viernes, 26 de junio de 2015

El fondo del mar


Al principio creí que quemar deseos en la hoguera era otra forma más de tentar a la suerte, algo así como lanzar un sedal al mar con la intención de pescar ballenas, pero una noche de Sant Joan, quemé su nombre (o él me quemó a mí, no lo recuerdo) y eso cambió el rumbo de mi vida, o eso quiero creer, no sé.

El caso es que a veces uno desea algo tan grande que puede arrastrarlo hasta el fondo de un silencio oceánico, tan maravilloso como irrespirable, tan lleno de vida como de corales agonizantes; hasta que lo rescata una sirena, como en el cuento. Los hombres tenemos algo así como un contra-cuento de la Cenicienta, donde al príncipe lo salva un pez. deberíamos inventar una género femenino para pez sin que tenga que ser necesariamente "peza".

No sabría decir qué ni cómo salió mal. Me basta el dónde y es hasta aquí hemos llegado. El tiempo lo quemará mejor que todas las hogueras de Sant Joan juntas, al menos a mí me queda esa esperanza. Mientras tanto, sigo creyendo que se pueden atrapar deseos inmensos, aunque te sumerjan hasta paraísos insondables.

Uno puede regresar del deseo si sabe romper el sedal a tiempo.

Supongo que sólo tenemos una vida para averiguarlo.

Aunque a veces me seduce la idea de que vivamos simultáneamente en infinitos universos en los que enmendar errores, y en donde en uno al menos, somos capaces de respirar debajo del agua.

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