lunes, 31 de agosto de 2009

Un inciso


Cinco minutos para descansar, mis ojos necesitan el negro de moriría por ella como un náufrago una vela o una columna de humo en el horizonte. Me deslizo por la tarde hacia el lugar donde se mecen las horas, donde tarde o temprano, acabo encontrándome conmigo mismo y mis ganas de desandar los pasos que mi corazón ha dado marcha atrás durante el día. Y en estos días convulsos tiro por el suelo los fragmentos de novela que no puedo acabar, las palabras que me sustituían a mí en el acto de vivir, se van por el desagüe de la ducha los últimos restos de la crisálida con la que me habéis conocido. ¿Quién soy ahora?

Y como en un sueño, suena esta canción y entonces... entonces sé que sigo siendo yo, sólo que con más miedo del que puedo asumir de forma natural. Debe de ser la depresión post-vacacional o que los días son más cortos; debe de ser que mi tiempo tiene un sabor distinto, que no echo de menos echar de menos, que, al fin y al cabo, no estoy hecho de otra materia de la que estaba hecho hace más o menos un mes. Miro alrededor y pienso y me doy de baja de "soñadores sin fronteras" por impago de la cuota de la entrada diaria. Y mi corazón me pide a gritos que vuelva y yo vuelvo cinco minutos, sólo cinco minutos, a dejarme llevar sabiendo que me vas a leer desde tan lejos, sabiendo que ese "algo" que tenemos tú y yo sigue ahí, arañando las esquinas, queriéndose escapar más allá de estos tejados.

miércoles, 26 de agosto de 2009

Rediografías de partituras


La otra noche soñé con algo que me produjo una mezcla de tristeza y de esperanza. No sabría decir muy bien si la esperanza era porque hacía muchos días que no recordaba los sueños. El sueño era que, en la mesita de noche había un aparato de fax por donde entraban (salían) radiografías de partituras musicales. La mesita de noche era del piso donde vive la chica de la bicicleta y los faxes estaban dirigidos a ella. Fin del sueño. Me desperté y sonreí ya he dicho que no sé muy bien si por el sueño o por recordar lo soñado.

Ayer la chica de la bicicleta me anunció que había quedado para cenar con un antiguo amigo. "En su casa" me dijo. Un viejo amigo que casualmente vive solo, un viejo amigo que le dijo que qué linda se la veía, un viejo amigo que "nos conocemos desde que éramos así", un viejo amigo que le envió un mensaje que decía "qué bien me lo pasé contigo el otro día". Un amigo al que cuando le pregunté a qué se dedicaba ella me contestó "músico".

De algunos es conocido mi percepción psíquica, ¿eh, Pinturas? Inmediatamente relacioné el sueño con los amigos de la niñez. No dije nada del sueño pero le dije que el viejo amigo quería algo más que seguir siendo su amigo. Ella se rió de mí. Yo me quedé tranquilo de su risa. Luego escribí algo y abrí las puertas a los fantasmas del pasado. Los fantasmas del ayer siguen burlándose de mí. Subí a la terraza y me senté a leer en una de las sillas. Leí cuarenta páginas pero si alguien me preguntara qué pasó en el transcurso de esas páginas no podría decir exactamente el qué.

Esta tarde quise jugar a un viejo juego. El juego consiste en decir "no soy tuyo" y el juego concluye cuando ambos jugadores acaban pensando que el otro puede ser tan de uno como no. Ese juego me llevó siempre al infierno, un infierno de hierro colado y rugiente. No pienso volver allí. Lo tengo decidido. No voy a ir a donde quieran, no voy a caer una y otra vez en un juego al que no quiero jugar.

Cuando se rozan los cuarenta uno no puede evitar vivir cosas por primera vez en escenarios de segunda mano. Ni ella ni yo podemos evitarlo, pero sí se puede callar y eso es lo que voy a hacer. Porque esta mota de polvo no puede empañar lo mucho que quiero que me salga bien esto y porque esta vez no voy a caer en la tentación de suponer ni hacer suponer. Soy demasiado ingénuo, estoy empezando a querer demasiado a la chica de la bicicleta como para dejar que el fax de una partitura durante un sueño tenga tanta importancia.

Esta noche subiré a leer de nuevo. Y esta vez me voy a enterar de lo que leo.

