domingo, 29 de enero de 2012

Estrellas de mantecado

Hoy me he levantado con el frío en los huesos, como si me hubieran cubierto de azúcar en polvo como aquellas estrellas de mantecado que todavía hoy exhiben en el escaparate de la panadería en la que compraba mi madre el pan todos los días. A veces iba a buscar a mi madre al trabajo, pocas veces, pero cuando lo hacía y entrábamos en la panadería a mí se me iban los ojos detrás de aquellas estrellas (todavía los propietarios de ahora deben de conservar aquellos moldes) y, la verdad, a veces paso por delante y miro el escaparate y deseo que estén las estrellas de mantecado... cubiertas de azúcar...

Con el tiempo las cosas desaparecen y cierran negocios, o se olvidan números de teléfono que antes creíamos imposibles de olvidar, nuestro mapa del mundo es distinto si lo comparamos con diez años atrás... todavía sabría llamar a algún amigo adolescente, o a una novia informal, quizá si me dieras tu número dentro de diez años seguiría sabiéndomelo de memoria, si estoy aquí ¿sabes? me aprendería tu número, el tacto de tu pelo, la cadencia de la voz cuando tu voz sabe a cerezas.

Esta semana que viene entraré en la panadería y preguntaré que cuándo hacen estrellas y ahorraré para comprar unas cuantas... con la excusa de la merienda para mis sobrinos, y oleré otra vez aquél olor a pan hiper-mega-concentrado (yo creo que el local olerá así aun cuando dentro de veinte años pongan cualquier otro negocio) y volveré por unos minutos a ser el niño que fui. Me gusta esa desconexión momentánea, ese saber quien soy en realidad, quizá porque mi vida se ha ido convirtiendo en algo con demasiadas obligaciones, a veces lo vendería todo y me iría en un barco a sólo dios sabe dónde, durante un tiempo, luego volvería, me dedicaría a los proyectos de desinfección del agua, empezaría mi vida desde mucho menos que cero, haría más cosas con las manos, emprendería eso que llaman una nueva vida pero que nunca lo es, por no nos podemos bajar en marcha... la vida lo es todo, lo de las responsabilidades, lo del barco, lo de la patente del agua, los proyectos, todo... más allá de esta vorágine de buscar nuevos clientes, conservar los que se tiene, emprender nuevos retos... los únicos retos que me planteo son llegar a tener uno solo: trabajar sin que me parezca un trabajo.

Y aquí estoy, acabando ofertas porque la semana será una semana larga y apenas volveré a casa para dormir y levantarme temprano para salir otra vez hacia otra reunión, otras pruebas, otras posibles oportunidades.

Imagino que al leer esto pensarás que todos tenemos sueños y se quedan ahí, pero te voy a decir algo: tengo un pálpito... sí, en lo del barco y todo eso. Tengo un presentimiento, tengo el presentimiento de que esta vez sí, esta vez las cosas van a cambiar. Llevo mucho tiempo preparándolo. Ha llegado el momento. Lo siento... tan físicamente como esta mañana el frío en los huesos al levantarme.

Tan a mano como las estrellas de mantecado de la panadería que hace esquina, con su olor y su eterna decoración setentera.

Estoy convencido.

No sé si recordaré tu teléfono dentro de diez años, pero me gustaría intentarlo.

No tenemos una cuerda para atar la locura y llevarla como un globo



Llovió frío y mi habitación se convirtió en una nevera. El cielo se desmigajó en miríadas de estrellas que se fundieron nada más tocar tierra firme. Te eché de menos, tristeza, como se echa de menos a los antiguos amigos con los que has pasado casi todo. Volví a la espera de la primavera, como Bandini, y me comprometí a releer las historias que me han convertido en alguien más humano. Me pregunto si allí donde estés, con quien vivas ahora, esta mañana estarás pensando en si hiciste bien. Sospecho que ya no, pero sigo siendo internamente un optimista sin remedio y que, en algún lugar del mundo, o cuando éste llegue a su fin, coincidiremos sin palabras, coexistiremos en un nanosegundo habitando una mota de polvo, un electrón mío orbitará el núcleo de un átomo de tu corazón y no podrás obviarlo.

Y en ese instante, volverá a ser primavera, a pesar de que las estrellas se precipiten en la noche contra el suelo y haga tanto frío que no nos apetezca salir de casa.

Hay días en los que no me importaría el deshielo.

sábado, 28 de enero de 2012

Hasta siempre



Me llama a través del tiempo, si no fuera porque una cohorte de seres mitológicos rodean mi cama diría que estoy sereno, pero no lo estoy, el alcohol después de todo es ese amigo al que sólo le pides que te escuche y que te visite muy de noche en noche. Un fauno juega a hacerme cosquillas en las plantas de los pies y un hada de los bosques orbita mi cabeza dejándolo todo perdido de purpurina a mi alrededor, por eso no me extraña que me llame a través del tiempo con su voz de niña asustada, con esos labios pintados de rojo plastidecor.

"Duerme conmigo esta noche" le digo tratando de cogerla por un hombro y acercármela hasta que pueda sentir su invisible campo electromagnético erizar el vello de mi piel. "Duerme conmigo, pégate a mí, sígueme en este sueño cogida de la mano. Vamos a ese lugar en el que los sueños toman forma con sólo abrir la palma de la mano para que salgan volando". Me mira desde una distancia cercana y al mismo tiempo inalcanzable con sus ojos enormes de personaje de Manga y me dice algo que no entiendo, palabras que se transforman en mariposas amarillas que revolotean por la habitación. El fauno se detiene y sonríe al verlas, una sombra del bosque abre sus ojos rojos desde una esquina. Alguien salmodia un sortilegio en sánscrito y empieza a nevar bajo techo; una nieve sin frío, como si en realidad fuera algodón desmenuzado que lentamente me va cubriendo. Cierro los ojos, por si se me mete en el ojo el cristalito que probablemente ha dejado caer la Reina de las Nieves desde allí donde esté. Pero en seguida los abro porque prefiero convertirme en su esclavo a la posibilidad de que cuando los abra ella ya no esté aquí.

"Dormiré contigo con una condición" me dice, esta vez sin mariposas "si me abres la puerta para que luego pueda irme para siempre". "¿Siempre es para siempre?" pregunto. Ella mueve la cabeza hacia abajo lenta y suavemente. Luego su mirada se clava en la mía, otra voz en la penumbra susurra en un oído que no seré capaz de vender eso que creo poseer. El hada que se había olvidado orbitar mi cabeza y se había quedado dormida encima de mi pecho se despierta y se sacude la nieve, me mira con su luz amarilla, con su pelo dorado, tras sus ojos del color de la selva y me dice que horneará pan por la mañana, sabe que no hay nada que me guste más en el mundo y me recuerda cómo y cuándo nos conocimos. El hada me pide un favor, que nunca lo olvide.

Ella espera una respuesta, sabe que el hada y ella no son enemigas, pero ambas saben que no pueden coexistir más que en mi delirio, que en cuanto la realidad tome el mando, sólo puede vivir una de ellas. Me dice: "a veces deseo que el hada se quede contigo para siempre. Entiéndelo. Te quiero, pero sé que te hago tanto mal... Déjame ir". Por primera vez en mucho tiempo entiendo que no puedo continuar así, que me he convertido en el peor de los tiranos.

Le digo que la quiero y dormimos abrazados bajo el manto de nieve que no es nieve. Abrazados, acurrucados alrededor de un fuego que no quema, dos animales adormilados, sus pies fríos se vuelven tibios en contacto con la brasa de los míos. No nos quedamos dormidos del todo, ni yo quiero que se vaya ni ella quiere irse. Cuando cree que estoy dormido me dice que estaré mejor sin ella, pasa su dedo índice por mis labios, y sin dejar de estar frente gira sobre sí misma para mirar la claridad de la ventana que está a su espalda. Se levanta y se viste, me arropa. "Adiós Toni" me dice y sigilosa, con sus pisadas de gata salvaje, y apartando a un lado y a otro la maleza que ha crecido en mi casa durante todos estos años se va hacia a donde probablemente pertenece. La nieve que cubre la cama se convierte en nieve, en hielo, y empieza a deshacerse. Los pies se me enfrían, la penumbra de la habitación se puebla de rayos de sol azul celeste. Extiendo la mano por si sólo he soñado que se iba, por si hay una prórroga sorpresa, pero la realidad ha llegado de nuevo mi cuerpo. "Adiós Tristeza" susurro sabiendo que ella puede oírlo.

