sábado, 28 de julio de 2012

Dinah Washington...



"Ya no se hacen canciones como las de antes" dijo ella.

"Lo que ocurre es que ya no queda quienes sepan cantarlas así" dije yo.

"Quizá hace tiempo que nadie se atreve" dijo ella mirándome fijamente desde el otro lado de la mesa.

"Yo sí me atrevería" y sonreí.

"¿Ah sí? ¿Con cuál?" me retó con una intensidad que no esperaba.

"Me atrevería contigo" me salió del alma.

"Yo soy mucha mujer" dijo sin soltarme con la mirada.

"No importa, tengo buena voz" le dije.


viernes, 20 de julio de 2012

Alicia en el país de los arquetipos


Hay algo que no creo haber dicho antes en este blog. Si lo hubiera dicho probablemente lo dije en un arrebato, así que no cuenta. O sí cuenta, no sé. El caso es que quizá ahora también lo diga sin ser consciente del todo de que ya no voy a volver a ser el mismo... a veces hablo de casualidades, de intuiciones o simplemente de cosas que imaginaban que pasarían y luego pasaron.

Hace años que juego con los arquetipos, aunque quizá debiera decir que son ellos los que juegan conmigo, y hablan alto y claro cuando les pregunto. Ellos saben y ellos conocen de qué está hecha la masa con la que se hace el pan del universo, cuál es su tiempo de cocción y a qué sabrá cuando se enfríe.

Algunos de mis amigos me hacen preguntas sobre qué les pasará, como a un oráculo de Delfos, y yo digo cosas que me sin palabras llegan a mi cabeza. Luego me olvido y no sé qué he dicho, luego me dicen si se cumplió lo que predije. Generalmente suele ocurrir (parece ser) que acierto.

¿Por qué digo esto? Porque conmigo nunca funciona. Yo no sé nunca qué me va a pasar, los arquetipos me quieren desconcertado, supongo.

Pero algo cambió hace unos meses. Hace unos meses me puse serio con ellos y les pedí que me aclararan al menos algo y ellos me hablaron con desgana. Para recordarlo lo escribí en una libreta. Hace unos días leí lo escrito.

No sabría decir si debería estar aliviado por conocer mi destino o si, en realidad, los arquetipos se burlaron de mí al concederme un sucedáneo de premonición. El caso es que se van cumpliendo los plazos y hay algo que no cuadra. Los arquetipos me dijeron que María estaría ahora conmigo, y no lo está.

Me pregunto si quizá debí luchar más para tratar de convencerla de que se quedara a mi lado. O si el destino, en realidad no es más que un horizonte al que nunca se llega por mucho que se viaje en pos de él. Según ellos María debía seguir ahí muchos más años pero sin embargo ella desaparece nada más tomar forma.

En casa nada me recuerda a ella, no ha dejado nada. No le conté que tenía un blog, apenas sabe a qué me dedico exactamente, como si nunca hubiera tenido interés, como si antes de que pudiera formar parte de algo, ya hubiera decidido que no habría tal algo. He dejado de cogerle el teléfono, le dije que si vivía con otra persona lo lógico es que no jugara conmigo. Me dijo que no quería perderme y yo le dije que lo que no quería perder era la puerta de salida si las cosas le fueran mal.

Demasiadas veces me he sentido así: como una salida de emergencia. También es cierto que en cuento me he dado cuenta he cerrado esa puerta. Esta vez creo que ni siquiera llegué a abrirla. El tiempo, probablemente, me dará o quitará la razón, pero eso me importa poco, hace tiempo que no tengo miedo a tener miedo, hace tiempo que ya no busco un ancla que detenga mi deriva.

Cuanto más me conozco más me doy cuenta de que mi caos forma parte de mí y que no puedo dejar a un lado todo eso que no quiero ser y soy. Cerrar los ojos ante lo que no quieres ser es desperdiciar el potencial que tienes, porque todo es luna; hasta su cara oculta es, si cabe, más luna.

