sábado, 30 de noviembre de 2013

En resumen... que parece primavera.


No he podido evitarlo. Te he estado evitando un océano de meses, casi se me abre el tiempo como una naranja, es decir, hincándole los pulgares hacia dentro, y luego tirando hacia fuera y hacia abajo al mismo tiempo. Has llegado. Antes que tú un ejército de hormigas han ido recorriéndome la espalda hasta certificar que aún sigo vivo. Poco, pero vivo.

No he podido evitarlo, de veras, yo creía que controlaba, no como me bebo cuatro copas y digo a voz en grito que voy bien (elegante y comedido, pero eso sí: derramado mi cuerpo en el suelo), sino como cuando me  empeño en hacer dieta la eternidad de dos semanas y lo consigo, así que yo creía que controlaba, con todas las distancias, y las noches que no te cogía el teléfono y al día siguiente mentía y decía que no lo había oído.

No he podido evitarlo, confieso que a mi miedo le serigrafié un letrero amarillo en el que se leyera indiferencia, no porque estuviera aterrado, sino porque hace tiempo que vivo con distancias, porque siempre que me apego a alguien me la pego, y ya empiezo a estar mayor y no me sueldan bien los huesos.

Pero no he podido evitarlo, no quería decirlo...

... tengo ganas de verte.

viernes, 29 de noviembre de 2013

La libertad es un precipicio del que se sale con alas


Esta semana encontré en nuestro rincón un escrito que creías haber borrado. Ya ves, con todo lo que ha diluido el tiempo y Microsoft empeñándose en seguir siendo el diablo. Una carta. Dirigida a mí. En la que me decías lo que yo ya había escuchado en boca del silencio. Es bien sabido que el silencio siempre supo más por viejo que por Windows.

No supe qué decir, tan muerto de miedo se quedó el bicho que vagamos él y yo por el teclado sin rumbo ni ni fijo ni variable, llamé a la mujer de los cien años de palabras y me dijo "seguro que hay más", así que me puse a descender hasta la oscuridad donde quedó nuestro pasado, lleno de baúles donde el polvo esconde cosas, por si te hubieras dejado alguna con la intención de que yo viniera a buscarla, y encontré un camino de piedras blancas puestas allí para, por si algún día te decidías a volver, saber que existía un camino.

Ha llovido una inmensidad desde entonces, y no volviste hacia atrás. Quizá aquella vez que me llamaste fue un intento de ver hasta dónde habíamos llegado cada uno de lejos, estábamos muy pequeños en el horizonte ya. Tú te habías ido a vivir con tu novio de entonces, yo quizá pasé las peores navidades de mi infancia. Será que, en la vida, nunca se puede regresar, debe ser que es por eso que uno evoca, y recuerda, a veces sueña, que se es otro que ya no existe. Y escribe en blogs que casi nadie lee.

Esta semana me di cuenta de que no rompimos cuando nos dijimos adiós sino cuando decidimos ser otros muy distintos de los que fuimos.

Y fue entender eso y me convertí en otra persona. Y empecé a escribir en otro blog, que esta vez sé seguro que nadie más lee, y me liberé de ser el que nunca perdía la esperanza.

Y me alegré de que te fueras tan lejos, y de que yo... pudiera volver a enamorarme.

viernes, 22 de noviembre de 2013

El tiempo pasará

Esta canción me pone contento... llevo todo el día tarareándola...

jueves, 21 de noviembre de 2013

Cuando sólo quede la ternura


Tu voz suena extraña al otro lado del teléfono. Me pregunto dónde ha ido toda aquella pasión que sentía por ti, por estar cerca de ti, por volver verte una y otra vez. Si alguna vez he sentido algo más fuerte que la necesidad de seguir vivo fueron esos años de luz oscura con la que me iluminaban todos los dioses crueles cada vez que tu nombre salía de alguna boca. Y desapareciste. Y te casaste. Y tuviste hijos.

