jueves, 29 de septiembre de 2011

Arte total


Después de la aventura culinaria del chocolate con churros diab(-ético)y (-ólico), y de haber quedado muy digno en la preselección de los premios Nobel (a no ser por las carcajadas al otro lado del teléfono mientras me informaban que no había sido seleccionado para la criba final), me decidí a fusionar varias artes buscando la obra total. Como para ser un artista lo principal es el aspecto, me compré una boina de pintor, un caballete, un cincel, un martillo, una caja de vino de Borgoña, un sofá-cama, pinceles, pinturas, una boquilla para cigarrillos, una bata ya pintarrajeada y un bloque de granito de dieciséis toneladas.

Cuando lo tuve todo reunido me di cuenta que me había olvidado alquilar un estudio y que, por lo tanto, todo lo comprado estaba en medio de una calle deteniendo el tráfico rodado. Después de dos horas buscando quien me alquilara un estudio, dí con un inversor en obras de arte al que todos llamaban Padrino, Don Corleone o Porfavornomemate. Supuse que todo pertenecía a un folklore extranjero y les dí muestras de integración con su cultura: me casé en secreto con su hija Miranda, de dieciocho años. Cuando se lo dijimos al padrino le embargó tal alegría que todos los presentes tuvieron que sujetarle para que en su euforia no me asfixiase con sus abrazos (al cuello). Con estudio, esposa, boina y media caja de vino de Borgoña, me dispuse a realizar la obra total, la unificación de todas las artes en una sola.

La inspiración no me llegaba, primero empecé a tallar el bloque de granito que, dentro de un piso abombaba el suelo con alarmante pendiente. El vecino de abajo vino con los ojos como platos para que bajara a ver su casa. Bajé y ví que el techo suyo estaba ligeramente convexo, de tal forma que la lámpara del techo tocaba el suelo en su parte inferior. Le dí dos palmaditas en la espalda y la copa de Borgoña que llevaba en la mano y subí a aporrear el bloque con el cincel y el martillo. Dos horas después me llegó la inspiración: dejarlo como estaba y pintar sobre él monigotes, un sol, una casa y unas nubes... ya había fusionado dos artes, la escultura y la pintura, ahora sólo me quedaban otras cinco. Le puse un tocadiscos viejo encima y lo enchufé, puse el bolero de Ravel a tó trapo y llené de ketchup los agujeros superficiales del granito. Ya sólo me quedaba la poesía y la danza y mi obra sería la concentración de toda la sensibilidad humana. Y entonces ocurrió.

Empecé a recitar a Béquer mientras daba graciosos saltos encima del bloque de granito cuando en uno de éstos hipopótamicos saltos el suelo se vino abajo con gran estruendo, primero llegué al piso de abajo donde el suelo de éste también cedió y así el siguiente piso hasta un número total de nueve plantas. Salí de allí con mi obra efímera documentada por una cámara que llevaba atada con cinta aislante a mi cabeza y me dirigí a registrarla en el registro de la propiedad intelectual.

De camino al registro me sonó el teléfono. Era mi suegro. "Oye, tú no habrás tenido nada que ver con el hundimiento de mi edificio de Gaudí catalogado como patrimonio de la humanidad ¿verdad?". "No, yo no, será cosa del vecino de abajo, me llamó para que viera unas obras que estaba haciendo en casa. Seguro que ha sido él." Y entonces me entró la tristeza... no había caído en la arquitectura como arte... luego me pregunté si el derribo no es, en realidad, otra forma de arquitectura.

En estas, y al cruzar la plaza de Cataluña en dirección al Eixample, alguien me llamó por mi nombre. "Toni", me giré y allí estaba ella, mi musa eterna, mi amor de adolescencia, mi luz, mi fuego, mi hervor de la sangre, con quien hubiera vivido una vida cuerda, la más sensual de las mujeres, la más solidaria de las compañeras... Salí corriendo en dirección opuesta como alma que lleva el diablo. "Ven aquí, desgraciado, no huyas" decía con melodiosa energía. La primera bala me rozó la oreja derecha y fue, afortunadamente, a incrustarse en un camión de reparto de gasoil, menos mal, podía haber herido a alguien. Otra bala me rozó la entrepierna y rebotó en el suelo provocando, en su movimiento de fricción unas simpáticas chispas.

La explosión, dirían después las noticias de las tres, probablemente debida a un atentado aún sin reivindicar pero claramente achacable al partido hippy por la paz, había arrasado media ciudad. Se buscaba a un activista negro (mi foto chamuscao de la explosión) buscándoseme vivo o muerto, se recompensaría lo segundo. Entre los testigos, mi suegro con los ojos desorbitados mirando la foto que le enseñaban la policía por si reconocía al principal sospechoso.