Reconozco que me he ido haciendo menos frágil, que con el tiempo los fracasos en lugar de erosionarme han templado mi carácter. A veces no entiendo ciertas cosas pero ahora ya he dejado de intentar comprenderlas. Aunque la verdad, me es imposible hacerlo del todo. El animal que soy no olvida por mucho que quiera, el bicho sigue llegando tarde a dormir, ha vuelto el insomnio y las palabras se agolpan de nuevo para salir hacia alguna parte que yo aún desconozco.

La tristeza se agolpa detrás de las paredes y yo no quiero dejarla entrar esta vez. Intuyo que, a pesar de lo fuerte que creo ser, no iba a ser capaz de convivir demasiado tiempo junto a ella. Maldita tristeza, maldito duermevela.

Pero hoy al menos soy capaz de mirar de frente a todo lo que ha pasado estos días. Ser valiente consiste en ser capaz de querer comprender y seguir ahí aunque no lo consigas. Ser valiente consiste a veces en no ser lo suficientemente cobarde como para preferir el desdén a la soledad. Elegir.

Puestos a elegir me quedo con lo bueno. Aunque lo bueno no vaya a volver nunca más.

jueves, 19 de julio de 2012

Oigo la rueda del karma girar y veo pasar el tiempo, y me llama por teléfono y yo respondo


Me siento extrañamente bien, mi ánimo y mi percepción del destino ya no dependen de si las cosas van bien o mal. Vivo. Con esperanzas y no de esperanzas. No me aferro al pasado ni al presente, ya no los tengo clavados en el cuerpo como dos anzuelos que tiran en direcciones opuestas. Vivo sin desesperarme, echando de menos a María pero sabiendo que no he podido hacer nada porque las decisiones de los demás siempre nos dejan la duda de si pudimos influir en ellas, pero apenas podemos. Nadie nos impide querer a quien sí queremos y no querer a quien no queremos.

He vuelto a mis noches de estrellas en la terraza y a mi colajet, a mi Minute Maid de limón con hierbabuena y mis noches de casi insomnio, al trabajo diario y a los subterfugios que aparecen durante el día para que lo alargue en el tiempo.

Me voy conformando con pequeñas cosas antes de que el mundo me arrastre como un tsunami hacia la vorágine que se me avecina. Me pregunto si esto es el principio y si existe algo más allá.

Ayer medité de forma natural. Me senté en el suelo y me quedé en paz conmigo mismo, sin pensar y sin hacer nada, el cerebro se me aquietó y no sé cómo explicarlo, me convertí en el verdadero hombre que soy, no el que me empeño en construir ni el que tiene que respetar lo que los demás esperan de él. Fui yo durante unos instantes y me gustó ser yo. A lo máximo a lo que me había acercado es alguna vez que había escrito algo en este blog.

La mente es algo difícil de controlar. Lo habitual es que se destruya y se reconstruya totalmente en milisegundos, como si estuviera forrado de un papel de plata con pequeños microcortes para que respirara desde dentro el verdadero toni.

Hasta mi nombre me suena raro.

Me siento como si no tuviera nombre.

María me llama todos los días. Ha vuelto con su ex y me dice que me echa de menos. Me duele porque en parte es verdad y en parte es mentira, no puede estar echándome de menos todo el día hasta la llamada del día siguiente. Yo sí pienso en ella casi todo el día pero no soy ni fuerte ni débil. Ni digo cosas para que no haya marcha atrás ni me rompo en mil pedazos. Dejo que las cosas sigan su curso.

Iba a poner una canción que por la radio me gusta mucho pero el vídeo es muy sucio... http://youtu.be/kUvUX8RkIfA

PEro no lo voy a poner. Me gusta éste de Lana del Rey... porque es lento y porque me lleva a ese lugar donde las cosas están claras... donde a ella se le ve de muy lejos que no va a ser nada bueno en tu vida. Al final, preferimos a los malos porque no podemos esperar nada bueno de ellos y sabemos que estamos perdidos mientras estemos ahí.

