lunes, 31 de agosto de 2020

Todo lo que hay



 Me gusta imaginar qué hubiera pasado si...

Sigo tratando de entender qué estoy haciendo y hacia dónde estoy yendo, pero no lo consigo.

Hace años que sé que no voy a sobrevivir a todo esto, pero es lo que hay.

Vivir hasta que ya no viva más.

Antes tenía la ilusión por hacer cosas, entendía que era mi vida, pero ahora no es así.

Supongo que nunca es demasiado tarde.





domingo, 30 de agosto de 2020

Algunas cosas buenas




Oniria sabe cosas que no debería saber. A veces me pregunto si conoce este blog y lo lee. Eso sólo tendría una explicación: que me hubiera hackeado el teléfono o que pudiera acceder a mis claves a voluntad. 

No sería difícil para ella. Conoce a la flor y nata de las empresas tecnológicas de esta parte del mundo. No me importaría demasiado. Ella sabe que guardo mis patentes en un ordenador sin conexión a internet y creo entender que lo respeta.

Hoy estuve buscando un lugar donde quedarme largas temporadas en Estados Unidos. También busqué una compañía de vuelos privados para ir de Boston a Los Angeles o de Nueva York a San Francisco. No me entusiasma la idea, pero insiste en que debería ir físicamente a los sitios. Como ella.

Me cuesta pensar en alguien más. Siempre he estado solo y no concibo la idea de compartir tiempo y objetivos con otra persona, aunque esa persona me haga tanto bien.

Soy de los que se alejan en cuanto la correa aprieta demasiado.

No me gusta tener que justificar lo que hago. Se me da mal dar explicaciones; incluso cuando digo la verdad parece que miento. Es una consecuencia más del síndrome del impostor.

No acabo de creer que lo que tengo o hago lo merezca de verdad.

Hoy he llevado a Ulises al hospital. Le han mandado hasta cuatro medicinas diferentes. No soy capaz de entender el trato que tienen algunas personas con su mascotas. No me ha gustado que quisieran cobrarme por dos días el salario mínimo interprofesional. Me parece algo nauseabundo. Es por eso que esta sociedad se está yendo a la mierda.

Por mucho ser vivo que sea, no debería ser mercancía, bueno, en realidad la mercancía son los sentimientos que nos despiertan. El consuelo a nuestra soledad.

Es absurdo.

He pedido el alta voluntaria. No tiene nada.

Sólo es viejo y se ha deshidratado por el calor que ha hecho.

Oniria me llamó para ver qué tal había ido. Tiene un perro en San Francisco, bueno, es de sus hijas. Creo que no le ha gustado que me llevase a Ulises antes de tiempo.

Esta tarde me la he pasado con él. Como a él le gusta. Penélope también ha estado a su lado. Llevan una eternidad juntos y en el fondo es la última etapa de su vida, esa en la que ya no se pelean tanto, ni juegan. Sólo duermen el uno al lado del otro.

No me parece mala idea.


 

viernes, 28 de agosto de 2020

I´ll be fine




Supongo que necesito escucharte decir que todo irá bien.

Que tú estarás bien.

Si hay algo que se me da bien es ser dejado, no hacer sentir mal a quien lo hace. No ha sido fácil. Creo que practiqué mucho en el pasado.

Claro que con ella fue distinto. La crueldad siempre es innecesaria, la elegancia: opcional.

Me he acostumbrado a que las cosas sean lo mejores posible. Recoger las cosas y conducir un buen trecho me relaja.

Supongo que soy algo así como un profesional del volver a casa, y a fuerza de hacerlo, dejé de salir de ella. 

Dicen que tengo miedo al compromiso, y no es cierto. 

A lo que tengo miedo es a tener que volver a tener que tener esa conversación conmigo mismo en la que acabo diciéndome que todo irá bien.

Que algún día estaré bien.


 I´ll be fine - Cèlia Pallí

Todo irá bien




Creo que hubiera dado lo que sea por saber escribir. Lo que fuera. No esta sarta de frases inconexas y sin sentido. Me hubiera gustado poder armar frases largas, llenas de comas y matices, de deseos y esperanzas, de pensamientos y sentimientos sinceros. Me hubiera gustado poder haber llegado más cerca de ti de lo que lo he hecho, que te sintieras, al leerme, como en casa. Como un gato frente a una estufa, como estar debajo de una manta en un invierno especialmente duro.

