martes, 26 de abril de 2011

Ya no me acuerdo.


Hay días en los que me pregunto si habrás escuchado de nuevo la canción de Los Secretos, esa que dice "... pero a tu lado" y si al escucharla pensarás en mi y en cómo casi me querías. A veces escucho (por puro masoquismo) la canción de Estopa (confieso que no puedo escuchar ninguna de ellos por tu culpa) "Ya no me acuerdo". Y es que la lluvia me devuelve a mí mismo, me centra, me apuntala al presente, me dibuja las certezas en una pizarra Velleda, de color azul sobre blanco y pinto un arcoiris donde el añil nunca es del todo añil, porque rojo sobre azul en este caso queda siempre negro.

Esta tarde ha llovido. Ha llovido a mares, con ensañamiento, con locura, se ha deshecho un pedacito de cielo, a ver quien tapa ahora el agujero, y se ha venido todo sobre mi casa, el desagüe de la terraza no daba crédito a su suerte pensando que que su boca abierta va a parar a algún estómago hambriento, un estómago que no existe o que ninguno de los vecinos ha visto, que no sale en los planos constructivos, que se ha quedado en el despacho del arquitecto que se supone que debió soñarlo.

Llovió a mares, como el primer fin de semana que estuviste en mi casa, cuando tuviste el accidente. Cuando aún parecía que podíamos querernos, pero no, no nos quisimos querernos. Hoy he pensado que me he sentido culpable por no poder hacer que quisieras estar a mi lado y sí al de otro, como tú dijiste "de el primero que pase" ¿se puede ser más cruel? te faltó decir "cualquiera menos tú" y yo... yo, joder. Nunca he merecido algo así.

Así que hoy la lluvia me recordó a otra lluvia. Y ya no importa. Ha pasado más de un año. Me pregunto si te acoradarás de mí alguna vez y si te preguntarás qué pasó conmigo cuando escuches alguna de las canciones... que probablemente ya no son nuestras, que se fueron con el agua alcantarilla abajo.

Tortilla para desayunar.


Me llama Ana desde su móvil. Me dice que pasará cerca de donde vivo y que si me apetece hacer un café.

_ ¿Cuánto tardarías? _ le pregunto.

_ Estoy debajo de tu casa_ me responde.

_ Entonces sube_ le digo _ nos lo tomamos en la terraza.

_ Necesito ver gente.

Que Ana me diga que necesita ver gente es difícil de entender. No es la persona más sociable del mundo, le gusta pasear y caminar por el campo, siempre que nos hemos visto nos hemos sentado en la hierba. Así que me extraña. La única explicación es que no quiere quedarse a solas conmigo.

Bajo en un minuto. Abro la puerta y distingo su silueta dentro de un coche blanco, de esos a los que se les retrae el techo para convertirlos en descapotable. Me sonríe con esa magia que siempre se creó entre nosotros al vernos. Cuando la veo después de mucho tiempo me da un vuelco el corazón a la altura del estómago, es decir, se me llena el cuerpo de mariposas amarillas. Sé que a ella también le ocurre lo mismo. Lo sé porque me lo dijo. Me lo dijo cuando ya se había casado, cuando yo ya había desaparecido de su vida.

_ Hola Toni_ me dice dándome un beso dulce en la mejilla.

_ Hola Ana. Ésta es la mejor forma de empezar la semana. Me ha sorprendido que estés tan lejos de tu casa a estas horas_. Hay algo eléctrico en el ambiente, como si el aire estuviese cargado del exceso de energía de cada uno.

_ Salí temprano de casa. Quería verte.

No supe qué decir. Lo había supuesto. No tenía que pasar cerca de donde yo vivo. No hay nada cerca que ella pueda hacer por aquí. Ha recorrido más de cien kilómetros para estar a la puerta de mi casa a las nueve de la mañana. Me pregunto qué será lo que me ha venido a contar pero no se lo digo aún. Nos quedamos como dos idiotas, mirándonos, sin saber qué decir.

_ Conozco un sitio que hacen tortilla francesa con miel_ le digo.

_ Llévame a donde tú quieras_ contesta con otra vez esa sonrisa.

Si hay algo que Ana tiene es la luz de la que se enamoran los artistas. Si algo que persigue y perseguirá a Ana es el deseo de los hombres y la incomprensión de las mujeres. Nunca sabré el porqué de eso que despierta. A mí me dan ganas de hacerla reír, con ella soy yo mismo, siempre hemos pensado que somos iguales. Por dentro somos iguales. No sé si eso es lo mismo que el deseo, en cualquier caso es otra clase de deseo. Nunca supimos que nos llevó a querernos ni yo nunca sabré el porqué pensé que estaría mejor sin mí. Sólo sé que me partí el corazón al rompérselo a ella. A veces tengo demasiado miedo a que se vayan las personas a las que amo. Porque entonces las odio. Quizá lo que no quería es que llegara un día a odiarla.

