lunes, 31 de octubre de 2011

Valor


Sin saber qué decir. La lluvia me enmudece, me recluye, empapa de horas muertas las paredes de mi casa, he enterrado la luz como si fuera un tesoro y he hecho un mapa para cuando llegue la primavera sacarla de nuevo. Aunque sé que no será el año que viene, que volveré a dejar pasar dos años, resulta extraño pero mi vida es cíclica pero bianual. Es como si de cada dos años viviera intensamente seis meses y el resto sólo existiera para dar paso a una destrucción masiva. Ya no leo, este invierno va a ser de los más tristes, lo intuyo.

No debería escribir cuando llueve, o cuando esta oscura luz se hace dentro de mí, no debería decir que "no debería" y ya está, dejarlo ahí sin intentar recuperar una parte de la alegría que solía tener, pero es que ya no sé dónde buscarla, el tiempo tiene las esquinas rotas, ya no importa que las cosas se hayan precipitado hasta llegar a este punto. Hace tiempo que no le echo la culpa a nadie de lo que pasa porque la culpa es el escudo de los cobardes, las cosas ocurren y para que ocurran alguien las tiene que ejecutar, eso es todo.

Me arrepiento de algunas de las cosas que hecho. Básicamente me arrepiento de una sola: de haber sido demasiado crédulo, demasiado naive, de haber creído que existe algo que nos une como personas, en el yo gano tu ganas, en haber creído todas las promesas incumplidas, en todos los proyectos a medias, en el "yo estaré a tu lado", si miro hacia atrás y pienso en todo el tiempo que he perdido por creer en que otras personas me duele el pecho. Prefiero mil veces una palabra de ánimo que una promesa. Las promesas se desvanecen como el vaho en los cristales cuando miras por la ventana. Y cuando ya no están vuelves a ver de nuevo claro. De pequeño me ponía en la ventana y jugaba a dibujar en los cristales los días de lluvia, los días oscuros como hoy. Me pregunto qué extraña tela de araña conectarán mis emociones a mis recuerdos y si, en realidad, no somos todos marionetas de la luz, los olores, las temperaturas, la ropa cuando desencadenan recuerdos que ni siquiera somos conscientes de que los teníamos.

Ahora lo veo todo más claro. No me gusta la idea de que las cosas se deben hacer solo, de que hay gente que sólo se acuerda de ti cuando puede sacar algo de ti, no me gusta la sensación de inseguridad, la oportunidad, el tú arriesga que yo te sigo, las horas trabajando en algo para que otro ponga la pieza que falta (la única, joder) y que no llegue.

En unos días cambiará mi suerte. Se editará un artículo científico mío en una revista que llegará a quienes es necesario que llegue. A partir de ahí todo cambiará y encontraré el camino. Han sido muchos meses de promesas, de plazos incumplidos, de decepciones, de traiciones, de mentiras, de mezquindad. Antes de que acabe el año habré encauzado un futuro, distinto al que yo creía que iba a ser, más realista eso sí, menos humano... porque yo nunca he sido un empresario, sólo soy un idealista y me ha costado aceptarlo porque me cuesta, a mis cuarenta años, asumir que hay cosas para las que no sirvo, y yo no sirvo para según que vías de negocio... entre otras cosas porque no sé vender, ni tan siquiera sé venderme a mí.

Tengo cuarenta años y me repatea el hígado tener que convencer a alguien de algo, de que llevo algo mejor que los demás, de que soy mejor que otro, que la lealtad vale más que un escenario.

Asumir no es resignarse. Es empezar por reconocer los puntos fuertes y no darse contra un muro una y otra vez tratando de hacer o ser lo que no se es. Con el tiempo las cosas van encajando... pero yo soy cabezota, y aunque no lo parezca he estado demasiado seguro de unas habilidades que no siempre he tenido.

Ahora ha llegado el momento de tragarme el orgullo y buscar la fórmula que sea la mejor dentro de las posibilidades que tengo. He jugado cartas y tengo una buena mano, creo que al final podré salir de ésta si confío en mí.

En cuanto al hombre que soy, creo que he mantenido mis principios a pesar de lo que otros han tratado de difamarme o hundirme haciendo insinuaciones, me he tragado palabras que debía haber dicho, he intentado dejar pasar el temporal porque soy de los que piensan que, al final, todo se descubre y que nada es blanco o negreo, que está bien que las personas que no te quieren deben pasar como las nubes rumbo a otra parte. De todas formas hay algo que no me perdono. Y es haberme privado de la posibilidad del cariño, de haber cerrado fronteras, de castigarme con esta soledad de piso, internet, gatos y lamentos.

El tiempo nos dará la razón o nos la quitará, nos llevará por caminos fáciles o tortuosos, caminaremos solos o acompañados, libres o con ganas de salir corriendo, pero de lo que sí estoy seguro es que merecerá la pena intentarlo y creer, equivocadamente o no, en que a pesar de que la vida a veces es un absurdo, uno siempre tiene la oportunidad de transformar las circunstancias de esa vida. Eso requiere valentía. El valor es lo que nos convierte en dignos de vivirla.

lunes, 24 de octubre de 2011

Siempre


No comprendo cómo siempre los días de lluvia vienen a buscarme, como esas máquinas de ganchos que te dan una oportunidad para llevarte el regalo que quieras pero que nunca consigues. La lluvia es un conseguidor experto, un jodido y habilidoso crack, la voz que lleva su voz en el silencio de los pájaros, o en el frío que cuela por las rendijas que dejo para que se airee la casa.

Hoy es un día cualquiera pero un cualquiera con lluvia, las cosas siguen su ritmo y a mí me duele una costilla, esperando el golpe definitivo, dejando a un lado las cosas sin las que ya nada importa. Desciendo lentamente por una pendiente indeformable, dejando atrás todo lo que he podido ser, clavando tablones sobre tablones por encima de un abismo, en un suicidio transformado en huida hacia adelante, preguntándome si las alas que me construyo me sostendrán en el aire cuando se desmorone el destino, si en algún momento tendré aunque sea una sola oportunidad y si, al final me golpeará la certeza de que lo lógico era lo menos lógico, que debía haberme dejado coger prisionero antes que emboscarme en las entrañas del monte, preguntándome si esta vez es, verdaderamente, el final.