Ulises se sube a la cama y cabecea mi mano pidiéndome que lo acaricie. Cierra los ojos cuando lo hago y, mientras sigo pensando en ella Penélope entra corriendo en la habitación, alterada y dando saltos, tratando de dar caza a una mariposa amarilla que se evapora nada más entra en contacto con los rayos del sol.

Penélope me mira enfadada, siempre cree que tengo la culpa de todo. Se sube encima de la cama, se acerca a Ulises por la espalda y se tumba entre él y mi mano. Entonces pienso que quizá las cosas tenían que terminar así.

Y me levanto.

Y abro el mando de la ducha.

Y pienso en que, en realidad, no se ha ido para siempre, que estará en el tono de muchas cosas de las que escriba, en todos los adioses, en las noches solitarias y en la purpurina que me dejará el hada cuando me quiera.

Y en los electrones que su cuerpo cedió al mío y viceversa.

Y en esta sensación que se te queda cuando acabas de leerme.

viernes, 27 de enero de 2012

...

A veces, cuando creo que más cerca estoy de que todo salga bien tengo la sensación de que todo saldrá mal, y viceversa.

Hay días en los que sólo veo una salida.

Días grises y vaho en los cristales.

Días en los que releo un verano no muy lejano.

miércoles, 25 de enero de 2012

Empezamos mal




Hay un sendero que tomo cuando quiero llegar a cualquier parte menos a ti. Un camino de piedras, sin surcos de roderas de ruedas de coche, hay un camino que alejándome de ti acaba siempre en ti. Creo que si hubiera una palabra que describir esa forma de huir tendría un sufijo de locura y prefijo de la ciudad donde vives. ¿Cuántas veces he tecleado tu número sin llegar al último? Tantas como mis manos te desnudaron descosiéndote las costuras de tu cuerpo con la esperanza de que se fuera volando toda la soledad aprisionada entre las paredes de tu piel. Me veo deshaciendo a base de hechizos aquellas palabras que nunca-casi nos dijimos, venciendo molinos de infames gigantes con sólo mirarnos, es difícil que aquello nuestro pueda vivir (sin morir de pena) enjaulado entre los barrotes del olvido.

Este invierno hiela por las mañanas un rocío de espinas, mis gatos huyen de la queja acurrucándose entre las almohadas de mi cama como si me dijeran que alguien debería aprovecharla por mí. De todas las locuras que cometimos, la mayor fue la de no arrancarnos el alma a dentelladas, vivir al menos una vida de los dos al límite. Este invierno hiela porque al frío acostumbrado nos vence un frío viejo que para mí es nuevo, porque echo de menos echarte de menos, la boca ya no te muerde sino que boquea como un pez tus pezones invisibles, inasibles, escurridizos como los de una sirena asustada, que se deshace como una mujer de arena, que desaparece disuelta en la corriente para recomponerse en otro lugar, grano de arena a grano de arena hasta volver a ser un cuerpo. Tu cuerpo. Tu cuerpo es mi naufragio, todo lo que hacías con él y todo lo que convergía en él, el mundo, si alguna vez quise ser algo o alguien fue para formar parte de ese mapa del tesoro que se transformaba en ti de vez en cuando.

Y el fuego. El ardor de la sangre. El conato de incendio que siempre fue que estuvieras cerca, la fiebre instantánea, el rubor gritándome a gritos, el bicho pidiéndome que planificáramos una emboscada, como el diablo que sueña coger desprevenido a dios y follarlo con todo el rencor y todo el placer del universo y del tiempo, con toda la violencia enraizada en la selva salvaje de su alma, y a dios diciéndole "te estaba esperando... ¿así que esto es la muerte? Bienvenida, qué dulce violencia". Porque lo nuestro, más que paz era una guerra entre dos enemigos leales, hasta que uno dejó de serlo y el otro se dio cuenta de que en la guerra pierde siempre la costumbre. Quizá sea hora de firmar la paz verdadera pero acabaríamos clavándonos las plumas en la firma del armisticio, reconoce que ambos somos pésimos perdedores, peores vencedores aún. Somos escoria, somos al amor lo que al mundo una lluvia de meteoritos.

Sé que me guardas rencor, un estúpido e insano rencor de pataleta, un rencor que no duele ni importa, como si el cariño se pudiera meter en un tupper y congelar lo que te ha sobrado, perfectamente etiquetado, pronto no podrás ni abrir el congelador de tantos que atesoras. Yo, en cambio, he ido aprendiendo a sobrevivir este invierno con lo que tengo, dentro de mi edredón nuevo, y sueño... sueño todas las noches... y escribo mucho peor que antes y casi cada día más raro, como si poco a poco me fuera transformando en otro que no soy yo, en otro que pierde consistencia y se convierte en una idea, hasta que de tanto pensarse acabe siendo algo intangible hasta existir tan sólo en ese instante en que me pienses por una de esas casualidades.

Y nos crucemos un día

Y tú finjas que no te importo. Deberías patentar ese desdén, ese gesto; esa inequívoca marca tuya y que sin saberlo tanto mal te hace.

martes, 24 de enero de 2012

Cosas de la lluvia



De vez en cuando Blogger me deja subir una foto. Por lo general dura unos momentos, voy corriendo al archivo de fotos. Antes coleccionaba fotos para colgarlas en el blog, cuando éste tenía un aire de novela negra, de moriría por ella.

Anoche el personaje de la novela vino a visitarme, estuvimos hablando de cosas, del bicho, de María, de Cris, y por supuesto estuvimos hablando de ella. En un momento de la conversación me dijo algo así:

"Sé que pude haberlo hecho mejor, me he pasado los últimos años pensando que hubiera podido cambiar las cosas y hubiera dado lo que fuera para poder volver a atrás y hacer que todo cambiara y que todo siguiera un rumbo distinto, una vida en la que no perdiera ni a Cris ni a ella. Deseaba tanto que las cosas fueran de otra forma que negué que la vida que me tocaba vivir era ésta, una vida que no puedo cambiar pero sí tratar de arreglar algunas cosas del pasado. No se puede cambiar el pasado pero sí puedes hacer algo que pueda suavizar algunas consecuencias."

Me chocó oír de sus labios la palabra "suavizar". Siempre lo había visto como a alguien que, una vez lo ha dominado el bicho, es capaz de cualquier cosa. No en vano estaba delante de un asesino a sangre fría y que, en el caso de que yo fuera su objetivo, es decir, si yo hubiera estado en su lista y eliminarme supusiera un beneficio para Cris o para él, me mataría casi sin remordimientos. Sentí un escalofrío porque pensé que la línea que separa la moral de la brutalidad puede ser invisible en algunos individuos, y que en el fondo, al descubrir su lado más humano sólo le había dado una excusa al lector para identificarse con alguien que una vez llegó al dilema de si matar o no por dinero eligió que sí.

"Sé lo que estás pensando" me dijo "estás pensando que nada justifica lo que hago, ni siquiera darle una vida mejor a Cris, pero te equivocas. Ninguna otra cosa podría justificar cargarme a toda esa gente, pero llegué a ese punto en el que casi nada te importa y ese "casi" es lo que te libra del suicidio. ¿Sabes? Existe un punto de no retorno, un momento en tu vida en el que sabes que no vas a salir vivo y eso te provoca desesperación y al mismo tiempo te da una fuerza que no sabes que tienes, una fuerza que si la hubieras desarrollado antes en tu vida hubieras podido hacer cualquier cosa que hubieras querido conseguir."