_ He dejado a C. _ me dice mientras conduce bajo mis indicaciones.

_ ¿Cuándo? _ le pregunto.

_ La semana pasada_ me contesta cambiando de marcha.

_ ¿Algún motivo en especial?

_ ¿Existe un motivo vulgar para querer separarte de tu marido? Nunca lo quise, Toni. Sólo me dejé llevar por la inercia, por la casa de la playa, por los viajes. Pero con la persona equivocada al lado. No quise casarme con él. Accedí a casarme con él.

_ C. siempre te ha querido. De veras que lo siento por los dos. Bueno, en realidad no sé qué sentir. Nunca le caí bien a C. y él tampoco a mí. Nunca me gustó cómo te trataba.

_ No necesito nada de lo que me da. La vida que llevo me aburre, así que cambio. Me mudo a Barcelona, con mis padres hasta que encuentre algo que me guste, que sienta que es mi hogar.

Llegamos a la pastelería, aparcamos, pedimos dos cafés con leche y dos bocadillos de tortilla con pan de semillas.

_ ¿Cómo están tus gatos?_ me pregunta

_ Grandes y gordos. Comen y duermen. Con el paso de los años se han ido haciendo más cariñosos y más cascarrabias.

_ ¿Quién? ¿Ulises cascarrabias? (se ríe) pero si es como un peluche.

_ Penélope se deja tocar, es más, viene a pedirme caricias. Es increíble el cambio que ha dado.

_ Bueno, así somos las mujeres ¿no crees?

_ Supongo que nadie es igual a nadie. Ni las mujeres ni los hombres.

_ ¿Tú estás con alguien?_ me pregunta un poco más seria, como temiendo una respuesta.

_ No_ le digo

_ ¿Y aquella chica con la que...?

_ Me pasó lo de siempre. Parece que después de que tú y yo lo dejáramos me persigue una especie de justicia divina.

_ Ahora ya sabes lo que es que te dejen por otro con quien sabes que no va a tener ni la mitad de lo que tenía contigo_ dice con un deje de amargura.

_ Si has hecho un pacto con el diablo para hacerme sufrir, en vista de los resultados has tenido que darle algo más que tu alma_ le digo mientras sonrío.

_ Sí, la promesa de que tú también acabarás vendiéndole tu alma.

Comemos en un silencio de esos que nunca se nos hicieron incómodos. A decir verdad, hace mucho tiempo que no me siento tan bien.

_ Me ha gustado que vienieras_ le digo.

_ Quería verte. No te imaginas la de veces que he reprimido las ganas de venir a verte.

_ Nos vimos hace un año_ le dije.

_ Sí. Fue entonces cuando me di cuenta de que no hacía nada con C. Ya lo sabía, pero empecé a preguntarme si iba a renunciar a vivir y sentir. Entonces no sé cómo pasó pero conocí a otra persona.

Se me heló la sangre.

_ Y me hizo sentir distinta a como me había sentido estos últimos años junto a C. No sé cómo explicarlo pero fue así. No me separo de C. por él. Lo habría acabado haciendo tarde o temprano.

_ Me alegro_ mentí. Se me trabaron las palabras en la garganta. De alguna manera intuía que algo se rompía entre nosotros. Hasta hoy había intuído que yo era el hombre de su vida y dentro de mí siempre existió la fantasía de que algún día volveríamos a estar juntos. No sabía cómo, pero los sueños no tienen cómos.

_ Temía que no te alegraras por mí, Toni.

Pensé que el pacto que había hecho con el diablo en contra mía había ido demasiado lejos. Pensé en si todos estos años no fueron, en realidad, consecuencia de un error mayor de lo que yo suponía; que cuando uno es joven es preso de un sentimiento de onmipotencia que te hace creer que lo mejor está por llegar.

Ana se fue en su descapotable blanco con la misma sonrisa con la que llegó. Yo me quedé con la sensación de repetir la misma historia una vez más y pensé que quizá me lo tuviera merecido y al diablo le había puesto las cosas demasiado fáciles.

Luego llegué a mi casa y estuve escribiendo una oferta de una depuradora para el sur. Me acordé de aquellas vacaciones que nunca hicimos a Cádiz y de las tarde que pasamos en el centro de Sevilla. Y en que el presente es lo único que tenemos y es demasiado valioso como para jugárnoslo por un futuro incierto. En el que te pueden salir las cosas bien o tener que reinventarte de nuevo.

Tal vez pensé que las cosas eran mejor así.

Tal vez creí que, como a Ana, lo mejor estaba por llegar.

lunes, 25 de abril de 2011

La ciencia de la inconsciencia


Ayer recibí un correo electrónico que en otro momento y otras circunstancias hubiera sido demoledor. Agradecí al tiempo y la distancia que reaccionaran (a modo de reacción química) para crear ese polímero que es el olvido.

