jueves, 28 de noviembre de 2019

Universe


No comprendo cómo puedo seguir viviendo con la certeza de que lo que soy no es una de las múltiples posibilidades de lo que podía haber sido, que los átomos que se reunieron en mí no son más que una maraña de casualidades, que todo lo que somos es, en realidad, un azar ordenado por unas leyes genéticas ambiguas, pero azar al fin y al cabo.

Y no puedo entender que de todo ese azar elevado a la máxima potencia no haya ningún universo donde podamos estar juntos ni tan siquiera un poco. Me pregunto dónde queda la voluntad en todo esto, qué me impide dejarlo todo e ir a donde estás y mirándote a los ojos, las múltiples decisiones de todos nuestros antepasados hasta Eva y Adán, hablaran por mi boca y dijeran que el final del camino estaba aquí, en este viaje y en este millón de átomos contemplando a ese otro millón de átomos buscando una respuesta.

Que el big bang fue el principio del comienzo, que toda esta multitud de galaxias son sólo el residuo necesario para tener la excusa para crear la Vía Láctea y en ella un sol íntimo que diera el calor suficiente a un planeta donde hacer crecer algo con voluntad de moverse de un lado a otro quién sabe si impulsado por un soplo en el alma y en el que hacer brotar miles de seres, durante miles de años, hasta llegar a ser eso que se parece tanto a ti y a mí en este preciso mismo instante.

Cara a cara, mientras me lees. Porque hasta aquí ha llegado la vida y la civilización, sólo queda el vacío insondable de lo que ha de venir.

Mañana habremos desaparecido sin dejar apenas rastro.

Un universo cuajado de bolas de gas ardiendo en un infinito océano a mil trillones de grados bajo cero.

Sin más motivo para existir a partir de ahora.

Como si ya nada tuviera sentido.







miércoles, 27 de noviembre de 2019

El último lugar de La Tierra



A veces me pregunto qué hice mal. Y probablemente la respuesta es que casi todo, que en el fondo siempre he saboteado todo lo que hago. Puede que ahora lo esté haciendo también, debería estar haciendo otra cosa, pero aquí estoy. Escribiendo sin saber muy bien a quién ni por qué motivo.

Me pierdo en el día a día. Me dejo llevar hasta el cansancio. Hago mil cosas que me parecen eternas y no doy con la palanca necesaria para que todo vaya un poco más deprisa.

Esta noche me he despertado con la sensación de que se había ido la mejor etapa de mi vida. En realidad, hace tiempo de eso, pero hoy me he dado cuenta. Al mirar hacia atrás (creo que lo he soñado) he visto a personas y momentos que nunca volveré a vivir y que será difícil que pueda encontrar algo o a alguien que me despierte esa misma emoción.

Me gustaría creer que todo esto ha tenido un significado, pero creo que no lo tiene. O es tan grande que debería dejarlo todo e intentar comprenderlo aunque sólo sea un poco.

Entonces me acuerdo que hoy hará diez años de algo. Y hay fotos de aquello.

Me da miedo mirar.

Creo que hoy me he dado cuenta, por lo que haya soñado, que lo único que importa es el amor. Ya sé que puede sonar cursi, pero no sé qué he soñado que ahora lo siento así.

Y lo peor que puede pasar es que se acabe.

Incluso antes de que la persona amada se vaya.

Lo demás es atrezzo. Supervivencia.

Y claro, me he venido abajo.

martes, 26 de noviembre de 2019

La vida es un muelle que al final se rompe



Si pudiera viajar en el tiempo iría hacia atrás hasta encontrarme de nuevo contigo, y esta vez no dejaría que ocurriese esa hecatombe en mi vida, esa en la que tú y yo sólo somos amigos que nos vemos de vez en cuando y hablamos de casi todo y nos reímos de nuestras ocurrencias y en la que tú no sabes que escribo por ti desde hace una infinidad y en la que a veces vuelvo a soñar con que un día todo cambie.

Nunca nada cambia. Es la ley inmutable de la distancia. Lo que está bien permanece así durante años. O sucede desde el principio o se queda todo en igual para siempre.

Siempre es una palabra que no me gusta porque cada vez que la digo en voz alta se escapa algo de mi vida, sale volando para no volver jamás.

El caso es que si pudiera vivir de nuevo aquel tiempo tengo la sensación de que las cosas no hubieran salido bien. Llevo años siendo una barca en una tormenta. Nunca me acabo de hundir, pero sigo sin rumbo.