Busco lugar donde pasar la noche.

miércoles, 28 de septiembre de 2011

Pero a tu lado - Los Secretos


Somos diferentes. Tú eres el sol y yo la luna, tú un optimismo que se queja, yo el pesimismo que quiere dejar de serlo, tú la selva y yo el desierto, tú la voz y yo el que escucha. Somos diferentes como dos países diferentes.

Somos distintos, tú quien guarda los secretos y yo el que viviría sin puertas, tú la ventana y yo el ladrón, la noche y el día, frío y calor, rico y pobre, quien sabe escribir y quien no.

Pero también somos el cuerpo, el espejo y el reflejo; y somos de donde se parte, a donde se llega y el camino; somos luz, oscuridad y penumbra, somos todo lo que pareciendo opuesto tiene algo que los une. Y si te fijas bien puedes verlo con los ojos, porque a veces las palabras cansan y se vuelven huecas. Porque un blog es sólo un blog.

Y puede que el tiempo sea eso, un océano de aire con olas de recuerdos. Y para variar esta vez sí me arrepiento, pero es que lo intenté tan sólo a medias porque creí que tú harías el camino inverso, que caminarías la otra media.

El otro día un buen amigo me dijo, muy sincero él. "Tu problema Toni, es que das demasiadas oportunidades y cuando ya no hay remedio siempre te aferras a la esperanza de que todo hubiera podido ir diferente. No se puede tener esperanzas en lo que ya ha pasado, sólo se puede esperar a que no vuelva a suceder, que nos vaya bien a todos, que la vida es bastante cruel por sí sola".

Hoy ceno con él, con su mujer y sus cuatro hijos. Es más joven que yo y tiene una sabiduría natural para las cosas cotidianas que siempre me deja perplejo. Se conoce muy bien a sí mismo y me conoce a mí. Quizá porque hace veinte años que nos conocemos, no sé.

El caso es que tiene razón.

Pero sigo pensando, que quererse, cuidar del otro, ser honesto, puede con todo y que tú y yo no erámos el sol y la luna, ni el desierto ni la selva, ni la noche o el día, ni tan siquiera la palabra y el que escucha, éramos eso que siente el sol y la luna sobre su piel, que duerme de noche, que dialoga...

Pero quiero ser sincero, te agradezco todo el mar y que llegado el momento apostaras a ganador, porque ganar como perder también tienen un punto medio. Pero ha pasado mucho ¿cuánto es mucho? tiempo. Y sé que es mejor así.

Vídeo: Fito y Fittipaldis - Me acordé de ti

La cocina de lo absurdo


Se acabó el verano pero el calor sigue. Como consecuencia de ello y en ausencia de polos en mi congelador me he visto obligado a chupar los calamares a la romana hasta que sólo ha quedado lo blanco. Saben casi igual que el magnum almendrado de queso de cabra y son más baratos, pero por no tener palo (los grandes inventos españoles del siglo XX fueron el chupachups o sea, un caramelo con palo y la fregona, una bayeta con palo)no le auguro demasiado éxito a esta nueva modalidad de gastronomía de emergencia. He decidido llamar a este nuevo orden mundial culinario como "la nueva ola abusa-paladares" y el primer atenta... digo plato insignia he decidido sea el chocolate con churros donde se moja el chocolate en tableta en una pasta batida de churros, leche y horchata. Sólo con verla ya te vuelves diabético pero está sorprendentemente rica y si luego bebes coca-cola light te sale una espuma negra por la nariz, boca y orejas muy apropiada para exorcismos y manifestaciones anti... todo.

Se acabó el verano, mi vida ha dado un giro copernicano (sin saber exactamente aún de cuántos grados ni si hacia la derecha, izquierda, arriba o abajo). Sospecho que los futuros acontecimientos no podrán ser peores que los pasados, aunque me he prometido que si los superan haré un vídeo y lo colgaré en youtube con las mejores imágenes.

Este verano se ha saldado con cinco kilos de más. Parezco una albóndiga con patas, así que después de chupar media docena de calamares congelados he decidido hacer dieta estricta. Nada de dulces ni nada de hidratos de carbono superfluos. Para celebrar mi determinación y coraje me he hecho dos kilos de spaghetti con salsa de panceta batida con huevo, pimienta y vino blanco.