Me hubiera gustado escribir como canta Teddy Swims, que deja siempre algo en el aire cuando acaba una frase, porque creo que se trata de eso: de dejar algo tras cada acto que se hace, ganar o perder no importa tanto si al final alguien puede decir que le conmoviste, aunque sea sólo un poco.

Hace tiempo que no tengo la intención de interactuar con nadie. Me he vuelto jodidamente huraño y no suelo promover el contacto con nadie. En ese sentido, la pandemia me ha venido bien. Vivo en mi Matrix y nadie me molesta demasiado. La familia cercana y mis gatos son los únicos a los que soy asiduo. Aunque tendría que decir que, en realidad, es al revés, que son ellos los que tratan.

Eso y los whatsapps

El resto es un dejar que pase el tiempo. No sé hacia dónde.

Los inversores entraron hace días, pero las cosas, de momento siguen igual. Vivo esperando el tsunami que viene, creo que este año lo va a cambiar todo y no precisamente para bien. 

La semana que viene hará un año que mi padre se fue. Cada día que pasa me acuerdo más de él, en que se fue pensando que no me vio triunfar y quizá con la idea de que nunca lo haré. Me acuerdo del hospital y de que pudimos estar con él. 

Pero no puedo pensar en casi nada más.

Y en que no pude darle nada de lo que estar orgulloso.


 

Hemisferio Norte



Teníamos un trato: un mustang y kilómetros por delante. 

Hasta que el sol se pusiera.

Dormir en un motel de esos de las películas, con máquina de hielo en le pasillo, un Motel 6 o así.

Hacer ver que el mundo todavía existe.

Que no se lo ha tragado el virus.

Que, al abrir los ojos, todo sigue igual a como lo estaba antes aunque no sea verdad.

Si es cierto eso de que una mentira repetida mil veces acaba siendo verdad, mintámonos hasta que esto no haya existido nunca.



 

jueves, 27 de agosto de 2020

Aunque sea sin ti


No sé hasta cuándo, ni cómo, ni en qué lugar. Aunque sospecho que no será pronto. 

Seguiré dejando pasar la lluvia de átomos que me llegan desde tu tiempo sin tiempo. 

Volveré a la casilla de salida tantas veces como haga falta. 

Te esperaré sin esperanza.

Consumiré tanto insomino como sea necesario. 

A sabiendas de que viajamos por caminos paralelos que nunca se acabarán cruzando.

Perdiendo siempre contra el fantasma de otro.

A veces se gana cuando se pierde.

Pocas, pero con una me bastaría.

Soy de eternidades tan pequeñas que caben en la palma de tu mano.


 

miércoles, 26 de agosto de 2020

Aunque al final todo sea ficción


Nunca imaginé tener tanta suerte. Al mismo tiempo, nunca pensé en complicarme tanto la vida.

Siempre he sido el otro, y casi siempre acababa igual. 

Incluso he sido el otro cuando pensaba que yo era la mejor opción.

A veces pienso que esto será lo mismo y entonces creo en los planetas y en los signos del zodíaco.

Y en que somos marionetas.

Y que qué corta es la vida. Y qué larga.

Y en que tenemos que renunciar para quedarnos con lo inmediato, y en que no debemos tener un plan B nunca porque no existe una vida B que vivir.

Entonces, me imagino la vida que hubiera tenido si alguna vez me hubieran salido las cosas tal y como deseaba entonces, y veo que, en el fondo, siempre hay algo mejor al final de una etapa.

Porque lo mejor siempre es estar vivo.

El ahora.

Aunque al final todo sea el sueño que soñaste un día.

martes, 25 de agosto de 2020

En algún lugar entre nosotros



Sabíamos que esto iba a pasar, pero la verdad es que no me imaginaba que fuera a ocurrir tan pronto. 

Mientras el mundo se vuelve loco, a mí me parece que todo cobra más sentido, que siempre pensé que somos hojas al viento, plancton flotando en la superficie de un océano al que dan vida corrientes invisibles.

Salimos en los periódicos. El éxito en los tiempos del Covid. Nos llaman de todas partes, creamos tendencias, pero dentro de mí sólo pienso que son los últimos estertores, que vamos de cabeza a un invierno sin piedad que durará años. Oniria suele decir que me gusta ser dramático, que eso es lo que menos le gusta de mí, que siempre espero lo peor en todas las circunstancias. 

Dice que es miedo y que el miedo no lleva a ninguna parte.

Pero el miedo vende, asegura. Nada como ir por delante del miedo cuando quieres hacer dinero (ella lo llama armar un proyecto), cuando tienes a millones de personas buscando a un fantasma que está en todas partes.