El problema es la buena gente que no sabe lo que quiere. Esos son los que verdaderamente acaban haciéndote añicos el alma.

domingo, 15 de julio de 2012

Hice bien en no contarte que tenía un blog




Hace poco que conozco a María, apenas sé nada de su pasado. No saber el pasado de alguien con quien pasas mucho tiempo (ahora que lo pienso no pasamos tanto tiempo juntos) te sirve para anclarte a una sensación de eterno presente que evita que te hagas preguntas. Pero eso sólo sirve durante un tiempo. Al poco uno empieza a hacerse preguntas y dar información de uno mismo, como si el presente tuviera que estar encerrado de alguna forma entre las cuatro paredes del tiempo. Esta vez lo he alargado todo lo que he podido, pero al final la curiosidad ha sido más fuerte. Empezó preguntando ella y yo le conté cosas recientes, todo empieza como un juego de confidencias, todo es un después sobre las sábanas revueltas, las cortinas ondeando la viento como banderas, el calor de la ciudad fugándose con el sol cuando ya atardece y la caja de colajets se queda vacía...

María me cuenta que sigue viéndose con su ex-, me lo dice con una naturalidad que se me hace difícil de comprender, me dice que las cosas no acaban de terminar nunca, siempre queda algo de lo que hablar y que últimamente se ven más a menudo. Me cuenta que él la dejó por otra chica y que le dice que ahora se arrepiente, que con quien quiere estar es con ella. "¿Quién no querría estar contigo?" le digo tratando de quitarle drama al asunto. "El caso es que aún le quiero, de otra forma a la que lo hacía antes, me da pena que lo tirara todo por la borda. Yo le quería mucho, le perdonaba casi todo, no había nadie como él, lo consentí como se consiente a un niño y acaba por creerse que es invulnerable, acabó pensando que él era quien yo necesitaba que fuera. Y se perdió" me dice. "Se perdió y ahora pide volver a casa" intento resumir la historia que me cuenta. "Sí. Al principio lo hacía de una forma sutil. Ayer me lo pidió. Le conté que estaba saliendo con otra persona y se vino abajo. ¿Qué somos tú y yo, Toni?" pregunta.

Me debato entre el egoísmo de quererla siempre a mi lado y darle la oportunidad de que sea ella quien decida, quiero ser egoísta, quiero que todo cambie, que el pasado cambie y que su presente desaparezca cuando no estoy con ella. "Somos esto" le digo mientras le dibujo con el dedo una luna sobre la piel desnuda de su pecho desnudo "somos tú y yo sin haber construido todavía nada. Sabes que quiero cambiar el mundo y que quiero que lo cambiemos juntos" la verdad es que no sé qué decir, sólo digo tonterías..."sabes todo lo que soy, o casi, cuál es mi situación y cuáles son mis planes. Yo soy eso y me gusta que estés. Me gusta estar, me entiendo bien contigo a pesar de que hace tan poco tiempo que nos conocemos". No sé qué decir, podría haber dicho que quiero pasar toda mi vida con ella, tener hijos, surcar mares, viajar al fin del mundo, pero sé que eso la asustaría, aunque tal vez es lo que esté esperando que diga.

"Lo que más sorprendió de ti es que al cabo de una semana era como si te conociera desde hace mucho tiempo" me dice. "Es todo fácil contigo, imagino que siempre es fácil para ti poder llegar a los demás. Eso me asusta porque quizá sea una característica tuya y no la conexión especial que parece. Te ganas la confianza enseguida". 

"Y de la misma forma la pierdo" pienso.

"Eres transparente. Tanto que puedo ver tu miedo, puedo ver tu alegría y puedo ver cuando desaparece. Como ahora" dice María cambiando de postura, como si se le estuviera durmiendo el brazo derecho.

Sospecho que todo esto se está acabando. A pesar de que los dos sabemos que su ex estará un tiempo tranquilo hasta que vuelva a sentirse seguro. Y ese día ella tendrá una bolsa guardada en el armario cargada de reproches, y él contraatacará con esta historia fugaz conmigo. Y todo volverá a empezar y yo ya estaré muy lejos. Le digo que ambos sabemos que ocurrirá esto si ella decide volver con él. 