La ambulancia ha llegado relativamente rápida y los sanitarios aprovechando mi desmayo se han hecho fotos con el batido de churros que guardo en la nevera con la esperanza de que me den el premio Nobel de cocina o el príncipe de Asturias de la misericordia. Alguien me ha hecho entender que mis esperanzas son vanas a tal respecto pero yo persevero y sigo con mis experimentos con el mejunge diabóli... digo con la mezcla madre. De momento ya he conseguido:

- El material orgánico más pesado que se conoce (tiene más gravedad que algún planeta)
- Que brille en la oscuridad y tenga música como un gusiluz (aquí hice trampa, cuando apagaron la luz cambié el batido por un gusiluz de verdad)
- Un material que oxida cualquier cosa que se le acerque.
- Que haga desaparecer el oro (y aparezca como por arte de magia su equivalente en euros en mi cuenta corriente).
- El arma bacteriológica definitiva (con permiso de Sálvame de Luxe)

Pero sigo triste, una albóndiga que llora, me pregunto quién o qué será el tenedor que me pinche y se me lleve a la boca (creo que acabo de crear el símil más bizarro de la historia de todas las palabras escritas pero no pienso borrarlo, soy así de chulo, no temo a la muerte ni a que nadie deje comentarios en mis entradas).

Se me cierran los ojos... espero que no se te haya revuelto el estómago... pero así soy yo. Pura contradicción, el payaso que llora (y se le jode el maquillaje), politxinella de un pequeño teatro, alguien perdido entre la magia de los productos y artilugios modernos. Inventor al fin y al cabo. Loco, por supuesto... por tí, a veces.

martes, 27 de septiembre de 2011

La niebla


Me dice que todo se pierde, que yo pierdo, que nuestras cosas se pierden en la niebla, que el pasado es una gran bruma donde los muebles más distantes ya no pueden verse. Me dice que sí, que escribir es la mayor de las locuras, que en algunos corazones caben más palabras que sentimientos, y dice que ya no le pertenezco, que ya nada vuelve a ser lo que se ha sido. Y por alguna razón que, aun pensándolo con detenimiento se me escapa, sé que tiene razón.

Por la noche a Ulises le da uno de esos ataques de "cariñositis" aguda. Penélope se acerca a cierta distancia, a veces creo que tiene miedo a esa gran mano vengativa del dios de las caricias, porque quien te da también te quita. A veces pienso que no me perdona todos los años de viajes continuos, esa soledad "a deux" del piso vacío, de la terraza cerrada, el sofá como único lujo, los días de lluvia, el no poder saciar su curiosidad de gata de ojos verdes y asombrados, la no vida familiar de una familia nada más que proyectada.

Me dice que todo se pierde, que yo pierdo, que en algún lugar existe un tiempo detenido en una estación, como un tren averiado que ocupa la vía por donde deberían pasar los otros trenes que, fastidiados, deben recorrer otras vías. Me dice que hemos perdido la única oportunidad de salvarnos. Y entonces, no sé el porqué, me viene a la cabeza la idea de que todas las vías son vías muertas y me nace una rabia infinita como si hubiera una fuerza interior que pudiera alargar infinitamente el destino, como si el final fuera, en realidad, sólo una minúscula parte del camino, donde la felicidad es un campo de amapolas a 100 kilómetros por hora, donde se puede volver hacia atrás para recuperar los muebles de entre la bruma, donde a quien se quiere permanece ahí, escondido, al que sólo llamarlo provocará el vaho de nuestras bocas húmedas y calientes como una selva.

Me dice que añorar es la peor de las melancolías, que es mejor no hacerlo, que es mejor no tratar de rescatar tesoros hundidos en la memoria. Que es mejor mirar hacia adelante. Y por primera vez le hago caso sabiendo que cuando ella mire hacia atrás, desoyendo su propio consejo, ya no podrá verme.

lunes, 26 de septiembre de 2011

Diario íntimo de la avaricia


Quedo para cerrar un negocio, con alguien a quien conozco desde hace años, le planteo el negocio del agua, le presento los equipos y las posibilidades. Esa persona es extranjera aunque lleva casi treinta años en España. Se va dos meses a su país (emergente) y me entero que desde allí se me ha saltado, a mí me dice que no le interesa, sin embargo desde la otra parte del mundo escribe correos codiciosos a mis representados. Pues eso, quedamos cara a cara... me dice que quiere ganar más que el cliente y el fabricante. Le pregunto que qué aporta y se tiene que callar. No puede aportar nada porque ni siquiera conoce ni cómo funciona.

En sus ojos veo brillar la avaricia: no arriesgar, no crear, no conocer, no transformar, no generar algo valioso para la humanidad. Sólo dinero. Llamo a quien me puso sobre aviso: El fabricante. Le doy las gracias, me dice que no me preocupe, que les molestó la maniobra en cuanto lo vieron y por eso me avisaron, que pase lo que pase me tienen en cuenta. Les digo que no envíen más información hasta que no hayan cerrado el contrato. Porque yo sé mucho más de ambas partes de lo que ellos creen.