Recordé el monólogo del replicante en Blade Runner bajo la lluvia.

Entonces dijo: "Todos acabaremos muriendo, pensar que somos eternos es la gran mentira que nos permite quedarnos sin hacer nada. El gran engaño es creer que podemos estar a salvo, protegidos. Esa es la gran mentira que nos creemos y que nos hacen creer. Pero es mentira. No correr riesgos sólo es garantía de que no vas a tener tú la culpa de que las cosas no salgan bien. Ya sé qué me vas a decir, que no podemos pasarnos la vida jugándosnola porque llegará un día en el que perderemos, pero te olvidas de una cosa, tarde o temprano perderás, sólo es cuestión de tiempo, así que es mejor poder decidir cuándo y cómo. Sólo vives cuando admites que estás muerto y que esto que tienes ahora sólo es un tiempo extra, una segunda oportunidad. La vida sólo es eso: una segunda oportunidad de hacer bien las cosas".

Le digo que eso es la filosofía del Karma, de la vida eterna, de la recompensa del cielo, que todas las religiones hablan de lo mismo y todas las religiones sólo buscan poder.

"Sólo tienes el poder cuando te haces dueño de la libertad de los demás. Si metes a la libertad en una habitación de paredes transparentes no dejas de meterla en una prisión. Preferimos la esclavitud porque tenemos referencias. La libertad es tomar decisiones y asumir sus consecuencias, no estar a salvo... llegará un día en el que seas demasiado viejo para no querer estar a salvo... entonces debes recordar de que ya estás muerto y que tu vida será tan larga como merezca la pena serlo".

Ese pensamiento no estaba tan mal para alguien que ha dedicado parte de su vida a romperle los huesos a los demás.

Luego estuvimos hablando de María, y por supuesto estuvimos hablando de ella, de qué la impulsaba a alejarse de él cuando era inequívoco que se querían. Hablamos de ti, de que tú también te alejas cuando quieres, que probablemente soy yo quien no da pie a nada, que un día nos daremos cuenta de que las cosas eran más fáciles de lo que creímos, me dijo entonces que a veces nos comportamos como si fuéramos de arena, y me habló del libro de arena de Borges. Y de los mensajes del desierto. Y me animó a que acabara la novela, me prometió que me ayudaría.

"Sólo podemos dejar a otros aquello que imaginamos, lo que urdieron nuestras mentes. Sólo podemos dejar a otros el hechizo de lo que nos hace únicos. ¿Vas a pasar por este mundo sin contar mi historia?" me dijo mirándome a los ojos "quizá no le importe a nadie, pero yo sé que existo gracias a que tú quieres que exista".

lunes, 23 de enero de 2012

Los descendientes



Las cosas están a punto de cambiar. Lo presiento. Es una sensación casi de vértigo, de asomarse a una altura excesiva y que te tiemblen las piernas, las nubes ahí abajo; tú sobre la pared rocosa, el viento y el frío. Algo que empieza y que tiene plazos a cinco años vista, todo eso de soltar lastre y empezar a volar.

Reconozco que tengo miedo. Tengo miedo a la vorágine y volver a no estar en casa, a alejarme de las cuatro paredes, de Ulises y Penélope , alejarme de la proximidad de los míos, mis padres que se han hecho mayores casi de la noche a la mañana... miedo a que las cosas cambien para que nada cambie. Miedo a tener que jugármela de nuevo y a volver a empezar, a volver a tener que confiar y volver a tener que poner energía en un proyecto a largo plazo mientras todavía estoy con la patente entre las manos. Creo que es, además, el vehículo perfecto para poderla comercializar y sacar rendimiento del contrato que tengo con la estrella roja. Y veo las posibilidades y creo que es la cerradura con la que abre mi llave. Dentro del proceso de búsqueda, después de mucho ensayo y error, creo que podría haber encontrado la solución al estancamiento. Incluso geográfico.

Durante todos estos años, los últimos cuatro en el blog, he notado como poco a poco, se me han ido haciendo callos en el corazón, me he vuelto un poco más insesible, me he desmotivado y, a pesar, de sacar siempre energías de donde no las había y seguir con la idea fija en la cabeza, una parte de mí se ha ido muriendo. He de decir que me he vuelto escurridizo y que en ocasiones he salido huyendo, que me he vuelto descortés y olvidadizo. En muchas ocasiones me he sentido como un náufrago que se agarraba a lo que parecía que podía manterle a flote. Me he hundido en más de una ocasión, pero debe ser que no me ha llegado la hora. He odiado y he dejado de odiar y, durante todo este tiempo he tenido miedo de querer, entre otras cosas porque comprendo que hay cosas que valen mucho más que las palabras.

Este fin de semana me he dado cuenta de que no he podido perdonar todo lo que yo quisiera y que hay lugares comunes que nunca estuvieron ni en el mismo lugar ni en el mismo tiempo. También he llegado a la conclusión de que todo es bastante absurdo cuando se ve con perspectiva y que vivir es una inercia, un movimiento continuo que se desgasta con la fricción contra la vida y que sólo se detiene con la muerte.

Que la vida tenga origen en la inercia (naces y no puedes detenerte en el vivir sino que vas hacia adelante montado en la flecha del tiempo) no significa que vivas por y para la inercia. De hecho, VIVIR es sustraerse a esa inercia de los días y realizar proyectos vitales, darle un sentido, un objeto a ese no poder detenerte y continuar luego.

Creo que he llegado a ese punto en el que lo planificado va tomando forma y me gustaría poder trabajar en todo lo que he lanzado y que viaja conmigo, en paralelo a lo largo de la flecha del tiempo. Quien lleva leyendo este blog desde hace tiempo sabrá que me he esforzado en crear y encontrar un plan para llevar agua a lugares donde realmente se necesita y que, desde mi modesta aportación dadas las circunstancias, siempre he hecho pasos, que en muchas ocasiones no salieron bien porque a) no tolero la codicia y b) necesito colaborar con buena gente, es mi proyecto, es mi trabajo y lo quiero compartir con personas honestas y con las que haya un vínculo de respeto y aprecio.

El tiempo no es un gran justiciero, en cualquier caso nos iguala a todos cuando la inercia se agota o se para. Creo que, en cualquier caso, lo mejor que te puede pasar en la vida es que quien no te quiere te deje marchar, es mucho peor malgastar el tiempo, que transcurre sin que pueda detenerse, preso también del primer principio de la dinámica.

No sé qué pasará ahora ni si volveré a chocar contra el mundo, de si es real la posibilidad de que esta vez las cosas salgan bien. En todo caso, seguiré el camino trazado, el camino del agua, el deseo de que se pueda beber agua en mejores condiciones allí donde haga falta, y seguiré viviendo y plasmándolo todo en palabras, y seguiré enamorado de las historias que me cuentan los libros y el cine, inercia de aquellas historias que me contaba mi abuelo cuando era niño, esa edad donde se forja el deseo, el carácter y quizá, el destino.

En ello estoy, náufrago todavía, atisbo la costa, me mezco en el vaivén de las olas, siento paz conmigo mismo y con el mundo, paz al alcance de la mano, esa misma mano que desea arar de caricias tu espalda y ver que tú también sales adelante.

viernes, 20 de enero de 2012

Jueves



Como tantos otros días empiezo sin saber qué decir, me gustaría tener una chistera con miles de conejos que sacar ella. No los hay. Hoy es un día extraño, uno de esos días en que una gran esperanza se mezcla con una gran inquietud y otra peor certeza. Imagino que cuesta dejar ir aquello que has amado y has odiado por igual, que llega un día en el que echas de menos aquello que te hacía sufrir, que el corazón te pide algo que es imposible de conceder por la razón. La razón nunca se acuerda de cuántos sacrificios has hecho por ella, de cuántos adioses has formulado, de cuánta vida has dejado escapar, de cuántos sueños soltaste y ya no recuperarás.