No sé cuánto tiempo voy a poder aguantar más estos altibajos, no sé hasta cuándo seguiré escuchando el imperceptible sonido que hace la vía láctea cuando gira sobre sí misma, si no sería mejor dejar la patente en manos de otro que sepa qué hacer con ella y con su vida.

Hoy algo dentro de mí ha muerto. No sé el qué ni por qué. Pero lo sé.

Cristal oscuro


Me llama por teléfono. No entiendo el porqué, si de algo estoy seguro es que no me echa de menos. Descuelgo el teléfono con el estómago encogido y llamándome estúpido por no dejar que suene hasta casi el límite, porque en el límite el último tono podría caer al otro lado del silencio. Descolgar tarde, cuando ya no suena, hubiera sido el sucedáneo de esa dignidad que ya no me queda.

_ Hola_ me dice en un tono más agudo del que recordaba que tuviera su voz.

_ Hola_ le digo sin saber si debiera simular llevarme una sorpresa, dar a entender que borré su número y ya no lo recordaba cuando la realidad es que aunque lo borrara me seguiría acordando de él.

_ ¿Cómo estás?_ me dice con interés, el interés que tienen los que conviven con otro, tienen su rutina cubierta, su fin de semana feliz y movido, los hijos, los amigos, el coche, las facturas pagadas, la seguridad durante los próximos años programada, eso que al fin y al cabo, es la tierra, la semilla y el abono de la felicidad, eso de lo que yo carecía, porque sólo fui agua.

_ Bien_ le miento_ ahora estoy bien_ me arrepiento enseguida de ese "ahora" porque eso le indica que antes no fue así. Y sé que no se alegra de que antes me fueran mal las cosas, simplemente observaba aquello sin ninguna emoción, sólo esperando a que cambiaran mis finanzas para decidirse a que cultiváramos juntos la maldita felicidad.

_ Muy bien lo de la patente_ me dice. Ha tardado casi dos años en volverme a llamar y lo ha hecho en cuanto ha sabido que las cosas me pueden ir bien. Ser pobre es como un insulto, la gente se ofende porque les muestras algo que no quieren ver, y tú... tú te conviertes en un estúpido o un inútil porque encontrar trabajo es fácil, porque ganar un sueldo es fácil, tener dinero es fácil si te esfuerzas, y parece que ser pobre es no esforzarse lo suficiente. Es rendirte. Es ser débil. Que haya desarrollado la patente es como volver a ingresar en el club de la gente normal que hace cosas normales.

_ ¿Quién te lo ha dicho?_ le pregunto. Sé quién lo ha hecho y cómo ha llegado esa información. Me gustaría que me diera igual pero yo no quería que supiera nada de mí. Como ella no quiso que supiera nada de ella.

_ Sólo hay una persona que puede decírmelo ¿no crees?_ dice manteniendo ese tono desenfadado_ Ahora sí que vas a ganar mucho dinero ¿eh? Se te acabarán todos los problemas, ¡estarás contento!_ Sigo sin saber a qué viene la llamada, quizá intente dar a entender que es la llamada de un amigo a otro alegrándose de que le haya pasado algo trascendente, quizá intente desde ahora retomar una amistad que nunca existió, hacerme creer que el pasado es el pasado que a ella le conviene, como si el tiempo hubiera me hubiera borrado el recuerdo y, como a un amnésico, se le pudiera reescribir de nuevo la vida sobre la página en blanco de su olvido.

_ Aún no se comercializa_ le digo para que no corra tanto, para darle a entender que no hay dinero, que sigo siendo el mismo paria al que dio la patada, al que a espaldas suyas dijo a quien quiso oírla que tenía miedo a mi situación financiera. Sigo siendo pobre, tan pobre que tendré que vender la patente, compartirla, hacer de tripas corazón, dejarla en manos de otras manos. En ese momento la odio. Odio todo su dinero y su mezquindad, odio que me quisiera y todo lo que sucedió luego, odio mi silencio y me odio a mí mismo por haber caído en su trampa, me odio por no haber sido el hombre que ella quería que fuese y por el huraño y despiadado resentido en el que me convirtió saber que uno vale lo que tiene, me odié por abrir los ojos tarde, cuando las cosas ya no tenían remedio.

_ Pero es algo que está muy bien, seguro que te irá bien_ me dice como queriéndome dar los ánimos que nunca me dio cuando estuvimos juntos, cuando nunca confió en que me saliera nada bien de lo que planeaba. Claro, que nada me salió bien entonces, eso es cierto. Fue un doble fracaso: no salir de donde estaba y defraudarla a ella.

_¿Por qué me llamas después de tanto tiempo?_ le suelto.

_ Muchas veces pienso en ti. Echo de menos nuestras risas, nos reíamos mucho_ me dice. No me creo que me diga eso. Es demasiado cruel o estúpido o simple_ No debí haber salido contigo, tendríamos que haber sido sólo amigos_ añade, que es como decir que le gustaba mi compañía pero que no era suficiente. Entonces me doy cuenta de que no ha llamado para saber cómo estoy, que en realidad me ha llamado para decirme algo, algo que me va a doler, algo que amortiguará el hecho de que ahora, dentro de su escala personal de la felicidad, soy inmensamente feliz porque voy a ganar mucho dinero.

Recuerdo el día en que la llamé por primera vez. Como recuerdo el primer día que la vi. Daría lo que fuera para volver atrás en el tiempo y que no hubiéramos coincidido nunca, y al mismo tiempo, daría todo lo que fuera por haberla conocido y que mis circunstancias hubieran sido otras.
_ Esta conversación no tiene sentido_ le digo.

_ ¿Por qué?_ pregunta.

_ Porque tú pretendes que seamos amigos porque ya pasado el tiempo. Pero eso es imposible porque nunca hemos sido amigos.

_ Pero sí lo somos.

_ No, te equivocas, es lo que tú quieres que seamos. La amistad no es una limosna, no es el cambio que te sobra después de comprar el amor y no está bien tratar a quien te quiso tanto con esa indiferencia. De pedirle irse a vivir con alguien a pedirle una vez al mes para tomar un café mientras vives con otro hay un abismo.

_ Todo te lo tomas a la tremenda. Las cosas son más fáciles.

_ No me llames nunca más_ es la frase que más duele porque además es una frase que no quieres decir, lo que quieres es que no hayan pasado tres años, lo que quieres es que puedas ir hacia atrás hasta el momento justo en el que pudiste cambiarlo todo. Pero tu boca se convierte en un arma cargada, un arma que al disparar esa frase mata todo lo que hubo, lo asesina con ensañamiento, mata la querencia entre dos personas que se quieren pero con un amor menos fuerte que el miedo.