Me da igual. Sigo a lo mío. Pero me da rabia. Todo el mundo busca dinero para tener mucho más dinero, a mí me entran con la idea de hacer la máquina de potabilizar agua, deben pensar que soy un iluso porque tengo entre las manos una tecnología buenísima y "sólo" se me ocurre hacer una potabilizadora. Igual sí soy un iluso. Necesito seis mil euros para acabar el prototipo y crear la patente de uso y no los tengo. Se acabó compartir la información. Quería ganarme su confianza porque tiene acceso a contratos en África y América Latina. PEro ya veo por donde van los tiros. Busco otras opciones. Empezar de nuevo.

Mañana tengo otra reunión con la misma persona para otro negocio medioambiental con otro fabricante. También de una tecnología patentada. ¿Cómo blindo esto ante la avaricia sin escrúpulos? (¿y sin conocimiento?) Me siento sucio sin saber el porqué. Claro que quiero tener dinero para que mi familia viva bien, claro que quiero poder financiar todo lo que pueda y no tener que estar en esta espera o a merced de los bancos... pero una cosa es...

... me pregunto en qué mundo me he estado moviendo. Me pregunto si yo no seré, en el fondo, alguien igual a ellos. No me gusta. Si quiero el modelo de uso es para poder controlar que llegue a donde tiene que llegar. No sé. Creo que se me olvidan pasos, creo que se me ha olvidado confiar.

Me niego a creer en que pagarán justos por pecadores. Ahora mismo necesito confiar.

Tengo que decir que cada vez que pienso en la novela también me siento sucio, cada vez que escribo algo me siento como si me pusiera al frente de un egoísmo personal y malvado, me cuesta pensar que no tengo para desarrollar la máquina, que no tengo para ni casi pagar la hipoteca y pueda tener momentos minúsculos de felicidad.

Me gustaría que algo me saliera bien y pudiera ganarme el derecho a una mínima porción de satisfacción, a salir de esta cárcel.

Sé que me estoy centrando. Lentamente, sin hacer ruido. Me centro al mismo tiempo que me aíslo.

He dejado de creer en el ser humano que conozco, pero me niego a creer que lo que conozco es todo. Todavía tengo la esperanza de encontrar gente con la que poder colaborar sin miedo a avaricia o mentiras, a falsas promesas para obtener algo de mí.

Pero sigo ahí, sobreviviendo que ya es mucho, con la esperanza intacta, acumulando proyectos, escribiendo un artículo para una revista técnica, tratando de conseguir ese proyecto que me financie mi máquina y con el que salir de todo esto.

Y esperando a la musa. A que se haga mujer, a la que le importe más que el agua llegue a regar los campos que la longitud de su falda. Con el tiempo he llegado a la conclusión que sólo puedo querer a alguien que vea el mundo como yo. Supongo que a todos nos pasa lo mismo. Si repaso los personajes de la novela, cuando él salva a María lo único que hace es dejar que María lo salve a él. Pero yo no soy él, yo no le llego ni a la suela de los zapatos.

Y ya me estoy extendiendo demasiado.

Ulises se acerca a mi mesa y reclama mi mano. Hay por ahí un dios de las caricias, un dios que vive entre las palmas de las manos y la piel de otro, en los ojos y en la mirada tranquila y serena. Y llega Penélope. Me costó casi seis años que se dejara acariciar, apenas nota la mano ya se quiere ir, pero regresa, atea de ese dios de las caricias, no creyente por que ella sólo cree en Ulises.

Supongo que escribir en un blog es lo más cercano a la locura.

jueves, 22 de septiembre de 2011

En un extraño lugar


No me queda nada que decir, el otoño se quedó en simulacro y con él volvió el cansancio a mis párpados, volví a moverme en círculos viciosos que sólo me libran del vértigo. Porque si de algo estoy huyendo, desde el primer día, es del vértigo, de la furia del huracán, y por lo tanto, de todo aquello que no puedo controlar.

Empiezo a pensar que después del ciclo que se ha cerrado no acabo de empezar otro, es como si el ciclo que me toca hubiera salido ya de la estación de autobuses en dirección a su destino, mi destino; y que yo me he quedado en tierra. A pesar de que tengo una oportunidad única me siento impotente, como si por mucho que corriera no pudiera subirme al autobús en marcha. En todos estos años he perdido pocas cosas. Y no las he perdido porque apenas nunca tuve nada. Quizá sí sea un hombre que cree que está seguro aferrado a algo mientras cae a una velocidad de la que no es consciente ni desde la altura desde donde se ha precipitado.

Pero si de algo estoy seguro es de que necesito estas letras, escribir calma la ansiedad y me parte en dos al mismo tiempo. He pasado del silencio de las palabras al grito hueco entre paredes acolchadas, sé que poco a poco me he ido volviendo más loco de lo que estaba, porque amar la soledad es la más infame de las locuras.

