas un rato más para escrutar en mi cara si me alegraba lo que tú esperabas que me alegrara.

Me resulta extraña esta tranquila felicidad que me ha sobrevenido estos últimos días. ¿Quién me iba a decir que encontraría el sentido de mi vida cuando llegara a los cuarenta después de tantos años creyéndome perdido? ¿Quién me iba a decir que cuando me rindiera en la búsqueda de lo que se supone que es necesario para ser feliz me encontraría a mí mismo esperándome, con todos mis sueños intactos, con más experiencia, dando por bueno todo lo malo que me ha ido pasando, no dando por perdido ni uno sólo de los segundos de mi vida?

Me siento tan cansado que tengo la sensación de haber vivido dos o tres vidas al mismo tiempo. La vida que creía que se ajustaba a lo que se esperaba de mí, la vida de los sueños dorados y absolutos, y la vida que como un iceberg me seguía nueve de cada diez partes oculta, odiando esta ciudad de ojos tras los visillos, de negrura y de preceptos que nunca fueron míos porque yo nunca pertenecí a ella, nunca quise ser como sus habitantes, sintiéndome un vagabundo, un veterano que llega de una guerra perdida.

Siempre quise tu bien. Tú creías que yo no te quería lo suficiente pero no podía dejar que te hundieras conmigo. Tú veías al hombre inteligente y yo veía al vagabundo, tú creías que yo podía ser cualquier cosa que me propusiera y yo no podía soportar la idea de defraudarte. Nos perdimos la pista, me fui lejos. Probablemente te casaste y tuviste hijos y sé que nunca me olvidaste como yo no he podido olvidarte.

Desde pequeño supe que acabaría aquí, donde estoy ahora, llevo veinticinco años preparándome para ello. He recorrido centenares de miles de kilómetros sin encontrarle sentido, he dormido en las cunetas del alma, confieso que casi todas las noches soñando contigo, dejándome la piel en las canciones de la radio del coche, ajeno a la vida como si estuviese envasado al vacío, añorándote y sabiendo que estaba haciendo lo correcto. Sé que has sido feliz con ese otro hombre. Y lo odio con todas mis fuerzas. Y te odio a ti cómo sólo se puede odiar a quien más se necesita y no está.

Luego, muchos años más tarde, ella me dijo que creía en mí, y yo pensé que, en otra ciudad, en otra vida, donde nadie me conociese ni me dijese qué debía o no debía ser tendría ese calor que tanto buscaba. Se lo hubiera dado todo, hubiera renunciado a mi sueño. Pero en todas partes te dicen lo que debes ser. O ella no creía en mí o yo soy especialista en que nadie crea en mí. Fue como si me recogieran de la calle, me dieran un plato de sopa y luego me echaran a patadas. Recueda, nunca quieras a nadie.

Ahora todo está bien. Ha llegado el día en el que mi vida tiene un sentido. No sé si compensa el haberme ido, el que creyeras que no te quería lo suficiente. No sé si compensa todos estos años de no entender nada, de no querer saber nada, de volverme loco de rabia frente a los momentos en los que creí que perdía y lo que ocurría es que estaba ganando experiencia.

Aquí empieza mi nueva vida, sé que te econtraré un día, al doblar una esquina. Sé que será como si no hubiera pasado el tiempo, que no entenderás que siga solo, que siga sin querer tener amigos, que no haya acumulado riquezas, que no haya tenido hijos (con lo que me gustaban los niños), que siga siendo el hombre soñador que te hizo soñar conmigo, que no haya escrito esa novela, que siga teniendo el sueño del agua, no entenderás que no volviera a buscarte ni que te escribiera.

Era mejor así, no hubieras aguantado tantos años de ensayo y error, de perder y perder para ganar años más tarde.

Solo no le he hecho daño a nadie, si pude hacerlo me fui a tiempo. En cualquier caso, lo siento.

A pesar de todo



Elijo una foto al azar, no sé de dónde viene ni si te gustará, tampoco creo que estés segura de que es para ti. Entre tú y yo no hay nada escrito. Te gusta como escribo. Me gusta como escribes... intuyes que sólo soy palabras inconexas, el residuo radioactivo de un carencia.

Me meto la mano en los bolsillos y camino por las calles, mis zapatillas pertenecen a un pasado de tarjeta de crédito y fueron un capricho. Las estoy amortizando para menoscabo del pavimento municipal. Me da igual, el municipio también menoscaba mi cuenta corriente con un carril bici que no uso.

Todos los días pienso en ti. De una u otra forma. Pienso en ti y en eso que tú y yo no quieres que seamos. Me he ido acostumbrando a esta clase de situaciones, así que podría decirse que ya no me importa. Hace ya demasiado tiempo que tengo anestesiada cierta parte del alma, suele ser lo mejor en estos casos. El caso es que de esta forma me he ido fraguando un destino que es sólo mío.

Al final tomé la decisión. No voy a quedarme sin sueños. Ahora tengo un destino totalmente distinto al que creía que tendría. Creo que he llegado a este punto, no por casualidad, y si, con dieciséis años me hubieran dicho que llegaría hasta este momento, firmaría seguro.

Hace casi un año empezó mi nueva vida. El día en el que decidí que haría el curso de membranas, que trataría de llevar agua potable a donde realmente hace falta... Quiero decir que... la oportunidad sigue ahí y ha evolucionado. He aprendido cosas nuevas y he tenido ideas nuevas, he podido decir sí y agachar la cabeza y conformarme con una promesa de viento y he decido decir "no, gracias, mi guerra es otra" para seguir con mi idea, con mi proyecto... veo la posibilidad de que éste se cumpla. Lo voy a realizar.

Así que te doy las gracias. Si me hubieras pedido que me quedara contigo, sabes que lo hubiera hecho.

jueves, 3 de marzo de 2011

Afortubadamente


Ayer lo comprendí todo. Todo eso de los rayos de luna, la necesidad biológica de las lágrimas, el porqué de las marismas, la vocación contra mi Vocación siempre enfrentadas.

Ayer me rendí a la evidencia de los peces en la red, de las verdades que se callan, el porqué ni tú ni yo nos damos por vencidos bajo la lluvia, hasta dónde o hasta cuándo he querido sin querer.

Ayer me dí cuenta de que sólo tengo un dios al que respeto; y lo defiendo, y me vuelvo integrista, acepto todos sus preceptos. Mi único dios es la ternura.

Me persiguen por ello, uno debe ocultar su fe por miedo a que lo tilden de blando. A un hombre se le puede perdonar cualquier cosa excepto que viva enfrentado al mundo, que prefiera el hogar a la locura de las cifras. Pero como toda religión, es aplicable a toda tu vida.

Ternura es ver crecer a los hijos como crece el trigo en los campos, es hablar con alguien que está a miles de kilómetros sin mirarle a los ojos pero sí lo que dice su corazón, es recorre las carreteras en busca de un sueño, levantarse y preparar un desayuno para uno y mirar por la ventana y ver salir la rutina por el resquicio que deja la calle abarrotada de ladrillos. Un hombre puede trabajar tan duro para llegar a casa vencido por el cansancio y ser feliz porque en algún lugar alguien se beneficia también de su trabajo, es querer sin ser correspondido y serlo; y dejar de serlo.

Me dolía cuando me hacías entender que debía ser más como tú, más de madera y aluminio, pero te gustaba que te llamara tres veces al día, te gustaba cuando te dormías encima de mí, cuando recorría carreteras sólo para verte. Yo sigo mi religión y tú la tuya. Pero mi dios es el verdadero. Lo sé, me lo dice al oído cuando releo lo que escribo. No puedo (no quiero) estar equivocado.

Lo sé en el olor del café de esta mañana, viendo el partido anoche con mi sobrino, dejando mis últimos diez euros en la cartera para hacer algo esta tarde sin ti.

Y me da igual lo duro que querías que fuera con los demás. Me obligaste a ser duro y eso es algo que nunca te perdonaré, entre tu espada y mi pared tuve que irme, convertirme en emigrante de ti, me condenaste a no ver crecer a nuestros hijos como crece el trigo en los campos, a no volver la vista atrás, a dejar que vayas diciendo esas cosas de mí, a borrar las huellas, a no dejar migas de pan para que un día pudiera volver, a ser un hombre que se afila contra las piedras de la noche.

Y hoy hasta esta maldita lluvia es mejor que mi vida anterior, hasta esta huida hacia adelante es mejor que todo lo que no hubo entre nosotros. Hoy he comprendido que odiarte es incompatible con lo que soy.

Por eso hoy desapareces.

Esta lluvia se te lleva hacia el mar. Y yo me voy a hacer mi vida.