Es casi perfecto, un enemigo invisible que puede atacar en cualquier parte. Todas las armas son pocas y necesarias.

No sé si estoy de acuerdo con eso. Es verdad que me había cansado de ser pobre y ahora todo es diferente, no sé si voy a poder acostumbrarme a esto, levantarte por la mañana y no tener esa sensación de ahogo, pero al mismo tiempo de tener una oportunidad única por delante. 

Confieso que me da vértigo, que no me imaginaba las cosas así. Siempre pensé que en cuanto llegara esta etapa de mi vida estaría solo, que no dependería de nadie ni de nada. Y añoro eso: el soñarme en un futuro siendo otro, pero al mismo tiempo siendo yo.

Pero no es así. 

Ahora soy otro, y no me siento cómodo aún. 

Aunque me guste escribirte, lo has notado ya, ya no es el mismo el que lo hace.

Si no otro que es incapaz de imaginar que piensas alguna vez en mí.

 

miércoles, 19 de agosto de 2020

Cena en casa de Jean Paul



Dicen que debes tener cuidado con lo que deseas, pero nunca he oído que debes tenerlo igualmente con ser parte de algo que desea otra persona. 

Hace días que me pregunto qué hago en todo esto, asistiendo a reuniones virtuales en medio de una pandemia, haciendo como que sé cosas que no sé si sé, que hablo que porque estoy allí, y sabiendo que no estaría allí si no fuese por Oniria, ella y su sonrisa perpetua, increíblemente serena, dando esa imagen de que es capaz de perfeccionar más aún la perfección.

En lo que sea.

Podría dar romper un espejo y crear un caleidoscopio más bello que la imagen original sin romper. Todo le sale bien. 

Fuimos a cenar a casa de un científico francés, creo que estuvo en el equipo al que concedieron un nobel de física. Noto que le caigo bien, no hace más que hacerme preguntas para saber cuánto estoy dispuesto a admitir que no conozco. Yo le hago preguntas personales, como cómo se conocieron él y su mujer. Para entonces han caído ya varias botellas de vino, claro. 

Cuando nos despedimos me dice que le pida cualquier cosa y él me ayudará.

De vuelta, Oniria me dice, que así soy yo, caes bien y cuando te das cuenta estás deseando dar todo lo que estés dispuesto a admitir, me dice.

Porque la distancia siempre la pones tú. A veces da la sensación que estás muy lejos y que no quieres ir más allá, que en el fondo tienes miedo a darte. Seguramente no le pedirás ayuda, y ese hombre puede darte la clave de la tecnología que estás buscando para terminar la tuya, pero por la manera que tienes de ser, no lo harás. Y él tiene ochenta años, no te va a robar ninguna idea tuya. Sólo desea dejar una huella de su paso por este planeta, dice mientras conduce.

Hasta critica bien, lo hace todo bien. No había conocido a nadie así antes. No sé si la quiero o la admiro, si no soy algo así como un groupie de la tecnología del Valle. Si es sexo mezclado con fondos de inversión o la bella y la bestia. 

Cuando volvemos a su casa, entro y saludo a su marido. He dejado mi coche en el parking de su casa. 

"Hemos ido a casa de Jean Paul, quería que se conocieran" dice al entrar.

Al marido de Oniria también le caigo bien. Sabe que no puede tener mucha relación con los socios de su mujer porque trabaja en un gran banco que financia proyectos en los caben proveedores como yo. Él también trabajó para ONU y hablamos del proyecto. 

A veces pienso que sabe lo mío con Oniria, pero que por alguna razón hace tiempo que ha admitido que eso es lo mejor. Quizá no le interese el sexo, o piense que ya no está para estar a la altura de las expectativas. Hay hombres a los que el deseo de una mujer le echa para atrás. 

El deseo del otro siempre es ajeno a nosotros, nos gusta desear, pero nos puede parecer sórdido ser el deseo de alguien exageradamente expresivo y dominante. O al revés, no sé. No se me da demasiado bien averiguar este tipo de cosas.

Nos sirve algo y bebemos los tres en el jardín de su casa. Tiene unas vistas maravillosas sobre Barcelona. Hablamos de casi todo menos de trabajo. Habla de sus hijas y me pregunta por mis sobrinos. Me dice que sería buena idea que fueran a Estados Unidos a estudiar, no ahora, claro, más adelante, cuando el bicho se pueda controlar.

Si se llega a hacer, dice.