De acuerdo, yo me lo he buscado. Yo me busqué esto como Grecia se buscó tener que pedir un rescate. Si existe un culpable de todo es uno mismo. La verdad no te hace libre cuando todo ha sido una gran mentira, la verdad sólo te devuelve la imagen del idiota que has sido por confiar más en tus creencias que en la realidad. La realidad es que uno apenas cuenta consigo mismo, con la familia quizá.

Me pregunto en qué fallé exactamente. No quiero buscar la excusa fácil ni quiero salir de todo esto con la idea de que fue inevitable o de que la diosa fortuna sonríe sólo a los avariciosos. No, quiero conocer, de toda la verdad, la que me explica, la que le da nombre a esto en lo que se ha convertido mi destino, a esta confusión, a esta caída, a esta perplejidad y a esta huida hacia adelante, a esta mala elección de los principios y tal vez de los fines. Busco una razón, pero ya he dejado de buscarla fuera.

lunes, 19 de septiembre de 2011

Si hiciera falta


Hiciste bien en huir, en correr sin mirar atrás, hiciste bien en no creer en mí, hiciste bien en caer de pie.

Hiciste bien en olvidar, en no saber quien soy cuando me ves, ya ves que yo tampoco sé quien soy cuando me ves. Hiciste bien en coger un tren sin moverte de donde quizá alguno de mis pasos sigue aún sin pisar.

De pequeño me obsesionaba con las esquinas, las pisaba hasta lo más hondo posible para que si alguien quería borrar mi rastro debería hacer por lo menos lo mismo. Nadie, ni la aspiradora, llega donde yo llego, debe ser algo así como un récord mundial de permanencia virtual en los rincones. Creo que, aunque hace muchos años que me fui de casa de mis padres, hay lugares que aún le pertenecen a suelas de caucho que ya no existen, le pertenecen a mis pies milímetros cuadrados de un país propio y sin nombre. Curiosamente, en mi casa nunca he tomado posesión de las esquinas. Quizá porque mi casa me pertenece porque tiene un nombre o llegan cartas a mi nombre. Hace dos meses que no abro ninguna carta porque me dan miedo, un miedo irracional. Las acumulo en una habitación y luego cierro la puerta.

Hiciste bien en no volver, hiciste bien en no dejar que yo lo intentara, si repaso la lista de las cosas que hicimos, no las hicimos tan mal. Quizá nos faltó decir adiós, quizá te faltó decirme adiós.

Me pregunto si alguna vez algo hará que te acuerdes de mí. Si al dar media vuelta, si al aparcar en un lugar donde nos dijimos algo diferente, sin querer, te vendrá a la cabeza aquello que quise ser o fui, tu gran amor, tu desliz, tu error.

De nada servirá que ese día entres sin remedio en este blog que creció por ti, a espaldas de ti, este blog que se fue secando como el bonsai de la cocina, aquejado de una enfermedad invisible y repentina que de no haber llegado en marzo hubiera pensado que era un otoño en miniatura, un otoño sólo para bonsais como un desamor para un amor como el nuestro, tan pequeño y tan frágil como el país de mis pisadas en las esquinas de la casa de mis padres.

Y aun así, en las tardes que se acortan, en este septiembre triste de horas tristes y voces que se adormecen detrás de las puertas correderas que se cierran, me pregunto por qué no me dijiste adiós aunque fuera yo el que no tuviera más remedio que irse.

PD: Me asusta no saber qué decir, llegar siempre al mismo lugar, dar vueltas en círculos, me asusta estar siempre asustado, dejar para mañana mi muerte, me asusta que puedas vivir sin mí, que yo pueda existir sin ti. Y que esto no termine, que sea siempre lo mismo; un eterno retorno, la órbita de una roca perdida en medio de la nada y atrapada por la gravedad un enorme agujero negro.

sábado, 17 de septiembre de 2011

Y de repente fue ayer


Cesará el viento y caerá el frío, dicen que mañana bajarán bruscas las temperaturas, pero yo sé que el frío caerá lenta y pausadamente durante la noche y por la mañana nos saldrá vaho de la boca aún caliente del último aliento del verano.

Caerá el frío y con él llegará su ausencia, el teléfono sonará con las vibraciones de un viejo cacharro a punto de morir y buscaré en su pantalla, en líquido amniótico y gris, el número digital que me unía a ella como si fuera la prolongación de sus dedos buscando los míos. Y echaré de menos el susurro de su aliento y echaré de menos las palabras envueltas en su voz.

Cerraré la puerta de la terraza negándoles a Ulises y Penélope los pic-nics por el tejado y maullarán pidiéndome que les abra la puerta para salir hasta que se cansen o se resignen de que el invierno se acerca, entraré la caja de la arena y encarcelaré su mundo en estas veinte paredes, estos dos espacios, esta lenta y larga agonía que es esperar de nuevo a la primavera.

