lunes, 30 de mayo de 2011

Todo menos la voz


Sé que estuviste a punto de llamarme. A esto de coger el teléfono, respirar hondo y que fuese lo que dios quiera, un dios menor, eso sí, que ni tú ni yo creemos en algo tan importante que deba llevar mayúsculas o s final sin ser plural.

Sé que tuviste el teléfono en la mano y pensaste ¿para qué? ¿por qué? ¿y si no es como espero que sea? ¿Y si no hay nada? ¿Y si el tiempo es de verdad el gran enemigo?

Estuve a punto de llamarte, pero me sangraba el teléfono en la palma de la mano, negro como un pozo de brea, invisible como para no verlo y oírte al mismo tiempo. Estuve a punto de llamarte y preguntarte si quieres que nos veamos, en alboroto, té, café, magdalenas, rozar con la palma de las manos el trigo aún verde, quedarnos asomados al abismo de un silencioso silencio vacío como un cuenco vacío.

Estuve a esto (los dedos casi se tocan) de proponerte la locura de la palabra, saber de verdad el uno del otro y el otro del uno, pero luego me vencieron las certezas. Y me fui acobardando y haciéndome pequeño como un liliputiense bajito, buscando la excusa menos mala, dejándome las palabras en las postadas donde descansan tus libros. Tan tuyos como míos, tan mudos por fuera a pesar de tantas palabras dormidas dentro.

Lo peor de todo fue creer que si no te llamaba yo me llamarías tú. Lo peor siempre es lo que queda de la esperanza después de la espera.

Lloverá. Dicen que aquí lloverá.

Y te imaginaré con el pelo mojado. Y empezaré a vivir de nuevo sin tu voz.

Y a soñarte de nuevo sin tu cuerpo.

Pataleta


Hay días en los que, de pronto, todo se me vuelve cuesta arriba, días en los que la realidad puede con todas mis fantasías, días de vino, embargos y rosas, que se funden para siempre como barras de plastelina, días en los que me doy cuenta de hasta dónde estoy metido y que no voy ganando ni una sola batalla sino huyendo hacia adelante. Días en los que le doy la razón a quienes se fueron, días de sol y sal, días que son lunes final de mes hasta atravesar el corazón como una aguja de ganchillo, días en los que necesito una razón más, una sola bastaría, para empezar de nuevo en otro lugar, con otra vida, con menos palabras, con menos sueños.

Pero entonces me acuerdo de que no he llegado hasta aquí para rendirme, que no he llegado hasta este punto, que no he luchado tanto para tan poco, que aposté y perdí para aprender a ganar más tarde, que la vida es lo que es y yo... yo decidí tomar este camino, que no es mejor ni peor sino el mío, que me lleva hasta tí y con esto me basta, porque no hay nada mejor que tener una ilusión, fe en lo que se cree, a pesar de todas las voces que te dicen que no vale la pena. Y sí lo vale.

Y para subir la escalera hace falta querer llegar hasta arriba y subir el primer peldaño. Y puede que mi competencia sea enorme, yo no quiero ser grande, yo quiero llegar a donde deseo. Nada más.

He invertido muchas horas, afectos... ahora no voy a tener miedo.

Perdonad si me doy ánimos a mí mismo aquí, pero hay días que lo necesito. Y estoy cansado de que intenten convencerme con la realidad por bandera. Me niego a aceptar lo que los demás crean de mí, si ellos no lo intentan.

Creo en lo que hago.

Vivir es lo que hago.

domingo, 29 de mayo de 2011

El sendero de las nubes


Que mi vida se convirtiera en esto... para encontrarte, en el glaciar de tus ojos, en la perdida y mortecina luz que dejan pasar las nubes cuando llueven. Tú no te acuerdas, entonces la piel no nos quemaba como ahora, ni mis manos te anhelaban con el desespero del que lleva dos minutos bajo el agua y ansía el aire nuevo en sus pulmones. Tú no te acuerdas, me quedé a tu lado aquella noche a infinitos kilómetros de distancia, me colé por el escalofrío de tu piel hasta tus sueños, descolgándome por una cuerda hasta el centro de tu pecho. Y ahí establecí mi campamento base. Tú eras el Everest y yo un niño desnudo. Necesitaba eso que el tiempo siempre te pide a escondidas: perseverancia. Yo a cambio le supliqué un golpe de suerte.

El tiempo es el gran dictador invisible. Te da y te quita, pide poco pero has de saber que lo debes dar todo. ¿Qué esconderá el tiempo? Recuerdo que aquella primera noche, por la mañana, me fui de tu almohada subido en el primer rayo de luz que se atrevió a asomarse por tu ventana, un rayo azul que bostezaba al tiempo que se desperezaba el corazón del mundo. Los gorriones piaron en los árboles de tu calle y me saludaron como si fuera uno de ellos cuando salí por tu ventana hecho bruma, polvo de piel, fantasma, hasta expandirme y disolverme en el aire como en uno de esos trucos de mago que tanto me asombraban de niño.

Ahora que cristaliza sobre papel impreso la certeza de que aquello pasó de verdad y la verdad miente tanto como la mentira, y que mi vida fluye lejana a las palabras, cansado de crecer y planificar la escalada, cansado de vestirme por si llega el frío de la cumbre, ahora que sigo rondando por tu habitación durante la noche, ahora que tu voz es la voz en off que relata mis sueños mientras cuando doy una cabezada, resignado, a los pies de tu cama, ahora que sé que todo y nada fueron en vano me siento en el muro con los pies colgando y pienso si no estaré dejando pasar la vida ante la no promesa de que el tiempo acabará por concederme ese golpe de suerte que no llega.