A veces me pregunto qué hubiera sido de mi si te hubiera olvidado y hubiera conocido a otra mujer con la que vivir en pareja. Si hubiera podido sobrevivir a eso a cambio de un mal llevado orden cotidiano, pero entonces recuerdo que en el fondo yo soy uno de esos aventureros que salen sin muchos recursos en pos de El Dorado y les lleva la vida encontrarlo.

Sé que en el fondo eso ha sido una maldición aunque pensara que era una oportunidad.

Dicen que se puede medir la inconsciencia de una empresa por el tamaño del botín al que se aspira.
Me hubiera gustado creer que las cosas iban a salir bien, pero ya sabía que no sería fácil.

Si pudiera viajar en el tiempo hacia atrás quizá dejaría las cosas como están.

Pero tengo claro que si en mi vida, algún día, existe la posibilidad de encontrarnos, viajaría ahora mismo el tiempo hacia adelante para vivir ese momento ahora.

En un universo de infinitas posibilidades yo elegiría una sola.

Pero siguen siendo infinitas y el tiempo se va diluyendo en todas ellas.

Nos veremos en Coney Island.

En el muelle de madera. Sonará algo así



lunes, 25 de noviembre de 2019

zombies


A veces las cosas son como tienen que ser y otras son como las dejamos que sean. Este fin de semana he estado obsesionado con un tema raro. Últimamente me obsesiono con todo. Creo que, en el fondo, todos estamos igual. Nuestros cerebros no pueden con tanta información a su disponibilidad. Es algo así como un apocalipsis zombie donde los zombies no se han dado cuenta de que lo son. Creemos estar vivos, pero ya no lo estamos. 

Trabajamos para pagar deudas. El uno de cada mes ya debemos la luz, el agua, el colegio de los niños, la ropa, la hipoteca, el coche, internet, el teléfono... en eso consiste ser esclavo. En el miedo a no poder pagar y estar fuera. Fuera de todo.

Me planteo ir a vivir a un pueblo, recoger mi propia agua y colectar mi propia luz. Cada día estoy más cerca y más lejos de todo eso. Me gustaría ser lo suficientemente valiente como para dejarlo todo antes de que ese todo me funda con su rayo de la muerte.

No vivo, no creo, no soy. No existo.

Reconozco que soy un zombie.

Un maldito zombie en busca de otros a quienes morder.

Refugio


No ha sido fácil llegar hasta aquí. Creí que la herida era profunda y bueno, pensé que iba a morir cuando vi la sangre, pero al cabo de un rato dejó de sangrar. N sujetaba un trapo contra el agujero. Toda la vida siendo precavido y esta vez no lo vi venir, pero quién si iba a imaginar que el muchacho era de ellos y sabía manejar un cuchillo. Lo único que creo que me ha salvado es que no fuera lo suficiente hábil, aunque si he de ser sincero, cuando nuestras miradas se cruzaron creí ver un "no quiero matarte, pero lo necesito". Me estoy volviendo paranoico.

Ahora necesito un cadáver de mi misma complexión al que hacerle una marca como la del cuchillo y poder tirarlo al río. No será fácil. No voy a morir, pero he perdido mucha sangre. No creo que me recupere pronto, o por lo menos, los suficiente como para poder encontrar ese cuerpo que me sustituya aguas abajo.

N se ha quedado conmigo. No sabría decir el porqué, aunque sospecho que es porque no sabe a dónde ir y teme que los que la estaban reteniendo la encuentren si sale a la calle. En casa, bueno, en esta casa en la que hemos entrado, estaremos a salvo unos días. Estuve controlando el barrio y encontré esta casa. Los dueños pasan largas temporadas en otro país. Dejan las persianas arriba y tienen un temporizador de luces que se encienden y se apagan siempre a la misma hora. Espero que no hayan quedado con nadie que se pase a ver el piso de vez en cuando, o que si lo han hecho, éste no se tome demasiado en serio la tarea.

No hay mucha comida en la despensa. Latas de conserva y botes de fruta en confitada, un par de bolsas de legumbres. Podremos estar una semana sin tener que salir de casa. El botiquín tiene suficientes vendas y alcohol para desinfectar y tapar la herida con frecuencia.