Con el correo llegaron fotos y, como siempre, pensé que la realidad no es algo que vivamos sino que es una sombra que nos persigue, anclada a nuestros zapatos y que necesita la luz del sol para existir. Quizá por eso durmamos por la noche, quizá por eso la realidad desaparezca en cuanto aparecen los sueños.

El caso es que las fotografías llegaron con las sonrisas de niños y eso... eso es algo que siempre apacigua el dolor de huesos, porque algunas fotografías son como el mal tiempo, siempre te duele algo roto aunque ya esté curado.

El caso es que me pregunté si pude ser feliz, si en esas fotografías yo hubiera querido ser el hombre de barba que aparece allí. Y me respondí que no, el universo ya me ha dado suficientes razones como para hacerme un traje de plástico con ese polímero de olvido, y no sé si en algún momento existió la posibilidad de querer querer que hubieran sido los co-protagonistas de mi vida.

El tiempo se convirtió en cenizas. Respondí al correo lo más sinceramente que pude a pesar de que las palabras nunca expresan el estupor ni las antiguas heridas por los golpes recibidos.


El sábado por la noche fui invitado a cenar a casa de un amigo. No quería ir, no me apetecía pero el anfitrión insistió tanto... y era la última vez que vería a A. antes de que se fuera definitivament a vivir fuera. Me pudieron las ganas de verlos y la creencia de que podría mirar a la cara a M. sin preguntarme el porqué de su súbito cambio de comportamiento hacia mí. Lo que no sabe es que yo sé cosas e intuyo que su cambio viene dado por una suposición errónea. De hecho, prefiere cortar el contacto por si acaso a conocer la verdad, ni siquiera me ha preguntado.
¿Me importa? Si no me importara no estaría escribiendo esto. Me duele pensar que una persona de la que has estado a su lado durante tantos años, que te ha llamado en los momentos más importantes de los últimos años para buscar consuelo o simplemente tener a un amigo que te diga que todo irá bien, te dé la patada por lo que tu ex- saque fuera de contexto frases o hechos para justificar decisiones. Algo que ya ha hecho en el pasado.

Pasé una mala noche. No pude aguantar las cosas que decía, ni cómo lo decía ni cómo habla de los hombres. Se habló de relaciones personales, de relaciones de pareja, del pasado de cada uno... yo permanecí callado. En una reunión de cuatro personas, cuando una está callada se nota demasiado. Para mí no era un lugar protegido, estaba con dos de mis mejores amigos y sentía que tenía que tener precaución con lo que decía.

Creo que mejor lo dejo aquí.

El fin de semana recibí también correos muy queridos para mí, queridos y dolorosos al mismo tiempo.

A veces pienso que vivo dentro de una burbuja de aire, de una pompa de jabón que flota, me siento con miedo a tocar las paredes y que estalle, veo a las peronas que han entrado y salido de mi vida durante los últimos años y creo que he cometido muchos errores y he perdido en demasiadas ocasiones, algo que me ha desestabilizado mucho (quien siga el blog lo sabrá). Pero si algo he aprendido es que ninguna pérdida es tan importante como para que uno se pierda a sí mismo, las personas que dicen quererete y se van porque creen que encontrarán algo mejor, seguramente tendrán razón, pero también nos queda la certeza de que lo mejor era que se fueran de nuestras vidas si no lo tenían claro.

La gente se va, te quiere pero se va, la gente te quiere pero te hace la vida imposible, la gente tiene su objetivo en la vida y tú no le ayudarás a conseguirlo y se va.

Y con cada amigo que se va uno aprende.



Letra:
Puede que sea esta la canción
La que nunca te escribí
Tal vez te alegre el corazón
No hay mas motivo ni razón
Que me acorde de ti

He buscado en lo que fuimos, lo q será de ti
Yo me fui no se hacia donde
Solo se que me perdí
Yo me fui no se hacia donde, y yo solo me perdí
Hay un niño q se esconde, siempre detrás de mi

Todo cambia y sigue igual
Y aunque siempre es deferente
Siempre el mismo mar

Todo cambia y sigue igual
Y la vida te dará los besos que tu puedes dar

Todo y nada hay q explicar,
Quien conoce de este cuento
Más de la mitad
Soy mentira y soy verdad
Mi reflejo vive preso dentro de un cristal
Todas las cosas k soñé
Todas las noches sin dormir
Todos los besos quq enseñé
Y cada frase q escondí
y yo jamás te olvidare
Tu acuérdate también de mi
Nunca se para de crecer
Nunca se deja de morir

viernes, 22 de abril de 2011

Lo hubiésemos tenido todo de frente, hubiera aplaudido el público, nos hubieran llovido los contratos, hubiésemos sido felices.


Cafetería de la esquina de Aribau con Travessera de Gràcia. ¿Cinco de la tarde del jueves? Llego y ocupo una mesa en una esquina. Llevo la libreta donde últimamente van a parar todas las historias que no quiero que hablen de lo que pienso. Nos quedamos en frente el uno del otro. Ella habla de fútbol junto a cuatro amigas, no quiere mirarme, no le intereso, pero la coincidencia de las mesas hace que cuando levantamos la vista uno de los dos se encuentra al otro en su campo de visión. A veces nos cruzamos sin querer cruzarnos, le imagino un novio economista.