Sigo sin saber qué escribir, podría colgar un pedazo de novela, una canción que me toque, hace tiempo que no puedo subir fotos, no al menos desde google Chrome, no desde este portátil, me pongo canciones que me distraen mientras trabajo, dibujo las últimas modificaciones de la máquina, busco posibilidades nuevas, intento centrarme en lo de ayer, en esa forma de elevarse por encima del suelo con los pies en el suelo, eso que tiene que ver con dos piezas de puzzle, eso que tiene que ver con lo que he estado soñando durante tanto tiempo. Y pienso en la locura que es buscar sin saber si vas a encontrar, y en eso de que la credulidad es casi más fuerte que la fe.

Ayer fue un día complejo, se mezcló el pasado con el futuro, decenas de pasados con decenas de expectativas, agitadas, como dentro de una batidora. A veces, cuando llego a este punto me siento confundido, ayer fue uno de esos días en los que la esperanza te vuelve a enseñar la zanahoria para que sigas avanzando, ayer fue uno de esos días en los que reflexionas sobre lo inevitable, acerca de lo que se supone que no sucede y sucede. Ayer fue uno de esos días en los que llueve, hace sol, hace calor, te hielas de frío, te mueres de sed, vives una gran alegría, sientes tristeza, conectas con alguien como pocas veces, te sientes lleno y al mismo tiempo vacío, con fuerzas y abatido. Me pregunto si existe un lugar en el espacio-tiempo como ese, y qué hacer con él.

Esta mañana me he preguntado el sentido de hacer lo que no quieres hacer, de alejarte de quien no te quieres alejar, de las manos que no vas a volver a estrechar, los abrazos que no darás ni te darán, qué merece la pena y qué no. Y he vuelto a pensar en eso de que somos perros ladrando y persiguiendo a coches, no sabemos qué haremos si algún día conseguimos alcanzarlos.

Esta mañana te he leído y he pensado en que a veces las cosas se repiten demasiado, que se parece demasiado a aquella película del día de la marmota. Bill Murray. Siempre pierde quien guarda durante más tiempo la esperanza, quien tiene más capacidad para desear que todo se arregle, que tú cambies o cambie el otro. Queda la esperanza de que salgas ganando en una comparación que ya has perdido de antemano, queda la esperanza de que seas el amor imposible en lugar del daño colateral de esa guerra que no declaraste.

Me quedo, dentro de la confusión, contigo. Tú ya lo sabes. Con esa cita prometida, velada, deseada, con el tacto de tu voz en el filo de mi herida, con todo eso que he intuido desde el primer momento que supe de ti, con el castillo de naipes (naipes de arena) edificado en las nubes. Me quedo con todo eso que siento cuando te pienso, no siempre casto y puro.

Es más, diría que casi nunca.

jueves, 19 de enero de 2012

El gen número trece fue la perdición de ambos



Los días se fueron. Hay algo alegre en las hojas esparcidas por el suelo, no sabría decir qué; algo de "vamos a recoger hojas y pegarlas luego en una cartulina". Supongo que la alegría es un estado de ánimo ligero, algo que se puede levantar del suelo si sopla una ráfaga de viento. Pero hace frío, y el frío pesa. Así que esta tarde ha sido extraña como de ligera pesadez alegre, como el otoño de Vivaldi ya entrado el invierno. Me he acordado de ti y me he sentido feliz como cuando ibas al lado en mi coche e íbamos a alguna parte. Recuerdo que no te afectaba el frío ni demasiado el calor. Tengo buenos recuerdos, bonitos, extraños; como si hubiera vuelto de un viaje de millones de kilómetros y al volver a la Tierra el espacio fuese algo que hubiera sucedido unos pocos días en lugar de años. Contigo me sentía como un astronauta. Tú no lo sabes. Un astronauta boca abajo en un lugar sin referencias.

Me acostumbré a ti. A esa elegancia al pasar sobre las cosas que no te interesaban o que no tenían realmente importancia. Me acostumbré a ser sólo el que relata lo que haces, eres, sientes. Me acostumbré a ello con la certeza de que no pasaría de ahí. Pero quisiste pasar los límites, como si en el gen número trece de toda princesa estuviera codificada la orden de besar al menos a un hombre rana a lo largo de su vida. Me pregunto cuántos hubieran dado cualquier cosa por ocupar mi lugar y cuántos se hubieran podido pasar el resto de su vida siendo el príncipe consorte. Pero no surtió efecto, el beso me dejó en mi charca. Me gusta mi lugar en el mundo, no había leído el cuento aún. Sin expectativas no hay frustraciones, sin palacios no está tan mal el estanque.

Probablemente eso significaba algo: Que no hubiera un príncipe encantado dentro de mí o que no fuera yo tan batracio como se puede esperar de alguien en mi situación. También podría indicar que no sos tan princesa y que el color, tanto el azul como el rosa, destiñe en la tintorería real cuando se acaba el cuento.

Pero pasa el tiempo y nos volvemos cada vez más viejos, y el hada y el leñador hace tiempo que tienen eso casi irresoluble que eterniza lo de "cada uno en su casa". Y la princesa envía príncipes azules a misiones imposibles para no tener que decidir cuál elige, y siguen pasando los años y nos va venciendo el tedio y, últimamente la he visto pasear alrededor del estanque como queriendo ver sin mirar, obedeciendo (faltaría más) a esa fracción número trece de su adn, por supuesto, como si al final, fuera posible volver a un punto de partida sin que hubiera sucedido lo que ocurrió.

Por eso es feliz este invierno a pesar de la tristeza, porque quizá haya llovido fino y nos haya calado una ternura sin foco ni objeto, una calidez sólo al alcance de las manos y en la sombra, bajo los portales y bajo tu camiseta, un cariño sereno y maduro, de ropas secas y con olor a almidón, de territorios de piel leídos con el mapa de la palma de las manos, donde la línea del corazón tatúa caminos, abre cauces, induce a inducir a eso que tanto tú como yo sabemos que hace tiempo dejó de ser pecado porque no quedan intermediarios que atestigüen que ese fiero deseo, de mordiscos que no duelen, de gritos que no piden auxilio, que se te ahogan en mi garganta, que encontraron nuestro presente en la no búsqueda de un mañana, ese deseo no sea en realidad eso que nos da vida. A tientas. Con las manos.

Me gusta el color de tus ojos cuando me ahogo en ellos.

Cuando mis manos se hunden en la voz de tu cuerpo que me llama.

Como en la frase final de una novela que te ha atrapado y sientes que se cierra algo completo, que no hay nada más perfecto y, al mismo tiempo te duele que haya terminado.

lunes, 16 de enero de 2012

Por lo menos, esta vez no huyo de mí mismo

Si me duermo estoy muerto, si me duermo estoy muerto, si me duerm...

¡Despierta!

Darko había regresado a la ciudad, su cuerpo consumido todavía tenía la suficiente energía para perseguirme y acabar conmigo. No hay mejor medicina que el odio para un asesino que sabe que le quedan pocos días. Yo había fallado y él iba a cumplir lo prometido, aunque fuera lo último que hiciera, aunque no tuviera ningún sentido ya. Por que ¿Qué sentido tenía matarme si era el último eslabón de la cadena? Y si no lo fuera, si decidiera airearlo todo ¿quién podría creerme sin pruebas? pero la pregunta, la última pregunta era ¿qué beneficio sacaba él con matarme? No podía temer que lo mataran a él porque él ya estaba sentenciado. ¿Por qué gastar los últimos días que le quedaban dando caza a alguien que no le había causado ningún daño?

Cuando lo vi desde el vagón del metro, llegando tarde a coger (por un segundo) mi mismo convoy nuestras miradas se cruzaron un instante, el tiempo suficiente para saber que me estaba siguiendo y el para qué. Me miró sin odio, con la misma mirada que tenía el día en el que me propuso seguir con su tarea, con su legado; una mirada aséptica, tan impenetrable como un muro de hormigón de dos metros de ancho, la misma mirada que seguramente vieron sus víctimas antes de morir en sus manos, la misma que, aunque quisiera, Sansón no podía imitar cuando rompía un cuello. A Sansón siempre se le escapaba una sonrisa de satisfacción, algo que de una forma siniestra, lo hacía humano.