Hoy, miércoles


Si pudiera volver atrás en el tiempo... haría lo mismo que hice en los mismos momentos, consciente de que cada paso que di, equivocado o no, me llevaría hasta este instante en el que escribo esto. Tendría miedo a alterar con un mínimo gesto el transcurso de todas las horas que hubiera entre ese movimiento y el hoy de este presionar teclas. Viviría con tanto cuidado de no tocar nada de más... viviría con tanta ansia de llegar a tiempo a los sitios para hacer lo que tuviese que hacer en el instante preciso...
Porque al final, la vida está hecha de experiencias que lo moldean a uno, que lo llenan de miedos y de esperanzas por igual, y no me arrepiento de nada y no dejaría nada por hacer porque igual no sería hoy el mismo que sueña, vive, tiembla de miedo y de esperanza. No sería el mismo y, sincermente, hoy, estoy me siento a gusto de sentir las cosas de esta forma particular, tan mía, tan extraña y tan natural, que no concibo nada mejor para el niño que fui. Si hoy rindiese cuentas con el niño que fui (si tuviera a mi cargo a un niño pequeño) le diría "tengo un drácula en el congelador" y sonreiría. Las cosas a veces tan sencillas como inevitables. Supongo que la interpretación que hagamos de ellas es de lo que depende nuestro bienestar.

Y si todo es relativo, si estoy equivocado, tampoco tiene importancia ¿no?

lunes, 24 de agosto de 2009

Vídeo: Alanis Morissette- Hands Clean (Entrada en blanco)

Hoy no sé qué escribir. Hoy es uno de esos días en los que el calor acumulado de estos días me tiene desquiciado. Hoy he empezado a trabajar y ha sido un trabajo pesado y desalentador. Aliento no me falta pero hasta la esperanza tiene un límite de estupidez que la desautoriza para sustentar planes de futuro. La esperanza es un sentimiento extraño. Uno sabe cuando tiene miedo, cuando está alegre, cuando está rabioso o cuando está triste pero uno se mueve en tierras movedizas con la maldita esperanza. A veces es como una huída hacia adelante, algo basado en planes muy bien estructurados que dejan al azar variables a las que uno se encomienda como si fueran santos.

Por otra parte, a veces uno recibe mensajes que le llenan alegría (eso sí lo sé reconocer y confiar) y me gusta mecerme en ellos, a veces los mensajes son neutros y otros son tristes. No sé. A veces no sé si hago bien o si hago mal al escribir esta sarta de vanidades que no tienen ninguna utilidad. A veces me gustaría que sirvieran para algo pero casi nunca sirven para casi nada.

Hoy no hablaré de la chica de la bicicleta, demasiado tierno todavía para saber si sus besos dejarán cicatriz.

Me acabo de tomar una pastilla para la espalda, así que me va venciendo el sueño. Últimamente sueño mucho. Siempre sueño lo mismo pero con distinto escenario y distintos personajes. Alguien audaz, mucha acción, las cosas que se hacen ya están hechas, mejor pedir perdón que pedir permiso. Se me cierran los ojos de una forma artificial. Sé que no tenía que hacer esta entrada, que, probablemente, lo mejor era haber permanecido un día más en silencio pero quería decir que recibir algunos mensajes me dejan sin aliento. Y no sé qué contestar.

Quizá mañana pueda hacerlo. Se me cierran los ojos. Me gustaría soñar contigo.



Este vídeo habla de una relación que tuvo cuando era una jovencita con un hombre 15 años mayor que ella, y que es el origen de los desordenes alimenticios de Alanis... Siempre hay algo desastroso en nuestro pasado. Siempre hay algo nuevo y mejor por llegar. Y lo mejor es, simplemente, que te quieran por cómo eres.