Se parece a alguien que conozco, a alguien que me recuerda a un olor y un color muy especiales, al olor de la crema Nivea en bote redondo, azul y aplastado, con las letras blancas, me pregunto si todavía la fabrican.

Al poco tiempo me doy cuenta que estoy sentado a escasamente cien metros donde casi me partí el alma hace dos años, cuando apareció la chica de la bicicleta antes de que la chica de la bicicleta ni siquiera existiese. La vida es cruel y paradójica, y yo, que casi me doy de bruces con los cantos afilados de los sitios, me pregunto qué tendrá precisamente esa calle y el porqué de ese influjo sobre mí, cuando yo vivo a mundo de distancia. Y en esto que estoy reflexionando y ella se levanta y se va. Estoy al lado de la puerta, nos miramos esa décima de segundo de comprobación absoluta y cada uno hace como que el otro no existe aunque en ese instante no hay nada más en la cafetería que ella y yo. Se va. No volveré a verla nunca más.

Escribo en la libreta, unas horas antes quedo con un chico extraordinario, y hablamos de ONG´s y Ayuda al desarrollo para países africanos. Veo en sus ojos que le apasiona de lo que habla. El mundo necesita gente así. Le hablo del proyecto del agua, de la transferencia de tecnología y él me habla de una escuelas en África, yo le hablo de la India y de la Fundación del Padre Vicente Ferrer, no llegamos a ninguna conclusión, bueno, yo sí, que llevo demasiado tiempo encerrado entre estas cuatro paredes y el agua... dios, no sólo necesito proyectos para subsistir... necesito proyectos de agua para que mi alma reviva como una planta en sequía, así me siento: seco. Me pregunto dónde estará el click que lo active todo. Y tengo miedo a que me pase lo del año pasado, que la necesidad me empuje a lo más hondo y tenga que resurgir de nuevo.

Esta vez no. Pienso en la chica de la cafetería y escribo algo de la novela. Desgraciadamente nada es lo que parece, escribo algo que nunca verá la luz y me dejo llevar por palabras que sólo sirven para llenar una libreta. Me pregunto si las casualidades existen, si entre los millones de blogs ella tendrá el suyo y si coincidiremos en ese caso, en el espacio y el tiempo como lo hicieron nuestras posiciones en las mesas.

Dos horas más tarde me cruzo con dos de sus amigas en el cruce de Diagonal con Rambla Catalunya, ellas esperan en el semáforo. Paso justo por la acera de enfrente... y pienso en que el mundo es pequeño y en su novio, probablemente, economista.

miércoles, 20 de abril de 2011

Las palabras no dichas de un lenguaje que no existe


_ No te imaginas lo difícil que es vivir con alguien con el corazón de porexpan _ dice ella dándose la vuelta, dejándole a él el muro de su espalda.

_ No, no lo imagino_. Se queda mudo, frío, insensible como la punta de su dedo meñique después del accidente.

_ ¿Sabes?_ dice ella sin mirarle. _A veces no me creo lo que veo. Cuando te pones así, distante, algo se me desgarra dentro, algo me desespera y me dan ganas de salir corriendo, lejos de ti, lejos de esta casa. Para siempre. Ni siquiera creo que te esté diciendo esto. Creo que si lo hago es porque ya no me importa nada de lo que pase.

Él se deja la dignidad en alguna parte, lejos de allí, en la pared del cuarto de baño, en el marco de la puerta, en el quicio de sus labios.

_ Lo sé todo, Elena. Te seguí hace un mes. Sé que te ves con ese hombre y también sé que, de la forma en que lo miras, le quieres. Lo sé porque esa era la mirada que tenías conmigo. Al principio pensé que era yo quien te había perdido y me sentí despreciable. Me sentí culpable por todas las cosas que no te he podido dar, por las horas interminables de trabajo, por los días pesados como losas, por toda esa mierda de la enfermedad de tu padre, por los abrazos no dados, por esa espera a que el otro diera siempre el primer paso, a ese miedo a querernos, a esa alegría intermitente que nunca cuajaba. Pero luego lo pensé fríamente y me dí cuenta de que yo sólo era una parte. La mitad de un todo que no funcionaba porque dejamos de vivir para ser felices y nos conformamos con la rutina.

_ ¡Tú te conformaste con la rutina y me arrastrate contigo!_ grita ella. No sabe hasta qué punto sus palabras se clavan en la carne de Víctor. _Tú con tus domingos al cine, con tu aburrimiento de sillón y días perdidos, con tus horas sin tiempo, con tus planes que se quedaban siempre en eso. No, Víctor. No me metas en esa rutina que no me pertenece.

_ ¿Qué hacías tú mientras tanto?_ le pregunta. Se calla, deja de mirar al suelo, se va hacia la pared y se apoya en ella.