Anochecerá antes y la pantalla del ordenador destronará al sol como el dilatador de mis pupilas. Quizá escriba más, o quizá no pueda escribir ya nunca, viajaré o me dejaré llevar, me perderé o acabaré econtrándome de una vez por todas, ¿de veras importa? en los recovecos que hay en los cientos de caminos que he emprendido.

Y esperaré a que un día todo se vuelva de nuevo transparente y, de una vez para siempre, ella abra la puerta y que el personaje salga de una vez por todas y a por todas, fiero y despiadado a robarle al Destino su destino, a encontrar en la voz del bicho su propia voz, y se dé cuenta de que el camino más fácil no siempre es el mejor.

Y ahora sí. Ahora que llega el frío me obligaré a recordar su voz durante aquellas tardes de agosto, cuando su voz era todo lo que yo tenía, cuando su mundo era el mundo que quería conquistar.

jueves, 15 de septiembre de 2011

Las grietas del tiempo


Mientras soñemos y dejemos un rastro de post-its con pedazos de lo soñado, y nos dejemos llevar por la intuición a golpe de remo, mientras demos la misma importancia a lo que nos da y nos quita lo que siempre hemos deseado, mientras la oscuridad sea la oscuridad y la luz sea eso: claridad, mientras tengamos manos que en lugar de agarrar se posen como dientes de león al viento sobre la hierba, sobre el hombro de otro que es igual a ti, mientras haya palabras que suenen a despedida y no se vayan (no te vayas), mientras haya un solo instante en el que, perdido todo, valga la pena quedarse a contemplar desde él toda tu vida entera (sin cortes publicitarios), mientras ocurra que siendo tú, despierto o dormido pero tú quieras verme como yo quiero verte, estaré esperando a que vengas.

Con la luz encendida o apagada, en la penumbra de la noche exacta, bajo los árboles del parque sin hojas, en el frío mármol de la escalinata que nunca lleva ni arriba ni abajo, en donde hiciera falta, en los lugares que empiecen por S o por T, esperando a que abras la puerta y digas esas palabras que ya no nos pertenecen.

A veces uno espera que las cosas ocurran porque no puede hacer nada para que no sucedan, es en ese espacio de tiempo en el que me he acostumbrado a vivir: en las grietas del tiempo.

martes, 13 de septiembre de 2011

En el agua




Me pierdo en el camino, en los recovecos de un afán que cada día que pasa, más se aleja, en los pecados no cometidos, excepto los de lujuria y soberbia que, esos sí, los llevo en el ADN, tatuados al hueso, en el mensaje que da la jauría que vive en mi mirada, en los lugares a los que no fui ni a los que nunca iré.

Me pierdo en la locura, porque en ciertas circunstancias lo único cuerdo es volverse loco, quemar las naves, no volver a mirar hacia atrás bajo pena de convertirme en estatua de sal. Sólo se añora lo que se pierde si es algo imprescindible, si uno deja el corazón en el pasado, y yo añoraré siempre porque es mi naturaleza, porque me construyo como con Tente de las piezas que he ido compartiendo. No me puedo explicar sin lo que he sido.

Más de lo mismo. Siempre escribo más de lo mismo, no me atrevo a sacar a mis personajes a luz porque los quemaría, ya no escribo sobre la luna o sobre Ella, algo ha cambiado en mí. Algo se ha echado a perder.

Veo el agua fluir y veo el agua llegar a más lugares, tengo la máquina casi lista, el plan de negocio casi listo, me faltan recursos para patentar la máquina pero eso es algo que acabará llegando. Sólo me queda un objetivo: el equipo de potabilización para lugares remotos. No sé hasta dónde llegaré con ello, no lo sé. Sólo sé que durante el camino he ido perdiendo más de lo que creía.

Ando perdido, pero al mismo tiempo creo que uno, para encontrarse, ha de buscarse. Siento no ser el bloguero que se esperaba que fuera, el ingeniero que se esperaba que fuera, el hijo que se esperaba que fuera, la persona que se suponía que debía ser.

A mi modo lo intento. Lo llevo intentado desde hace mucho tiempo. Creo que saqué la cabeza del cuerpo de mi madre y ya noté que se esperaba que llorara. No sabría decir qué es lo que se supone que debo ser, pero no lo soy.

Ando en construcción. Recortando la tira de hombrecillos de la fotografía. Aprendiendo, imagino que para aprender hay que hacerlo mal algunas veces y darse cuenta de los errores.