domingo, 16 de agosto de 2009

Coincidencias


A la chica de la bicicleta le gusta Estopa. Le pregunto que si adivina cuál es la canción que más me gusta de ellos, imaginando que no la acertará. Ella dice que la que más le gusta a ella es "Ya no me acuerdo". En la subnomadía del Guinardó las coincidencias saltan las verjas, se cuelan por entre los barrotes de los balcones y llegan hasta la cocina con facilidad. La cantamos a dúo, cantamos luego "Dónde está nuestro error sin solución" de Alaska y los pegamoides, y así acabamos de preparar la cena, utilizando la cuchara de palo como micrófono, dejándonos la voz con los éxitos de los ochenta y noventa que suenan en radio Santa Coloma.
Luego cenamos con Pinturas, la chica de los ojos de brillo de luna y con Seda, nos vamos a las fiestas de Gracia, bebemos, bailamos, cantamos, pero sobre todo hablamos, hablamos de nuestras cosas, hablamos hasta en los silencios, perdidos entre las burbujas (mucho menos glamourosas que las del cava) de cervezas que duran muy poco tiempo frías. Me emociono, a veces lloro, se me vuelven a desbordar, por centrifugación, todos y cada uno de mis cinco sentimientos básicos: miedo, alegría, rabia, tristeza y esperanza. A veces me contengo, hace calor y me escondo detrás de algún bostezo que me enrojece los ya enrojecidos ojos. De vez en cuando me giro porque Eva y Pinturas hacen buenas migas. Me gusta. La chica de los ojos de brillo de luna me emboba cuando habla, me gustaría pasarle el brazo por el hombro y decirle que no pasará nada. Luego llegamos a casa. Eva y yo nos dormimos enroscados el uno en el otro como Ulises y Penélope las noches de invierno. Me duermo mecido en el mar de sus ojos mientras amanece en alguna otra parte del mundo. La cabeza me da vueltas pero curiosamente nunca he estado más centrado. Ha sido todo tan rápido... Como dos piezas de tetris. Sí, eso es. Como dos piezas de tetris... una verde y otra roja... en el momento oportuno, en el instante preciso.

Por la mañana de vuelta a casa. En la radio del coche suena...

viernes, 14 de agosto de 2009

Seguiré

Unos días para la reflexión. Siento no estar en todas las partes en las que quisiera. Quiero decir que hay algo en mi cuerpo que va hacia adelante y al mismo tiempo lo cansa. Anoche me mareaba al hacer la última entrada.

Volveré. Me gustaría encontrarte a la vuelta.

jueves, 13 de agosto de 2009

Como caer lenta y pausadamente


A veces olvido que soy una hoja que cae de un árbol, una hoja que acaba en el suelo, algo que cruje y se disuelve con la ayuda del tiempo y la brigada municipal de limpieza. A veces olvido que la vida es una caída lenta y sin aliento, una caída desde donde se ve tu casa hasta donde no se ve más que la superficie rugosa y en relieve de las aceras. Sí, soy eso. Existo mientras me separo de la rama, mientras observo como mi cuerpo se acelera, y cómo el aire me sujeta, me vence, me traslada de un sitio a otro convirtiéndome en un aprendiz de pirueta. He de reconocer que me gusta ser sólo eso y que aprendo rápido.

A veces duermo a tu lado. Te duermo con una infinita ternura, y vivo en ese pequeño margen de tiempo entre que aspiras y expiras tu aliento. En ocasiones me acerco a tu boca y me quedo ahí, para que algunos electrones que se me desprenden formen a ser parte de ti, y para que otros tuyos se confundan y se aferren a la órbita de mi cuerpo. Es una suerte que seamos un todo hechos de partes tan pequeñas, de otra forma tú serías siempre tú y yo seguiría siendo yo y eso... eso no es lo acordado, no, hay un contrato que cumplir, un contrato que impone la condición irremediable de que ambos seamos imprescindibles el uno para el otro.

Cuando no estoy a tu lado te sueño. Casi nunca sales pero siempre estás presente. Da igual si me persiguen miles de abejas y yo corro y corro, tú estás allí sin estar, tú eres hacia donde corro, tú eres donde estaré a salvo. Da igual si recorre mi boca la boca de alguien que no eres tú, porque sí eres tú a quien beso en esos otros labios, es tu lengua la que me lleva a tus pechos de la mano. Soñar es soñarte. Ya sabes, soñar es tejer la tela de araña y ser araña al mismo tiempo.