O desaparí yo, o me casé yo, no eso no, tampoco tuve hijos. De vez en cuando coincidíamos en fiestas, a tu marido yo le caía simpático, me invitaba a vuestra casa, hicimos un negocio juntos, me abría una ventana a las cosas que hacíais, a dónde ibais, no sabría decir el porqué, pero siempre acaban por confiarse a mí personas a las que apenas conozco. Creo que fui el primero en saber que tu marido empezaba a odiarte, lo intuí una tarde, en la cadencia distinta al pronunciar cada una de las tres sílabas de tu nombre. Para entonces yo ya había renunciado a ti, pero ese día volvió la luz oscura, y el recuerdo de tu piel, y las sábanas revueltas y follar hasta el amanecer, y el escalofrío cuando no me cogías el móvil, y el alivio de tu nombre el su pantalla un rato más tarde, y el amor de tu boca por mi polla, y la necesidad de ti, y el terror a ti.

Tu marido no supo el porqué, pero ante la inminencia de vuestro desastre volví a desaparecer. La excusa fue una mujer (si te he de ser sincero no me acuerdo de quién), el odio siguió su curso, el odio es un torrente que se desborda y lo inunda todo y os inundó a los dos. Yo estaba en Munich cuando me llamaste, lo recuerdo porque aquel día la luz dejó de ser oscura, primavera en diciembre, lo recuerdo: se me quedaron colores tatuados en el fondo de la retina. 

Y volvió de nuevo el vértigo de verte. Yo entonces estaba con otra chica, tenía las piernas largas y bonitas, le decía que me quedaba hasta tarde en ele trabajo y en realidad iba a verte a ti, a ese piso en el Eixample al que te mudaste.

Pero desaparecí otra vez, o desapareciste tú. O me casé, o te casaste de nuevo tú. 

Pero ayer llamaste. Tu voz era la de otra persona, otra por la que la no se oscurece el sol cuando una voz provoca tu nombre en mi cabeza. Hablamos como dos viejos amigos, que supongo que es lo que podríamos ser ahora. A mí la vida me fue cansando como un boxeador a su rival más experto, sé que un día de éstos me va a golpear de lleno. A ti la vida te volvió más selectiva, te curó la locura. 

A mí me gustabas porque estabas loca, supongo que yo a ti porque hasta ayer no me había rendido nunca.


miércoles, 20 de noviembre de 2013

Música para desesperados


No sabría decir el porqué, pero soy incapaz de escribir mientras escucho música. Ni de leer, ni de pensar... para hacer todo eso tengo que olvidar que la música suena, y eso requiere concentración; una concentración que hace tiempo que no consigo encontrar por mucho que me ponga a buscarla.

Me cuesta comprender a los que me cuentan que se ponen música para hacer esto o lo otro, se me hace difícil creer que no se detienen en la música, en las letras si las entienden, me cuesta imaginar que uno empieza algo así para olvidarse de ello y dedicarse el resto de la tarde a hacer otra cosa, como si conectar el MP3 fuera como poner la calefacción, para estar más a gusto, una sensación corporal auditiva que evita el frío silencio, como si el silencio fuera frío.

Quizá sea eso, que a mí el silencio me gusta, me calma, y me arropa como una manta cuando llega el frío.
Quizá porque cuando aparece el invierno me bajo a la habitación más pequeña y trabajo allí, junto a Ulises y Penélope silenciosos, pegados el uno al otro dentro de su cesta, durmiendo al calor el uno del otro, despertándose para comprobar que está allí el otro y volver a dormir hasta la hora de la cena.

En cualquier caso, me gusta ponerme música cuando me tomo cinco minutos de descanso, aunque también me gusta ponerme a escribir algo (lo que lo hace incompatibles), por eso en el blog escribo y pongo una canción, para que coexistan en un lugar común, con la falsa sensación de que van unidos, pero tan distantes entre sí como la distancia física que hay entre tú y yo.

lunes, 18 de noviembre de 2013

Alegría


Quizá si que recuerdo el tacto de tu piel cuando mis manos ingresaba, casi siempre con la urgencia que tienen las manos de los tímidos, debajo de tu blusa. Quizá lo recuerdo porque sigo siendo capaz de evocarte desnuda y sigo perdiendo la respiración casi al instante. Si alguna vez el olvido me vence con su enfermedad de almizcle, si a mi cerebro se le escapas como un pez recién salido del agua, sé que mis manos seguirán hablándole de ti al resto de mi cuerpo, para que siga el corazón latiendo, mis oídos escuchando el rumor de la ciudad a través de la ventana, mis ojos buscando la luz entre las hojas de los árboles, como cuando estábamos juntos.