Por la noche me sube la fiebre. Es normal. El cuerpo necesita quejarse de toda esta mierda a la que le someto. Me gustaría tener algún calmante de los míos, pero me tengo que contentar con los del botiquín. Afortunadamente uno de los dos sufre de migrañas y tiene algo fuerte. Muy fuerte. Esta noche dormiré sin dolor. Lo necesito. N revisa los cajones para encontrar cosas que nos puedan servir. Y quizá qué vender. Sospecho que sigue enganchada a algo. Eso significa que he de estar alerta. No existe nada ni nadie que pueda contener al animal enjaulado que lleva dentro; y entonces puede pasar cualquier cosa. Y cuando ocurra yo no tendré toda la fuerza que necesite.

Empiezo a pensar que me he equivocado, que no tendría que habérmela jugado por ella. Y menos, ahora que sé que ella era el cebo de una trampa en la que yo era la pieza a cazar. No me dice nada que pueda servir como explicación de por qué ha hecho lo que ha hecho. Nada. Puede que crea que yo lo sé todo y por eso no habla, puede que en realidad crea que había llegado a un buen trato con aquella gente y yo lo he estropeado todo.

Sus ojos sin vida, metaanfetas, el polvo del diablo. No hay nadie que salga con vida de esa mierda. No es común que a su edad alguien caiga en eso, es la droga de los que se quieren suicidar en vida. algo le habrá ocurrido. O algo la ha llevado a eso. Pero ya no importan los motivos. La N que yo conozco ha muerto y no va a resucitar en estas circunstancias.

Le digo que venga y que se quede a mi lado un rato. Hablamos en voz baja para que los vecinos no nos oigan. N no me mira a la cara. Sentados en el suelo para que nadie nos vea a través de las ventanas. La fiebre me hace sudar y a veces tengo escalofríos. Parece que N no se percata de lo segundo. Está a mi lado pero mantiene cierta distancia y evita tocarme, como si tuviera miedo de que tuviese una enfermedad contagiosa.

Hablamos de cosas banales. Cuando le pregunto que quiénes eran esa gente me dice que unos que conoció en verano. Al principio parecían legales, pero luego se enfadaron con ella y la retuvieron. Dice que me conocían y que sabían que ella me conocía a mí. Que les debía una mercancía y que me había quedado su dinero. "Pero nada más, lo juro".

Miente.

Cuando mientes y no sabes mentir estás perdido en todo lo que hagas. Porque un día dirás la verdad y no podrá compensar todas las falsedades que has ido sembrando en la relación con otra persona. Y entonces, aunque creas que esa verdad vale algo, no valdrá nada.

Estoy demasiado débil para irme de allí cuando esté dormida. Tengo miedo a que intente algo mientras duermo, que llame a esa gente. Antes de entrar en el piso observé que se quedaba con el nombre de la calle y el número. Sigue pensando en entregarme. Aún no sé por qué me siguió cuando salimos del bar por la puerta trasera.

El caso es que N solía ser buena gente, pero todos cambiamos con el tiempo y con lo que nos pasa. Somos barro moldeable que absorbe los golpes pero nunca vuelve a recuperar la forma original. Malditas figuras que nunca tendrán una forma definitiva.

A las ocho y media se encienden las luces y permanecemos sentados en el suelo. A las diez se apagan y quedamos completamente a oscuras. N va a buscar una mantas y nos tumbamos en el suelo de una de las habitaciones a dormir.

Dormimos separados. Creo que la fiebre aumenta por la noche porque me despierto de vez en cuando con escalofríos. Sobre las cinco, por fin, la fiebre remite y consigo dormirme.

Cuando despierto, N no está.


martes, 19 de noviembre de 2019

Llevarte bien lejos



A veces intento poner una pizca de cordura en todo esto, pero no puedo. Otra noche sin dormir. Siempre es por lo mismo y ya llevo así tres años. No creo que todo esto tenga muchas posibilidades de llegar a algún lado. Me gustaría creer que un día me despertaré y seré normal, no tendré que sujetar a los demonios que llevo dentro. Creo que es genético. Una malformación en algún gen de mierda que en el paleolítico me llevaría a ser un guerrero excepcional, pero no ahora. En esta época esto es todo lo pero que se puede ser. Todo va bien hasta que un día deja de ir bien y saco al monstruo a darse una vuelta cerca de mí. Sé que hay medicación para eso, pero no hay cura del todo. Todo la vida seré lo que soy y no cambiará. Un 99.999% de vida normal y un 0,001% de descontrol y todo se desvanece y a empezar de nuevo.