Sé que ella se queda entre enfadada y triste cuando cuelga. La imagino en su habitación con el inalámbrico, yendo a dejarlo en su base en el comedor, en los ventanales, en su casa completamente cambiada por la convivencia. Y en que cinco minutos después ya no se acordará de mí porque hay personas que son capaces de llenar su vida para que no quepa nada más.

Yo escribo esto, o tal vez, escribo algo que nunca sucedió, o que ocurrió hace tanto tiempo que todo está cambiado, las palabras, los pensamientos, las intenciones. Y miro el cielo gris y me entra una desesperanza monstruosa. Y hago crujir la espalda, y enciendo la estufa eléctrica y se me cae la oficina encima. Porque todo es una invención, todo en mi vida es querer que pasen cosas que nunca pasan, esforzarme una y otra vez para que al final todo se pierda.

jueves, 20 de octubre de 2011

la soledad de la gota que cae del grifo hacia la multitud del océano



Mañana tendré la patente, tendré aproximadamente un año para desarrollar el negocio y comercializarlos equipos, y las otras patentes que podré registrar, antes de que tenga que decidir en qué países quiero, debo protegerla.

He confeccionado un puzzle con los retazos de mis fracasos, cada vez que algo me salió mal aprendí algo, cada vez que busqué una salida desesperada y tras abrir la puerta me encontraba una pared de ladrillos encontraba, sin saberlo, una pieza.

Cada persona que conocí, cada amistad que fragüé, cada día que aparentemente perdí, cada euro que necesitándolo gasté en seguir buscando, cada silencio que encontré al otro lado del teléfono, cada amor que perdí porque no creyó en mí, lo doy (a veces con dolor) por bueno.

Por bueno. Porque en el momento que dejé de creer en promesas (las palabras son transparente, están hechas de aire, se disuelven en el viento) empecé a prometerme a mí mismo que saldría adelante yo sólo, porque de tanto buscar para demostrar a otros que era posible técnicamente lo que yo creía acabé haciéndolo posible, porque todas las noches que me he despertado solo con el cuaderno de notas (y Ulises y Penélope) he ganado al sueño mi Sueño, porque mi historia comienza con las obras completas de Julio Verne que la editorial Bruguera editó cuando yo era un niño cuando descubrí que me gustaba que me contaran historias, porque cuando fui a la fundación Vicente Ferrer me pregunté (y pregunté) cómo podía depurarse el agua en un lugar donde no había energía eléctrica y aprendí.

Por bueno. Porque siempre tuve claro el porqué me dedicaba a la ingeniería sin gustarme las matemáticas, porque nunca he visto un negocio (ya se encargan otros de verlo) en cubrir las necesidades (necesidades de verdad) de los que no tienen con qué pagárselas, porque pienso demasiado en los demás y eso es un grave defecto pero es como una cojera que viene de nacimiento. Porque por fin (ahora sí) dejo algo a los que vendrán detrás de mí, porque yo que no quería tener hijos para no ayudar a superpoblar este planeta he creado algo que bien distribuido puede salvar cientos de miles de vidas...

Por todo eso estoy satisfecho (que no orgulloso)

Porque hay promesas que duran meses y años y no van a ninguna parte... a los que se rieron de mi, a los que me dijeron que eso del agua no era lo mío, que lo mío era escribir (yo no creo que tenga ego para eso), a los que pedí ayuda para el proyecto (no para mí) y me dieron con la puerta en las narices y luego alardeaban de restaurantes, viajes, vacaciones y viviendas, sabiendo que lo que yo les propondría salvaría a mucha gente en muchas partes.

A los que no han creído en mí ni en mi proyecto, a los que se han cebado con mi sensibilidad hasta explotarla, a los que han querido asesinar al soñador que llevo dentro y reemplazarlo por un trabaja-paga-ahorra-no-pienses-en-tonterías, a los que pensaron que iba a poner mi creatividad al servicio de su codicia, a quien me ninguneó porque los pájaros en la cabeza no cotizan en bolsa, a quien me hizo tirar la toalla, a quien no quiso compartir el fracaso del que nace el éxito de la misma forma que cualquier planta necesita que sus semillas germinen en la sucia tierra (y no puede ser de otra forma porque además es quien provee de sustento), a los que siguen mirándose el ombligo y poniendo el grito en el cielo desde sus cómodo aburguesamiento y claman al cielo por el déficit fiscal, lo que el gobierno debe a su comunidad autónoma, cuando no sólo no ven un puto céntimo sino que se entretienen en tareas donde unos excluyen a otros, donde la riqueza es un derecho aunque condene a la pobreza a otros (a los que giran la espalda y lo justifican con estupideces que ni ellos mismos creen), a todos ellos... gracias.

Gracias porque me han hecho creer en la humanidad, en la humanidad de los que sí son solidarios, de los que no tienen nada que perder porque no tienen nada, gracias al sinsentido, a la avaricia y a la codicia, a tanto ver anuncios de bancos con gente amable, sonriente, "te ayudamos a conseguir tus sueños" a cambio de crear dinero de la nada que no beneficia a nadie excepto en paraísos fiscales, porque de tanto abrir los ojos de perplejidad ante la barbarie disfrazada de civilización, de ver a la mafia como si fuera una ONG "velamos por ti para que no te pase nada" he comprendido que mi futuro pasaba por realizarme en lo que creo justo y eso es algo por lo que, embarrancado en finanzas, ha valido la pena luchar hasta llegar a este punto.

Porque el beneficio que espero conseguir es algo más que dinero y equivale a la verdadera riqueza, por eso intentaré controlar el uso que se haga de ella hasta, para que así llegue a quienes mueren por enfermedades infecciosas que transmite el agua.

Hoy es mi verdadero día mundial del agua. Hoy más que nunca el acceso al agua potable como derecho fundamental del hombre tiene sentido. A veces un sólo hombre, en un lugar remoto y con conocimientos que no son ni de largo mayores que los de otros que tienen más recursos y mejor acceso a planes de investigación, puede, sólo con sus manos, imaginación y grandes dosis de insomnio, cambiar el mundo.