Y mientras, sigo buscando la complicidad de los días y las horas, de las letras que me empeño en tatuar en este blog que persevera, por si al leerme te das, de una vez por todas, cuenta de que soy yo quien te tapa por las noches cuando hace frío, te susurra al oído que todo irá bien cuando todo va mal, por si te das cuenta de que sólo tendrías que levantarte por sorpresa una noche antes del alba para sorprenderme ahí, polvo de tu piel, saliva de tu voz, perdido en tu cuerpo como una expedición sin guía ni brújula al polo Sur; para que nos folláramos el alma hasta fundirlas como figuras de plástico en un mircroondas, todo lo que nos duren los días y las noches, todo lo que nos quepa en el corazón y en la cabeza.

Pero tú no lo sabes, porque intuyo que cuando yo estoy por la noche en tu cama, tú no estás allí, estás probablemente en otro lugar y entre otras sábanas invisibles, alma frente a otra alma dormida, en otra casa en silencio, en otro polo Sur también de ojos de glaciar, esperando a que llegue el primer rayo azul de sol para desvanecerte con la banda sonora de los gorriones de otro árbol frente a otra ventana, tan lejos de ti como tú de mí. Me pregunto si, por lo menos, alguna vez nos hemos cruzado al volver cada uno a su cuerpo, si tal vez tú y yo, en realidad, nos conocemos de vista de transitar a la misma hora el sendero de las nubes.

viernes, 27 de mayo de 2011

El destino es inexcrutable


Esta mañana me he levantado con la intención de pelearme contra el mundo, las injusticias, la hipocresía, las medallas autoimpuestas, las utopías con seguro de accidentes, pero después de desayunar y jugar uns minutos con Ulises y Penélope he pensado que quien esté libre de culpa que tire la primera piedra.

Y he pensado que no merece la pena enfadarse porque el mundo sea como es, yo sigo a lo mío, a mi proyecto de potabilización, cada día más definido, cada día mucho más concreto. He conseguido un acuerdo en exclusiva y por más años de los que me ofrecían para utilizar una tecnología de muy alto rendimiento, el proyecto entusiasma a la parte de la administración a quien le he hecho llegar el proyecto, se han interesado por él varios inversores particulares... Participaré de un proyecto europeo de fomento de la tecnología medioambiental...

Tiene gracia que cuando peor estoy financieramente, tanga entre las manos un proyecto tan ambicioso, de tan largo alcance. ¿Suerte? No. Si pongo en una balanza las horas invertidas en él y el gasto en desplazamientos, comidas, programas, investigación y búsqueda de apoyos... si analizo los distintos planes y vueltas a planificar, si pongo en un saco todas las decepciones y promesas que, por un motivo u otro, no se cumplieron... la verdad es que me doy cuenta que llevo viviendo para esto desde hace más de un año y medio.

Si miro hacia atrás y releo los pasos perdidos en este blog y mi vida y las situaciones y los equívocos, y los sueños truncados y los amores perdidos, la rabia desbocada por la boca y por las letras, la indignidad de mi decepción echando en cara que me dejaran cuando más lo necesitaba... siento vergüenza de mí mismo. Pero era necesario perder. Y también era necesaria la rabia para actuar.

El tiempo me dará la razón o me la quitará. Me da igual, tener la razón no sirve de nada cuando se pierde tanto en el camino por creer en mí por encima de quienes no creían. Y aunque no lo he conseguido aún, estoy tan seguro de llegar... ya no es posible no llegar.




jueves, 26 de mayo de 2011

Toda la luz atrapada en una habitación a oscuras


Imagino que el tiempo no es el gran enemigo, imagino que el tiempo sólo es la excusa, sólo es el cómplice mudo del crimen.

El tiempo es lo imposible, "si pudiera volver atrás...", cuando uno se desorienta. El futuro es la trampa, " me queda tanto tiempo por delante...", el futuro es la eternidad en las manos, la posibilidad de que mañana todo cambie, la velocidad rápida o lenta, el futuro es la zanahoria irremediable con la que convivimos sin poder nunca alcanzarla. Es el mal necesario y también la esperanza.

El tiempo que tú y yo compartimos fue una mezcla de todo, los ingredientes separados ante la revuelta de la batidora eléctrica, yo creía en tu futuro pero era sólo otra forma de engaño. Uno sólo se engaña a sí mismo, uno sólo es capaz de creerse sus propios sueños.

Nos equivocamos, como la luz cuando atraviesa las rendijas de una persiana y queda atrapada entre los haces de polvo en una habitación a oscuras. Nos equivocamos los dos, por motivos distintos, y con distintos finales para una misma historia.

Ahora que ya no me queda nada, que el futuro de aquellos días es mi presente, ahora que convertí las palabras en una sola palabra, que se van agrietando las comisuras de los labios, que saben amargas las distancias y los silencios, me pregunto qué hubiera sido de nosotros y no me atrevo a contestarme por si acierto.

Ahora que sé que tú a mí no me echas de menos y sigue dolíendome después de tanto tiempo, que la voz en off que relata en tiempo real mis sentimientos se ha transformado en un susurro inconsecuente y deshabitado como una casa llena de fantasmas, ahora que he logrado no saber nada de ti pero sigo preguntándome cómo estarás y no quiero saberlo, ahora que mi vida es un desierto y un espejismo de agua hace que arrastre los pies por la arena, ahora siento la extraña sensación de que aquí me quedo.