N me llama por la mañana. Con N todo era distinto. Hace días que no respondo a sus correos y está enfadada. Me pregunta si existe alguna posibilidad de que se solucione algo, pero le digo que probablemente no. Se enfada más y me manda a la mierda. No sé cómo lo hago, pero logro que se calme. Debe de ser cierto eso de que hay que sonreír incluso al hablar por teléfono, aunque el otro no te vea.

Quedamos para mañana en un bar del centro. Dice que lleve la mercancía y ella traerá el dinero. No sé por qué pero no me gusta ese cambio tan rápido del cabreo a quedar para un negocio. En toda historia siempre se detecta un fallo. Es como en las películas: no puede aparecer un personaje de repente que antes no te hayan presentado. Es de primero de narrativa: cuidado con los fallos de guión. Por lo visto hay un negocio y alguien oculto que lo propone.

La propuesta de N tiene un fallo de guión muy grande. Un agujero del tamaño del sol. Me pregunto si debo quedar o no presentarme. O ir con las manos vacías y no ir a por todo hasta que no tenga claro que no es una trampa. Al fin y al cabo N tiene la habilidad de andar siempre con gente peligrosa. No me extrañaría que se hubiera metido en algún lío, o peor aún, que la haya atrapado la policía y esté negociando un trato con ellos.

Ella es capaz. Es de esa clase de personas que no mira a los ojos. Además oí que no está del todo limpia, que ha vuelto a las andadas. No es de esas personas que se vayan de la lengua a las primeras de cambio, pero eso siempre depende del tamaño del lío en el que te hayas metido y de lo que te pueda llegar a caer de condena.

Me vuelve a llamar media hora más tarde. Me da instrucciones. Ahora ya es seguro que es una trampa. Esa media hora ha sido la que han tenido quienes sean para trazar un plan para prepararme una encerrona. Lo siento N, esta vez no puedo ayudarte. Esta vez se trata de ti o de mí. Y tengo demasiado estima a ir a donde quiera como para caer en algo tan burdo.

Le contesto que no sé de qué me está hablando y ella insiste. Me dice que ya lo habíamos hablado y me grita cada vez más nerviosa hasta que se derrumba. Entre sollozos me dice que no le haga eso, que está mal y noto que está a punto de confesar que está en un lío de los gordos.

Sigo en mi papel de no sé nada mientras ella se ahoga entre sollozos. Se me parte el alma pero hago los imposible para que no se me note. La conversación acaba cuando ella cuelga después de un rato en silencio. Se despide de mi con un adiós que suena muy para siempre.

Recuerdo cuando N y yo éramos algo así como novios. Las noches de fiesta y follar como jaguares, yo llegué a quererla más que a nada ni a nadie en el mundo, sólo que no me daba cuenta. Y ella a mí, de eso tampoco me di cuenta.

Si es la policía la que está detrás de la llamada seguro que pasará un montón de años entre rejas. No está hecha para ello; es una princesa con un mal hábito, demasiado libre y demasiado caprichosa para adaptarse a un agujero lleno de alimañas. Si es alguien a quien le debe dinero será peor. No me puedo imaginar qué le harán.

Salgo a la calle. Empieza a hacer frío. En esta época del año oscurece antes y al sol no le da tiempo a calentar ni el asfalto ni las fachadas de los edificios. Por suerte tengo un buen abrigo, regalo de un amable muchacho demasiado confiado. Bajo hasta el centro buscando las calles menos concurridas. Hay dos tipos de personas: las que evitan las calles solitarias y las que se sienten seguros en ellas. Yo soy de los segundos, no tengo miedo porque todos saben que a quien tienen que temer es a mí.

Antes no era así. Como todos el mundo yo también fui joven e ingenuo. Hay quien lleva la malicia desde que nacen. Yo no. Mi proceso fue otro. Que N se fuera fue parte de ese proceso.

Me cago en la puta. Sé que ahora no puedo permitírmelo, no puedo pensar en eso. N se lo ha buscado solita. Si estuviera conmigo o hubiera seguido mis consejos ahora no estaría así. Creo.

Llego al centro y busco un bar al que solíamos ir hace años. Pregunto por el baño y en el mismo pasillo sigue existiendo una puerta que da a una calle trasera. Intento abrirla y no se abre. Creo que no podría abrirla ni en un millón de años.