Entonces suelto eso que un buen amigo economista también, pero aficionado a la astrología, me dijo hace unas semanas: que llega algo más que agravará la situación a finales de año.

Y hablamos de lo que haríamos si supiéramos que el mundo se iba a acabar dentro de dos meses, y todos pensamos en que trataríamos de estar con las personas que nos importa y celebraríamos estar con ellos. Todo tan americano y tan perfecto... me dan ganas de llegar a casa y comerme unas migas para volver a ser yo.

A veces cuando llego a casa noto que tengo tensos los músculos de la cara de tanto sonreír. Y es una sensación que no me gusta. 

Es como quitarse físicamente una máscara que oculta quién soy.

Daría lo que fuera por poder ser yo, pero entonces viviría casi todo el tiempo encerrado en casa como esos jóvenes japoneses que no salen nunca de casa, con la excepción de que a mí me gusta el contacto humano, las charlas alrededor de una mesa y las anécdotas.

Siempre cuento la anécdota de cómo conocí a Oniria.

Pero soy incapaz de explicarle a nadie que hace una eternidad y media que cuando me quito la máscara en la primera persona en la que pienso eres tú.




viernes, 14 de agosto de 2020

Seremos como esas estrellas fugaces


No quedará nada.

Quizá la purpurina con la que los cometas siembran de elfos y hadas los bosques que se entrometen en sus trayectorias. 

A veces es mejor no empezar nada.

O empezarlo todo, sin que quede nada de lo anterior.

¿Por qué he querido ser tantas cosas al mismo tiempo?

¿Qué planetas habrán confundido a sea lo que sea que vive dentro de este cuerpo?

Sólo sé que cuando hago algo quiero estar haciendo otra cosa.

Que cuando estoy con otra persona, en realidad es contigo con quien quiero estar.

Y el miedo que llena mi vida es que me pase eso mismo contigo.

O que no me pase y sea a ti a quien le sobre yo.

A veces me gustaría empezar de cero, en otro cuerpo, en otra vida, olvidar que me olvidarás y crecer en otro lugar, en otra familia, no saber que he existido aquí y no me atreví a querer ser el hombre que lo apostó todo a quererte, como el que juega a la ruleta.

Quizá vinimos a eso.

A no dejar escapar nada, a trascender las rutinas, a tomar decisiones, en ser los primeros en pisar Marte, a encontrar lo esencial y no dejarlo escapar, o apostarlo todo a atarlo a una cuerda y dejarlo volar como a una cometa asumiendo que algún día se irá lejos.

Sabemos que tarde o temprano desapareceré sin dejar huella, que si aún no ha ocurrido es por que me siento apegado a los que me rodean.

Sólo estoy buscando la excusa o el momento.

Que un rayo me rompa o que el polvo de estrellas me duerma.

Seguiremos siendo algo así como un paréntesis en todo esto. Un día dejarás de leerme y lo sabrás. 

Y no ocurrirá nada.

Todos los que me conocen sabrán que era cuestión de tiempo.

Y pensarán que viví una vida que no era la mía.

Supongo que tendrán razón, pero ¿quién la vive?

No nos da tiempo. Somos como esas estrellas fugaces que duran un instante y se pierden para siempre las haya visto alguien o no.

Sin que nadie pueda hacer nada.

Sólo observar cómo se enciende y se apaga.

 

Un lugar en el mundo


Quizá las cosas no sean del todo igual a como las imaginamos, pero esto es mejor que nada, me dice.

Hay un lugar en el mundo que nos pertenece y al que pertenecemos. Ya sabes. Estamos juntos y con eso me basta, dice.

Su avión sale para el otro lado del mundo pasado mañana.

Han cancelado la mayoría de vuelos a San Francisco desde que empezó todo esto del virus, pero aún quedan unas pocas conexiones con KLM y British Airways. Me preocupa que coja el virus. No es alguien de alto riesgo, pero creo que si se enfermara lo desarrollaría de una forma de las más virulentas.

No sé por qué pienso eso.

Me pregunta si me preocupa algo, pero no soy capaz de decirle lo que estoy pensando. Le digo que cuando pensaba que el mundo se acababa, va y aparece ella. Que cuando la conocí en Las Vegas pensé que éramos parecidos, pero luego, cuando supe quién era, fue como si se abriera un abismo entre ambos.

Es una estupidez, dice ( me gusta cómo los americanos llaman estupidez a lo que en realidad es una tontería y eso, aunque poco, me hace sentir estúpido).

