domingo, 29 de enero de 2012

No tenemos una cuerda para atar la locura y llevarla como un globo



Llovió frío y mi habitación se convirtió en una nevera. El cielo se desmigajó en miríadas de estrellas que se fundieron nada más tocar tierra firme. Te eché de menos, tristeza, como se echa de menos a los antiguos amigos con los que has pasado casi todo. Volví a la espera de la primavera, como Bandini, y me comprometí a releer las historias que me han convertido en alguien más humano. Me pregunto si allí donde estés, con quien vivas ahora, esta mañana estarás pensando en si hiciste bien. Sospecho que ya no, pero sigo siendo internamente un optimista sin remedio y que, en algún lugar del mundo, o cuando éste llegue a su fin, coincidiremos sin palabras, coexistiremos en un nanosegundo habitando una mota de polvo, un electrón mío orbitará el núcleo de un átomo de tu corazón y no podrás obviarlo.

Y en ese instante, volverá a ser primavera, a pesar de que las estrellas se precipiten en la noche contra el suelo y haga tanto frío que no nos apetezca salir de casa.

Hay días en los que no me importaría el deshielo.

No hay comentarios: