martes, 30 de julio de 2019

Hace diez años.


Hoy hace diez años. No sé si es el día exacto, pero sí que era viernes y nos vimos en un bar al lado del cine Verdi. Y yo pensé que de dónde sale esta chica tan loca y me gustó que hubiera alguien encima de este planeta que desprendiera esa luz tan blanca. Creo que yo era otra persona distinta a la que soy ahora, escribía diferente, mejor, más yo, no sé. Tenía un blog: éste; y te llamé la chica de la bicicleta no sé el porqué; y tuvimos un instante de cosas que ocurren sin que supiéramos qué pasaba y a pesar de que me gustó la intensidad de la luz supe en ese instante que la electricidad mata.

Han pasado diez años, ayer sentí lo mismo que el día en que se acabó todo. Y hoy, que también se acaba una etapa de mi vida, sé que el que los minutos y las horas envejece como lo hacen las personas, los instantes se llenan de arrugas y pierden piel a escamas, todo lo que ocurre acaba marchitándose.

Pero recuerdo aquella tarde, en el bar de la calle Verdi, diez años atrás y cómo me cambió la vida aquello, cómo pasé de no tener rumbo a tenerlo, y cómo de tenerlo volví a perderlo en tan solo unos meses y ahora pienso que llevo así no una dácada, sino un millón de vidas tratando de encontrar algo, lo que sea, que me devuelva a ese estallido de luz que nunca he vuelto a sentir.

Un universo entre el big bang y su extinción. Eso es lo que ha transcurrido desde entonces.



Y aunque ya me despedí (durante años este blog sólo fue una larga despedida) a veces vuelvo a aquella tarde en que quedamos solos por primera vez. No para empezar desde cero, sino para reconcer cuando pase de nuevo.

Y aunque pasaron cosas y llegaron otras personas mejores, yo ya estaba muerto.

Todo esto sólo es el instante en el que pasa la vida por delante de uno.


viernes, 19 de julio de 2019

A veces recuerdo que Bandini era, en realidad, una especie de corredor de fondo que nunca llegó a la meta, pero fue uno de los mejores.


A veces las cosas se detienen al borde del abismo. Nunca sabes si para bien o para mal.

Dicen los que han estado clínicamente muertos que sienten una gran paz y que no quieren volver. Supongo que no tener resposabilidades proporciona una gran liberación. Todo lo que hay que hacer es dejarse ir.

Creo que, en el fondo, todos deseamos morir en algún momento de nuestra vida. Vivir es algo a lo que hay que darle un sentido o no vale la pena seguir todos los días. Ya sea por los hijos, por un trabajo que te gusta, por un amor irrefrenable a otra persona, por no dejar ir a la familia.

Vivir es un acto de fe. Es una decisión más que una inercia. Cada día deberíamos pactar con la vida una expedición, aunque casi todos los días intentemos pactar una tregua.

Sigo en marcha. A pesar de que últimamente las cosas no salen como desearía y los acontecimientos se precipiten hacia ese borde del abismo que no sé si será para bien o para mal.

Sólo sé que renuevo el pacto con la vida. Hoy.

Conseguimos objetivos porque nos los marcamos antes. Lo que pasa entre medias es la vida. El azar y los prejuicios.

Lo que creemos y lo que creamos.

Lo que se quedan y con lo que nos quedamos.

domingo, 7 de julio de 2019

Todo fin es un principio



A veces recuerdo el porqué de meterme en en todo esto y, la verdad, creo que estoy un poco alejado de todo aquello.

Y que, en el fondo, yo ya estaba bien haciendo lo que hacía.

Pero luego pienso que las cosas van a ir a mejor.

Sé que van a ir a mejor.