Me voy a la barra y le digo al camarero que si sabe quién era el antiguo propietario. Me dice que era su padre. Me gusta como ha cambiado el local, le digo. ¿Sabes? era muy amigo de tu padre, le miento. ¿Qué ha sido de él? le pregunto. Me dice que murió hace un par de años y le digo que lo siento de veras, que era un tío legal y le cuento que a veces nos abría la puerta de atrás cuando nos metíamos en líos cuando éramos chavales para escapar de una banda de otro barrio que bajaba al nuestro en busca de pelea.

Noto que le gusta escuchar cosas buenas de su padre. A todo hijo le gusta que le recuerden algo bueno aunque sólo sea por contrastar la realidad de una relación apestosa. Sólo valoramos a los que no están cuando antes no les hacíamos caso, eso es todo. Supongo que es una forma de luchar contra el olvido. Le pido una cerveza y brindo a la salud de la buena gente. Ya ha mordido el anzuelo.

Salgo del bar despidiéndome del dueño por su nombre de pila. Unos metros más allá agarro el teléfono y llamo a N pero no me lo coge.

Tres minutos después me devuelve la llamada.

- Mañana a las cinco en el bar con el toldo verde de la plaza del ayuntamiento, le digo.

- Mañana son las fiestas. Estará todo abarrotado. ¿No sería mejor en otro sitio más tranquilo? me pregunta.

Le cuelgo sin decirle nada más. Vendrá.

En el último momento le cambiaré de bar y la citaré en el que he estado esta tarde, sólo a unos pocos metros del otro con el toldo verde.

Sé que me estoy metiendo en un lío del que si no salgo bien, acabaré muy, pero que muy mal. Ni tan sólo creo que N se merezca una oportunidad por lo que estaba a punto de hacerme.

Pero recordé que a uno le hacen lo que se deja hacer.

Que en el fondo todos somos culpables del mismo delito.

viernes, 15 de noviembre de 2019

Tristeza

Otra vez no sé nada qué escribir. Siempre hay un hilo de esperanza en todo lo que está por llegar. Ayer tuve una conversación con una bruja, dice que oye voces, que ve cosas, que hay un lugar en el que las cosas son de otra forma y que desde allí habla con lo ancestral. Hasta hace poco todo eso a mí me sonaba a locura, pero eso cambió el febrero de hace cuatro años. Ahora escucho y creo que, dentro de las infinitas posibilidades algo nos hace elegir una de ellas por encima de todas las demás.

Puede que sea el azar, o puede que sí exista una inteligencia que lo abarca todo. Me gustaría creer que esto no es una moda, si no que estamos llegando a un salto evolutivo donde tomemos conciencia y cambiemos el rumbo de la explotación salvaje del planeta.

Me oigo hablar y oigo hablar al niño que fui. No me preguntes el porqué, pero entonces ya sabía que haría todo "esto" y que me dedicaría a lo que me dedico.

Pero volvamos a la bruja. Me dijo cosas mientras yo sonreía. Acertó casi todo, me dio consejos y apenas me dio esperanzas en algunas cosas.

Me habló de alguien que vivía lejos.

Que esperara unos meses.

Que el año que viene sería mejor que éste porque es mi año ocho, que no sé lo que significa pero debe de ser bueno.

Luego yo le hablé de la teoría científica del desdoblamiento del tiempo y de las cosas que suceden en el mismo instante a cientos o miles de kilómetros de distancia, lo de la eternidad contenida en un segundo, le hablé de Coney Island y de que en unos meses puede que viva cerca.

Nada va a ser sencillo, me dijo. Lo que no sabe es que hace cuatro años aprendí a seducir al destino con su lenguaje.

Y que al destino le gustan los retos aunque estén a lejos y lleguen tarde, mientras pone obstáculos aparentemente insalvables.

Como en las novelas de aventuras de Stevenson o de Julio Verne.

Aprendí eso de niño.

Y pase lo que pase. Tenga lo que tenga que pasar, le doy gracias por vivir todo esto.



miércoles, 13 de noviembre de 2019

El único motivo



A veces me gustaría verte de cerca. Es decir, más de cerca de lo que hablamos. Abrir la puerta que da a la habitación de lo que hay más allá de las palabras. A unos centímetros de ti, esperando que suceda lo que tenga que suceder, intercambiándonos fotones de luz en cada latido.