A veces vivo y a veces temo vivir. No es fácil decidir, no es fácil ir hacia adelante sin ti, la intuición me dice que no eres feliz pero que lo eres mucho más que si estuvieras a mi lado.

Y cada día la soledad va más allá de mis confines.

Cada día deserto después de la batalla y me alisto a las pocas horas en otro ejército aún más sanguinario. Sé que si por casualidad leyeras esto, lo harías literalmente, cuando todo lo que quiero decir se esconde entre las líneas. Pero sé que no me lees y me tranquiliza (si es que tranquilizarse tiene algo que ver con golpear la almohada que por las noches te nombra).

Y sé que ya nada importa, que todo se lo lleva el tiempo. A veces siento que el tiempo es como luchar siempre contra un viento que a veces se hace demasiado intenso.

Lo acabo de decir, ya nada importa.

martes, 24 de mayo de 2011

video: Paco Ibáñez - Como tú



Mal día, buenas perspectivas, malas respuestas, esperanzas, que nunca son pocas por pocas que sean.

Y miedo...


... a que ocurra lo de siempre, a no ser capaz de que tú también, esta noche, sueñes conmigo.

lunes, 23 de mayo de 2011

Miedo


Tú no lo sabes pero hay algo casi invisible que nos une, un hilo fino como de tela de araña, que cruza valles y montañas, ríos, arroyos, bosques. Tú rama y yo arbusto, la araña saltó de uno a otro, si de ti o de mí no importa. A veces el viento lo mece y flota en el aire como una hipérbole.

Algunas noches atrapa el rocío y las gotas se juntan y brillan como farolillos de papel en una verbena. Me llamó por teléfono un astronauta el otro día y me dijo que la hebra de araña que nos une y la gran muralla china son las dos únicas invenciones humanas que se ven desde el espacio. Me contó que cuando pasaba por encima nuestro, dejaba los experimentos con ratones y todos (los roedores y él) se asomaban al ojo de buey del skylab para verla. Y luego se miraban unos a otros y se encogían de hombros antes de pasar de nuevo a los ensayos. El astronauta soñaba con un mundo sin guerras, los ratones soñaban con un mundo sin gatos.

Colgó después de estar un buen rato en silencio. Le di las gracias por llamarme. Me preguntó qué clase de hombre es capaz de no sucumbir a semejante locura. No supe qué contestarle, fue entonces cuando se hizo ese silencio antes de colgar.

Desde que sé que existe eso nuestro tengo miedo. Miedo a que se suelte, a que se rompa, a que el peso de las gotas de rocío la venza, a que los rayos del sol la deshaga, a que un excursionista o un pájaro sin querer se la lleven por delante. Tengo miedo, un miedo sin forma, miedo a lo que pasará mañana, miedo a que desaparezca eso que casi no existe.

Y llegan las flores o la primavera, crece el trigo verde bajo el tendido eléctrico, las almendras se arraciman en los almendros, salgo a caminar o a correr (según el día) y evito los salientes, las ramas, las vallas, los perros, me resguardo del viento cuando el viento sopla, te escribo cosas con la boca que nunca oirás de mis letras.

Y duermo enredado como el hilo de nylon de un pescador inexperto duerme en el carrete después de un día de pesca nefasto.

Pero te sueño. Tú no lo sabes pero te sueño casi todas las noches.

Un astronauta se ha vuelto insomne por nuestra culpa. Dicen que adoptó a los ratones del proyecto orbital y salen los domingos por Central Park en bicicleta, compran comida china y comen bajo un árbol tallarines tres delicias y hablan entre ellos del hilo de tela de araña que se ve desde el espacio y elaboran teorías absurdas en un mundo con guerras y gatos.

La noche está en calma, el hilo flota con la brisa, yo me voy a la cama con la esperanza de soñarte... pero claro, tú no lo sabes, no puedes saberlo, ni siquera sabes que es por ti por quien escribo esto.

sábado, 21 de mayo de 2011

Somos agua



Eres agua, agua que se pierde entre los dedos de la mano cuando la ponemos así, como en forma de cuenco. Eres agua, la sangre que corre por las venas del planeta, agua que, estancada, se pudre ¿Cómo puedes decir que no lo eres si tienes una piel para no desparramarte?.

Cuando naciste tu madre rompió aguas, lo primero que hiciste fue llorar, así que tu primera aportación al mundo también fue agua. Necesitas beber para vivir, tu comunicación con el mundo, lo que recibes y lo que deshechas, también lo es a través del agua.

Si tú eres agua, todos juntos somos marea, todos juntos tenemos la fuerza de los oceános, podemos eresionar la dura roca, derribamos lo que se nos ponga por delante porque está en nuestra naturaleza fluir.

En las protestas de la plaza del Sol, como en tantas otras plazas de España, en lo simbólico del agua lo que se reivindica es derribar la presa del pantano que unos pocos han construido y que aprovechan para generar su poder (power en inglés es poder pero también potencia eléctrica). Durante estos cinco días mi proyecto del agua ha cobrado aún más sentido si cabe, entre otras cosas porque el proyecto prevee generar puestos de trabajo para jóvenes preparados.

No podemos tolerar que bancos españoles estén comprando bancos extranjeros mientras las empresas nos ahogamos por la falta de crédito o la revocación de los préstamos concedidos anteriormente y sustituidos por otros en condiciones abusivas. No podemos tolerar que nuestros mayores activos (la ilusión de ser joven y quere comerse el mundo y el conocimiento acumulado durante décadas por nuestras generaciones mayores) se pierdan en el paro y las prejubilaciones.

