martes, 30 de junio de 2015

Idiota


Ayer volví a leer algunas entradas de 2010. No me gusta la persona que se refleja en ellos. Me avergüenza profundamente casi todo lo que escribí. No me gusta cómo escribo, pero esas entradas fueron demasiado crudas, fueron escritas desde la rabia, veo a alguien innoble, alguien que no quiero ser nunca más. 

Creo que cambiar el tono en le que se expresa cambia a la gente, y que también, cuando la gente cambia, es capaz de cambiar lo que dice y siente habitualmente. Me gustaría que todo lo que dije no hubiera sido dicho. 

Supongo que tendré que vivir con ese que fui, aprender a no serlo nunca más. En parte, creo que sí he aprendido algo, aunque sea a huir de la gente y viajar con poco equipaje. 

Luego, después de un rato, pensé que hay cosas que se dicen cuando echas sal en una herida abierta, cosas que se gritan. 

No fue justo. Supongo que no sirve de mucho. Ella ya no entra en el blog. Entonces sí, y tuvo que dolerle mucho. 

Estaría bien que pudiéramos reflexionar con la madurez que nos da la perspectiva de los años, justo en el momento en el que suceden las cosas, pero no es así. 

A veces creo que no podré empezar nada nuevo de verdad hasta que haya cerrado esa parte de mi vida en paz. 

Nadie tiene la capacidad de hacer las cosas de la forma en la que quiere en el instante en que suceden, pero pueden pasar años pensando en cómo hubiera tenido que hacerlas. 

Ese, supongo, es mi caso.

viernes, 26 de junio de 2015

El fondo del mar


Al principio creí que quemar deseos en la hoguera era otra forma más de tentar a la suerte, algo así como lanzar un sedal al mar con la intención de pescar ballenas, pero una noche de Sant Joan, quemé su nombre (o él me quemó a mí, no lo recuerdo) y eso cambió el rumbo de mi vida, o eso quiero creer, no sé.

El caso es que a veces uno desea algo tan grande que puede arrastrarlo hasta el fondo de un silencio oceánico, tan maravilloso como irrespirable, tan lleno de vida como de corales agonizantes; hasta que lo rescata una sirena, como en el cuento. Los hombres tenemos algo así como un contra-cuento de la Cenicienta, donde al príncipe lo salva un pez. deberíamos inventar una género femenino para pez sin que tenga que ser necesariamente "peza".

No sabría decir qué ni cómo salió mal. Me basta el dónde y es hasta aquí hemos llegado. El tiempo lo quemará mejor que todas las hogueras de Sant Joan juntas, al menos a mí me queda esa esperanza. Mientras tanto, sigo creyendo que se pueden atrapar deseos inmensos, aunque te sumerjan hasta paraísos insondables.

Uno puede regresar del deseo si sabe romper el sedal a tiempo.

Supongo que sólo tenemos una vida para averiguarlo.

Aunque a veces me seduce la idea de que vivamos simultáneamente en infinitos universos en los que enmendar errores, y en donde en uno al menos, somos capaces de respirar debajo del agua.

martes, 23 de junio de 2015

La hoguera donde quemé mi deseo


Años más tarde me confesaría que la noche en que la conocí había estrenado un wonderbra. Y yo que creía que me había conquistado su sonrisa... todos los hombres somos iguales. Algunos más iguales que otros, pero ¿qué le voy a hacer? Supongo que aprendí a leer su cuerpo con las manos y me volví un estudiante aplicado, eso es todo.

O eso debería haber sido todo. Yo creo que uno se enamora precisamente cuando no quiere hacerlo, que es algo así como una gripe; sabes que salir a la calle sin chaqueta te puede costar una pulmonía, pero sales igualmente porque tienes la estúpida creencia de que ese día las leyes de la naturaleza no funcionan contigo. Y a mí me pasa eso, yo ya sé que no debo quedar una segunda vez, que un virus al que no soy inmune anda suelto. El segundo día llevaba puesta una sonrisa en lugar del wonderbra. Lo hubiera preferido. No tuve escapatoria.

Y de haberla tenido no hubiera intentado escapar.

Supongo.

Un viento se levanta


Cuando la conocí yo empezaba a buscar eso que siempre creí que pertenecía sólo a unos pocos magos. A mí, por aquel entonces, me costaba digerir tanta inocencia o, por lo menos, la veía pasar como se ven pasar las paradas cuando te has equivocado de autobús. Y pensé que tenía tanta suerte de que el tiempo se detuviera de esa forma que no creí que pudiera volver a ponerse en marcha nunca más...

Pero supongo que las cosas ocurren porque no tienen remedio y así, como con todo, con el tiempo he aprendido a no perder la cabeza. Yo creo que eso es un rasgo de la edad que juega siempre en contra: sobrevivir. Sobrevivir está sobrevalorado. Lo importante siempre fue arder hasta consumirse.

No sé cuándo lo olvidé. Supongo que al mismo tiempo que olvidé lo que era estrellarse.


Hoy hace diez años, es decir, cuando den las diez de la noche de hoy hará algo así como una década. Siempre hay un día en el que te cambia la percepción de las cosas, y sospecho que lo peor que puede sucederte es que en realidad cambien, aunque sea años más tarde, para volver al lugar de inicio y que tú regreses con él.

A veces la verdad contiene demasiadas mentiras.

Y las mentiras, demasiadas certezas.

Pero no puedo evitar sentir nostalgia. La tristeza que la provoca hace tiempo que dejé de sentirla.

La tristeza está también sobrevalorada. Es lo que te lleva a resignarte y la resignación a sobrevivir.

Y lo importante siempre será arder.

Como en una hoguera.

Hasta que no quede nada del pasado.

O hasta que muramos en el intento de asaltar las estrellas.

lunes, 22 de junio de 2015

Mañana hará diez años



Ella tenía casa en ese lugar en el mundo en el que yo siempre había soñado vivir. Igual fue sólo por pura piratería de sentimientos, por decir yo he estallo allí y he vuelto, que la quise. Lo que no sabía es que puede que haya lugares desde los que se puede volver, pero hay personas de las que no se puede regresar nunca.

Tal vez sea sólo una suposición mía y, en el fondo, uno nunca es el mismo pase lo que pase; pero si hoy pudiera pedir que se me concediera una cosa, una sola, sería llegar a saber si sigo todavía allí y esto, esta sensación de que aún estoy vivo y vivo esta vida en la que estoy escribiendo en este blog que no sé si es mío, es una forma de seguir con la esperanza de que todo regresará al mismo estado antes de encontrarme con ella.

Para volver a conocerla.

Y que todo fuera distinto.



Supongo que tendré que aprender a vivir así.

domingo, 21 de junio de 2015

Verano 2015


Aprender la diferencia entre lo que es y lo que parece que es, entre lo que quieres y lo que necesitas ahora, perder el miedo a dar pasos en falso que pisan huellas de otros pasos en falso que tuvimos que desandar. Demasiado difícil para intentarlo de nuevo, demasiado viejo para volver a pretender que aún puedo con casi todo lo que me proponga. Perder, a veces, para sacar fuerzas de donde no quedan, perderse y no saber volver a casa.