Quizá sí te recuerdo. Busco cualquier rastro de ti en cuanto dejo de concentrarme en lo que esté haciendo, mi alma sigue sedienta de saber de ti, como un emigrante que sesenta años después, cuando ya nada lo ata al lugar donde nació, sigue rebuscando en los periódicos el nombre de la tierra donde sus raíces aún se aferran al suelo y siguen alimentándose con otra lluvia que nunca conocerá, ni la de que le protegerá ninguno de sus paraguas.

Sí. Supongo que debe ser eso. Que soy uno de esos asuntos pendientes que quedaron de lo nuestro, que yo no formaba parte de lo importante, que me quedé ahí, sin acabar del todo, como esas cosas que se dejan para más adelante y que no se acaban de concretar ya nunca. A veces pienso que lo nuestro siguió, pero sin mí, como si me hubiese quedado por el camino y ya nunca hubiera podido volver a alcanzarte.

Supongo que eso que digo no es del todo cierto, supongo que uno deja marchar y el otro se va, y viceversa, y otra vez lo mismo, y otra vez viceversa. En cualquier caso se me quedó en las palmas de las manos impregnado algo que te pertenece y aun tanto tiempo después siento la necesidad de devolvértelo, aunque sepa que sólo es una excusa más para volver a verte y que me digas que me lo puedo quedar para siempre.

Antes de empezar, a este post le puse de título de alegría, quería escribir algo realmente bonito, algo que cuando uno acabara de leerlo sintiera algo así como que las cosas merecen la pena, que uno es capaz de soltar lastre, terminar lo que se dejó a medias, que lo que viene es mucho mejor precisamente por eso, porque ya nada tira de uno hacia atrás.

Pero se me olvidó que mis manos y tu piel tienen su propio recuerdo, que se quedó ahí escondido por si a mi cabeza se le olvidas, como si en el fondo supiera que la alegría es en realidad algo que debe guardarse en un lugar donde se la encuentre cuando se haya perdido todo.

viernes, 8 de noviembre de 2013

El lugar donde se convocan los huracanes


Ya sé que el tiempo no borra las heridas, lo sé porque cuando llueve me duelen varios huesos del alma, no porque hayan soldado mal después de alguna caída, sino porque el cuerpo se hace su mapa donde las cicatrices son cauces de risas y montañas de recuerdos al que acude cada vez que quiere recordarte. Supongo que mi alma es ciega porque necesita recorrer con la yema de los dedos ese mapa inconfesable, secreto, a veces olvidado y otras puntiagudo, doloroso como un nido de alacranes, para tenerte presente. No creo que sea el cambio de tiempo lo que le provoque esos repentinos deseos de tocarte así, tan de lejos, tan tarde, pero hace ya muchos años que dejé de hacerle preguntas porque también se empeña en hacerme creer que es muda, supongo que no se acuerda que ella y yo hablábamos sentados, con los pies colgando, sobre una roca lunar y comíamos pipas, y veíamos el fútbol, y jugábamos a adivinar vidas, y nos prometíamos cuidar el uno del otro.

Yo sé que el tiempo no va a juntar todo eso y lo va a pasar, hoja por hoja, por la trituradora de documentos, que tu recuerdo es algo a lo que voy a tener que sobrevivir y que me costará más o menos lo mismo que todo aquello que, de una forma u otra, me ha ido haciendo lo que soy, capa a capa, como a un terreno sedimentario, con todos los adioses y todos los hasta nuncas, con todos los no me dejes y con las inmensas oquedades de los siento que me estoy cansando de ti. Sonrío mientras lo pienso, porque siempre tuve la suerte de que la última capa, la de la superficie, acabara siendo fértil. No de inmediato, pero el clima es benigno, los pájaros anidan en mi cabeza, trabajo la tierra y siembro aunque no siempre acabe recolectando los frutos. Quizá la vida no sea otra cosa que apostar a que va a salir bien. Lo que sea.

Ha pasado el tiempo, reconozco que nada ha conseguido erosionarte de ese mapa braille donde tu recuerdo es el lugar donde se convocan los huracanes para decidir hacia dónde van cada uno y la fecha de su nuevo encuentro; si te he de ser sincero, a veces bajo a la lluvia que provocan y me empapo de rayos y vientos para poder seguir sintiéndome vivo.