No podemos tolerar que nuestro futuro y el futuro de nuestros hijos esté en un fondo de inversión en Londres o en futuros de petróleo en Dallas, si no lo está en una cuenta secreta en las Islas Caimán. No podemos tener porlíticos que no durarían ni dos meses en una empresa por inútiles ni podemos mantener obras sin sentido.

Hace mucho ya casi cuatro años que me convertí en pobre, cuatro años que siento la incomprensión de quien tiene un trabajo fijo o un negocio al que la crisis le permite más o menos, seguir viviendo. Hace mucho tiempo que siento vergüenza cuando salgo a la calle, cuando me pregunta mi padre, cuando mis tías me preguntan, cuando mis amigos ya hace tiempo que no me llaman y tampoco me atrevo a llamarlos. Cuatro años que vivo para pagar intereses (qué palabra: interés). Cuatro años en los que he visto como me dejaban porque entre otras cosas no tenían un futuro a mi lado. Y era cierto. Nadie sabe lo que es esto hasta que lo vive.

Porque te bloqueas, la sangre se va a esa parte del cerebro que gestiona el miedo y la incertidumbre y te quedas quieto por si el león no te ha visto, o sales huyendo. La crisis me ha ayudado a comprender lo comprensible y a enfurecerme ante lo que no es justo.

Este proyecto del agua es fruto de buscar agua en el desierto. Este proyecto tiene que ver con no esperar a que la situación sea propicia ni para que aparezca esa persona que le dé impulso. Este proyecto consiste en cambiar el mundo que tengo a mi alrededor porque con él cambio yo. Y nace de esta crisis para que nunca olvide cuál es mi lugar en el mundo.

Nos unen las corrientes y los mares, los ríos, los glaciares, nos empapa la misma lluvia, nos bañamos en las mismas playas, pescamos peces que no tienen patria.

A este planeta, en lugar de Tierra, deberíamos llamarlo Agua.

miércoles, 18 de mayo de 2011

Ser extranjero en el propio cuerpo


Hay días en los que me creces como una enredadera, me ahogas, me maniatas, me sabe el café a hiedra y las magdalenas tienen el color de las lilas y huelen a pared de cemento. Hay días que hasta el Linkedin te nombra y sé que estás bien y me duele a la altura del diafragma, con un dolor extraño, convertido en una aleación de estaño y olvido, en una maraña de espinas con las que Penélope teje esta mañana soleada en la que tú ya no recuerdas ni que existo.

Hay días en los que la verdad habla sin sentido, en los que me pregunto el porqué de tantas cosas, días en los que recuerdo un día anterior a conocerte, un día cualquiera, debajo de un andamio de una fachada en obras, días que me indican que llevo algunos años muerto y enterrado bajo la capa de hielo de tu ausencia que, para qué negarlo, me robó el aliento. Te puedo perdonar casi todo menos la crueldad de mantenerme ahí hasta que te estorbara, te puedo perdonar casi todo menos que simularas quererme. Te puedo perdonar casi todo menos el hielo.

Ahora que la vida es eso que está ahí afuera, que vendo por fascículos mis noches, ahora que no sólo sé que no se acabará nunca esta primavera que de vez en cuando me sorprende con este sarpullido vegetal que lleva tu nombre, ahora que llega el tiempo de las amapolas y no puedo odiarte en cada una de ellas aunque quiera, quemo las palabras que nunca te dije, dejo a un lado cada una de las preguntas que me hice.

Ahora que esquivo al amor como si fuera el cobrador del frac y yo el gran Goudini, que salto en vertical los horizontes, que devuelvo al remitente sin abrir las cartas todas las miradas, ahora que de tanto saber quién soy no soporto los espejos, puedo decir que aquí se acaba esta etapa de mi mismo, porque si no me reconcilio con la vida, si no dejo de creer que en los demás está la responsabilidad de cómo me siento, no dejaré nunca de tener cuentas pendientes con todo y con todos, da igual quien sea.

Así que hoy, que me creció tu presencia como la hiedra a un árbol, he tomado la decisión de dejarme en paz y hacer las paces con el mundo, creo es lo mejor y más inteligente. Sé que seguirás presente durante más tiempo pero no puedo hacer ya nada, coger el paraguas cuando lluevas, esperar a que las nubes te lleven, a que el olvido te olvide.

Pero yo ya no quiero quererte, aunque sé que a ti, eso, te importa un bledo.

martes, 17 de mayo de 2011

Volvería a morir por ella


Me gustaría creer que las cosas que ocurren vienen y van del azar a la realidad como las olas lo hacen desde el centro del océano hacia una orilla. Pero no lo creo.

Me gustaría tener aún el corazón tan limpio como cuando empecé a escribir este blog, hace tres años, tres meses y tres días, saber que aún soy capaz de amar hasta el punto de morir por ella. Reconozco que estos tres años, las personas que he conocido durante este tiempo, los hechos, los trabajos, los deseos, las traiciones, las alegrías truncadas, las felicidades seccionadas y las incomprensiones mutuas me han convertido en un hombre distinto al que era. Y no me gusta. Pero sé que he madurado y eso ya es una base para empezar a ser, de aquí en adelante, alguien que vive.

Me gustaría llevar regar la vida de otras personas... con agua... con proyectos, con historias. Dejar de creer en el individuo primero trajo tristeza, luego trajo el que empezara a creer en el Individuo, en la humanidad. Sé que soy un iluso pero me da igual si ser iluso me lleva a tener toda esta sarta de ilusiones.