Esta mañana cuando dentro de una cafetería esperaba a que volvieras (no estoy seguro de que fuera un sueño o no) empecé a llorar sin motivo, era una lluvia fina, una de esas que no calan. Hasta ahora sabía qué era llorar de tristeza y sabía qué era llorar de alegría. Por eso esta mañana me ha sorprendido una emoción nueva, algo extraña, una especie de llanto por rebosamiento, como si mi cuerpo no pudiera contener tantas emociones al mismo tiempo y estas se desbordaran, como si el miedo y la felicidad, y el dolor y la esperanza, se hubieran mezclado en un cóctel áspero y dulce que al echarlo de la botella a la copa hubiera creado una espuma excesiva y violenta. ¿Será por eso que al llegar tenía los ojos entrecerrados? Después de llorar sentí una paz infinita, algo así como si algo hubiese salido de mi cuerpo definitivamente. Miré dentro de mí (tú seguías ahí y eso me tranquilizó todavía más). Luego me encogí de hombros, pasó una niña con unos ojos enormes y todavía dormidos de cuya manita tiraba su madre mientras ella se dejaba arrastrar sin parar demirarme fijamente, incluso cuando me hubo superado y me miraba con la cabeza vuelta, de espaldas al sentido de sus pasos... Le saqué la lengua y ella no cambió su expresión, no sonrió, me miraba como esas cosas que aún no se entienden y no se sabe si darles la importancia o pasar a otra cosa.

Llegaste tú y me preguntaste qué había estado haciendo y no supe qué decirte, me contaste que te había ido bien y yo me alegré mucho (pero no lloré de alegría). Subimos al coche, te llevé a tu trabajo, me pusieron una multa... no dejé de pensar en tí ni un sólo instante.

Me alegra saber que no me lees, que estas palabras son desconocidas para ti, que crees que soy el hombre hablador y cariñoso que dices que soy. "Hablas casi más que yo" dijiste sorprendida al cabo de unos días. A veces me gustaría decirte que soy un escritor frustrado, un proyecto de novelista a medio hornear, que busco inspiración y método en todas partes, que me aferro a tu cuerpo como a una tabla que flota en el mar después de un naufragio. Y entonces me cuentas cosas. Y a veces me dices que tienes miedo. Y a veces pienso que si dejo de abrazarte saldrías corriendo. Y no quiero que salgas corriendo, te quiero pegado a mí, adherido como una de esas calcomanías que salen en las bolsas de patatas, como esas subespecies de pingüinos que se turnan para incubar su único huevo.

Se me cierran los ojos, esta tarde he ido en bicicleta con Meritxell y Gerard. Me gustaría creer que soy un ejemplo para ellos. No sé. Creo que debería por empezar a ser un ejemplo para mí mismo. Me cuesta acabar de escribir, no sé cómo acabar, no sé qué decir. Hay algo que ocupa el vacío desde donde solían terminar mis entradas, algo que tarde o temprano rebosará, dejando pegajoso el cuerpo que habito. No sé, supongo que hoy tengo demasiado sueño como para determinar causas y elaborar diagnósticos.

martes, 11 de agosto de 2009

La Subnomadía del Guinardó

A veces camino sin rumbo, mientras espero a llegar a alguna visita, por el centro de Barcelona. De igual forma que existen provincias, distritos, satrapías, si yo fuera el administrador de mis lugares habituales y certeros, instauraría con urgencia la nomadía de Barcelona, una región en la que no poseo nada más que las suelas de mis zapatos contra el cemento recalentado de las aceras, el teléfono sudoroso contra la cara, el buscar la sombra de los edificios cuando el calor aprieta. En la nomadía de Barcelona, una de mis subnomadías más transitadas es la de la ronda del General Mitre con Balmes, he paseado mucho por allí durante muchos años, años que se fueron y que dejaron el poso que deja el café en una taza, años que hacen que yo sea un poquito consecuencia de este lugar, lugar al que parece que el destino me empuja, quien sabe el porqué, un poco más al noreste, un poco más cerca de donde vive la chica de la bicicleta.

Como toda subnomadía, ésta tiene un centro de comunicaciones con forma de locutorio y es desde allí desde donde escribo esto.



Ayer me invitó a una cerveza, una cerveza especial, una que casi nunca encuentro en los bares a los que suelo ir. Bebimos, se reía como un personaje de dibujos animados, hay que dibujar sonrisas así para existan antes de que la realidad se dé cuenta y las censure. "Contigo todo es fácil, contigo es como estar en casa en cualquier parte" me dijo. Yo miré hacia otra parte, hice como lo había oído a medias, me gustó que me lo dijera, me gustó que no supiera que escribo, creo que para ser honesto debería decírselo pronto, debería decirle que en cuanto me quite la camiseta de desharé en letras Times New Roman que sembrarán el suelo de su casa de palabras inconexas, palabras que serán mías pero que no serán lo que soy yo, palabras que sólo sirven para fabricar sueños.