Ella hace un repaso de todas las cosas que nunca hizo por no compartirlas con él. Se da cuenta de que nunca lo quiso, de que a alguien así es imposible quererlo porque es como querer a un póster, a una percha, a un mueble. Algo se rompe dentro de ella y deja pasar la luz, como si después de cavar un largo túnel, al final, después de un último golpe de pico se abriera una brecha en la negrura. Y piensa que eso que siente es lo más parecido a la felicidad de la que tanto hablaba. Y piensa en Roberto y en su voz grave y en sus ganas de salir con ella, de sus caricias, de sus palabras después de la pasión de los cuerpos, de su mirada de niño, de su "nunca te dejaré sola". Y después de mucho tiempo respira como si el aire fuese más limpio y fresco, y le dan ganas de salir a la calle y llamar a Roberto y cogerle la mano y pasear a la vista de todo el mundo cogida de él.

Víctor la mira a los ojos. Sabe que hay algo que no conoce en la cabecita de la mujer con la que ha vivido los últimos trece años. Se alegra de no haber tenido hijos con ella, piensa que no hubieran recibido ni el cariño ni la alegría que él también echa en falta. Y se acuerda de cómo él era antes de conocerla y las risas con los amigos y se acuerda, por supuesto, de Ingrid y de lo mucho que la quería, de que le rompió el corazón sin que el resultado mereciese la pena. Quizá Ingrid era menos espectacular que Elena ¿qué cojones se tiene en la cabeza a los veinte? pero era infinitamente más humana, se podía hablar con ella sin miedo a la venganza ni al vacío. Hay personas que sabes que te van a querer porque no pueden no querer, hay personas con las que te vas a sentir siempre como en casa.

_ Recogeré mis cosas_ dice Elena_. El contrato de alquiler está a tu nombre, no creo que puedas pagarlo, así que tendrás que buscar otra cosa más para una persona sola. Dáme una semana,quince días. Así ambos tendremos tiempo.

_ ¿Tiempo? No existe el tiempo, Elena. Lo perdimos hace muchos años, en algún lugar debimos habernos dado cuenta de que ninguno de los dos vivía su sueño sino que soportaba el del otro. ¿Qué quedó cuando se acabó la pasión? Tú y yo somos unos desconocidos. Pero es que lo hemos sido siempre.

Elena sonríe. Ha aprendido a burlarse de él sin tener que decir ni una sola palabra. Hace tiempo dijo lo que tenía que decir y desde entonces esa sonrisa significa la repetición mental de todo aquello. Le dijo que era un sentimental trasnochado, como si tener sentimientos fuese una debilidad incompatible con su estatus. Después de decir aquello sonrió sardónicamente. Y esa sonrisa, desde entonces, significa algo así como "pobre imbécil".

Lo que no espera es que esta vez, en lugar de provocar el desaliento de Víctor, éste le devuelva la sonrisa igual de burlona. Una sonrisa que envuelve algo que ella intuye que piensa de ella. Eso que ella cree ver en las risas compartidas en las fiestas con amigos y a las que ella nunca accede, a esas complicidades que no puede compartir porque no conoce ese lenguaje con que hablan, donde se ríe porque se ríen los demás, donde se encuentra como un sordo acudiendo a la ópera y leyendo los labios en los corrillos entre actos, asintiendo con la cabeza y sonriendo. Víctor siempre supo de esa merma y nunca le dijo nada al respecto. Le pasaba la mano por el hombro, le acariciaba la mejilla, nunca se había burlado. Hasta hoy.

Y entonces piensa en Roberto, en su frescura estudiada y en sus frases dichas casi como sentencias, en su ropa impecable, en su sí a todo y en su no a nada. En lo cómodos que son para él los jueves por la tarde, en su reírse de los demás y hacerla partícipe de sus burlas, en el juego tramado y en la tela de araña tejida, en la falsa seguridad que le hace sentirse deseada pero no amada. Y entonces le viene a la mente una frase sin saber por qué viene, una frase que dice algo de no es más fuerte quien hace más daño sino el que pudiéndolo hacer no lo hace... o quizá era lo mismo pero en lugar de la fuerza era el mal. Y piensa en Víctor y en lo que le enamoró de él, en su alegría y en sus planes locos que ella acotaba con la realidad.

Y sí, es cierto que en ese momento algo se rompe, algo que hace temblar los cristales de la casa cuando se parte lo invisible, en silencio. Alguien, desde fuera, pensaría que es el ruido que hace el camión de la basura pero ella sabe que lo que se destruye es algo más, algo que no sabe que es porque se durmió a mitad del segundo acto y ni tan siquiera es capaz de leer los labios a quien interpreta el área en ese momento, y no lo sabe pero si le preguntaran respondería que intuye que el amor es, a veces, pasar la mano por el hombro a quien se quiere cuando está fuera de juego, rozarle la mejilla o no dejarle ver nunca que sabe que está perdida.