Me gustaría que las cosas hubiesen sido de otra forma pero si llegar a este punto de mi vida implica haber tenido que pasar lo que he pasado, firmo. Y firmo las cosas malas que me pueden pasarme en poco tiempo porque nada es del todo malo, de la misma forma que vivir conlleva morir, también implica aprender a vivir, a ser, a dar y a recibir. Sigo aprendiendo (eso sí, como soy duro de mollera a base de hostias).

Puedo afirmar sin dudarlo que es, probablemente, la etapa más agotadora y difícil de mi vida hasta ahora, pasarla me está haciendo ver y entenderme a mi y mucho mejor a mi entorno, recuerdo que he pasado otras etapas malas, en la infancia o en la adolescencia... pero ninguna como ésta; me siento tan fuerte como consciente pero es que uno, a lo largo de su vida se fortalece y toma consciencia, es ley de vida y al mismo tiempo es una elección vital.

Esta mañana ha florecido (una sola flor) el bonsai que tengo en la cocina. A pesar de que se ha secado uno de sus troncos, a pesar de ha recibido ataques monstruosos por parte de Ulises para comerse sus hojas para purgarse, a pesar de su soledad en la esquina junto a las ventanas, su naturaleza es dar flores cuando llega la primavera... en nuestra naturaleza está también en dar lo mejor.

No sé cómo saldré de ésta pero saldré, no sé cuánto viviré ni si podré llegar a todos los lugares a donde quiero llegar con el agua. Sí sé que de la misma forma que amé en el pasado hasta el punto que cuando se acabó me dolió tanto que casi no pude soportarlo, seguiré apasionándome y seguiré dando lo mejor de mí en cada momento.

Uno siempre tiene la opción de ver el mundo como un lugar peligroso o un lugar de oportunidades. Nunca sabes qué ocurrirá pero es mejor vivir pensando lo segundo.

Si has llegado hasta aquí te desafío a que ya que vamos a morir tarde o temprano, hagamos que nuestra vida merezca la pena haberla vivido.

Nunca es tarde para un nuevo proyecto.

Ni demasiado pronto.

No te conformes con un beso, pide la bolsa entera de besos.

No te escondas, cuando queda tanto tiempo (o no) y tanto por vivir...

lunes, 16 de mayo de 2011

El camino del agua


Pasa el tiempo y yo tengo ganas de que llegue el día en que empiece a rodar el proyecto de llevar equipos de potabilización de agua... pendiente del registro sanitario, de la homologación de los equipos, de empezar a construir, de empezar a buscar el canal de distribución necesario, adecuado.

Sé que me voy a encontrar muchos contratiempos, no pretendo hacerlo todo rápido, sólo quiero empezar ya a construir e instalar equipos donde realmente haga falta.

Voy a decir una perogrullada pero tengo que decirla, somos todos uno, una humanidad, una sola especie, lo que nos ha llevado a dominar el medio es la capacidad de colaborar, lo que nos llevará a las estrellas será la colaboración. Lo que nos sacará de la crisis tendrá que ver con eso.

Cada día me encuentro con más y más personas que ven un negocio enorme en mi proyecto. Y lo es. A veces me centro en escuchar después de haber explicado los cómos, los quiénes, los dóndes... dejo hablar a mi interlocutor. Si habla de que es un negocio redondo y se le encienden los ojillos avariciosos, no lo vuelvo a visitar. Si por el contrario, veo que hablan del proyecto como una oportunidad para cambiar cosas, ahí me quedo.

Tampoco es que sea intransigente. Cualquier proyecto, para que dure, debe ser un negocio, un buen negocio, debe permitir tener una buena calidad de vida a quien lo genera, lo gestiona, lo distribuye... pero no hay que olvidar que este proyecto del agua es un servicio para con quien tenemos, en cierta manera, una responsabilidad.

Los equipos de tratamiento y potabilización de aguas que propongo son de quienes los utilizarán. Luego los pagará el banco africano, el banco de desarrollo o el país que los requiera, pero son de ellos como las medicinas pertenecen al enfermo y no a la Farmacéutica, como las semillas pertenecen a quien las siembra.

Somos uno sólo, sin enfermos no habría Farmacéuticas, sin semillas no habría empresas que las vendieran, somos uno, un todo, una rueda que gira en el que tenemos necesidades (nosotros muchas cubiertas) y la posibilidad de cubrir las de quienes las tienen.

Sé que puedes pensar que podría hacer más por quien más cerca tengo y tendrías razón. Pero mis conocimientos aquí me sirven de poco y sirven de poco... sin embargo, en otros lugares del mundo puede ayudar tanto...

Elegí aprender esto, por encima de mi inclinación por escribir, quise ser lo que muy pronto voy a ser. Nada pasa por casualidad... Hoy ví Forrest Gump en televisión. Al final, cuando está delante de la tumba de Jenny, Forrest dice algo así como que no sabe si su mamá tenía razón y todos tenemos un destino o si por el contrario, quien tenía razón era el sargento que decía nada estaba escrito, al final reflexiona y dice que quizá ocurran las dos cosas al mismo tiempo (pura física cuántica)... quizá Forrest Gump tenga razón y las cosas ocurran de una forma u otra dependiendo si el observador está o no está.

No sé si es el destino, lo que sí sé es que si piensas en algo y lo deseas con toda la determinación acabará por llegar a tu vida. Si lo haces desde el corazón, si le pones toda la fuerza positiva, encontrarás el camino porque estarás atento a las señales... como cuando vas por una carretera y quieres llegar a un sitio y tomas los caminos correctos en los cruces que te encuentras.