Y con cada error, además de ganar también pierdo.

sábado, 10 de septiembre de 2011

Aquellos días extraños


Esta es la cuarta entrada que escribo hoy. Cuatro son muchas entradas. Antes de ésta no he publicado ninguna porque ninguna merecía la pena ser leída ni comentada. Tampoco sé si publicaré ésta, ya lo dije en la anterior y no la publiqué. Quizá me haya entrado un poco de cordura, este fin de semana es uno de esos espacios en el tiempo que flotan en el aire como una pompa de jabón. El sábado pasó silencioso, se quedó grabado en el contestador de mis días. El tiempo, para mí, tiene esta sólida soledad que lo espesa todo, como la harina en una salsa. No sé qué haría sin internet para matar la soledad, probablemente si no tuviera internet saldría más, iría a más sitios, no sé si en realidad todo esto no es más que un pez que se muerde la cola y si yo estoy metido en un círculo vicioso.

Añoro los días en los que podía escribir de verdad, los días en los que mi verdadera vocación era la crear algo que realmente expresara cómo me siento mientras apuesto por la felicidad, pero diría que eso no puedo dominarlo, mi modesta inspiración depende de una legión de musas que pierden cobertura cuando más las necesito, se van a donde sea que tengan su morada, probablemente con el pelo al viento, dejando rastros de palabras no dichas, como un hilo al que Ariadna no se atrevería a atar para nadie. Cuando las musas no quieren que sepas dónde están lo más probable es que no quieran que sepas tampoco con quién.

Esta entrada va por el mismo camino que las anteriores, está condenada a quedarse en el cajón de los escritos incompletos, de los veranos inacabados, de las cartas de tarot que mienten por bocas que no saben y no entienden. Me siento hoy, más perdido que nunca, en la repetición eterna de un guión ya leído muchas veces.

Esta vez, parece que ya escarmiento, me ha sorprendido un poco menos. Empiezo a entender algunas cosas que antes no entendía y lo cierto es que al final todo llega a un mismo lugar y con una sola explicación. Ahora no importa nada de eso, el caso es que se me pone un poco cara de tonto. Creo que ha llegado el momento de jugar al mismo juego, un juego en el que siempre he salido perdiendo, ha llegado el momento de concentrar casi todo lo que soy en un sólo objetivo. Sólo que se me hace difícil creer que ese es mi objetivo. Uf, esto ya es implubicable, lo he convertido en otro maldito puzzle donde giro sobre mí mismo sin sentido, ocioso, impreciso, perdido...

No sé si el blog es buena idea. A veces pienso que es una gran cueva donde me siento a salvo porque el mundo me quema. Lo que no sé es si el mundo me quema porque llevo demasiado tiempo en la cueva.

miércoles, 7 de septiembre de 2011

Frankenstein


Cuando llega el fin del verano me cambia el metabolismo, mi cuerpo se para, alguna pieza se suelta, se desafloja algún tornillo con el que mi alma se sujeta al cálido aluminio de mi esqueleto. Y me vuelvo hambriento, pesimista, ermitaño, somnoliento, con la necesidad de reinventarme por las mañanas sin conseguirlo, me faltan las palabras como si hubiera que cambiarlas, como la ropa, por otras más de invierno. Me vuelvo más despistado, recuerdo lo que sueño algunas noches y me paso el día dando vueltas a cosas que no ocurrieron y que no ocurrirán jamás, pero que ahora sí, entiendo que si puedo imaginarlas es hubieran podido ocurrir, quizá aún.

El caso es que cuando llega el final del verano tengo que cambiar, no sólo mi mundo, sino que debo hablar con mi cuerpo y tranquilizarle, decirle que todo irá bien, que no todo está perdido y que hay que seguir adelante en esta cuesta arriba que nos ha tocado vivir. Porque mi cuerpo me habla sin quejarse, el que se queja soy yo, de esta maldita lumbalgia o de este principio de siglo, de esta gran depresión, de esta maldad que nos gobierna.

Este año he hecho una alianza con mi cuerpo. Esta mañana, al amanecer, juntos los dos (cuerpo y alma) en la cama vacía nos dimos el abrazo, prometimos atornillarnos, hacer las cosas desde el alma, tener en cuenta al cuerpo, tratar a los sueños como películas que se ven en el cine, y buscar todos esos lugares comunes en los que ambos nos sentimos a gusto y alejarnos de donde nos sentimos en deuda, transcribir con los dedos lo que los dedos no pueden sostener porque pertenecen al alma y viceversa (si eso es posible).

Porque hoy es el primer día del resto de nuestra vida, como lo fue ayer y como lo será mañana también, como lo son todos los días de aquí a que se acaben. Y es que de tanto pensar en plazos y fechas de entrega, uno se parcela su vida y su tiempo, y en esa vibración en ese temblor de lo que uno quiere hacer y no hace, o hace y no quiere hacer, se le desaflojan algunas piezas, se desatornillan algunas tuercas del chasis de aluminio del cuerpo y entonces, es el momento primero en el que es bueno decidir hacia dónde quiere ir.

Esta vez no me quedaré esperando a la primavera.