Así que no te rindas, puedes cambiar muchas cosas, tantas... que ni te imaginas.

Pan recién hecho


Ella trabajaba en la panadería de sus tíos los sábados por la mañana, de esa forma se sacaba un dinerillo para sus gastos del fin de semana mientras estudiaba. A mí me gustaba el olor a pan que desprendía su cuerpo cuando salía a mediodía rumbo a casa. Me acostumbré a esperarla y acompañarla hasta su puerta donde nunca pasaba nada; luego nos veíamos por la tarde, salíamos con un grupo de amigos en los que ninguno éramos del todo amigos, sino más bien una amalgama de caracteres inmiscibles, extraños entre los que lo difícil era confiar en el de al lado. Pero desde el primer día ella y yo dimos el uno con otro, como si nos hubiéramos reencontrado al cabo de mucho tiempo, sólo que no nos conocíamos, a veces lo decíamos "es extraño que nos hayamos cogido confianza tan así, de repente", y el otro asentía. A mí me gustaba la paz que desprendía, sus ojos verdes de fuego verde, sus manos grandes y sinceras, su tono de voz que hacía que me sintiera a salvo, y todas esas cosas que, además, sólo sabe un cuerpo cuando la ropa deja de ser piel por unas horas y las palabras no saben ser palabras.

"Me gustan tus ojos de selva" me decía, nunca supe qué otra cosa le gustaba de mí y a veces eso me atormentaba, porque yo quería tener mucho más que ojos de bosque, más que ese tolerancia a que fuera a buscarla a la salida de la panadería de sus tíos o ese acceso a su entretela del sábado noche en el ambigú sin cortinas de mi seat ibiza.

Creo que fue la primera vez que sentí que estaba con alguien más adulto que yo. Tenía un año y medio menos que yo pero era más madura, no porque tuviera las cosas claras, sino porque con sólo mirarla sabías que tarde o temprano las tendría, que había en ella una predisposición a hacer las cosas que debían hacerse en cada momento. Nunca le vi tener miedo el futuro, ni criticar a nadie, cuando hacía una locura, tenía las consecuencias calculadas de antemano. Estaba seguro de que sería una buena madre, que no perdería los nervios, que trabajaría sus ocho horas y que alcanzaría lo que se propusiera al final de la jornada, que no le perdería la ambición ni la desesperanza. A veces me preguntaba qué hacía ella junto a un soñador como yo, aparte de reírse con mis tonterías.

Escogí ingeniería por ella (y por mi pasión por Julio Verne) y hasta hoy no me he dado cuenta de que no éramos tan diferentes. En segundo de carrera (ella hizo derecho) conoció a un niño pijo de la zona alta y empezaron los equívocos conmigo. Era una estupidez mentirnos porque desde el primer día nos hablábamos casi sin palabras. Lo supe enseguida, lo supe desde el primer día que me habló de él y me lo describió como un idiota. Y el día en el que empezó a llamarle con toda naturalidad "Manel" refiriéndose a él, entendí que él ocupaba ese espacio de fascinación que todos tenemos. Muy pronto empezó a aborrecerme y antes de que acabara el curso, poco después de mi cumpleaños, cortó conmigo con la promesa de que no había una tercera persona.

Aquel verano fue uno de los más desoladores que recuerdo, lo pasó junto a él en su casa de la playa, haciendo que aquella "amistad" acabara en romance sin que ninguno de los dos se lo hubiera imaginado (nótese aquí cierto sarcasmo).

Esta tarde, cuando iba a casa de mi hermana, al pasar por delante de la panadería que hace esquina en su calle, me he cruzado con una mujer que, al salir, arrastraba tras de sí un aroma a pan que me ha transportado a aquellos sábados de principios de los noventa. Y me ha entristecido porque el tiempo borra las huellas sólo parcialmente, el tiempo es un mal sepulturero y me he preguntado qué habrá sido de ella. Y me ha dolido llegar a la conclusión de que las cosas que nos pudieron haber pasado poco o nada importan, que durante todos estos años me he sentido fascinado por mujeres que no tenían nada que ver con ella pero con las que se ha repetido, curiosamente, patrones similares.

Y es que no estamos nunca a salvo en esta Las Vegas de los sentimientos, donde mientras esperamos el Jackpot nos vamos convirtiendo lentamente en ludópatas de sentimientos, arriesgando y arruinándonos con cada amor que aparece, como una mano de cartas, creyendo que si otros ganan también ganaremos algún día el premio de la felicidad con mayúsculas y ya no tendremos que temer nada.

Y puede que el amor no excesivamente sucio exista, y puede que algún día paremos de apostar en esa huida hacia adelante en el que nos jugamos en cada encuentro el resto, o puede que no, que en realidad estemos haciendo lo correcto, no desfallecer nunca, buscar nuestro destino, tener la esperanza de que alguna vez se dará el caso de que por fin dejaremos de ser mercancía emocional a bordo de un tren sin destino.

Da qué pensar qué me ha aportado el olor a pan de esta tarde, y cómo ha saltado el resorte. A veces, una vida se resume en algo fortuito y que significó en el pasado algo más grande de lo que creímos en aquel momento.

Porque inmediatemente después mis manos sintieron el tacto de las suyas y aunque no pude acordarme de su voz sí supe que me daba paz...

... y es que uno está construido con ladrillos invisibles, uno es más cristal de lo que parece.

lunes, 17 de octubre de 2011

Two door cinema club



Me gusta la sencillez de la canción, el vídeo, cada día que pasa me atrapa más y más que las cosas sean como un azucarillo que se deshace en la boca, a mí, que siempre me había parecido que las cosas por las que uno no se se esfuerza no valen la pena.

Lentamente me voy conociendo, y ahora sé que no soy nada en concreto, que me asemejo a una especie de mosaico de piezas que no encajan, un tetris al azar, un hombre demasiado sencillo en un mundo complejo, una vela izada en el medio del océano, con demasiadas cartas de navegación, con demasiados lugares a dónde ir.

Debo elegir uno sólo destino, o una ruta por etapas. Ahora empieza el camino, me encomiendo a las fuerzas de la naturaleza para que me libre de corazones piratas, de los monstruos marinos codiciosos, de leyendas de El dorado que me desvíen de mi rumbo.

Abandoné tu puerto, me devolviste al mar, a mi suerte. Me hubiera hecho artesano, hubiera enriquecido a tus hijos con todo lo que sé, hubiera sido tu mejor embajador en el mundo que conozco, hubiéramos descubierto juntos filosofías y ciencias.