Yo sé que he podido ir más rápido pero también creo que he tenido que llegar a este punto de mi vida (este cruce) para dejar una dirección y tomar otra. Así que doy por bueno todo lo malo pasado.

Supongo que es mi responsabilidad

martes, 10 de mayo de 2011

... y de noche las estrellas.


Al principio pensé que su espalda era como el mar, se erizaba con escalofrío al pasarle la mano como lo hace el agua calma ante una ráfaga de viento. Mas tarde supe que aquello lo producía algo emanaba de ambos, algo invisible y agridulce, del color de las dunas del desierto, algo que amortiguaba cualquier sonido que se produjera fuera de nuestros cuerpos y que nos hacía sentir como dos náufragos frente a la hoguera recién encendida, hipnotizados en el fuego que empezaba a calentarnos los huesos después de tantos días con el desamparo tatuado a sol y salitre en nuestra piel, esa piel suya que era como el mar, esa piel mía que era como el viento.

Al principio mi cama se convirtió en un campamento de verano, desbrozamos la maleza, hicimos círculos con piedras, plantamos un huerto entre su lado de la cama y el mío, izamos una bandera, jugábamos a boys scoutts de pega, luego nos volvimos más perversos, intentamos resistirnos a los frutos prohibidos pero no lo conseguimos, rompimos pactos y promesas mirándonos a los mismos ojos a los que habíamos prometido ser honestos. De tanto cruzar la frontera nos hicimos fugitivos de ambos lados persiguiéndonos con placas falsas de policías corruptos... y el mar de su espalda se volvió un nido de huracanes y mis manos... mi manos se volvieron susurro.

Que llegara el final era inevitable. Siempre hay uno que dispara primero, siempre hay alguien que dice se acabó y en cuanto lo dice sale humo de su boca como del cañón de una pistola. Hacía días que me rondaba por la cabeza ser yo quien disparara primero, nos mirábamos al cruzarnos por el pasillo el uno al otro como en un duelo. No es lo mismo disparar tú a que te peguen un tiro, no es lo mismo dejar a que te dejen, entre otras cosas porque cuando lo hacen hace mucho que han planificado el modus, el cuándo, cómo huir, hacia dónde y con quién.

De nada me sirvió lo de "tenemos que hablar" porque hablar en el amor (como en la guerra) es una rendición encubierta. Se me quedó cara de tonto, la nocturnidad y alevosía en la guantera junto al recibo de un lugar a donde nunca me dijo que había ido. Todo sonó como cuando haces una bola de papel con furia, es decir, hubo silenciador en el cañón o cojín de plumas agujereado, no sé, de veras ya que no importa.

Ha pasado el tiempo. No he vuelto a ver el mar (ni el real ni el de su espalda), odio tener que admitir que tienen razón lo que dicen algunos refranes, pero también que es mentira todo eso de que con un clavo otro clavo se quita. Las heridas cierran tarde y mal.

También es mentira eso de que el tiempo y la distancia sean el olvido. No para los nostálgicos empedernidos, el tiempo no existe y la distancia no importa si se tiene la capacidad para volar con la imaginación.

Pero a pesar de todo, y a pesar de este blog, uno comprende. No se sabe muy bien qué, pero comprende, se hace más duro por dentro, renuncia a sueños irrenunciables, mira la vida que tiene por delante como una oportunidad para vivir con lo que tiene o lo que le queda. Al final, puede que no esté su mar pero sí queda mi viento, un viento que me lleva a lugares donde nunca antes hubiera soñado, a conocer gentes que no hubiera conocido, a encontrar un mar más cálido en el que fondear y volverse alíseo, donde no huir ni tener que perseguir, donde las bocas saben decir lo que el corazón no esconde.

lunes, 9 de mayo de 2011

Memoria

Me dicen que escribo triste, o nostálgico y yo pienso que uno escribe así por darle un valor a lo vivido. Porque me duelen los adioses escribo sobre a quienes dije o me dijeron adiós, porque me duelen los "te quise pero ya no te quiero", escribo sobre ello, porque par mí lo más importante es que eso me importe.

Podría pasar página y empezar de nuevo, podría empezar de menos mucho, podría hacer eso que dicen que es lo más sano, olvidar pronto, la vida es corta, la vida es bella, aquellas persona a las que importabas ya no le importas... pero recordar es mi forma de darle un sentido a mi pasado, y está claro que el pasado es el territorio abonado de donde crecen todos los sentimientos que vendrán.

Escribo sobre ello porque los personajes que habitan en mi y que pueblan mis escritos necesitan saber qué se siente, necesitan poder hablar con voz alta y clara de sus oscuridades y sus miedos, en todas las novelas del mundo hay detrás un personaje con un conflicto, un temor, un afán, un deseo, unos principios o una falta de ellos, escribir es sentir, sentir es recordar que uno es un ser capaz de sentir.

Vivir, claro, es otra cosa. Hace años alguien me dijo que debía elegir entre escribir y sentirme bien. Sigo ahí, entre dos tierras. Entre un proyecto fascinante de llevar agua potable a todas partes que lo necesiten y acabar esa novela, primera de muchas otras. Hacer las dos cosas a la vez se me está haciendo difícil... luego está el tema del dinero...