Nota: donde escribí área debí escribir aria. Nunca he ido a la ópera, quise escribir sobre algo que no entiendo. Gracias por el mail tan delicado y comprensivo que me ha hecho darme cuenta de mi error. Tiene gracia que el mail que me enviaron para (entres otras cosas) decirme que en mi post había un error tuviese también un error.

Nota 2: Después de colgar el post me di cuenta también que los nombres de Víctor, Elena y Roberto coinciden con los nombres de pila de personas que conozco y que leen este blog en ocasiones. Los elegí al azar, los que primero me vinieron. De veras.

lunes, 18 de abril de 2011

El ocaso del samurai


Todo se acaba. Otra vez. Siempre de la misma forma. Algo me dice que posiblemente yo tenga la culpa.

Cansado. Estoy terriblemente cansado. Se me han agrietado los huesos de nuevo. Otra vez tener que decir adiós a quien se quiere porque todo es mentira. Otra vez tener que decir adiós a los amigos, dejar que pase el tiempo. Volver a la caverna, encender el fuego y pintar bisontes, mamuts, ciervos...

Otra vez la vieja sirena se convierte en pez, otra vez romper el séptimo sello y desencadenar el apocalipsis, otra vez volver al martillo y al hierro, caer desde tan alto sabiendo que el suelo va a romper los mismos huesos por los mismos sitios. Otra vez el silencio y otra vez el resplandor en la noche y las ganas de que todo termine de una vez.

Otra vez tener que escribir las palabras que tanto duelen, otra vez, la última vez.

Me pongo la armadura de corcho. Brilla como si fuera de oro, codician mi piel aceros avaros de yelmos oxidados, miro a las nubes (no hay nada que me guste más que tener la cabeza en ellas) y miro los campos verdes, a los almendros cargados de promesas, el rumor del viento devolviéndome las voces perdidas... es un bonito día para batirse en duelo. No hay nada mejor que morir con honor.

Debo dejar de morir por ella, me digo. Debo dejar abrirme en canal y debo dejar de sucumbir a la estúpida esperanza. Veo ante mí el ocaso de los hombres adscritos a códigos de honor que no sirven en estos tiempos de mezquinas finanzas y márketing de sopa de sobre.

Tal vez la vida sea así pero yo no lo soy. No me defiendo cuando la primera espada se hunde en mi carne, ni grito cuando se parte en dos mi alma, mi herida absorbe la luz con ansia y me parece tan hermosa la muerte...

... después de muerto me lo parece aún más.


Si lo hubiese sabido antes...

domingo, 17 de abril de 2011

María


Abro la bolsa con disimulo por si me han seguido y me están observando. Está dentro de la bolsa tal y como me había prometido María. Está dentro sea lo que sea eso que brilla. Por un instante pienso si no será material radioactivo. "Te dejas influir demasiado por las noticias" me dice con sarcasmo el bicho.

Repaso mentalemnte las instrucciones, estoy seguro de que algo se me pasa, no soy demasiado bueno recordando secuencias de cosas. No tengo buena memoria, eso es todo. Me puede la ansiedad de tener que recordar, me puede este cerebro de corcho, esta caja de serrín a medio cerrar que llevo encima de los hombros.

Voy en busca del coche. Antes de acercarme a él vuelvo a mirar en todas direcciones. En las series de la televisión los polis americanos lo llaman "el perímetro", me hace gracia eso de "el perímetro". Todo despejado, eso también lo dicen. Me acerco al coche y subo, dejo la bolsa en el asiento de al lado y enciendo el motor. Salgo sin ningún problema, nadie me sigue. Cuando he recorrido un par de kilómetros me detengo al lado de una acera dejando el motor en marcha. Cojo el teléfono móvil y llamo a María. Descuelga a la tercera llamada. Está sola, me dice.

_ ¿Qué se supone que es esto que he ido a buscar? _ le pregunto.

_ ¿Has abierto la bolsa?_ pregunta

_ ¿Tú qué crees? _ le digo mirando por el retrovisor la retaguardia de "el perímetro".

_ Es un Aleph _ me dice ella.

- ¿Un Alep?

_ Se pronuncia como si tuviera una efe final_ me corrige.

_ ¿Y qué se supone que es? _ no me gusta aquello que no sé qué es. Si su respuesta no me satisface el Aleph acabará en el fondo de un barranco. No quiero problemas con la poli y si Garr y sus amigos también lo están buscando es que o debe valer mucho dinero o puede proporcionarlo.

_ Es como una especie de concentración del conocimiento humano, solo que físico.

_ ¿Cómo wikipedia? _ le digo en coña.

María se queda en silencio durante unos diez segundos en los que pienso que he dicho una estupidez de las gordas.

_ ¿Sabes que El libro de arena o La Biblioteca infinita de Borges son dos conceptos que casan totalmente con Internet? Borges fue director de la biblioteca nacional a pesar de sus problemas de vista. Su concepto de infinito aplicado al conocimiento fue un gran adelanto, pocas personas lo han sabido ver.