Pero me devolviste al mar donde me encontraste por miedo a que te contagiara mi locura, cuando la única locura que existe es no creer en quien te quiere.

jueves, 13 de octubre de 2011

Blik



¿Quién fue vuestro amor imposible perdido? ¿Sabéis qué fue de él?

martes, 11 de octubre de 2011

Si supieras


Me colgué de ti, me suspendí en el aire, me acostumbré a perder el tiempo contigo, y poco a poco me fui alejando de las cosas que quiero hacer, necesito hacer, quiero vivir. A veces me siento como un perro que persigue coches por la calle, ladrándoles hasta que los pierde de vista. A veces sólo soy eso, te lo juro, un podenco persiguiendo un coche negro y brillante. Me pregunto qué harían los perros si de verdad alcanzaran al coche, si sueñan con subirse en el asiento de atrás y que los lleven muy lejos. Yo quería que fuéramos muy lejos.

Me colgué de ti, me perdí cien veces contigo pero tú siempre sabías el camino de vuelta a tu casa. Yo, en cambio, tenía la sensación de que siempre que te ibas me dejabas solo y a oscuras en medio de un bosque. Ahora eso ya no importa, ahora eso ya es algo que veo ahora, ahora entiendo que para perderse con alguien o en cualquier lugar es necesario no saber hacia dónde se va.

Hace años, cuando leía a Paul Auster, me metía en la piel de los personajes que se abandonaban a una suerte incierta, y me dejaba llevar por esa primera persona del singular o un narrador omnisciente, y pensaba que a veces las cosas son así. Sigo siendo el mismo idealista que entonces. Vivo en un mundo de ideas, en una nube de sentimientos, en una irrealidad surrealista, vivo entre la concreción que necesita un ingeniero y el sueño del que busca algo intangible, que no sabe a dónde va... es extraño vivir dentro de mí, donde los deseos y los métodos no encajan, donde las prioridades brotan como géisers, donde el caos es tan usual que casi es una norma (prohibido el orden) y donde necesito empujes constantes, caídas desde muy arriba, fuerzas de atracción y repulsión gigantescas, a veces me siento como un bote dentro de una tormenta perfecta.

Pero hay días en los que la realidad traza sus propios planes y asumo que me colgué de ti, y que necesito estar solo para contenerme dentro de mi cuerpo, no querer ser el tuyo, no vivir esa vida compleja que pudimos haber vivido juntos y en la que yo hubiera acabado por pertenecerte como un náufrago agradecido. Y hoy he llegado a la conclusión de que es mejor así, es mejor que no quisieras saber nada de mí, que hicieras lo posible para que yo no quisiera saber nada de ti, porque a los náufragos hay que evitarlos a toda costa porque pueden acabar hundiéndote a ti.

Y a todo esto, aprendí a nadar, al menos a mantenerme a flote mientras sigo soñando, mientras tengo la capacidad de sentir, a ratos, esta fiera royéndome por dentro, el bicho aguardando que llegue el día en el que escapar y destruir también esto que estoy construyendo en tu ausencia.

Y sí, te echo de menos, pero eso es algo a lo que me voy acostumbrando día tras día, como a esta extensión de verano a mediados de octubre, sabiendo que tarde o temprano acabará por caer, un día de éstos, la realidad del otoño sobre nosotros, que en realidad, nadie se rinde, que al final sólo era una tregua, un tiempo ganado o perdido, una pompa de jabón a merced del tiempo.

lunes, 10 de octubre de 2011

Te buscaré en Groenlandia



Dicen que Tesa Arranz, la chica que hacía los coros en Los Zombies, fue la verdadera musa de la movida madrileña, mucho más que Alaska, y yo no sé qué pensar porque a mí, en el año 1980, me interesaba más el Osito Misha y la televisión en color que llegó a mi casa sin ton ni son. Puede. El caso es que hasta he entrado en su facebook porque siguen gustándome las cosas de aquella época, y porque (y esto es verdad) vi el vídeo el otro día por la tele y me dije "yo tengo que saber más de esta mujer". Porque hay algo animal que se intuye en alguien con sólo mirarlo, porque hay movimientos que sabes que son totalmente distintos, voces, almas, que hablan un lenguaje hipnótico. Tal vez todo se resuma en que yo soy alguien raro, que me gustan los cocodrilos hasta que me muerden, siempre doy a algo que me atrae el halo de misterio cuando debería sentir curiosidad por lo que ya es misterioso.

Lo que le gusta a uno lo define. Y después de conocer quiénes fueron Los Zombies me llevé una decepción y al mismo tiempo nació dentro de mi cabeza una leyenda. Porque yo soy muy de historias personales, soy muy de diablesas, de correr detrás de alguien sin querer atraparlo, de salir corriendo de nadie. De desear que seas feliz y de no poder soportar que de verdad lo seas, de volver a estas tinieblas, de saber compartir lo que ni tengo, de soñar siempre con que estarás en Groenlandia, de ganar siempre cuando apuesto a perdedor cuando lo normal sería perder cuando se apuesta a ganador.

Y en esta última frase se concentra todo.

Ya sabía yo que esta entrada acabaría en alguna parte. Siempre que no tengo nada qué decir acabo descubriendo algo, siempre que alguien aparece en mi imaginario llega para decirme algo. ¿Crees en la magia? ¿en el destino? ¿en que nada es casual?

¿No? Pues deberías...

sábado, 8 de octubre de 2011

No estás


Hoy encontré un cabello tuyo merodeando por la casa como una serpiente que quería morderme o peor aún, andaba tratando de aferrarse a un tobillo y trepar hasta el muslo. Lo encontré haciéndose el dormido pero vivo, esperando a que esté a su alcance mi memoria, a que se me cierren los ojos y te sueñe.

Hoy encontré algo tuyo y me sentí como si hubiera encontrado un hueso de dinosaurio debajo de la cama (¿cuándo fue construida esta casa?) y vinieron a la memoria cosas que al no irse por sí solas, tuve que romper en pedazos y tirarlas al fuego. Ahora sé que existe un dios de las llamas que une todo lo que encuentra roto y es por eso que hoy por hoy vuelvo a declararme ateo, al menos de tus dioses, o de uno solo que no hace más que nombrarte mientras palpo la ciudad con las suelas de aquellos zapatos que a ti no te gustaban porque eran demasiado modernos y no combinaban nunca con nada que te pusieras... y fastidiada y caprichosa te volvías huraña o loca, nunca supe a qué atenerme, quizá por eso cuando encontré algo tuyo que era como un hueso de dinosaurio me acordé de ti nítidamente, tanto, que me dolieron las encías como cuando tengo fiebre.