Quiero que sepáis que no apuesto por la tristeza como quien explora una selva no lo hace para quedarse a vivir en ella. Pero sí escribo acerca de ello. También escribo otras cosas... quizá más tarde...

viernes, 6 de mayo de 2011

La misma ventana, otra lluvia


Me mira como quien arruga el envoltorio vacío de un caramelo, se tira para atrás el pelo y levanta la cabeza al mismo tiempo. Está más guapa que nunca, es decir, estaría más guapa que nunca si en sus ojos habitara el brillo de hace apenas unos meses. Afuera llueve, los cristales atrapan las gotas que salen despedidas cuando explotan contra el alféizar de la ventana. Miro a través del vaho que mi aliento desata en la fría frontera entre la calle y mi casa, e imagino que la lluvia es como si explotase el cielo y las gotas fueran una metralla inútil para agujerear las aceras. Y ella me mira y yo le doy la espalda para ver su reflejo en la ventana.

Se sienta en el sofá y cruza sus piernas. Con el tiempo he ido haciendo una lista de las cosas que hace una detrás de otras, de forma mecánica, anticipándome a cada uno de sus gestos, sabiendo qué hará con poco margen para el error o el destiempo. Y me habla y su voz se vuelve como el vaho del cristal, húmeda y translúcida, cálida e ininteligible, y mentalmente trazo con un dedo garabatos en esa voz que ya no le pertenece, de la que se ha apoderado otra mujer que no es ella, una que me mira como quien arruga el envoltorio vacío de un caramelo. La calidez de su voz huele a eucaliptus. En ese instante entiendo la primera frase a pesar de que lleva hablando algo más de cinco minutos, sintonizo la onda corta de sus labios. Me dice que ha conseguido el traslado y que se va. Se calla y me mira, esperando de mí una reacción que no llega.

Me giro, le doy la espalda a la ventana, a la lluvia, a la calle, al olor a mojado y ahora entiendo porqué le daba la espalda, porque esperaba el filo que tienen algunas palabras para penetrar en la carne. Le doy la enhorabuena, y le pregunto si esto significa que se ha acabado.

Ella sonríe. Me dice que hace mucho tiempo que se acabó y que si no me había dado cuenta es porque soy un hombre demasiado crédulo, un optimista en el cuerpo de un pesimista. "Nada se acaba si no ha empezado" me dice. Me dice que somos diferentes, que no tengo nada que a ella le pueda interesar, que ella es de la raza de los fuertes y yo pertenezco a la de los débiles. Y lo dice con sorna, con algo que se le parece a ese desprecio que sienten algunas personas ante la credulidad de los niños cuando se creen la identidad secreta de los personajes mágicos que habitan su mundo.

Me siento como Bob Esponja frente a Calamardo y el episodio de la caja de cartón. Yo tengo mis pocas cosas, mi piso a punto de ser embargado, mis ilusiones por mejorar, mis ganas de no hacer daño ni que me lo hagan, a los gatos dormitando en cualquier parte, la lluvia... tengo la lluvia bombardeando la terraza, la novela repleta de personajes a cuál más humano, las caminatas por el bosque, las risas del sábado por la noche, a Murakami y el cuento de la luciérnaga... tengo algo inexplicable que me define y me estructura, algo flexible y humano... cuanto más la miro más humano me siento.

Y la luz amarilla y el espejo encima del sofá, y la mesa y las sillas nuevas y la bicicleta de montaña, y la mortecina luz de antes de que amanezca a través del patio de luces... y la pila de libros... y la palmera del parque de al lado. Todo se difumina hasta desaparecer. Y mientras todo se pierde me pregunto qué hice y por qué, y en ese instante lúcido no atino a entender en qué pensaba durante todo este tiempo. Lo intento pero soy incapaz de recordar un sólo pensamiento.

La lluvia sigue cayendo. El olor a eucaliptus sigue inundando la habitación y mi cuerpo, garabateo con el dedo entre las frases con las que lo justifica con precisión de cirujano.

Al final de la conversación habla de R. como no queriendo darle importancia. Y entonces le digo, amable y serenamente, que por favor que se vaya de mi casa. Y me dice que no lo entiende.

jueves, 5 de mayo de 2011

Tren nocturno


Hace unos días caí en la cuenta de que el tiempo avanza raro, o que yo no entiendo demasiado eso que a Einstein le parecía tan obvio o divertido de que todo es relativo, porque todo cuelga del tiempo como una camisa de una percha, o como cuando tú me sostenías la mirada y yo, como de alambre, me colgaba de la barra de tu armario... lo dicho, el tiempo habla un lenguaje raro.

El caso es que capturaron (o mataron) al mismísimo demonio y me pregunté qué hacía entonces yo hace diez años, y pensé que ni siquiera había montado la empresa, uf, cuánto tiempo... tenía un módem de 56 k que me conectaba a www.eresmas.com/es a través de un servidor arrakis. No existía, probablemente, google, era impensable que los procesadores no tuvieran nombre Pentium. Parece que esté hablando de la prehistoria, una prehistoria sin wi-fi (soy ingeniero y el wi-fi sigue pareciéndome un milagro).

Hace diez años la felicidad parecía que iba a ser una herrmienta de Windows, y sin embargo, hoy me han parecido diez años muchos más años que diez puestos en fila unos detrás de otros, no soy capaz de imaginar que todo lo vivido, las personas que vinieron y se fueron, quepan sólo en diez años, entre otras cosas porque las aceras siguen intactas, los árboles apenas crecieron, los libros siguen teniendo las mismas páginas y escritos hace treinta años, me fascinan como si me estuvieran contando la historia mientras sucede.