Me dice que yo no puedo saberlo todo, que a veces utilizo mi imaginación para crear guiones que no sabemos si alguien los interpretará como yo los escribo en mi mente. Que el mundo es algo más que historias inventadas, que yo viajaré por el mundo mientras ella se queda aquí esperándome y que él tiene un trabajo en Barcelona y que hay una rutina de convivencia y que está hecha un lío. 

Le digo que es lo mejor que me ha pasado en mucho tiempo.

Me dice que no me han pasado más que cosas malas en mucho tiempo y que es normal que lo vea así. "No sé si cambiarás la vida de muchas personas pero lo que sí sé es que la mía la has cambiado. Pero soy yo quien no quiere que cambie. No sé si te das cuenta de lo difícil que es esto para mí. Porque yo a ti te quiero. Pero ahora mismo quiero a dos personas y no puedo alargarlo por más tiempo. También sé que si vuelvo con él y sale mal no podré volver contigo. Me gustaría que él estuviera con otra para no tener que pasar por esto, pero al mismo tiempo me dolería tanto si estuviera con otra... Más que si lo estuvieras tú".

No sé qué decir. El viento hace sonar las persianas y las cortinas se hinchan y se elevan casi hasta el techo. Mi piel se enfría, como si la sangre no quisiera abandonar los órganos vitales para mantenerlos vivos si ocurriera algo. No tengo miedo, ni tan siquiera siento la rabia que esperaba que tendría si ocurriera algo así. Y pienso que todavía me queda un largo camino hasta llegar a alguna parte, que otra vez he acabado siendo el otro, y que quizá ese sea mi destino si es que existe un destino y se manifiesta mientras vives. 

Le pido que comamos juntos, que vayamos al cine, al parc de la ciutadella, pero ella dice que no y en su no adivino que hoy, todo eso lo hará con otro que no soy yo. Podría quedarme hasta que la proximidad de la hora a la que vendrá él la ponga nerviosa y le haga pedirme que me vaya. Pero no sé por qué no soy así, pienso que si sobro lo mejor es marcharse con toda la dignidad que se pueda. 

Cuando cojo el ascensor le digo que puede llamarme cuando quiera y ella, desde la puerta de su piso, me mira, dibuja una sonrisa de circunstancias sin decir nada. 

Llego al portal de su casa y voy a buscar el coche. Todo esto me trae recuerdos antiguos, de otras calles, otros domingos por la mañana y de otras despedidas en circunstancias similares, dejando la puerta abierta al destino. Al llegar a la esquina de repente me siento muy cansado, me siento muy viejo, se me van las fuerzas de las piernas. Un padre pasa con su hija pequeña cogida de la mano calle arriba. Y al verlos pienso sin saber el porqué que mi vida hasta el día de hoy no ha servido para nada.

Llego al coche, subo, lo pongo en marcha y dejo su barrio con la rapidez que permite el escaso tráfico de un domingo por la mañana. Llego temprano a casa y me como dos donuts de chocolate que guardaba en la nevera. Enciendo el ordenador y empiezo a escribir algo que nunca ha pasado, que el tiempo ha guardado ya en un cajón de un armario que no me pertenece. 

Luego recabo información para el powerpoint de la máquina. Al fin y al cabo mi destino está aún por escribir... pero mientras, qué duro se me está haciendo todo.

sábado, 14 de julio de 2012

Sábado de nubes y claros


Siempre quise escribir un inicio de novela como la primera página de "Lolita" de Nabokov, con demostrar la pasión que uno siente por quien ama, unas palabras que al atravesarme el cuerpo como un rayo transmitieran toda esa electricidad estática a quien tocara el libro con las manos, como ahora me pasa con María cuando le paso el brazo por el hombro, cuando me roza el aura de la punta de sus dedos, cuando la hago prisionera y le hago sentir eso que sólo ella conoce y que yo sólo puedo intuir en la calma después del calor que desprenden nuestros cuerpos cuando el fulgor cegador del deseo ya se ha vuelto a convertir en una luciérnaga que escapa por la ventana.