Sospecho que la vida es eso: la llama que arde dentro nuestro, como un faro antiguo que guía a los que tenemos cerca a algún lado seguro. Sólo que nada es seguro.

Latidos que son un millón de átomos en cada sístole, y un millón de átomos más uno en su diástole. Imagino que es a base de perder ese átomo que vamos desgastándonos, al mismo tiempo que viaja hacia otro alguien que también pierde su átomo en cada latido. Y así siempre notamos que nos falta algo, vivimos con la sensación de que hemos perdido algo invisible que no está en nuestra vida sin saber qué es exactamente.

Y por eso buscamos sin tener claro qué buscamos.

A veces creo que te buscaba a ti, pero no sabía cómo ni cuándo aparecerías.

Es por eso que me gusta estar cerca de ti cuando sueño, porque en ese calor hecho de ondas y partículas de ti, me reinvento, quiero creer que en alguien mejor.

Pero últimamente no sé qué me pasa (bueno, sí lo sé) que no puedo concentrarme, a penas se me ocurre nada qué escribir. Sólo escribo cosas inconexas, me falta ese algo que intuyo que no encontraré en casi nada.

Y que en el fondo, tú y yo somos el átomo necesario para sobrevivir 70 veces por minuto, y a mí eso ya me vale, porque si nacemos donde queremos, con los padres y hermanos que queremos, yo elegí nacer aquí para un día encontrarme contigo.


jueves, 7 de noviembre de 2019

Como los niños


Cuando Manuel vio a Carmen por primera vez bajando por la calle vestida de primavera y el flequillo recogido a un lado, se le paró el corazón durante unos segundos. Supo entonces lo que era el amor, porque desde ese mismo instante ya no pudo pensar en nadie más que en aquella niña del vestido de florecitas amarillas.

Ya nunca nadie le hizo sentir nada igual. Podría decirse que, de alguna forma, quedó traumatizado por aquel golpe de belleza. Tenía seis años y ella dos más que él. Al pasar, Carmen le sonrió con la condescendencia con la que los niños miran a otros a los que aún consideran bebés, fue una mirada de qué niño más mono y el pobre ahí, con la boca abierta.

Años más tarde, cuando delante del cura que los iba a casar, recordó a aquel niño intensamente rubio y lo reconoció delante de ella, colocándole el anillo en el dedo. Manuel la miraba desde un lugar muy adentro de él a un lugar muy profundo de ella, como si alguien estuviera mirando, no a ella, sino a aquella niña que, por primera vez la dejaban ir sola a comprar algo a la tienda de dos calles más abajo de la suya.

Y al reconocerlo, sintió más ganas de quererlo, porque pensó que no hay nada más bello que la determinación de un niño por querer a alguien  y que ese querer venciera el transcurrir de los años, el sol y de lluvia, los días y semanas ensayando una frase para decirle cuando la volviera a ver y volverla a ver y no saber qué decirle, y luego el primer beso, de verdad el primero.

Y las mariposas en el estómago y la fiebre del deseo.

Y las noches en vela.

Y los días, demasiados días sin saber si al otro lado del universo, ella sentía algo parecido.


Demasiada luz



Un día conoces a alguien y todo cambia. Ya sabes. Entra en tu vida como un torbellino y lo arranca todo. Como si en realidad nada hubiera estado fijado al suelo y moverlo hubiera sido siempre más fácil de lo que parecía.

Si tienes suerte ese alguien se irá y dejará un buen recuerdo a largo plazo. Bueno, puede que en ese momento uno prefiera la muerte a que se vaya, que la vida tarde años en tener otra vez sentido, pero al final habrá sido algo que recordarás.

Si tienes mala suerte se quedará y el día a día acabara por crear una especie de cimientos sobre los que construir la gran rutina, pero entonces tal vez pienses en esa vida que transcurría sin todo eso y tal vez encuentres a otra persona, o tal vez el otro encuentre a otra persona. Y mentiras dentro de silencios, y medias verdades, y que no lo note... y dónde vendrá.

Si tienes mucha suerte el torbellino se irá cambiando de lugar, volverá con la estación de las lluvias y se irá cuando llegue el gran sol. Los cuerpos serán la excusa y las manos las que lean el mensaje que lleva el otro escrito en la piel.

Nunca he sabido qué preferiría, es decir, ya que voy a envejecer, no sabría decir con qué grado de suerte me gustaría que me llegasen los últimos años que voy a vivir dentro de este cuerpo.