Salimos del hotel y me dice que prefiere coger un taxi, porque no sabría cómo explicar que la llevo yo en mi coche, por mucho que diga que quiere invertir en mi empresa.

Se nos nota algo, dice.

El día que nos conocimos ya se notaba algo, le digo.

Se ríe. Le digo que tiene una sonrisa republicana y finge que se enfada.

Hay un millón de estrellas brillando en su mirada. Si no se ha echado colirio en los ojos es que siente algo por mí de verdad. 

Es la primera vez que existe un universo entre otra persona y yo y aún así estoy tranquilo.

Debe de ser la edad.

Al mismo tiempo, tengo muy claro que no dejará a su marido. No, por mí. Tal vez si acabo montando todo ese entramado de tecnología y ella se viene conmigo. Entonces será inevitable, pero de momento sólo soy el tipo simpático con un proyecto interesante. Me cuesta creerlo, pero a veces pienso si soy el primero o si soy el único. 

Se sube al taxi enfundada en ese traje típico americano y su collar de perlas que desentona en una Barcelona en pleno mes de agosto. 

Su taxi se pierde Passeig de Gràcia abajo.

No hay un millón de estrellas brillando en ninguna parte de mi cuerpo. Me pregunto qué estoy haciendo. Si a mi edad era necesario meterme en un problema así.

Puede que mi vida sea hubiera sido de otra forma si no tuviera esa propensión a meterme en líos de los que no se sale fácilmente.

Esta noche hemos quedado para cenar con conocidos suyos. Llamo a S. y le pregunto si quiere acompañarme. Ella lo sabe todo, pero viene porque le gusta estar con alguien como Olivia. A veces pienso que también el gusta, bueno, creo que es evidente que es así...

S. me dice que encantada.

No tengo edad para estas cosas.

 

lunes, 10 de agosto de 2020

Me caes bien




Siempre me han caído bien las personas diferentes. No sabría explicar muy bien el porqué. Supongo que porque yo también soy un poco voy a la mía. Por fuera soy un tipo de lo más normal, pero adoro todo lo que se sale de la norma de una forma no violenta.

Me gusta la gente que se disfraza de otra persona. Decía el psicoanalista con el que fui hace años, que mientras miras la máscara no miras a quien la lleva y que, en el fondo, eso es lo que tratamos de hacer todos un poco: crearnos un personaje para evitar entrar en contacto directo con el mundo.

Eso también tiene que ver mucho con todo eso de la teoría del observador en el experimento icónico de la física cuántica para no físicos... el observador modifica el experimento. Es decir, si alguien nos viera tal y como somos tendría la capacidad de modificarnos sólo por el hecho de opinar sobre nuestro verdadero yo.

Quizá por eso aunque escribo en este blog sobre mi, en realidad, estoy escribiendo sobre ese personaje que me gustaría ser o con el que intento que tú creas qué clase de ser soy. 

Sé que no lo he conseguido. Uno no puede ocultar quién es entre dos mil entradas y otros dos mil intentos de maquillar quien es. Creo que, en realidad, después de todos estos años tú sabes más quién soy yo que yo mismo, porque al fin y al cabo yo sólo trato de construirme un personaje y tú tienes la facultad de leer entre líneas.

A veces me pregunto si en realidad me enamoré de tu personaje y no de la persona que estaba tras la máscara, pero siempre parto de la certeza de que tú escribes de una forma mucho más directa, donde caben menos artificios y, por tanto, queda más al descubierto quién o qué no quieres ser.

Y digo bien: quién no quieres ser. Porque somos tanto lo que somos como lo que evitamos ser. Es decir, en lo que evitamos está el negativo de la imagen que proyectamos. Vivimos lo que nos gusta y tratamos de dejar de vivir lo que tememos.

Y creo que es por eso por lo que me caes bien.

Porque sé que mi observador nunca modificará lo que eres y que, cuando me observas, al modificar mi realidad, me convierto en algo mejor de lo que soy o de lo que me gustaría ser.

Y eso ocurre pocas veces.

Y entre muy pocas personas.

 

viernes, 7 de agosto de 2020

Universo, tras universo, tras universo


En un rato iré al notario.

Cerraré una etapa de mi vida para empezar otra más próspera. Perseguía esto sin atreverme a pasar al otro lado. Planificaba esta abundancia, pero hasta ahora no había dado el paso.

Estos últimos días he estado haciendo un repaso a lo que han sido estos últimos años preguntándome si había tenido sentido esta pelea continua y apostarlo todo a un solo número. Me acostumbré a luchar contra lo que me decían que no hiciera y al final me he salido con la mía.