_ Sí, y el Gran Hermano y Facebook son dos piezas del mismmo puzzle. Teorías como esas las hay a patadas. ¿Para qué sirve el Aleph?

_ No sirve para nada y al mismo tiempo lo es todo ¿no te parece increíble? Es el infinito hecho finito. Es una paradoja y las paradojas no tienen precio porque escapan a la mente humana.

_ Bueno, están los Haikus.

_ No tiene nada que ver un Haiku con el Aleph que llevas en esa bolsa. Lo que llevas ahí es real.

Me pregunto qué hace un matón de medio pelo como yo con el conocimiento infinito metido en una bolsa de plástico sobre el asiento del copiloto de un viejo coche, parado en la calle de un suburbio de una ciudad en decadencia.

_ ¿Cómo lo conseguiste?_ le pregunto.

_ Me lo dio mi padre antes de morir.

_ Creí que tu padre vivía.

_ Mientras exista el Aleph él seguirá vivo. No espero que lo entiendas... cada avance científico, cada descubrimiento que hace la humanidad se incorpora al instante a ese punto brillante. Ahí está la información de todo, de todas las personas que han pasado por este planeta, estamos tú y yo... y está mi padre y, aunque te parezca imposible, a través de él, puedo hablar con él como si estuviera vivo. Es algo difícil de explicar.

_ Está bien_ le digo_ ¿Dónde nos encontramos? Esta mierda me está poniendo nervioso. Te lo doy y...

_ Y te irás. ¿Me dejarás sola con los hombres de Garr pisándome los talones?

_ Nunca te dejaré sola. Sabes que puedes contar conmigo, es solo que... esta vez siento como que tú no quieres seguir huyendo, que estás cansada de huir y estás cansada de mí. Tengo una sensación extraña, María. Tengo la sensación de que esta vez no voy a poder protegerte porque te muestras demasiado.

_ Como siempre tienes razón. Tú y tus intuiciones. Estoy cansada de huir de Garr, es cierto. Me gustaría que me llevaras muy lejos, donde no pudieran encontrarnos pero cuando más pasa el tiempo más me doy cuenta de que ellos están por todas partes.

_ Tenemos el Aleph, una nevera portátil y una botella de vermouth casero, nos quedan casi trescientos mil euros de los que conseguí de Carmen. Tenemos todo el mundo para escondernos. Me tienes a mí. Te tengo a ti.

_ Pasa a buscarme, tenemos que salir de esta ciudad, tarde o temprano sabrán nuestro paradero. Asegúrate de que no te siga nadie. Y no vuelvas a abrir la bolsa.

_ No le abras la puerta a nadie.

viernes, 15 de abril de 2011

El gatopardo


Hay algo peor que una mujer te diga "te quiero, pero sólo como amigo" y es que te diga "tenemos que hablar". Pero cuando te lo dicen tus gatos...

_ Tenemos que hablar _ me dice Ulises. Penélope está detrás de él, distraída. Que mis gatos me digan que tenemos que hablar no me sorprende.

_ Vosotros diréis _ les digo sentándome en el sofá. Ellos están en un lado y yo en el otro.

_ Estamos preocupados. La calidad del pienso que nos das ha bajado y ya no nos traes latas de carnecita buena para gatos. Esto no puede continuar así _ dice Ulises con porte serio.

_ Estamos en crisis, ya sabéis que me ha bajado mucho el trabajo. Es lo que tiene ser autónomo, no sales en las listas del paro pero no llegas a fin de mes.

_ A eso me refiero _ dice Ulises_ que vemos que pasas mucho tiempo en casa.

_ Bueno, mira el lado positivo, así estoy más tiempo con vosotros... y no os traigo latas para gatos, pero siempre os cae choped de pavo de las barras ahorro que compro. ¿O preferíais cuando no estaba nunca en casa? Os dejo dormir en mi habitación, compartimos el yogurt de la mañana, venís a que os acaricie cuando estoy trabajando... hombre...

_ En eso tiene razón _ dice Penélope. Ulises la mira desafiante_ Y se pasa el día trabajando_ añade Pe.

_ ¿Tú de qué lado estás?_ le pregunta Ulises. Penélope mira al suelo.

_ Eso no lo podréis negar, me paso horas y horas delante del ordenador_ les digo.

_ La mitad del tiempo en tu blog_ dice Ulises.

_ ¿Qué es un blog?_ pregunta Penélope.

_ Esa cosa que usan los que están solos para creer que les importan a alguien_ dice Ulises.

_ ¿Como un microondas?_ pregunta Penélope.

_ No, eso es donde recalientan la comida los que tienen blogs_ dice Ulises.

_ Ah, pues mira, sabelotodo, que sepas que en el blog os pongo por las nubes_ les digo.

