lunes, 19 de junio de 2017

Libro

Demasiados demasiado. Por fin en el camino correcto. Antes de que acabe el año... libro.

miércoles, 14 de junio de 2017

Cielomar


Salió de entre las sombras como el que sale desde una maleza cerrada y abrupta a campo abierto, como el que nace de un parto largo y doloroso, como el que sale de una cárcel después de una condena equivocada, como el que abre una puerta de entrada o de salida para escapar de algo que lleva mucho tiempo pesando ssobre los hombros.

Y no pensó que era una salida, sino que era otra realidad paralela que le estaba esperando ahí desde su primer día, desde el inicio de los tiempos, antes incluso que de que pudieran nombrarse el cielo, el mar, o las estrellas; que en el plano original desde el que dios sigue construyendo el universo, eso, es decir esa nueva vida, estaba escrito en letras grandes al lado de las líneas principales, al lado de todo aquello creado para apuntalar lo que se iba creando.

Tal vez, en algún momento, cuando estaba en el borde, cuando todavía la sombra de los últimos árboles le privaba de los rayos del sol, tuvo esa sensación que uno nunca sabe si identificar con la ansiedad de lo nuevo por venir o con el terror de dejar atrás todo lo conocido.

Pero una excluye a la otra, la seguridad sólo es lo nuevo repetido hasta que deja de serlo, y la aventura es la única forma de vencer a la rutina y al aburrimiento. Al fin y al cabo había llegado hasta allí, había dejado atrás años de viaje hasta la frontera con ese sólo objetivo: llegar.

Como si llegar fuera el final del camino.

Pero llegar sólo es el primer paso después del haber llegado.






Y ese otro yo no sabe vivir sin vos.


Le voy a echar de menos. El tiempo se escurrirá y yo con él, lejos, aguas abajo. Aunque no podamos olvidarnos ya el uno del otro sé desapareceremos entre la bruma de la rutina. Ya sabe, no es nada personal, es esta tendencia mía a destruírlo todo. A empezar de nuevo sobre las cenizas de lo anterior. No voy a disimular que me importa. O tal vez sí. Disimular se me da bien. Creo que llevo disimularndo toda mi vida. Diría que, en realidad, soy otro al que nadie conoce. Alguien que no me atrevo a ser.

Por eso suelo irme, porque a veces llego a cierto límite en el que no me queda más remedio que dejar de ser el personaje y tener que ser yo.

Odio ser yo.

Sea quien sea ese. A veces creo que nunca he sido, sólo he estado pendiente de cumplir con el papel que ejecuto.

Está bien así. No me siento cómodo pero me siento vivo.

Sentirme vivo es lo más cerca de estar vivo de lo que nunca estaré.

Pero últimamente no consigo centrarme, me diluyo. Mi equipo me ha recomendado visitar un neurólogo. Supongo que debería hacerlo. Aunque creo que lo que ocurre es que estoy cansado. Muy cansado. Cansado de estar cansado, de sostener tantas cosas que debería convertirme en gato para disponer de sietes vidas.

Hoy alguien me dijo algo como "parece que estás pastoreando un rebaño de gatos". Me gustó la imagen. En el fondo es algo así.

No sé, me estoy perdiendo. ¿Ves? Igual tienen razón.

jueves, 8 de junio de 2017

La teoría de cero absoluto


Lo nuestro fue un encuentro inesperado. Una mala decisión que se convierte en la mejor de todas. Un fin de fiesta descalzos por la playa. Un levantarse despeinados en una cama apenas deshecha, un cine una tarde de domingo, una despedida con un no te vayas no dicho.
 
Solo sucedió que yo me crucé en tu camino y tú no te cruzaste en el mío.

Así son las cosas.

No creo que salga vivo de esta.

Tampoco creí que lo lograría esta vez.

A veces las cosas sólo ocurren.

Sin más.

Uno acaba por dejar a un lado todo eso de que existe un motivo para todo. Siempre supe que llegaría el día en el que no supiera de ti.

El gran vacío, la oscuridad y el silencio.

Hay un abismo entre lo que soy y lo que quise ser, porque hay un trillón de kilómetros entre lo que soy y lo que tú querías que fuera.

Maldita nostalgia.

Mi querida y cálida nostalgia.

Mi amada tristeza.

Aún no soy capaz de entender por qué te quise tanto.

Espero encontrar algo que haya escrito que lo explique. Algo que me cure; que me deje sin esta duda que casi siempre quiere ocultar la certeza de que... esa que tú y yo sabemos.