Siempre quise provocar algo que no sé si existe y en caso de existir, que alguien como yo pudiera desencadenarlo aunque sólo fuera por casualidad. Todos estos días en los que veo toda esa felicidad y esa forma de energía limpia que desprende, solar y eólica, radiante y en torbellino, hace que me pregunte si yo tendré algo que ver con ello o si yo soy, en realidad, la oscuridad que ella ilumina y las ramas del árbol que se mueven con su brisa. A veces me llama para contarme cosas que sé no importan, sólo lo hace para encender la luz de mi habitación en penumbra y ver si sigo ahí, quizá esté abriendo una ventana para que se airee mi casa...

Me pregunto cuánto tiempo tardará en darse cuenta de que soy un hombre empeñado en la tarea de reconstruirse por dentro, que el maduro divertido, el que quiere cambiar el mundo a través del agua es sólo parte del hombre nuevo que quiero ser.

Que deseo con todas mis fuerzas ser.

"Deberías escribir" me dice... "pero deberías hacer llegar tu invento a todo el mundo" y a veces creo que me quiere porque porque admira algún supuesto talento que yo no creo tener. Y me da miedo, porque soy un pequeño ídolo doméstico con pies de cera. Me pregunto cuánto tiempo tardaré en que todo se ponga en marcha y si ese es el tiempo que me ha concedido. Y entonces recuerdo los plazos que no pude cumplir y en las decepciones que generé y en que ser un hombre a veces se me hace demasiado difícil porque necesito creer que todo es posible y eso, eso sólo lo pueden hacer los niños.

Si hay algo a lo que me aferro, si esta vez soy capaz de cubrir esperanzas de que todo es distinto, es que esta vez no hay confusiones, el tiempo y la crisis ha puesto a cada uno en su sitio, a mí el primero, y ya no concedo razones a quienes razón no tienen, he desistido en comprender a los que no me entienden, ni hacer comprender a quienes no tienen ganas de escuchar. Imagino que, en parte, en eso consiste madurar: en no tener miedo a hacer las cosas por uno mismo, a evitar la aprobación de los demás como método para tomar decisiones.

Anoche me decían que espero demasiado de los demás.

Y es cierto. Pero sólo espero lo que estoy dispuesto a dar. Imagino que en el mundo de las expectativas rigen las mismas reglas de los mercados de futuro... cuando la esperanza es algo que sólo le implica a uno, quizá a dos si eres capaz de compartirlas, como se comparte una misma cama o el mismo frigorífico, el mismo sofá, las mismas vacaciones...

Pero lo cierto es que vuelvo a intentar escribir una inicio de novela como la de "Lolita" y sólo me queda la posibilidad de irlo intentando con los retazos de pasión que a veces siento, que me tensan el cuerpo hasta convertirlo en un peso que arrastrar más que en un vehículo.

Ha salido el sol tras las nubes y el calor empieza a adueñarse de la buhardilla en la que soy lo que nadie ve que soy. Me he dejado el teléfono en el piso de abajo y me pregunto si habrá llamado María y si este sol recién aparecido tendrá algo que ver con ello. En si este verano será el mejor verano de mi vida o el último de los veranos que querré olvidar cuando mire hacia atrás. Y no sé por qué tengo la sensación de que todo ya ha cambiado, que yo aún no lo sé pero que mi vida ha tomado otro rumbo que me llevará a lugares que aún no imagino y al pensar esto pienso en todo lo que he escrito en este blog, en todas las rabietas y en todas las veces que no comprendí qué me estaba pasando. Y aunque sigo sin comprenderlo diría que ahora ya no me importa, que en el fondo he dejado de pensar demasiado para seguir caminando en una única dirección, como si de pronto hubiera dejado de nadar contra la corriente porque me he dado cuenta de que a donde quiero llegar me lleva este río en el que se ha convertido mi vida.

sábado, 7 de julio de 2012

Sábado por la mañana


La verdadera libertad tiene que ver con esta brisa que entra por le patio jardín, el rumor de los pájaros entre los árboles del parque cercano, el silencio interior que provocan los techos altos en los viejos edificios, la casi eterna eternidad del sonido que desprende tu sombra al frotarse contra las paredes de ladrillo y el suelo de madera.