Entiendo que la vida se ha acelerado mucho, que por las vías del tiempo vamos en un tren de esos que casi vuelan, que vivimos agitados como en una batidora de personas, que llegará el día que estés a mi lado y que llegará el día inesperado que ya no lo estés. Y no es que me rebele contra la velocidad de las cosas, es que sólo me sorprendí recordando lo que ha pasado durante todo este tiempo y me he dado cuenta de que lo mucho que se pierde con las personas que se van, con los sueños que se cumplen para en seguida querer tener otros, en esa vorágine vertiginosa compuesta de miles de burbujas de instantes amados que llevo adheridos a cada una de las células de mi cuerpo, una lista que llevo pegada al alma en post-it amarillo en donde apunto todo eso que me hace ser como soy.

Y he pensado que la nostalgia no es sólo triste, es algo así como la gravedad artificial en los viajes espaciales, algo con lo que pegarte al suelo para no perder de vista la realidad de quién eres. Porque no te engañes, a pesar de la velocidad, todos vamos hacia el mismo destino y, además, por la misma senda. Y creo que es una gran trampa eso de que podamos y sepamos vivir aislados (no he dicho solos), quiero decir que, a veces, hubiera sido mejor no acostumbrarse a todo esto tan deprisa.

Y ahora, que sí sé lo que quiero, no puedo dejar de mirar hacia atrás y dar gracias a todo lo vivido y a esa consciencia que a veces me abruma, porque tengo la certeza de que, al final, lo que uno siente va siempre a la misma velocidad antigua, lo que uno es capaz de dar y recibir es inmutable...

... aunque ya no te sostenga la mirada como una percha una de tus blusas, aunque las yemas de mis dedos conserven en su memoria tactos que ya nunca más sentirá.

miércoles, 4 de mayo de 2011

Miércoles


Rompimos el destino para extraerle lo que había dentro dejándolo vacío y roto como las cáscaras de un huevo. Pero era tarde (o por la noche) y la luz del recibidor iluminaba el cestito donde dejabas las llaves con su electricidad amarilla. Y me pedistes las llaves de tu casa de mis bolsillos y yo sentí como si en frente de mí alguien abriera la puerta de una nevera.

Soy un hombre orgulloso (la diferencia entre la dignidad y el orgullo son los motivos, y yo no los tengo), así que me fui.

Pasaron los años,y pasarán muchos más, moriremos jóvenes, a mí me esparcirán por las montañas porque siempre quise mezclarme con el polvo de las piedras. Nos encontraremos, probablemente en el infierno, demasiado tarde para abrirnos las puertas. Y me pregunto si en esa eternidad que nos queda haremos como que no nos conocemos cuando nos crucemos, si ni siquiera nos importaremos.

Maldito miércoles, no tiene asas por dónde agarrarlo para llevarlo a un precipicio. Malditas todas las luces amarillas, malditas las llaves, malditas las neveras y el infierno, maldito el ascensor de tu casa, malditos todos los finales.

La excusa más cobarde es culpar al destino...


No sé si será la primavera, o esta sucesión de noches de cuatro horas, noches insomnes de nuevo, noches robadas a todas las estrellas que pululan por entre las nubes. Mayo se rebeló lluvioso, por lo menos al principio.

Y me faltan las palabras y se me cierran los ojos, y sigo sin dormir, porque sospecho que te sueño y eso... eso no puede ser bueno.

Las palabras me faltan para responderte a lo prometido. Soy un hombre a quien sus promesas persiguen, como aquellas películas mudas de policías con porra y Ford-T, y traje de presidiario a rayas, y sargento con bigote y ojeras artificiales.

Y se me cierran los ojos... pero no puedo dormir, por si te sueño.

lunes, 2 de mayo de 2011

Una primavera...


Y se le deshacía el cuerpo, tras una pequeña explosión silenciosa, en una nube de mariposas azules que se alejaban las unas de las otras hasta que no quedaba ninguna; es decir, desaparecía delante de todos como si nunca hubiera existido. Y yo, luego, cuando salía a correr por el bosque y me cruzaba con alguna mariposa volando, o posada entre el enjambre de árboles y arbustos, me preguntaba si no sería parte de ella, si serían sus dedos queriendo tocarme o sus labios queriendo decir mi nombre, susurrándome la promesa de que un día se volverían a juntar todas de nuevo, viniendo desde todas partes a las que hubieran ido, y configurarían el mismo cuerpo de mujer que había sido.

Cuando la volvía a ver casualmente por la calle, me miraba y sonreía, se ponía el dedo delante de sus labios terrenos para que le guardara un secreto que, para qué negarlo, nunca trataría de explicar por miedo a que me encerraran en un psiquiátrico. Y su piel blanca, y sus ojos de gata, y su pelo negro y su voz de luna llena me erizaban la piel sólo con saber que, en algún lugar, existían de nuevo. Estuviera lo que estuviera haciendo, abosorto y ajeno al mundo, sentía cómo, de repente, ella aparecía. Levantaba la vista y ella estaba allí, a veces en la acera de enfrente, quieta, mirando a mi ventana, otras veces la notaba llegar hasta encontrármela frente a frente.

Nunca llegué a saber dónde vivía, nos limitábamos a mirarnos, sentarnos en algún banco, o en una cafetería del centro, hablábamos poco, nos íbamos a un lugar apartado, a la habitación de un hotel a repasarnos con los dedos las costuras, por donde a ella se le juntaban las alas de las mariposas de las que estaba hecha, por donde a mí se me cosían las palabras, en las que a veces me deshago hasta volverse viento.

Quizá por eso nos buscábamos. Quizá éramos eso: ella unas alas y yo el aire que las envuelve.