Vivo de notas que nunca me acuerdo de leer.

Que escriben alrededor mío una vida que no me acuerdo de vivir.

Tú lo supiste enseguida o lo supiste al poco de conocerme:

Que nunca fui del todo yo.

Que nunca me atreví a ser el que podía haber sido.

Con el tiempo he ido aprendiendo a vivir así: a ratos. Noches de insomnio y días de no saber muy bien hacia dónde voy. Supongo que no tengo edad para escribir esto, pero tampoco ya nadie me lee. Supongo que un día todo terminará, o todo empezará de nuevo.

Y habrá una tú al lado de ese otro yo.

Y otro yo saliendo a buscar esa otra tú que te sustituya.

Sin lograrlo del todo.

Porque nunca se logra nada del todo.

No existe un todo de la misma manera que no existe un cero absoluto.

martes, 6 de junio de 2017

Como si pudiera vivir sin escribir...


Las frases se me escapan si no las escribo aquí. Se van a ese rincón de la memoria donde no hay cámaras de vigilancia que las descubran de nuevo. Se pierden para siempre, se olvidan así mismas como en una especie de suicidio literario. Yo no sé ya si dejé de ser yo en este intervalo de tiempo en el que no soy capaz de reescribir.

Estoy en Bogotá, esperando el vuelo a Barcelona, no me queda mucha batería. El trabajo está siendo muy absorbente. Siempre pensé que cuando funcionara el negocio lo vendería y me retiraría a escribir una novela.

Eso es una trampa, la piedra de Sísifo, No sé cuánto me queda de vida, pero no me gusta esto que estoy haciendo, va demasiado lento, demasiadas pideras en el zapato, demasiados demasiados, agotado de estar agotado, de distraerme, de ser otro que no soy yo, que vive una vida sin mí, sin el  la barbárie del bicho gritando y saltando por la habitación como un loco.

Echo de menos aquello. La locura, los días del miedo, los días de no ser demasiado bueno, los de las noches de insomnio, los de aún ser demasiado joven y demasiado mayor para casi todo.

Como siempre me disperso.

En ocasiones, me gustaría desconectar. Desconectar de todo. Perderme unos días, no ser ni estar, sólo la página en blanco y yo.

Entro demasiado en Facebook, no comento nada, sólo entro y leo.

Últimamente salgo a tomar vinos con amigos. No me gusta. Sólo lo hago por perder el tiempo.

Hace unos días que voy a CrossFit. A veces lloro, a veces vomito. Ahora estoy lesionado, volveré en cuanto pueda. El ejercicio extremo me vacía, me lleva a un estado de no sé muy bien qué suerte de paz. Esa paz que no logro encontrar porque el silencio me asusta hasta tal punto que debo llenarlo de ruido.

Es extraño que tenga miedo de lo que más deseo. Que evite todo lo que tenga que ver con alcanzar la paz, como esos perros que perdiguen un coche, pero que no sabrían que hacer si lo alcanzaran.


El miedo es un lenguaje universal que todos conocemos, sabe quienes somos, forma parte de uno como el tener calor o frío. Es tan poderoso que no hay nada mejor que él para sentirse seguro, porque si estás alerta sabes que tienes una oportunidad de salir con vida. Como si de esta vida se pudiera salir con algo distinto a la muerte.

Espero que el darme cuenta de eso sea el primer paso. el primer paso al que siguen muchos más. Todo se reduce a eso: a no dejar de ir hacia ese lado donde el miedo no te paraliza, donde no te domina.

Supongo que el bicho no es más que eso: aquello que sabes que podrías estar haciendo y no haces, la libertad de decir y hacer lo incorrecto, lo salvaje, lo humano. Eso es lo que nos distingue. No es la raza ni la clase social, es el comprender que el miedo no nos lleva a ningún lado, que somos fuertes, que tenemos un poder infinito dentro de nosotros que sólo se acaba cuando morimos.

El resto es morir en la orilla. Es morir todos los días en la misma orilla, perdernos la isla, sobrevivir al mar para no ser hijos del sol y la lluvia.

He hablado del miedo. Está mal visto hablar del miedo porque el miedo se confunde con la cobardía, y sí, ser cobarde es la consecuencia, a veces. A veces sólo es la excusa con la que nos conformamos. Ahora entiendo aquello de que ser valiente es sentir miedo y superarlo.

Releo lo escrito y pienso que no debería hber dejado de escribir. Se pierde el hábito.

La costumbre. Siempre la costumbre.

Lo más difícil de afrontar no es el miedo, es la costumbre.