La libertad a secas se construye a base de cambiar las puertas por cortinas, de encender velas sin creer que tarde o temprano se consumirán ¿a dónde se llevará el fuego la cera? ¿dónde, al enfriarse de nuevo, volverá a ser roja y volverá a oler a cerezas?  Diría que el tiempo ha pensado en descansar en el banco sobre el césped, esperando a que alguien le ofrezca un mojito mientras enciende las antorchas y pone la música que da relevo a las estridencias del piar de los pájaros. 


Toda esa libertad me esclaviza a ti, a tu forma de pasar por las cosas como si no hubieras pasado por ella, a estos silencios por la mañana y el olor a ropa almidonada, tan blanca como el blanco de tus ojos, cálida como tu piel cálida, desde la que te asomas al mundo a horas imperdonables, cuando yo ya he consumido un cuarto del día, tiempo en el que regreso a la rutina de una casa vacía presente todos estos años.

Si pudiera volver hacia atrás no sé si viviría todo lo que he vivido hasta este momento. Siempre digo que no me arrepiento de nada, pero no es del todo cierto, me arrepiento de lo que me ha hecho más duro y más frágil al mismo tiempo, de los afectos regalados, de los intentos vanos, de todo lo que me llevó a desilusionarme y me convirtió en alguien que nada guardando la ropa, que se pierde a veces en sospechas infundadas y que ante todo, ha dejado de tomarse en serio todo aquello que un día puede desaparecer dejando un rastro que no conviene seguir y que siempre acaba siguiendo. Si pudiera volver hacia atrás intentaría ser otro. Ya sé que eso es imposible, pero lo intentaría; para llegar a este punto y no saber herirte, no saber hacer añicos la libertad de la brisa que entra por el patio jardín o la del silencio interior que provocan los techos altos de los viejos edificios, me volvería, no sé, más confiado y no tendría miedo a perder esto, aunque sospecho que seguiría teniéndolo.

Pero el tiempo llama a tu puerta, al otro lado del océano una selva se agita y vuelve con sus manos de lluvia a mojarte la cara cuando te acaricia; el tiempo dejó de ser el gran enemigo cuando descubrí que el gran enemigo siempre es uno mismo, y la distancia se convirtió en esa eternidad que nunca pudimos cruzar a nado, a pesar de que siempre lo planeamos.

Últimamente habrás observado que me aferro a tu cuerpo a cuerpo por las noches y que compro flores a pesar de que ninguno de los dos está lo suficientemente en casa para poder vivirlas durante el día. Y es que de alguna forma que no entiendo sí estoy cambiando, me estoy volviendo más brisa y menos tormenta y, aunque no lo comprenda del todo, tengo la certeza de que voy llegando a donde estaba destinado a llegar, que empiezo a ser el hombre que siempre tuve que ser.

Y puede que sólo sea otro espejismo, pero ya no me importa porque he aprendido que hasta que no se manifieste como tal, ese engaño es la realidad y que, a veces, es mejor no caminar hacia el horizonte para comprobar con la palma de la mano si el universo miente, porque tampoco sirve de mucho si después de haberlo hecho no se sabe regresar a casa.

lunes, 2 de julio de 2012

Ronda del mig


Podría haberlo evitado. Podría haber pasado por otra calle en lugar de por esa maldita acera, pero entonces no hubiera recordado el locutorio ni que escribí para ella uno de mis mejores posts un mediodía mientras esperaba a que saliera de trabajar y pudiéramos reunirnos en una habitación barata para arrancarnos el envoltorio de plástico que cubría nuestras ansias de animal en celo. Pero no he podido evitarlo, tenía que pasar por delante para llegar hasta donde me habían convocado a una reunión de negocios. Negocios sucios, tan sucios que también me hubieran recordado aquél día si hubiera acudido a otro lugar que no tuviera que ver ella.