Luego vino una amiga suya, la chica de la bicicleta conoce a la chica de los ojos de brillo de luna, que a su vez conocía a una compañera mía de clase de cuando yo era un crío, una bonita coincidencia teniendo en cuenta que vivo tan lejos. La chica de los ojos de brillo de luna tiene la extraña facultad, en estos tiempo que corren, de ser ella misma, abrimos una botella de vino, hablamos y reímos, le cogí la mano a la chica de la bicicleta, creo que debería empezar a plantearme empezar a llamarla por su nombre, se hizo de noche, había luz en las calles y el cielo había abandonado toda esperanza de que lo refrescase algún viento extraviado. Me gusta a que saben las amistades con vino, sé que es algo común, a mí, sin embargo, me trae algo esencial, como si fuese esa argamasa con la que está unidas las piedras de algunos edificios de la época del imperio romano.



La noche siguió su curso y volví a casa, ya de madrugada. Tengo la sensación de que la subnomadía de los besos de la chica de la bicicleta tiene visos de convertirse en la capital administrativa y política de mis lugares y mis tiempos, que pasaré mucho tiempo en las playas del mar de sus ojos, de que fundaré un puerto desde el que partir y arribar a la suave piel de su cuerpo.

La chica de la bicicleta se llama Eva.

lunes, 10 de agosto de 2009

La chica de ayer


Se fue la chica de la bicicleta dejandon un rastro espigas por toda la casa, heridos de muerte algunos muebles esenciales, se fue ante los suspiros y los congojos de Ulises y Penélope, que la despidieron desde la puerta, ya despeinados y sin lacitos en los rabos. Se fue dejando su olor incluso en objetos que no llegó a tocar, se fue mientras llovía y le decía no te vayas aún. Aún no tengo vacaciones, me dijo. Me dio un beso y yo me lo guardé como se guarda una fotografía, para verlo una y otra vez cuando quiera.

El sábado quise que conociera por dónde transcurrió mi infancia, la llevé de la mano hasta la puerta del colegio donde esperaba a que se abriera para entrar en clase, el barrio donde me crié y en el que poco a poco han ido arrancando todos los árboles para hacer pisos que ya no valen tanto como creían que lo harían los asesinos de árboles. Fuimos al centro, vimos aquello que aparecen en las guías, pero yo tenía otros planes, cenamos en la terraza a la luz de una docena de velas, desordenamos las estanterías de los libros, escuchamos a Hotel Gurú, a Xavier Cugat, a Ángel González... Llovió todo el domingo, así que fue una tarde de ver llover desde detrás de los cristales y escuchar música... sonaron hasta los smashing pumpkins... si Marilyn Manson supiera componer canciones querría ser como los Smashing pumpkins.

Esta mañana me levanté temprano, acabé de hacer algunas gestiones que tenía pendientes, hablé con mi ex-socio para cancelar cuentas pendientes, fui a comer a casa de mis padres... es decir, empecé algo parecido a las vacaciones... Me llamó a mediodía... "te invito a una cerveza" me dijo "vale" le dije.

Y aquí estoy, pensando en qué será lo primero que nos diremos o qué callaremos al besarnos, si acabaré braceando tratando de no ahogarme en el océano de sus ojos o si me hundiré sin remedio hasta tocar con los pies el fondo, si el remolino de su ombligo me engullirá para siempre.

Por si acaso desempolvé mi vieja libreta de dibujar sirenas.


sábado, 8 de agosto de 2009

Ya es sábado


Hoy me he despertado temprano, he desayunado despacio, he empezado a dar vueltas y vueltas por el piso por si había algo que se me escapara. He acorralado a Ulises y Penélope y les he cepillado para que no suelten más pelo del que dejan habitualmente y he intentado ponerles un lacito en el rabo sin conseguirlo. Ulises me ha dicho en perfecto castellano que hasta ahí podríamos llegar, que él por lo menos tiene dignidad, algo de lo que yo carezco. Luego como quien no quiere la cosa me ha pedido que le deje salir a la terraza para que se pueda ir a darle "lo suyo" al gato del vecino. Le he dicho que no pero creo que ya se lo esperaba.