A veces creo que podría adaptarme a cualquier cosa.

O que, en realidad, me adapté del todo a ninguna por cobardía.

Me hubiera gustado, al principio de todo, tener una luz que iluminase toda la vida que iba a vivir durante un segundo. Quizá me hubiera conformado con esto, o quizá hubiera hecho cualquier cosa para tener la oportunidad de optar a una de ellas con decisión.

Casi siempre digo que doy por bueno lo vivido. Otras veces digo lo contrario, que cambiaría casi todo.

Creo que, en el fondo es cierto y mentira al mismo tiempo.

Como si la vida, al recordarla desde distintos puntos de aceptación pudiera ser otra distinta aun con los mismos hechos porque el observador es, en realidad, otro. Como si viviéramos mil vidas iguales pero las percibiéramos distintas.

Como si en mi (otra) vida yo estuviera feliz sin añorar lo vivido juntos.

o sin darle importancia hasta olvidarlo del todo.

o no saber ni quién eras.

o no haber acudido a la cita donde sí nos conocimos.


lunes, 4 de noviembre de 2019

Bajo el mismo dios



Estos días me preguntaba cuántos átomos nuestros se habrán cruzado y si seremos tú parte de mí y tú algo mío también.

Si somos, en realidad, una microextensión del otro; de si, en realidad, las partículas elementales crearán un fractal que se extienda hasta lo infinitamente minúsculo del otro y lo contamine de su energía más elemental.

Me preguntaba si cuando los cuerpos se tocan no estaremos intercambiando algo más que piel o pelo, sino misiones colonizadoras como las que una raza alienígena envía de un planeta a otro, de una galaxia a otra, hasta no llegar a ninguna parte y a todas al mismo tiempo.

Y me pregunto también si al pensarte también estoy haciendo algo parecido. Dicen que un átomo es capaz de interactuar con otro que está a eones-luz de distancia y tener la misma reacción que el primero cuando se le provoca una acción. Al unísono.

Como si la distancia no existiera.

Como si fueran lo mismo.

Me gustaría creer que cuando pienso en ti y siento algo, ese algo es compartido de alguna forma que me acerca en la lejanía, que el universo creó estas leyes para este preciso momento, que cuando creó las leyes físicas y matemáticas las dotó de todo esto porque intuyó que un día habría vida y esa vida necesitaría algo no palpable con la que mirar la belleza del mundo invisible.

Casi siempre que escribo estoy pensando en que acabarás leyendo esto y que de algún modo se inventó la literatura para que alguien pudiera estremecer a otro alguien en ese mismo espacio y tiempo en el que los átomos sienten que otro átomo gemelo a siglos luz de distancia modifica su estado, como si todo el polvo de estrellas del que estamos hechos fuera, en realidad, un internet instantáneo de todas las cosas.

Una red invisible hecha de deseos e intenciones, donde la materia sólo fuera el cable que la transmite.

Y el ardor que sentimos fuera el fuego que lo prende, la energía necesaria, la pólvora, la luz, y todo los que sucede cuando está a punto de que ocurra algo.

viernes, 1 de noviembre de 2019

El tiempo pensado



Me pregunto si alguna vez piensas en mi como realmente soy. Es decir, si lo que crees que soy es en realidad como yo siento que soy. Al fin y al cabo sólo existo cuando tú me lees.

Reconozco que, a veces, intento escribir antes de que abras esta página, que intento adelantarme a ti, para que cuando me leas yo haya ido unos minutos por delante de ti pensando qué escribir sin que tenga la sensación de que sólo soy esto para ti, pero creo que no lo consigo. Me gusta creer que sí, pero en realidad sé que no.

No te imaginas lo que me gustaría dejar de ser un personaje para ser un ser de carne y huesos, uno que pueda mirarte a los ojos y saberse fuera de la esfera del mundo que inventas cuando observas el mundo. A veces incluso tengo la sensación de estar vivo como tú.

Pero cuando más lo deseo se acaba el post y desaparezco. Es por eso que llevo tantos años escribiendo, porque sé que me lees. Y de todas las existencias efímeras o reales, si tuviera que elegir una sola entre todas, elegiría ésta en la que tú me lees. Por mucho que todo lo demás no sea la mejor versión posible.

Elijo la posibilidad de que me elijas sobre todas las certezas.

Por encima de Coney Island y de todo lo demás.

Por encima del bien y del mal.

el sueño y la realidad.