Desde el momento en que lo vi supe que debía huir de él el tiempo suficiente para que la muerte lo alcanzara antes que él a mi. Ni siquiera se me pasó por la cabeza enfrentarme a él. Yo sólo soy un aficionado, el hecho de que hubiera renunciado a seguir con los encargos ya indicaba que no estaba preparado para ejecutar su plan durante un período largo de tiempo. Estoy seguro de que cuando Darko concertó la cita en la cafetería, de eso hacía ya casi un año, sabía que tarde o temprano tendría que ir a por mí, que yo no soy un asesino por convicción, sino alguien que ha perdido la razón y que no le importa qué puede pasarle y, por tanto, abocado a realizar cualquier locura por un puñado de dinero que dejar a su familia. ¿Sería ese el motivo por el que me perseguía? ¿Por dinero para alguien a quien dejaba solo en este mundo? Me resultaba extraño. Durante los diez años en los que compartí trabajos con él, nunca le oí hablar de familia. Asumí que Darko era un solitario. Un ser asocial que vivía sin necesidades afectivas más allá de noches de sexo fácil con chicas que luego le tenían miedo y trataban de evitar hablar de ello.

Pero yo había encontrado un motivo para seguir viviendo. Cris no necesitaba el dinero, necesitaba a alguien que lo protegiera. Lo mismo que María. Los días pasados me habían hecho reflexionar acerca de lo que pensaba hacer. La solución no era dejarle una cantidad de dinero a Cris para compensarle lo que había tenido que pasar por mi culpa. La culpa no desaparece con dinero, esa es la forma fácil, pero sólo te libra de la responsabilidad que tienes para con las personas que amas. Lo entendí cuando Cris apareció por la puerta del bar y me pidió que buscara a su madre porque intuía que ella lo necesitaba, lo entendí cuando no dudé ni un instante en ponerme manos a la obra a pesar de que no sabía por dónde empezar.

Ignoraba si Darko sabía que María seguía con vida, si sabría quién era María para el hombre que le pagaba y si era consciente de para quién trabajaba y cuál era el verdadero fin de la organización. Que Darko me siguiera ponía en peligro a María y a Cris, y posiblemente también la ponía en peligro a Ella si el hombre de la silla de ruedas estaba ataba cabos y tenía conocimiento de que Darko iba a por mí. También cabía la posibilidad de que quien había enviado a Darko era el hombre de la silla de ruedas para asegurarse de que no volvía a aparecer en la vida de Ella. De cualquier modo, tenía que huir de Darko y alejarme lo más que pudiera de María y de Cris, mis puntos débiles.

En la habitación vacía, el frío me helaba los pies y me mantenía despierto. No sabía durante cuanto tiempo tendría que esconderme allí y si Darko daría conmigo. Dominaba toda la ciudad y todos los oídos y todos los ojos escuchaban y veían por él. Sólo el piso cerrado por ser el escenario reciente de un crimen que yo mismo había cometido unos meses antes parecía un lugar seguro. Pero en eso también me equivocaba.

sábado, 14 de enero de 2012

Frío camino del metro



Aquellos paseos por el parque, aquellos besos sin lascivia, el puerto USB de mi boca haciendo una copia de seguridad de tu lengua, la ciudad a nuestros pies, el aire frío del invierno cuando el invierno no había llegado aún. Y todo este olvido.

Todo este...

Todo.

La huida hacia adelante, la esperanza continua, la palabra sin sentido, vacía como un ánfora vacía, como tu casa sin ti a las cinco de la tarde, las flores que yo no llevé a tu jarrón y que vivieron los días suficientes para que yo las viera. Tu forma (tan fría) de encender el infierno, las noches contigo sin ti, las trampas, las mentiras, las calles solas de tu barrio, la obras eternas, tu voz estridente, los días en que aún creías que yo te servía para algo, el día en el que el portero de la noche cerró con llave la cerradura de la luna.

Tenía que llegar el día en el que supusiera un esfuerzo recordar el último tramo de eso que nunca fue del todo algo entre tú y yo sino sólo tuyo en el que me dejabas participar.

A tiempo parcial.

En la lista de los asuntos pendientes.

Carpetazo.

miércoles, 11 de enero de 2012

Nunca antes había pensado que me cambiaría tanto aquello




A, veces, durante un minuto, blogger me deja subir una foto. Entonces voy corriendo al archivo de fotos y me enamoro de la primera que pasa, de la primera que se deja atrapar. Debe ser algo así como cuando estás sola y has bebido un poco, has acabado en un rincón o sales del local donde estés y me llamas. Yo te llamé una noche, debían de ser más o menos las tres de la madrugada. Me cogiste el teléfono, hablamos balbuceándolo todo y me dijiste que me fuera a dormir. Y yo me fui a dormir. Con otra.

Ahora me llamas tú a mí, como si cogerme el teléfono aquella noche te hubiera dado carta blanca para hacerlo tú desde entonces. Te casaste, tuviste un hijo, te mudaste de casa, de país, pero de vez en cuando me llamas de madrugada para saber cómo estoy, para decirme que ojalá estuviera ahí contigo. Mierda.

Nunca te digo que te vayas a dormir, porque yo lo hice y ahí cambió todo lo nuestro. Yo no quiero que te vayas a dormir porque quizá algo cambie y no me llames ya nunca más. Siempre te digo que te quiero y pienso en tu cuerpo, en aquella tarde que vestías una chaqueta de chándal de esas fashion que te gustaban; y aquella tarde los pezones se te notaban a través de la ropa y tú te diste cuenta de que yo los miraba. Cuando me llamas por teléfono siempre pienso que llevas aquella chaqueta de chándal aunque sea invierno y lleves, en realidad, abrigo, o estés en una fiesta y lleves un vestido. No te vayas a dormir nunca.

Me resulta complicado hablar de todo aquello; de todas las historias en las que me perdí, de todas las mujeres que me amaron y odié, de todos los lados de alguien de donde me echaron por imbécil, sólo regresaría a ti y aquella tarde de abril en el que te fallé. Hay un vórtice de fuego que lo arrasa todo alrededor de ese día. No empieza ni acaba ningún ciclo solar ni lunar, ningún horóscopo cambia, nada, pero ese día es como que te maten en el juego de la oca y tienes que volver a empezar desde el principio. No sé. Volvería e iría contigo. Sé que decir esto me convierte en un cobarde.

Pero eso tú ya lo sabes, llamar de madrugada a un cobarde no te convierte en alguien valiente. No te convierte en nada. A mí me tranquiliza saber que me consideras el culpable ¿por qué si no me llamas? En realidad me estás diciendo que es por culpa mía que estamos separados para siempre. A veces, cuando vienes a Barcelona, intentas quedar para tomar un café, para comer, pero hasta ahora nunca hemos podido, siempre te ocurre algo, el niño se ha puesto enfermo, se te ha hecho tarde..., nunca dices la verdad. De ti aprendí a aceptar las mentiras piadosas como una forma más de amor. Aprendí a conformarme con las caóticas llamadas de madrugada que, como un latigazo, redimen un poco mi culpa.

En el castigo de saber que aún piensas en mí, que en cualquier momento podrías aparecer de repente en el rellano de mi escalera y cambiarlo todo de nuevo, está mi condena: una libertad vigilada por noches de insomnio, tras las cuales les siguen mañanas insulsas, de días aciagos, de lunes eternos, de huidas hacia ninguna parte.

lunes, 9 de enero de 2012

Parte del soliloquio de Martín Santomé

24 de febrero...

"Es evidente que Dios me concedió un destino oscuro. Ni siquiera cruel. Simplemente oscuro. Es evidente que me concedió una tregua. Al principio, me resistí a creer que eso pudiera ser la felicidad. Me resistí con todas mis fuerzas, después me di por vencido y lo creí. Pero no era la felicidad, era solo una tregua. Ahora estoy otra vez metido en mi destino. Y es más oscuro que antes, mucho más."