La chica de la bicicleta estará todavía durmiendo a setenta y un kilómetros de distancia, acunada en la marea de los sueños que van y vienen desde el negro océano del subconsciente. En algún momento soñará conmigo y en ese sueño habremos coincidido soñándola yo en la distancia, al mismo tiempo pero en otra orilla. Hoy, dentro de unas horas, estaremos en la misma orilla, recogiendo conchas como cuando éramos pequeños, dibujando en la arena húmeda, frases que la siguiente ola entierre o se lleve.

Ha amanecido nublado, me gustaría que ya fuesen las doce.

viernes, 7 de agosto de 2009

Sábado por la mañana

La foto no es de Ulises y Penélope pero son clavados. Penélope es más pequeña y negra con el morro blanco y la barriguita blanca y Ulises es rubito con la barriga y las patas blancas. En serio, esta foto es casi mágica porque es como si fueran ellos de bebés. No pudo ser porque Ulises es un año mayor que Penélope.


Le digo a la chica de la bicicleta que pase el fin de semana conmigo. Me contesta que vale desde el trabajo. Al cabo de un rato me llama "Hay setenta y un kilómetros exactos desde mi casa a la tuya". Le respondo que no hace falta que venga en bicicleta, que hay tren e incluso autobuses de línea. Me dice que ya lo sabía. Le pregunto que si se lo ha pensado mejor y me dice que tiene ganas de conocer a mis gatos. "¿Y de estar conmigo no?" pregunto "Tal vez"responde mientras yo imagino una sonrisa pícara detrás del aparato.

Tengo ganas de que venga, a pesar de que no voy a poder ordenar, limpiar, arreglar todo antes de que ella llegue, no puedo hacer en veinticuatro horas lo que tardaría un mes en acabar. Creo que se hará cargo, tampoco es que viva dentro del caos, sólo es que debí pintar el piso de arriba hace mucho tiempo.

Tengo ganas de que llegue, de enseñarle mi ciudad, de decirle "aquí me dejé los dientes cuando tenía ocho años y allí había una tienda de chuches que ya no está porque el dueño se jubiló". Tengo ganas de cenar en la terraza a la luz de las velas, que se haga amiga de Ulises y Penélope, de que sea tan friolera como dice que es y se me abrace, que pueda repasar su ombligo con mi dedo mientras suena Hotel Gurú suave y distante. Sí, tengo ganas de que nunca sepa que escribo, de que a parte de cartílago, huesos, piel, también estoy hecho de palabras; ganas de que cuando nos enfundemos el uno la piel del otro no descubra los postits llenos de frases pegados en mis pulmones, en el estómago, en el corazón, porque entonces las palabras se convertirán en otro yo que no se me puede comparar, alguien hecho de niebla, alguien que se guardará su mirada en el bolsillo del pantalón para poder reproducirla luego en un personaje de una novela, mientras el yo que la quiere se muere por navegar en el mar de sus ojos, por desenterrar con las manos los tesoros en las playas de su cuerpo.

Tengo ganas de que ya sea sábado.

jueves, 6 de agosto de 2009

Vídeo: Queen - Bohemian Rapsody

Pregunta Gata qué canción somos hoy... yo no lo sé muy bien, pero imagino que hoy soy de todo un poco, quizá como Bohemian Rapsody, no sé. Creo que fue la primera canción que me gustó de verdad. Mi hermana (7 años mayor que yo) me dijo "esto es una buena canción" y yo pensé que estaba bien. Supongo que para un niño de mi edad (debía tener once años), grabar esta canción de la radio a una cinta de cassette (fue el primer delito contra la propiedad intelectual de una larga lista de fechorías) fue como entrar por la puerta grande de la adolescencia, a esas cosas de mayores. Ahora, años después, sigo recordando el aparato donde grabé la cinta, que era domingo por la mañana y que teníamos una tele en blanco y negro que apenas se veía pero que mi padre se negaba a tirar a pesar de haber entrado en casa "el color".

Recuerdo la vida sin facturas, sin bancos a los que rendir pleitesía, supongo que tuve una infancia bonita, una infancia llena de libros... Bohemian Rapsody... Sí, supongo que hoy soy Freddy Mercury pero en hetero, con aquella energía para estar siempre dispuesto a vivir al máximo.

Un beso


Ayer la chica de la bicicleta me dio un beso. O se lo di yo a ella. O fue que los dos coincidimos en dárnoslo el uno al otro y lo hicimos al mismo tiempo.