Pero ya es hora de volver al trabajo, escribo por las noches para acabar de escribir por las mañanas. Hoy se me hace tarde, el destino me espera a la vuelta de la esquina, de cualquier esquina, y llevo demasiado tiempo persiguiéndolo como para abandonar ahora. Ya he asumido que allá donde vaya seguiré acarreando conmigo a ese otro yo mudo y ciego, y que continuaré con la esperanza de que un día grite y corra de nuevo porque se ha despertado de ese sueño en el que podía posar, sobre algo parecido a ti, sus manos de prestidigitador aficionado. Y lo sé porque esta vez sí, esta vez he apostado a que va a salir bien esto a lo que no puedo, después de tantos años, ponerle nombre.

jueves, 7 de noviembre de 2013

La impaciencia


Chisporroteó un último instante, la estrella fugaz volvió de nuevo a la oscuridad del infinito y buscó otros planetas donde su luz fuera cegadora. A mí me quedó un pequeño hueco, aséptico y silencioso, inapreciable a simple vista, que se llena de agua cuando llueve y en el que juegan los niños que saben pisar charcos.

Podría decir que las cosas no van demasiado bien últimamente, pero teniendo en cuenta cómo han ido estos últimos años no voy a quejarme. Si pudiera pactar que estos años de crisis hubieran sido como éste último, probablemente firmaría en una hipotética línea de puntos. Pero eso ahora es intrascendente, o al menos, me quita mucho menos el sueño, quizá le añadiría o quitaría alguna cosa, pero no mucho, quizá este sentimiento amargo de que no acabo quitarme porque mis proyectos no se acaban de materializar.

Quizá es que lucho solo en un mundo donde no eres nadie si no tienes padrinos, pero creo que eso me está haciendo cada vez más fuerte, curiosamente, cuanto más fuerte me hago respecto a lo que pienso, más problemas tiene mi cuerpo, esta semana ha vuelto a sangrar la úlcera, supongo que eso sólo es una somatización de lo acabo tragando. Y sí, quizá debiera decir más cosas, pero al final me las callo, quizá haya batallas que no merecen ser ganadas, al menos no merecen ser ni tan siquiera disputadas. A veces es mejor quedar como un tonto que se cree todo lo que le dicen, a iniciar algo en el que uno no va a ganar nada, sólo dejar patente la verdad, una verdad que puede llegar a ser dolorosa sólo para el que la revela.

La nueva patente ya casi está lista, creo que esta vez me he superado, no creo que esta vez actúe de manera  tan inocente como con la primera, pero en todo caso ya tengo en mente una tercera patente, más compleja aún, pero infinitamente más eficaz. Sé que el tiempo juega en mi contra, pero eso es casi lo que menos me importa, llevo más de tres años con esto entre ceja y ceja y sigo con ello a pesar de los contratiempos. El bicho grita de alegría y de rabia, y me llena de vida todo el cuerpo, y aunque sé que ha nacido para destruirme, sé que luchar contra él es luchar por mí, y eso me lleva cada día un poco más allá de mis límites. El bicho, es por así decirlo, el hierro candente que me abrasa y me mantiene despierto.

En el post anterior, sentía que alguien iba a ponerse en contacto conmigo, lo sentía físicamente, quizá sólo era el anuncio de mi recaída, el caso es que intuyo que el día se acerca y creo que para ese día, estaré más centrado de lo que estoy ahora.

En cuanto a la estrella polar... quizá indicaba un norte frío o un punto entre las estrellas, se fue y eso es casi todo lo que puedo decir.


Algún día alguien le quitará esa percusión machacona y hará de esta canción una balada preciosa, pero hasta que ese día llegue...

lunes, 4 de noviembre de 2013

Lo que el destino esconde del pasado


No sabría muy bien el porqué, ni mucho menos aún el cómo, pero sé que está cerca de ponerse en contacto conmigo. Le diría que no lo hiciera, pero a mí siempre me gustó que las sirenas salieran del agua por sí mismas, que se me acercaran caminando con sus recién estrenadas piernas, que aprendieran mi lengua a fuerza de buscarla dentro de mi boca.


El vídeo está grabado a cien metros de mi casa, hay un momento en que se ve a lo lejos. Acabo de descubrirlo ahora, y recuerdo que pasé por delante un día en el que en el hotel había un equipo de rodaje. Quizá fue ese día. Curioso que la canción tenga que ver con lo que he escrito porque no había escuchado la letra con atención hasta ahora.