Todos a mi alrededor dicen que parece un milagro.

Pero sé que no lo es.

Sólo ha sido terquedad y ganas de tener la razón. A veces me asusta no saber parar cuando quiero algo, porque pueden pasar muchos años y, aunque antes tenía la percepción de que me quedaba mucho por vivir, ahora soy consciente de que no es así.

Mi padre se fue diciéndome que se moría sin verme triunfar.

Y eso es algo que me ha condicionado este último año.

Ahora empieza algo diferente. Dejo atrás lo malo conocido.

Mis pies dejan de tocar tierra.

Releo el poema de Kipling y le doy las gracias por haber estado ahí en los momentos difíciles.

También sé que lo que hoy empieza también un día acabará para dar espacio a otra etapa.

Todo lo que he estado desarrollando lo he hecho para dejar un mundo mejor. Afrontamos un cambio de era que ahora mismo es inimaginable y por alguna razón que desconozco, me preparé para ello.

De la misma forma que, también por otra razón que tampoco comprendo, llevo unos años haciendo otras cosas que tienen poco sentido, aunque sé que tarde o temprano, será una parte importante de mi vida.

Creo que todo esto empezó cuando era un niño.

Todo empieza cuando éramos niños y la vida era algo sobre lo que no se pensaba, sólo se utilizaba.

Es la hora de devolver a la vida lo que la vida nos ha permitido ser y hacer.

Si en verdad somos una miríada de átomos que, juntos, hemos viajado por el espacio y por el tiempo creando una conciencia capaz de crear y persistir, en darle un sentido al trocito de universo que nos envuelve, entonces cada vez estamos más cerca de encontrarle sentido a todo esto.

Han pasado más de doce años desde que abrí el blog. Me parece una eternidad detrás de otra.

No sé si es una distracción o algo inmensamente necesario.

Pero ya sabes, era la única forma que tenía de conocerte.


miércoles, 5 de agosto de 2020

Pedazos


Todavía quedan palabras que saben a otro tiempo, no demasiado lejano.

Barcelona y los benditos malditos sábados de fiestas de erasmus 

L´escola d´escriptors de l´Ateneu Barcelonés y luego quedar con ella a la salida.

Decirme a mí mismo que un día escribiría un blog que se titulara "moriría por ella".

El ardor en la sangre.

El fin de semana en la costa Brava.

Peratallada y la infinita puesta de sol

y las canciones de Ismael Serrano y Estopa.

Y el fin del fin, que sólo fue otro comienzo en otro lugar y con otra gente

En otro mundo que ya no era mi mundo.

Hasta llegar a aquí después de saltar de planeta en planeta hasta tu casa.

Cómo me hubiera gustado conocerte entonces, cuando todavía era un yo menos contaminado por una misión más grande de lo que imaginaba.

Un espejismo.

Donde perder es ganar

y ganar otra forma distinta de perder.

Y ahora, que ya es demasiado tarde, lo cambiaría todo por una oportunidad contigo.

Sea lo que sea eso.

Aunque supiera que esta realidad también acabaría haciéndose pedazos.

martes, 4 de agosto de 2020

Agosto 2020


Éste tendría que ser diferente

Éste es el agosto que tendría que haber sido el año pasado.

Se me va la vida, día a día.

Hacia algún lugar al que no sé si tiene la capacidad de volver.

Hace tiempo que sé que no debería estar aquí.

Ahora, que sé que las palabras son más importantes que los hechos, que hablar es lo que somos en un espacio y tiempo que no controlamos y al mismo tiempo creamos.

Ahora que empiezo a no acordarme de tu cara, que no noto ya tu presencia, es cuando empiezo a sospechar que, en realidad, nada tiene sentido.

Empieza a ser todo demasiado raro.

Que todas esas casualidades son, en realidad, una sola realidad hecha de fotogramas.


sábado, 1 de agosto de 2020

Otro mal verano



Ulises se está muriendo.

Y no estoy a su lado.

Me siento como la peor persona del mundo.

Nunca imaginé que la vida acabara siendo esto que vivo. Sin ser dramático, sin que haya guerras o hambrunas, todo esto me está superando.

No sé qué he hecho, pero estoy seguro que lo he hecho todo mal.


Como si ya hubiese pasado



Hay un lugar donde se cumplen los sueños.

Estoy convencido de ello.

Aquí y ahora. 

Cerca y lejos al mismo tiempo.