Supongo que podría describir el beso, podría decir que todas las terminaciones nerviosas que van de mi corazón hasta mis dedos para escribir sobre duras teclas se mudaron a mi boca, que no entiendo cómo pudimos despegarnos luego. Sí, podría describir el beso pero obviaría algo esencial: que no se puede, por mucho que se quiera, explicar qué es lo que ocurre en la habitación cerrada que forman dos bocas, con la luz apagada, con dos lenguas cuerpo a cuerpo.

miércoles, 5 de agosto de 2009

Blade Runner



Hay una frase que me parece sublime, que expresa todo aquello que uno es, todo aquello que tiene que ver con la existencia y el recuerdo. Los hechos perduran mientras haya alguien que pueda evocarlos y dejan de exisitir, sí, como el sonido del árbol que cae en el bosque sin que nadie lo oiga, si no queda nadie testigo.

"Yo... he visto cosas que vosotros no creeríais... atacar naves en llamas más allá de Orión, he visto rayos C brillar en la oscuridad cerca de la puerta Tannhäuser.

Todos esos momentos se perderán en el tiempo como lágrimas en la lluvia.

Es hora de morir".

Eso dice el androide justo antes de dejar de existir, todos esos momentos se perderán en el tiempo como lágrimas en la lluvia... como lágrimas en la lluvia, qué hermosa metáfora para hablar de recuerdos.

Pervivirán en mí los días y las noches que pasé delante del ordenador escribiéndome con personas que eran reales a cientos o miles de kilómetros pero apenas unas palabras en la pantalla en la realidad de la oscuridad de la habitación donde escribo. Pervivirán todas aquellas que nada más ver mi foto se disolvieron como lo hacen algunas nubes al dejar de ser la forma condenasada de vapor de agua. Pervivirán mientras haya un pequeño espacio protegido, mientras mi corazón tenga estanterías donde guardar cada mail, cada comentario, como un libro en una biblioteca. La araña y la tela de araña, el bibliotecario y la biblioteca, se perderán en el tiempo como lágrimas en...

Quizá, después de todo, el mundo es esto que tenemos en las manos, es decir, las teclas, y más allá, la realidad de ahí afuera, forma parte de un universo apenas conocido de oídas. Mi corazón está confuso porque no entiende qué es la realidad y qué es la ficción. He de reconocer que hasta hace poco no me lo planteaba. Pero sucedió algo. No era algo nuevo pero esta vez tocó la nota certera, creó un acorde nuevo y la melodía dejó de tener sentido.

El otro día leí, no recuerdo dónde, que el presente no existe. Sólo existe un pasado proyectándose hacia el futuro, porque cuando nombramos al presente éste ya es pasado. Sí, es una paradoja, como la de la tortuga que siempre está a mitad de un camino y por tanto nunca llegará a su destino porque siempre estará en un punto medio de una unidad de longitud cada vez más pequeña, infinitesimal.

Esta entrada también se perderá en el tiempo, como todas las anteriores, como tú y como yo, como la moda de los blogs, como el Facebook, como todo. Pasará incluso lo que siento por tí cada vez que recibo un mensaje tuyo, cuando escribes un comentario, ¿quiere decir que dejará de existir? no lo sé. Existirá mientras tú y yo tengamos la capacidad de acordarnos el uno del otro.

Esta tarde he quedado con la chica de la bicicleta, en cuyos ojos azules se podría nadar, y en en los que han puesto unos carteles que avisan de que son aguas profundas y en las que uno podría ahogarse. No soy de esa clase de hombres que tienen miedo, no suelo dejar de hacer lo que necesito hacer en cada momento por miedo a morir. El mundo es de los audaces y no de los cobardes. Sólo los audaces tienen el derecho a añorar el pasado, a evocar los recuerdos. Yo he conocido gente extraordinaria y he conocido a hombres y mujeres que huyen hacia ningún lado. Yo no pienso huir, nunca he pensado hacerlo. Eso no quiere decir que la carga sea muy pesada y que tarde o temprano me debilite. Se es fuerte en la medida en la que uno conoce sus límites y yo empiezo a conocerlos.

Tampoco sé si dormiré alguna vez acunado por el rumor de las olas de sus ojos azules ni si me importará que la corriente me lleve mar adentro. A veces creo que cuanto más fuerte me siento más débil soy y viceversa, quizá por eso hoy he echado mano a los libros más recientes en la biblioteca de mi corazón y he estado ojeando mails que eran libros y libros que eran mails. Y he sentido nostalgia... y se me ha agrietado alguna zona del alma.