La terraza sobre un patio, un jardín interior que simula un bosque tropical y que lo consiguiría si el desorden no estuviera estudiado hasta el mínimo detalle: un desorden demasiado perfecto para esconder una mano metódica y amante de lo espontáneo pero incapaz de soportar una hoja fuera de lugar. Dos viejos conocidos que han dejado de querer conocerse porque hay demasiados lugares ocultos que ni tan siquiera ellos quieren recordar, pedimos sushi por teléfono y hablamos de todo menos de nosotros, preguntamos cosas que se contestan con "bien" y con "ví a M...", creo que si por algún motivo a uno de los dos se nos abriera una rendija por donde asomar el bicho de cada uno sentiríamos vergüenza, una vergüenza infinita que no conocería nunca más un lugar a salvo en el que ocultarla. Me pide que le hable de ella y yo le cuento cosas sin importancia, como si al volver a nombrarla tomara forma de nuevo y tuviera el poder de hundirme hasta las profundidades del abismo del que tanto me costó salir. Sonrío como si la herida estuviera cauterizada dado el tiempo transcurrido y entonces pienso que no importa el tiempo que haya pasado, algo de mí se quedó para siempre entre las cuatro paredes de la habitación en la que nos devorábamos con las manos, donde me hundía en ella hasta volverme grito.

Bebemos algo que tiene el poder de disolverla hasta convertirla en un aroma que aparece sólo cuando me acerco la copa para tomar un sorbo y desaparece en cuanto la alejo. Me pregunto si podría olvidarla con tanta facilidad, aguar su presencia en hielo hasta que se volviera insípida e inolora, al tiempo me respondo que entonces viviría en todas las copas, en todas las bebidas que bebiera el resto de mi vida, como si lo inundara todo con su nueva forma, como si fuera tomando todos los cuerpos, todos los soportes posibles, hasta convertirse en un todo del que sólo pudiera escapar saltando desde muy arriba con la esperanza de que ella no hubiera adoptado también la forma de la muerte.

Cuando estamos acabando me llama María al teléfono. Sonrío al ver su nombre en la pantalla porque no puedo evitar saber que al otro lado, en su auricular, ella esboza esa alegría con la que inunda todo lo que está a su alrededor. Hablamos poco, me da recuerdos para el monstruo y me dice que luego pasará a verme. Me gustaría decirle que a pesar de que yo soy mucho más grande, cogerla de la mano me da más seguridad de la que he tenido en mi vida, que su fuerza es esa inmensa pasión por la vida que a mí se me olvidó hace tiempo, que vivo aterrado a que un día me suelte, pero no lo digo, los hombres no podemos decir esas cosas porque esas cosas no existen en nuestro lenguaje. Somos los fuertes, los que sabemos a dónde ir y cómo hacerlo, los que tenemos el caparazón tan duro que ni el cielo infinito de estrellas podría agujerearlo si chocara contra él. Y lo que no se puede nombrar no existe.

Colgamos. El monstruo hace un comentario que se pierde por el desagüe por donde se olvidan los años vividos. Le sonrío porque me conoce y sabe que en la debilidad es donde radica la fortaleza de los que viven entre el dolor de la soledad y el pánico a que sobrevenga sin avisar.

El monstruo saca un libro que ha escrito y me lo dedica en bolígrafo rojo.

Últimamente los bolígrafos de tinta roja se han adueñado de mi vida.

Y los de gel verde, y de colores que no había visto nunca antes.

Al volver paso de nuevo por delante del locutorio donde un día me convertí en nómada para siempre. Aunque quizá ya lo era y mis pies sólo tuvieron que recordar que no tienen un hogar sobre el que construir un futuro.

Llamo a María sólo para escuchar cómo su boca se ensancha hasta convertir el silencio en una sonrisa infinita. Con eso me basta.