A veces pienso en ti, de veras, aunque quizá debería decir que a veces no pienso en ti, en aquellas caracolas o en la playa, en aquellas tardes improvisadas de verano cuando decidías que nos viéramos, en el lugar adecuado para cada instante, en los libros que leías y que leí yo luego, en aquel mueble de IKEA que me pediste que te montara y te quedaste dejándome desarmado a mí y sin herramientas... a veces no pienso en ti porque Ulises y Penélope me distraen, el poco trabajo, urgente y mal pagado, me distrae, escribir casi también me aleja de ti, o por lo menos no escribo nunca sobre ti. Ni siquiera ahora estás, es complejo lo sé, pero no estás como eso de que tu cabello está pero no tú. Es por eso por lo que no puedo escribirte cosas feas o reprocharte nada: porque no estás en lo que escribo aunque estés en todo lo demás, incluso en lo que está por llegar.

viernes, 7 de octubre de 2011

Nada qué decir


A veces no te das cuenta hasta que es tarde, pero hay personas en las que no cabes en su rutina. Tan sencillo como eso. Les gustaría que cupieras pero no hay un hueco para ti. No sé. Sólo eso.

jueves, 6 de octubre de 2011

Reflexión después del artículo.


Con el tiempo he llegado a la conclusión de que no la quise porque sólo se quiere de verdad a quien le deseas lo mejor aunque no sea a tu lado, en cualquier caso me quería a mí, porque pensaba que ella era lo mejor que podía sucederme.

Entonces, por esa regla de tres (o de dos), creo que a ti sí te he querido, porque te deseo lo mejor aun cuando no estés conmigo. Y ¿sabes? pienso que si sigo haciendo esto, siempre me aferraré a personas que no quiera y eso, al mismo tiempo, sólo significará que soy un egoísta que sólo se quiere a sí mismo.

Dicen que uno se enamora de cómo se siente cuando está con esa persona, no de ella. Al final resultará que el amor es la forma extrema de egoísmo.

Eso explicaría muchas cosas. De hecho, eso lo explicaría todo.

miércoles, 5 de octubre de 2011

Disculpa la sinceridad, fue sin querer


"¿Dónde estuviste ayer?" me pregunta con la voz trémula. No me lo puedo creer, está celosa. Si hay algo que no entiendo es que alguien que hace lo que le da la gana y con quien le da gana necesite controlar lo que hacen los demás, pero sobre todo no entiendo los celos del que ha sido infiel por sistema.

"Tuve una reunión y luego fuimos a cenar" digo mientras me maldigo a mí mismo por ser franco, por decir la verdad a alguien que me ha ocultado tantas cosas.

"Te llamé" dice dudando en si es mejor tomar la vía de la despechada, de la ignorada o de la enfadada.

"La segunda llamada en dos años. La primera te la cogí. Tienes el cincuenta por ciento de éxito. No todo el mundo puede decir lo mismo cuando eres tú quien recibe una llamada" y le sonrío, no porque me sienta cómodo en el discurso de la ironía sino porque esta vez no voy a entrar en ese juego en el que me indignaba, en el que siempre salía perdiendo. Sonrío porque no quiero ver al monstruo en el que se convierte cuando reclama un derecho sin obligaciones, cuando el ladrón da por supuesto que ella y yo compartimos condición.

"Después de lo del lunes, podrías haberme cogido el teléfono. ¿O es que te crees que para mí fue algo fácil?" se ha decidido por hacerse la ofendida cuando en realidad puede que sólo se haya llegado a la conclusión de que yo sólo pretendía un revolcón y un adiós. A veces las circunstancias son las que son. Una reunión tarde porque los implicados salían de sus trabajos, un teléfono en silencio, una cena no programada, ver su llamada demasiado tarde, pensar que ella no podría justificar delante de la persona con quien vive una llamada a esas horas... y yo justificándome, sabiendo que no iremos hacia ninguna parte, que esto que empezamos es acelerar a fondo dentro de un callejón sin salida, a sabiendas que la gente no cambia y que ella y yo somos demasiado diferentes.

"Tenía el teléfono en silencio, cuando vi la llamada era demasiado tarde" me justifico. Pienso que ella anoche durmió con otro, que durmió abrazado a él, que lo más probable es que hicieran el amor, que hablaran de banalidades comunes, que compartieran esas cosas que ella y yo compartimos y que se perdieron, en el instante en el que se me partió la vida por la mitad, cuando desapareció cuando más la necesitaba.

"No voy a permitir que juegues conmigo" me dice aferrándose a la rabia como único argumento, si siempre hubo algo que me atrajo de ella es que no pudiera ocultar sus emociones. Supe en cada momento cuando me odiaba, cuando era indiferente, cuando se sentía fuera de lugar conmigo, pero también supe cuándo me quería y hasta dónde sin que me lo dijera, cuando le salía del alma y cuando no su cariño, hay algo a lo que uno se acostumbra, uno se agarra a las certezas cuando todo lo demás falla. Y ella era así: un libro abierto. Una novela sin final feliz.

"No tengo por qué mentirte. No tengo ninguna obligación de quedarme en casa esperando a que me llames. Entre otras cosas porque tú sigues tu vida, la vida que elegiste, la vida en la que yo sobraba" le digo.

"Siempre me estás echando en cara las cosas. No puedes estar con alguien afeándole todo lo que hace" me dice soltándose.

"Ahora sí te lo he echado en cara, es cierto. Y en el pasado también te eché en cara que no me fueras franca. ¿Sabes? Me pasé mucho tiempo creyéndome todo lo que me decías a pesar de que fuera inverosímil. No fue justo, sabías que yo te quería".