Mario Benedetti. La Tregua.

Para Daltvila. A veces no puedo comentarte en el blog y lo hago aquí.

Dar o recibir

_ Mi corazón no es tuyo_ dice_ soy yo quien te lo da.

domingo, 8 de enero de 2012

La rabia



Ayer fui al cine, The yellow sea.

¿Tenemos un motivo para vivir? ¿o para morir por él? ¿Podrías matar a alguien que no te ha hecho nada por alguien a quien sí le deseas la muerte? ¿y por a quien más quieres en el mundo?

Ayer entendí por completo a mi personaje, dónde está la resistencia del débil frente al fuerte, y dónde reside la fortaleza del poderoso, que es la misma que su debilidad.

No existe el honor sino la obcecación. Luego sí, después llega el honor.

Una gran película si puedes aguantar un océano de violencia.

sábado, 7 de enero de 2012

Forjaremos lunas en la fragua de los sueños



Penélope reclama su ración de caricias y se me hace difícil escribir seguido. Después de tantos años huyendo de las manos de la gente (principalmente la mía), de tomar como un triunfo que la rozara una minúscula fracción de su pelo, hoy me busca, se pone boca arriba para que juegue con ella y ronronea (que es el sonreír de los gatos). Supongo que el pasar más tiempo en casa ha influido en ello, el que Ulises se haya ido haciendo viejo y gruñón también, que la tristeza de estos últimos años me haya hecho más quieto le ha ido dando confianza para acercarse...

Me pregunto si no será que hay personas con alma de gato huidizo, que poco a poco se deban ir abriendo a base de tiempo y circunstancias, que con un gesto más enérgico de lo habitual se retroceda meses en ese proceso... me pregunto si no será que tenemos la costumbre de creer que todo debe ser como nosotros queremos que sea, si las costumbres nos definen casi tanto como el carácter, si no será que yo también soy un gato...

... entonces veo a Ulises, que sólo hace falta mirarlo un segundo para que se levante y quiera subirse a las rodillas, que le pide caricias a todo el mundo que entra por la puerta, que juega con todos, que intenta meterse en la cama conmigo, que sale a recibirme en cuanto oye la puerta del ascensor abrirse... y pienso que no hizo falta nada, que él ya es así.

A veces pienso que di por supuesto que era abierta y resultó que era huidiza, que soy un mal lector de almas; pero luego pienso que uno no tiene la culpa de no saber hacer bien las cosas si el otro no quiere, no puede o no sabe tender la mano, que casi todo tiene un límite y la paciencia forma parte de ese todo. Puede que no sea un buen domador de gatos (he tardado siete años en conquistar a Penélope) y por ende, un mal susurrador de almas, pero me siento con Penélope y ella se acerca y entonces pienso que "toda mecha arde si se le aplica la chispa adecuada" y que a veces es cuestión de suerte y disponer del tiempo necesario, que querer es intentarlo, que se tumben boca arriba para que les acaricies la barriga y ronronear ya es cuestión de suerte.

Los Reyes Magos me trajeron un Super-Humor de Mortadelo y Filemón y otro de Zipi y Zape. Es el regalo que más ilusión me ha hecho en tantos años...

(Don Pantuflo, Doña Jaimita, hasta Peloto Pelotez... y el Superintendente y el profesor Bacterio... joder, qué pasada)

¿Hola, Penélope! Qué quieres? Perdonad, tengo un asunto entre manos.

viernes, 6 de enero de 2012

Anónimos en el aire


Nunca entenderé esas ganas de ser otra, de modificar la realidad para que sepa a como quieres que sepa, no me acostumbraré a esos cuento de sapos y princesas, a esa infraestructura creativa que vive suspendida en el aire sin la base de las nubes, siempre pensé que a esos castillos se puede acceder siempre por debajo de sus paredes debido a la inconsistencia de los pilares que los sostienen.

Supongo que, al final, siempre lo jodemos todo. Yo siempre lo hago. No soy mal tío pero casi siempre hablo más de la cuenta, siempre acabo echando en cara algo, escribo una entrada como ésta, entro al trapo a según qué provocaciones como un toro cabreado. Supongo que debería pensármelo dos veces antes de abrir la boca, de decir ya basta. Pero hoy, sinceramente, estoy triste. Triste aunque sé que, probablemente, me merezco esto y que hubiese sido mejor haber jugado mi papel de rana calladita, comiéndome los insectos de la charca hasta que me dieras el beso.

El otro día vi Pretty Woman, en un momento dado ella dice que algo así como que llegan a degradarte tanto que acabas creyéndotelo. ¿Estoy poniendo como ejemplo Pretty woman? Sí, que pasa. Pensé que, en el fondo, y por estar en sociedad, a veces acabamos interpretando el papel que nos asignan. Bueno, supongo que es un poco así, y si eres tímido y no apareces mucho en la obra, mejor que mejor, más tranquilo. Pero no. No creo que sea tan fácil como eso, eso ocurre cuando eres joven o tu autoestima no está reparada aún de la última caída.

Pretty Woman me enseñó dos cosas:

a) que si me cambio el sexo y me meto a puta en Hollywood igual pesco a un millonario que en ese momento esté en la crisis de los cuarenta y se esté replanteando dejar de ser un hijo de puta y ser bueno conmigo. Esta enseñanza no sé dónde encajarla. Intuyo que es bastante más improbable encontrar a un hijo de puta que se convierta en buena gente que cambiar de sexo para meterse a puta en Hollywood.

b) que a veces, si las cosas pueden ir a pero, irán a peor, por si acaso, mantén tus valores por encima de todo, eso es algo que nadie podrá comprar (al menos por un módico precio... es broma, no lo podrá comprar jamás).

Ahora en serio, creo que te conozco lo suficiente como para que me puedas engañar con anónimos o con nombres despistados. El blog es un blog de despecho, repetitivo, sucio, lleno de odio y de clichés (como mi novela y como yo mismo). Creo que, en todo caso, merezco la indiferencia (que dicen que no hay mayor desprecio) y no anónimos.

¿Tienes lo que quieres? ¿Por fin eres feliz? Disfrútalo. Tienes razón en eso de que debería arriesgar, pero ¿quién te dice que no lo estoy haciendo en otra parte?

Feliz día de Reyes

jueves, 5 de enero de 2012

Una luz al final de la calle



Merodeo por la ciudad sin luna, como un perro hambriento atraído por el olor a basura. No sé si desaparecerás de mi cabeza como lo hiciste de mi vida, de un día para otro, llevándotelo todo contigo, sin dejar un rastro que seguir.

Al cabo de un año la llamada, me echabas de menos, una sola llamada y luego otra vez la nada. Me gustaría poder dejar de odiarte pero eso no está en mi mano. Te voy olvidando a ratos, a veces incluso me río con amigos que te conocieron. "Hacíais buena pareja" me dice alguien que no me quiere demasiado. Ahora entiendo por qué la mafia elimina a los testigos, no porque sean peligrosos, sino porque tienden a hablar demasiado y a destiempo.

El tiempo se deshace como un terrón de azúcar en un vaso con insuficiente agua en él como para que no quede ese residuo gris en el fondo. El azúcar se vuelve gris tras el cristal cuando se hidrata en exceso y no pude hacerse agua. A veces me siento así, el poso que sobra, lo que no se disuelve porque ya se ha excedido el cupo. Los recuerdos también son siempre son así, la culpa es así, la indiferencia también es así.

Hoy no estoy inspirado, no sé qué pasa, tengo frío. No encendí la calefacción ni la estufa porque gastan demasiado. Existe la posibilidad de que el cerebro se haya vuelto a quemar como la bobina de un motor, que una vez has sobrepasado el límite de la tensión te quemes y ya no puedas volver a ser el mismo, pero el frío me indica que no estoy muerto, el frío en los dedos de las manos y en los pies, el frío en la punta de la nariz, me pregunto cómo sonará su voz imantada ahora que no estoy yo para oírla, si la sirena que la habita habrá aprendido nuevos matices más seductores. Se me ponen los pelos de punta sólo al pensar que podría escuchar su voz.