¿Para qué si todos los días pueden serlo?

jueves, 1 de septiembre de 2011

1000


Esta es la entrada 1000. Es 1 de septiembre. La Luna, la Tierra y el Sol están alineados (o lo estuvieron ayer). La entrada 1000 era una meta en la que no sabía qué pasaría. Pensé en cerrar el blog, también pensé en acabar con todo, antes de que todo acabara conmigo. En cualquier caso, ayer hice un relectura de lo que he ido escribiendo en el blog y pensé en las personas por quien he escrito casi todas las entradas. Rastreé en mi memoria y todo se volvió irreal, como si de repente, al poner un CD en un viejo tocadiscos, éste sonara.

Pensaba que la entrada mil sería la leche, pero no se me ocurre nada. Últimamente se me ocurren cosas mientras voy por la calle, en el coche; a veces cuando duermo sueño y recuerdo los sueños, pero la entrada mil es un hueco. He empezado a reescribir la novela, la voz de ahora es mucho más obscena, más fuerte, tiene más bicho. Curiosamente el personaje ya no odia a nadie. Intento que odie al menos a una persona pero no puede, es como si se hubiera rendido ante el mundo, como si ya no fuera con él, como si todo se hubiera acabado ya y sólo quedara la inercia. La inercia de los días, pasarlos como se pueda, con momentos de tensión y momentos para una tensa espera.

Este blog es la historia de un inicio de novela y la perplejidad ante el cambio radical y en pocos días de dos mujeres a las que quise. He intentado comprender y he elaborado infinidad de teorías. Creo que estoy cerca de entender sus porqués y también los míos. Pero como he dicho antes ya nada, o casi nada, importa, creo que uno es incapaz de odiar mientras se pregunta un porqué, uno debe siempre admitir que las cosas son como son, que el vivir conlleva un riesgo, que querer conlleva la posibilidad de que no nos quieran.

Ya no oigo el sonido de la vía láctea al girar sobre sí misma ni pensaré que suena como una rueda de molino, el silencio esta tarde es el sonido que producen las nubes mientras pasan y se deshacen contra la pared del cielo. Ya no pienso que odio a quien me enseñó a odiar, porque no es cierto. Porque casi nunca me enfado, pero me siento dolido.

Después de tres años sin hacer ninguna depuradora, después de tres años buscando trabajos como un perro hambriento que husmea entre la basura, después de tres años de frustraciones continuas, de estar a punto de que todo mejore y al final todo acaba mucho peor que antes, sigo con la costumbre de tener esperanza, de seguir creyendo que un día mi suerte cambiará, de que todos los esfuerzos no serán en vano, de que construiré una depuradora que será el principio de un resurgir, que acabaré la novela y alguien querrá leerla, de que un día se terminará esta soledad, esta pobreza, esta vergüenza. Podría hacer más, seguro, todos podríamos hacer más, todos podríamos mirarnos menos el ombligo, hacer lo que se quiere hacer y no lo que se supone que se debe hacer.

Esta entrada mil tenía que ser la hostia en verso. Las expectativas son casi lo peor, son la constatación de que a veces las cosas que nos pasan irán siempre por otros derroteros a los deseados.

La entrada mil iba a ser la leche, pero es una más entre todas, es una nube entre todas las nubes, la puerta semiabierta que no se sabe si se está abriendo o cerrando, me gustaría, sin embargo, que todas fueran como ésta, algo que quema sin abrasar, algo que se enfría en el quicio de la ventana como un pastel.

No sé si importa, quizá no, ahora Ulises persigue palomas por el tejado y Penélope duerme entre las cajas de materiales que quedan de la antigua empresa. Mientras construyo estas frases siento un desasosiego difícil de explicar, porque al acabar esta entrada ya no existirá la emoción de la entrada mil, se quedará atrás, será otra de esas cosas que uno espera que lleguen y que cuando llegan uno tiene la sensación de que no la ha aprovechado al máximo. Como cuando de pequeños esperábamos que llegara nuestro cumpleaños.

Pero debo terminar, parece que la vida debería ser algo sólido y palpable como estos momentos, debería quedarse impresa, pero no, es como querer hacer un mapa de las nubes. Vivimos entre la incertidumbre y la costumbre. Hace tiempo que me debato entre ellas. Este blog, como todos los demás, no es más que pensar en voz alta, dejar pasar el tiempo, no tomar la decisión adecuada, deshacerse en palabras que sólo son palabras. La vida es mucho más, quizá por eso lo de moriría por ella, porque probablemente, entiendo que la vida fue, es y será los momentos de intimidad, de camaradería que se comparten con otro ser humano.

Y es por eso que no entiendo ni los porqués ni los cómos, es por eso que seguiré preguntándomelo hasta que obtenga una respuesta aunque sepa que no existe.