"No quería perderte pero no podía vivir contigo. ¿Lo entiendes?" me dice "Entonces apareció él y me llevaba lejos. ¿Qué querías que te dijera? ¿Que me iba con otro a donde tú nunca podrás llevarme? Mírate, lleno de rencor, lleno de inseguridades, perdido en tu mundo de razones y motivos, y mientras... mientras pasa la vida y yo no quiero que se me pase. Y sí, te quería. Te quería porque confiaba en ti, por cómo me sentía, por cómo me mirabas y por cómo te esforzabas en hacer cosas juntos, por enseñarme tu mundo y porque podía dejar la puertas del mío abiertas de par en par. Pero con eso no basta" dice con esa serenidad que ella le imprime a sus razonamientos, esa seguridad en lo que dice que te lleva a creer que no está argumentando sino que está describiendo fidedignamente lo que es, que es poseedora del conocimiento de la verdad.

"Artimañas de abogada", pienso; y digo "Lleno de rencor hacia ti, lleno de inseguridades porque te abrí la puerta y entraste pero cuando fui a entrar por la tuya me la cerraste en los morros, perdido porque me prometiste que compartiríamos el mapa. Y sí, es cierto que me pasó la vida por delante. Está claro que hay que subirse a la vida cuando pasa ante ti. Me cuesta creer que la confianza no baste para que dos personas se entiendan o se sientan seguras. Porque ¿sabes? Un día, el del banco, puede decidir unilateralmente que la confianza que depositaste en él para guardar tu dinero no es vinculante y te puede dejar en la puta ruina, porque un día el médico puede decidir que la confianza que depositas en él para que te cure no es tan importante y considere que no hace falta que encuentre un solución para ti. Tienes razón, con la confianza no basta, pero todos la necesitamos para poder interrelacionarnos con los demás, o por lo menos, con quien tienes al lado, con el que te miras a los ojos, con el que tiene las llaves de tu casa".

"Me equivoqué contigo, lo siento. Creí que eras de una forma y eras de otra. Eso es todo" me dice "ahora soy lo feliz que no hubiera sido contigo".

"¿Por eso me llamas a espaldas del otro, por eso me dices que piensas en mí muy a menudo? ¿Por eso me dices que quieres verme? ¿Por eso nos damos un abrazo nada más vernos y por eso nos decimos que nos echábamos de menos? ¿Por eso paseamos de la mano y por eso nos besamos? ¿Por eso buscamos un rincón para...? Y una mierda eres feliz.

"La felicidad es estar a salvo de todas estas discusiones" me dice.

"Tu felicidad es tener a alguien a tu lado que acepte todo lo que tú quieres sin rechistar".

"Te equivocas. Yo admiro a X., es un gran hombre, admiro muchas cosas básicas que él sabe hacer y que tú no sabes. Hace que me sienta segura, que estará ahí pase lo que pase. Y comparto con él muchas aficiones".

"Tuviste que decir su nombre ¿verdad? Siempre sabes como hacer que me sienta bien". Me digo que yo sólo me he metido en esto, que podría habérmelo evitado si no hubiera cogido el teléfono la primera vez. Y por primera vez pienso que tiene toda la razón cuando dice que somos diferentes, que la vida es estabilidad. Y entonces yo pienso que la estabilidad es algo que se logra entre dos, que mi inestabilidad es encontrarme a personas como ella que desean algo que yo no soy o no puedo dar.

"Es mejor que lo dejemos así. Me hubiera gustado que nuestra última conversación hubiera sido una bonita despedida pero está visto que estamos condenados a recordar siempre una imagen cruel del otro".

"Sí, es mejor que lo dejemos aquí" le digo.

"Adiós, cuídate" me dice en un tono amable.

"Adiós princesa" digo mientras me niego a creer que es lo último que habrá entre nosotros.

Cuelga.

Cuelgo.

Me siento como si me hubiera caído desde un quinto piso, no es que me duela todo, es como si yo fuera un sólo miembro y ese miembro sintiera dolor. Me digo a mí mismo que las cosas son así, que estoy condenado a no entenderme con nadie, que soy diferente, que si no puedo retener a alguien a quien quiero y me quiere, no voy a ser capaz de nada en el mundo. Respiro y saco, junto con el aire caliente de mis pulmones, parte de esa tristeza. Después, trabajo lentamente, voy a comer al bar de la esquina, hago un par de llamadas. Me llama S. y después de un rato me pregunta si me pasa algo y le digo que dormí mal. Me pierdo por la tarde dejando que las hora pasen lentas, anochece mientras aún estoy en la oficina y decido volver a casa caminando.

Mientras espero en el semáforo de Vía Agusta con Diagonal una chica rubia se sitúa a mi lado, me mira, la miro, parece que se asusta, debo de tener una cara horrible. De repente, empieza a vibrarme el teléfono en el bolsillo, presiento que es ella y lo busco con rapidez. No es ella, es un número que no conozco. Descuelgo.

"Sí" pregunto

"Soy yo. No podemos dejar que todo acabe así. Debemos quedar y despedirnos en persona" me dice.

Aunque estoy deseándolo le digo que no sé si es buena idea.

"Si no hubiera salido contigo, ahora seríamos los mejores amigos del mundo" me dice con condescendencia, me pregunto si es consciente de que me clava un puñal en el corazón.

"Tú y yo no podemos ser amigos" le digo.

"¿Por qué dices eso?"

"Porque los amigos del mundo no quedan para despedirse definitivamente, no necesitan verse una última vez".

martes, 4 de octubre de 2011

El fin del mundo


"Siempre saco lo peor de la gente que se me acerca" me dice mirando al suelo. Y me pregunto que si pensará eso mismo de mí, que esto que soy es la peor versión de quien me empeño en ser o en ocultar.

"Quizá sólo sea que tienes mala suerte" le digo, "quizá eliges mal, te dejas elegir mal, quizá la mala gente busca a la buena gente para descansar de su lucha diaria contra el mundo" e inmediatamente pienso que estoy muy cansado y que tal vez ese cansancio sólo sea la constatación de que no es el mundo el que lucha contra mí sino yo contra él y, por tanto, hay algo de maldad en mí. Sacudo la cabeza como si al hacerlo negara algo, como si pudiera expulsar de mi cabeza algo de lo que no quiero ser consciente.

Ella levanta la vista del suelo y me mira. No sé por qué me sorprenden sus ojos grandes y redondos si estoy acostumbrado a ellos. Quizá hoy soy más grandes o su cara más pequeña, la tristeza es un maquillaje exagerado, y su mirada de color violeta se incrusta en mí con un sonido sordo, como el chapotear de una piedra que cae a un estanque de lodo y se queda en la superficie, hundiéndose lentamente como en arenas movedizas.