La chica del pelo corto ha vuelto a escribirme, soy capaz de entrever la dureza en su tono, en sus frases dejando un hilo de sentimientos aún no encontrados. La adivino despótica en el cariño, disciplinada y aséptica, como si no se permitiera un minuto a su suerte, activa, acostumbrada a una responsabilidad que, a mí, hace tiempo que se me reveló falsa. Me escribe porque le gusta como escribo, porque al leerme siente que es como si se escuchara a sí misma. Me siento y pienso si por casualidad habré accionado un resorte que me haga otra vez humano, si todo este desengaño continuo tendrá que ver con el blog y si, al dejarlo, mi vida volvería otra vez al punto donde las cosas tendrían un sentido, el mismo que me hubiera llevado a una vida menos desquiciada.

Afuera los pajes llevan regalos a las casas montados en todoterrenos embadurnados de purpurina, los niños pequeños se vuelven locos de alegría o no saben aún qué pasa mientras los que ya lo saben, esperan su regalo como pasa un mafioso por una tienda a reclamar lo que es suyo para no tener que enfadarse. Me acuerdo de cuando era pequeño, me acuerdo de que no me enteraba de nada. Siempre pedía muñecos para hacer crear historias que ellos interpretaran o coches, me gustaban los coches, las construcciones de Tente o del Exin Castillos. No sé qué pasó luego, quizá, al crecer crecieron los regalos al tiempo que menguaba la magia.

Hoy pienso en los que para hoy es su primer día de Reyes y que hoy podría ser un día de Reyes especial para mí. Pero no es tiempo de nostalgias, hoy es tiempo de dar una tregua a todo lo que parece que hay. Es tiempo de vivir esta noche. Me voy a ver a mis sobrinos y a ser extorsionado complacientemente.

Sé que habéis sido buenos. Disfrutad de la magia.

miércoles, 4 de enero de 2012

Extraviado en la ciudad sin luna



Ayer lo entendí todo. Bastó un titular en un periódico on-line, hacía tiempo que lo había comprendido pero eso no quitaba hierro al asunto. Era la primera vez que comprendía algo que no entendía, como si mi yo interno ya lo supiera antes que mi impermeable sistema de valores. De lo que no me había dado cuenta es que yo me estaba convirtiendo en lo mismo que detestaba, que soy lo mismo.

A. me lo explicó, pero carecía del prestigio de una tercera página de periódico nacional. L. me hizo creer que aún existe cierta nobleza, o al menos así me lo parecía a mí. Faltaron o sobraron cosas, palabras, promesas... pero el mismo mar de fondo y las mismas olas, no se puede cambiar lo que es inmensamente más grande que tú.

No me acostumbro al mundo ni a sus normas, no congenio con mis congéneres, no me gustan la ley del más fuerte porque no es el más fuerte el que gana sino el que tiene la llave de la celda, no me gusta que se acepten por buenos las malas prácticas.

He sido leal. Se me puede acusar de todo pero nunca de deslealtad, puede que suenen a trasnochados el honor, el deber, la compasión. Quizá sólo es que soy un gran egoísta en guerra contra todo el mundo. No he podido o no he sabido cambiar, a veces pienso que soy una mezcla de Don Quijote y Peter Pan. Ya sabemos como acaba el primero y cómo nunca acabará el segundo.

Va pasando el tiempo, a falta de una parte de la programación la máquina está lista, Don Quijote y salvar el mundo. Me pregunto qué gigantes me esperarán ahí afuera y si bastará con embestir molinos, en esta ciudad sin luna que ha sido mi vida, apenas he compartido afectos, soy bloque de granito que espera.

Miento. He sido afortunado hasta extremos insospechados. He vivido lo suficiente como para llegar a comprender quién o qué nunca morirá por nadie, me he disfrazado de alguien que no era yo buscando algo que no soy yo. He buscado en lugares equivocados y he esperado la nobleza de gente con el gran miedo.

El gran miedo a quedarse solo y morir en cualquier parte, quedarse desamparado en cualquier lugar extraño. El gran miedo es el motor de la vida porque vivimos en un mundo insolidario. Quizá por eso el personaje de Moriría por ella es atípico, no le importa morir porque no tiene nada, por eso ayuda a Cris y por eso salva a María. Odia el mundo y a la gente pero ama al género humano, ama la nobleza que sólo tienen los que no pueden actuar por mero egoísmo. Por eso la ama a ella al principio de la novela, porque sabe que es alguien que, como él, también huye, tarda en darse cuenta de que ella también huye de él. Tal vez por eso María despierta el afán de poseerla en quien se cruza con ella, porque María es alguien con un mensaje diferente: no juzga, no le importa el futuro, sólo existe el instante, y lo expresa con todo su ser. No tiene miedo, no haría nada malo por miedo. Sólo huiría a causa del miedo.

Hablo demasiado (escribo demasiado). Como si yo tuviera la verdad sobre algo. Mi ego. Escribo para que tú me leas, así son los blogs. Me gusta leerte pero me gusta que me leas, en la entrada de ayer eché de menos algún comentario porque con el cero me siento estúpidamente desnudo.

A veces creo que escribir en este blog es una forma de justificarme por ser lo que soy. Una forma de mantenerme siempre así. Aunque si miro hacia atrás puedo ver lo mucho que han cambiado las cosas, hay días en los que me siento como si siempre estuviera en el mismo sitio, luchando en la misma guerra. Supongo que llevar un blog en estas circunstancias conlleva la repetición y el hartazgo, sobre todo con entradas casi diarias y con la temática que tiene este blog.

martes, 3 de enero de 2012

Sin rumbo

Hace tiempo que no escribo algo bonito, no me vienen imágenes nuevas a la cabeza, a veces pienso en algo que tiene que ver con cables y tornillos, filtros, la electroquímica del agua, las tardes que se perdieron para no volver, el tacto sucio y el olor a cemento recocido de las calles que no pisaré nunca más. Pero noto que se me ha cerrado el corazón, le han crecido puertas y bisagras por la noche, como si quisiera protegerse del frío de la calle sin que yo intervenga en ello. Algo se ha endurecido para siempre, algo que hasta ahora había podido salvar de toda esta insensatez.

Hace tiempo que no sé nada de ti. No es que me importe, es que me haces falta. Recorrer las calles sin rumbo, huir a cualquier parte con diez euros en el bolsillo, perdernos por caminos de tierra, tumbarnos sobre la hierba, ahogarnos mutuamente en la húmeda selva de los cuerpos, arar tu tierra con mis manos como si fuera piel bajo la nube blanca de tu ropa, abrirte en dos con los pulgares como si fueras una naranja, ser esa bestia que no eres capaz de domesticar porque ni yo puedo tener dueño ni tú sabrías qué hacer con una fiera como yo si te lamiera, en lugar de tu sexo, la mano. ¿Qué puedo darte que no cojas tu misma? Maldita pregunta, hace tiempo que no sé nada de ti.

He hecho mi vida. Mi vida está en ese stand by de las cosas lentas y que no llegan por mucho que las desees. Pero echo de menos escribir para ti, soñar con escenas en las que recorría mis antebrazos por tus muslos; escribía para ti aunque no lo supieras porque no podía hacer otra cosa que follarte con las palabras, como lo hago ahora mientras duermes a tanta distancia de mi que para medirla hay que juntar dos universos uno al lado del otro. Antes me llamabas, me enviabas postales, las guardo todas, me mandabas besos limpios como el aire cerca del polo norte, besos que se iban calentando a medida que se me metían dentro, iban entrando en calor como si los hubieras enviado al borde de una chimenea, a un lugar de leche y galletas en lugar de haberlos enviado al mismísimo infierno. Le mordía los pezones con esmero a tus postales desde cualquier lugar en el que estuvieras, donde te acordabas de mí y, quiero creer que del relieve de mi polla, como yo me acuerdo de cada centímetro de tu cuerpo, como todavía me acuerdo del sabor salado de tus lágrimas, de tu voz de trueno susurrando a gritos que me clavara.