Tal vez el tiempo lo cure todo pero el hecho de que no seamos eternos nos limita a vivir siempre con alguna herida abierta.

Si tienes heridas, escríbeme, la mejor forma de que se curen, es que les dé el aire para que cicatricen. Si tienes recuerdos, la mejor forma de que perduren es compartirlos... quizá en ello éste el éxito de los blogs.

Porque aunque no te conozca, aunque no sepa ni cómo es tu cara, ni a qué sabe tu boca, aunque no tengas la conciencia limpia ni quieras que la tenga yo tampoco, aunque yo para tí sea un ángel en las vías y tú la representación de alguien que no eres del todo tú, eso no merma mi capacidad para quererte, con un amor de puerto, tan irreal como una líneas, a pesar de los cientos o miles de kilómetros... porque como todo, se perderá en el tiempo como lágrimas en la lluvia, no porque no sea verdadero, sino porque no somos eternamente eternos.

martes, 4 de agosto de 2009

Vídeo: Toquinho- Acuarela



Muito obrigado. Boa viagem à terra do samba

lunes, 3 de agosto de 2009

Hoy


Hoy es uno de esos días en los que no me queda hilo en la máquina de coser palabras, uno de esos días en los que el vacío sólo tiene la facultad de llenarlo todo, uno de esos en que a mi cuerpo le falta esa chispa que le hace hacer cosas. Hoy es uno de esos días en los que me levanté temprano porque empecé a darle vueltas a la cama y en la cama no quedaba nada, ni tan siquiera amaneció a la hora que tenía que hacerlo porque unas nubes negras montaron un control rutinario a los primeros rayos de sol. Hoy es uno de esos días que uno quiere que acaben para poder tener la esperanza de que el martes sea un lunes con retraso.
Hoy es uno de esos días en los que no tengo el alma dentro del cuerpo, sino que anda por ahí, todavía con los pies descalzos sobre la arena de la playa, dejándose las manos contra el aire tratando de llevar las mías, las de verdad, debajo de tu blusa, tratando de recordar cómo sigue la historia de la chica de la bicicleta, soñando demasiadas veces con el olor de la noche en tu pelo, buscando, sin encontrarla, la razón por la que sigo aquí y no llamando al timbre de la puerta de tu casa.

Hoy es uno de esos días inevitables, uno de esos días que son como un hueco en la vida de uno. Hoy es el día en el que me pregunto si siempre va a ser así o si, por el contrario, acabaré encontrando esa razón por la que me levantaré un buen día y escribiré por fin algo con sentido.

Hoy es uno de esos días en los que no sé qué somos tú y yo y me sigue quemando la idea de lo que me gustaría qué fuéramos tú y yo.

Imagino que lo mejor que puedo hacer es leer en la cama a Murakami, acabar con él de una vez por todas, cenar ligero, dormir temprano, para levantarme con más ganas y con menos dolor de ojos mañana.

Mañana. Siempre hay un mañana.

She - Elvis Costello

Detrás de las palabras


Me pregunto qué estarás haciendo ahora, si mirarás desde el quicio de la puerta y pensarás qué largo es el pasillo, si escucharás las persianas eléctricas de tus vecinos de arriba, si te detendrás a poner las sílabas concretas a las voces de esa pareja mayor mientras hablan de sus cosas (de la vida) en el balcón de al lado, me pregunto si te meterás en la cama antes de tomarte la pastilla o tendrás que volver a levantarte porque se te había olvidado, si habrás hecho planes más allá de esta noche y si en esos planes soy cómplice, aprendiz o sombra, me pregunto si pensarás en mí antes de dormirte y sobre todo me pregunto qué te dirás si lo haces.

Y yo leeré en la cama a Murakami y dejaré la historia de la chica de la bicicleta para cuando tenga menos sueño, porque este fin de semana he dormido menos de lo que esperaba. Quizá me lo tengo merecido por no saber decir "me tengo que ir" a tiempo a pesar de que siempre me quedo con la sensación de que viven demasiadas cosas en mis labios, de que tarde o temprano han de salir hacia tu mundo. Y es que a veces me cuesta abrir la boca para ciertas cosas y no la cierro para otras.

Se me cierran los ojos cuando se me deberían abrir los dedos. Qué rabia.

Yo sí pensaré en tí antes de dormirme