Esboza una sonrisa levantando la comisura de los labios y se le forman arrugas a los lados, arrugas de estar demasiado delgada o de no estar acostumbrada a reír demasiado. "No me imaginaba que precisamente tú estarías aquí. Podría haberlo pensado de cualquier otro, pero estaba convencida de que no te volvería a ver, de que no querrías volver a verme nunca".

"Bueno" le digo "parece que el tiempo es una pomada milagrosa. Sólo hace falta que pase el tiempo, perder la esperanza, dejar que las cosas tomen su propia inercia, llegar a la conclusión de que lo que te ocurre es lo mejor que podía haberte ocurrido". Al final, todo es autoconvencerse, es negar la evidencia, morir para dejar de agonizar. De todas formas, ella sabe que si yo estoy ahí es porque la sigo queriendo, de otra forma más rencorosa, algo que no es querer sino estar a la expectativa. Estoy aquí sin saber si hago bien o debería haber colgado el teléfono sin contestar cuando oí su voz al otro lado de la línea. Pero aquí estoy, y de momento con eso basta.

"Sólo te llamé a ti" me dice. Y ese "sólo" me lleva a la realidad de que hay otros a los que podría haber llamado, y entonces pienso que ella me llamó primero a mí y si yo no hubiera acudido a su llamada hubiera habido un segundo de la lista, y quizá un tercero. Lo que ella quiere decir es que me llamó primero a mí y no sé por qué en lugar de pensar que necesita algo de mí me invade cierto orgullo estúpido, algo así como quedar primero en una lista, ganar un premio al que se opta, me invade eso que sería vanidad sino fuera porque soy consciente de que no voy a sacar nada bueno de todo esto.

"¿Y eso por qué? le pregunto "Por qué yo?" Soy consciente de que soy de esa clase de hombres que sólo te das cuenta de que estaban cuando se van y que sólo se van cuando ya no hay un lugar para ellos.

"Te eché mucho de menos" me dice.

"No lo parecía" le digo.

"Tú y yo nos entendíamos demasiado bien pero no teníamos los mismos objetivos en la vida" dice.

"¿Pero sabes qué objetivos tengo yo en la vida?" pregunto con una sonrisa "Pues hazme un croquis". Entonces pienso que todos necesitamos a alguien que nos diga qué o quién somos, aunque sólo sea para tener una segunda opinión de cómo va nuestra vida. "¿Cuáles eran los tuyos?"

Ella vuelve a sonreír de la misma forma forzada. "Vivir en una casa en el campo, tener hijos, estar tranquila..." dice.

Vuelvo a la realidad. Entre sus sueños y yo eligió cumplir sus sueños, y ahora yo estoy aquí sin saber qué diablos espera de mí. Vuelve la vanidad porque la vanidad es como las olas rompiendo en la orilla, esta vez pienso que se fue con el hombre con quien cumplió sus sueños y una vez conseguidos se dio cuenta que los sueños necesitan compartirse con quienes se quiere de verdad. Me gustaría creer que me echó de menos de verdad mientras se adueñaba de la llave de la puerta de sus sueños. Pero sé que no es verdad, que nadie se acuerda de lo que le estorba en el camino. Que ella me haya llamado sólo obedece a cumplir otro sueño que tiene ahora, el sueño de que podríamos repetir aquello nuestro sin renunciar a lo que tiene.

"¿Sabes? Hasta el último instante e incluso muchos meses después estuve convencido de que me seguías queriendo" Ahora veía que fue así. Que no me dejó porque ya no me quisiera sino porque estar conmigo era condenarse a renunciar a sus sueños. "Pero eso ahora ya no importa" miento.

Se levanta del borde de la cama y me da un beso. La abrazo con delicadeza, como si su cuerpo se hubiera vuelto, durante este tiempo, de porcelana, como si mis manos pudieran estropearlo todo de nuevo aferrándose a ella desesperadamente. Nos desnudamos lentamente dejando que la ropa siembre de pruebas la moqueta. Nos decimos las cosas palpándonos las palabras directamente sobre la lengua del otro, escribiéndonos mensajes en la piel como se escribe con el dedo en la arena de la playa. Nos miramos a través del pleninulunio que atraviesa la ventana y la miopía de dos que se miran desde demasiado cerca. Dejo de pensar porque pensar es algo que se me da mal y me dejo llevar por esa mezcla de cariño y orgullo que sentimos cuando alguien nos ama.

Y empezamos a mordernos el alma con la boca, como si se fuera a acabar el mundo de veras y supiéramos a ciencia cierta que no hay mañana en el que cumplir los sueños que nos quedan, que somos el uno para el otro lo último que querríamos que nos pasara si dentro de unas horas se acabara el mundo.

sábado, 1 de octubre de 2011

El árbol de la vida

Ayer hice algo que nunca había hecho antes. Fui al cine en horario de trabajo. Me quedaron unas horas colgadas y estaba lejos de casa y me compré una libreta y empecé a escribir un guión... y luego fui al cine, a la sesión V.O. de las 16:15 h.

Me sentí extraño, fui a ver El árbol de la vida, porque en la radio había oído una crítica buena y otra mala. Y la voz de la señora que daba la crítica mala me pareció tan irritante... que creo que pensé, si no le gusta a ella me tiene que gustar a mí. No puede entender que personas que no tienen ningún tipo de sensibilidad puedan opinar sobre algo tan hermoso y encima creer que tienen razón cuando dicen que no vale nada.

Es como decir que las cosas sólo sirven para tener una utilidad, si no son útiles no deberían existir.

El árbol de la vida, la película, es difícil de comprender porque hay partes que no se entienden. Pero la verdad es que en esta obra hay tanto... implícito. No es sólo la historia de la familia y del chico, es todo lo que la envuelve y lo envuelve la vida... la sensación de caminar descalzo sobre la hierba, refrescarte los pies con una manguera en el césped, las cortinas al viento, la luz por las ventanas, el amor, la frustración, la violencia, la inocencia, la maldad, el miedo...

La recomiendo. No suelo hacerlo. Es para verla dos veces, quizá. Es para no querer entenderla sino abrirte a las sensaciones que tienes, a estar abierto a lo que se muestra, a atreverte a ponerte ahí y pensar y a responderte preguntas.



"Si no sabes amar tu vida pasará como un destello"