Ha pasado el tiempo, el mundo no es de los perdedores, te engañé el tiempo suficiente como para que creyeras que yo tenía una posibilidad. El tiempo lo borró todo, dejaron de llegarme postales y empezaron a llegarme Christmas (primero con dos firmas, luego tres, cuatro...) me hace sentir como si fuera Peter Pan se encontrara a Wendy quince años después por la calle e hicieran como que no se conocen. Podría cerrar los ojos y sabría cómo hacerte estremecer con sólo el roce de mis dedos en tu espalda, podría hacerte temblar con sólo hacerte escuchar al oído dos o tres palabras. Me envías Christmas y cuando los recibo yo sólo pienso en abrazarte por detrás y saturar el aire que te envuelve con el veneno de mi deseo.

Pero ya es tarde. Mañana cuando lea esto que he escrito sin releerlo antes de publicarlo pensaré que quizá no sea buena idea tenerlo aquí, a la vista de todo el mundo. La musa me jugó una mala pasada, a la musa le dio por beber más de la cuenta, se le llenaron de insomnio las cuencas de los ojos, suspiró y, sin saberlo, desató esta tormenta de madrugada. Porque le han crecido llaves en los dedos para cerrar las puertas que me brotaron sin yo saberlo, porque ya no está para tonterías, se ha hecho un plan de pensiones sin fecha límite con balneario y tumbonas, y daiquiri a las ocho y vistas a la nada, ni tan siquiera sabe que es luna creciente porque ya no cree en soñadores que prometen puñados de estrellas, ni se acuerda del Perú, ni de las arenas del Sáhara, a veces cena con su ex- cuando visita la ciudad, y pregunta por mi, disimulando que yo soy un extraño, como si las musas pudieran mentir sin que se les notara...

... y el tacto del roce de sus muslos y la piel erizada de su espalda hablándome en braile a través de la yema de mis dedos...

... y la erupción de mi cuerpo cuando los suyos hacían caminos indelebles por la venas hinchadas de mi alma.

lunes, 2 de enero de 2012

El año de la paranoia


Iba a empezar el año con un post al que iba a titular algo así como "el nacimiento de la paranoia" entendiendo la paranoia como esa enfermedad mental en la que el individuo cree que todo el mundo conspira en contra de él. Ayer tuve uno de esos días de balance que intenta aclarar las cosas para no caer en los mismos errores. El día uno de enero es una buena ocasión para poner el contador a cero, es una ilusión pero todos de una forma u otra lo hacemos. A mí, el poner el contador a cero me sentó como una patada en los huevos porque ya empezaba a olvidar el sushi envenenado, las traiciones incompletas, los desengaños por exceso de expectativas, el dejarse hacer, el aferrarse a un destino que no parecía sembrado de cristales rotos.

Me preguntaron si no espero demasiado de la gente y después de pensarlo un rato y de haber empezado con la premisa de que sí, de que espero demasiado de los demás, llegué a la conclusión de que no. De que no espero demasiado, sólo espero que cumplan lo que prometen... no sé, de una pareja lo que esperas es que puedas confiar en ella, de tu jefe que te pague a fin de mes, de los amigos que no hablen mal de ti, no creo que eso sea pedir demasiado. Creo que es lo normal, lo lógico y que si tu pareja te miente, tu jefe no te paga y tus amigos hablan mal de ti con motivos inventados, se incumple un pacto tácito.

Estas fiestas he tenido varias conversaciones del estilo "¿soy un paranóico, espero demasiado de la gente o es que todo me pasa a mí?" La verdad, a veces creo que me quejo por quejarme y que, además no debería hacerlo porque es feo y molesta a los demás, pero es que llevo un par de años surrealistas y no sé ya qué hacer. Reconozco que confío demasiado, que soy crédulo hasta la estupidez, que a pesar de ver por dónde van los tiros siempre creo, a veces porque tengo la necesidad de creer, o porque mi situación obliga. A veces me engaño a mí mismo a pesar de tener claro quién o qué va a fallar.

Sigo el principio básico de "si ves las barbas de tu vecino afeitar, pon las tuyas a remojar". Si la historia de las personas con las que te juntas siguen un guión, si ves que hacen con otros cosas que no están bien, acabarán repitiendo las mismas acciones contigo, sólo es cuestión de tiempo y de que llegue la ocasión.

Intento no caer en la paranoia, intento no dejar de creer en la gente, este final de año está siendo complicado en ese sentido.

Siento haber dudado de una persona, quizá mi estado paranoico ha influido en ello, siento que por dudar haya fallado a alguien muy querido. Sospecho que las cosas han sucedido como han sucedido y que yo necesitaba certezas que nunca se esclarecieron. Quizá mi suspicacias se vean como inquisitorias, me remito al segundo párrafo, cuando hay dudas cuesta poco esclarecerlas, y me sentía como una mosca chocando una y otra vez, contra el cristal de una ventana.

De todo esto saco una cosa buena. Apenas comparto mi proyecto de la desinfección del agua. No compartir mi sueño se me está haciendo difícil, llevarlo casi en secreto hace que vaya más lento. Pero me alegro de haberlo hecho así porque, con la perspectiva del tiempo, pienso que ahora mismo otras personas en quien confiaba podrían estar desarrollando algo parecido. No saben nada, y ahora no pueden porque está patentado.

Quizá se abandona la verdadera niñez cuando introyectas eso de que no debes irte con desconocidos, no debería ser así pero el mundo está lleno de codicia y de gente codiciosa. No nos damos cuenta. Espero encontrarme con gente más noble cuando trabaje en ayuda al desarrollo, con ONG´s, aunque no sé hasta qué punto ese mundillo es distinto al resto. Cautela. El otro día leía que los norcoreanos que escapan de su país y llegan a Corea del Sur se sorprenden gratamente de que todo el mundo come todos los días y por el contrario, se asombran de la competitividad y codicia desmedidas.

Ruego disculpéis la pataleta, voy cerrando carpetas de rencor tratando de comprender de dónde viene. Tratar de comprender me ayuda. Me pregunto si no debería tratar de comprender ciertas actitudes y así vería las cosas más claras, no daría segundas oportunidades, no pondría tanta carne en el asador.

Pero luego pienso que se aprende por ensayo y error, y que siendo como soy he conocido personas extraordinarias, que no soy eterno y no quiero pasarme la vida viviendo tras un escudo que me defienda y también me aísle. Creo que lo mejor de mi vida está a punto de llegar, que tengo buenas cartas si las sé jugar para trabajar en lo que quiero y para sentirme bien haciéndolo. Siempre me quejé de que escogí ingeniería cuando me gustaba filología pero ahora recuerdo que lo hice pensando en llegar hasta este punto (o el que viene inmediatamente después) y siento que el camino ha sido extraño porque he sido yo haciendo cosas que no eran para mí.

Uno tiene, dentro de todo, si la salud lo permite, la capacidad de escoger su propio destino. Yo lo estoy intentando, a quienes no lo entendieron, a quienes quise o confié y buscaban resultados a corto plazo, para quienes sólo fui lo que tuve, a quien se hizo la loca y al cabo de los meses me llamó para decirme que me echaba de menos, a quien me hizo añicos las esperanzas, a quienes me engañaron con falsas promesas, me gustaría que fueran estelas en el mar, pero si lo pienso con detenimiento prefiero que sigan ahí, porque se llevaron pedazos de lo mejor de mí que no quiero que se pierdan, porque sé que pasarán otras personas que aún no he conocido y espero seguir actuando con la misma nobleza que lo hice en el pasado. Uno es lo que es, incluso las ruinas donde te has edificado de nuevo son uno también. Nunca olvidar lo bueno del pasado, afrontar el futuro con la esencia de lo que soy.

Sólo así podré renovarme cuando haga falta.

El camino no empieza hoy.



Cansa, el estribillo pero sobre el minuto 4 tine una salida que te hace reír. Este Elvis...