_ Qualquiera sabe. Te libras porque no sabemos leer. Que si no ya lo hubiéramos comprobado_ dice Ulises.

_ ¿Y tenéis alguna idea para que gane más dinero para compraros latas de carne?

_ Por supuesto. Trabaja más_ me dice Ulises.

_ Oye, por cierto ¿a qué nos dedicamos? _ me pregunta Penélope.

_ Es ingeniero_ le contesta Ulises.

_ ¿Y eso qué es? _ vuelve a preguntar Penélope.

_ Es como un arquitecto pero sin dibujar casas_ responde Ulises.

_ ¿Como un arquitecto? ¿Entonces somos pobres?_ dice Penélope llevándose el reverso de la patita a la frente y entornando los ojos.

_ No del todo, estoy detrás de un proyecto que tendrá mucho éxito_ le digo.

_ ¡Somos pobres!_ dice Penélope.

_ Ya puedes coger el teléfono y empezar a arreglar todo esto. Caramba, Toni... _ dice Ulises mirándome serio.

Como si fuera tan fácil...

jueves, 14 de abril de 2011

Cambio de registro (Changing of anal exploration) (sospecho que el traductor gratuito de las páginas porno que visito no es el más adecuado)


Mallas negras apretadas, camiseta roja fosforito, infracamiseta tonificante azul sin mangas, zapatillas nike de oferta en decathlon (10 euros cada una). Móvil cargado con canciones de Extremoduro, Los Suaves, Supergrass y Los chunguitos. Auriculares con micrófono incorporado.

Efectivamente, hoy salgo a correr por el campo. Cuesta arriba como los buenos masoquistas. Nada de correr cien metros y pararme. Hoy no me para ni una tormenta de neutrones.

Eso sí, voy en coche hasta el campo, yo no salgo con estas mallas a la puerta de mi casa ni atravieso media ciudad de esta guisa. Deportista sí, pero donde no me vean con estas pintas.

Aparco el coche. Salgo. Huele a campo, a alfalfa, a hierbas de esas, a polvo de los campos. Federico García Lorca debía estar fumado para encontrar rimas en este paraje desbrozado. Al fondo veo los molinos de viento sobre la sierra de las mayolas. El viento cálido acaricia mi rostro.

Estiro los músculos. Todos no, sólo los de correr, e intento tocarme la punta de los pies con la punta de los dedos. Bueno, casi, por lo menos me toco las rodillas. Lo vuelvo a intentar, llego hasta las espinillas. Venga, Toni, que no se diga, a por los tobillos!!!

Se me escapa un pedo.

Un jubilado que pasa por allí me mira con asco, yo le sonrío y le saludo con la mano. El jubilado lleva un palo en la mano que apoya a modo de bastón. Conluyo que es un jubilado ninja en misión secreta. Se aleja de mí girándose de vez en cuando como si no se fiara de mí. Yo tampoco me fiaría de un tío vestido como yo bajándose de un coche, en medio del campo. El jubilado ninja desaparece de mi vista. ¡Hala, Toni! ¡¡a correr!!

Pongo Extremoduro a todo trapo, la canción va acorde con mi gesta, Robe dice "a dónde vas, so payaso", joder ni que me estuviera viendo...

Recorro la admirable distancia de dos kilómetros por un camino polvoriento. Extremoduro se alterna con Marea, con Los Suaves y su peligrosa María... pero se me ha colado una canción de Sergio Dalma y me desanimo. Me paro (y lloro, pobre Sergio Dalma, qué crueles son las tías con él, con lo bien que canta).

Por el camino se me acerca de frente otra corredora, por el ritmo que lleva ésta también está escuchando a Sergio Dalma. Se hace acompañar por dos perros medianos con cara de simpáticos de esos del anuncio del papel higiénico. Cuando se acerca me doy cuenta que es Ana, la administrativa de una empresa en la que trabajé hace años.

Me saluda con una sonrisa. Los perros mueven la cola. Se para y me pregunta que "si voy caminando" y le digo que "sí, voy caminando". Con el poco aliento que me queda le digo que para el verano estaré en plena forma, que ella se ve bien, le pregunto por su marido. Se pone seria, me dice que "ese cabrón ya forma parte de su pasado". Los perros dejan de mover la cola pero siguen con cara de simpáticos. ¡¡Ay, los perritos de Scotex!!

"¿Y qué? ¿sigues trabajando en "Empresas Sarnosas del Ebro"? le pregunto para cambiar de tema. "No, me despidieron hace dos años, se me ha acabado el paro esta mañana" dice ya un poco molesta. "Joder, tía, es normal que hayas engordado, si estás todo el día en casa sin hacer nada..." digo dándome cuenta de que acabo de decir algo un poquitín inconveniente.

El viento se detiene, unas nubes negras tapan el sol por sorpresa, coño, de repente empieza a hacer frío. Ana me mira como miraría la niña del exorcista a alguien a quien hubiese pillado robándole una bolsa de caramelos.

"Hitler", "Satán". "A por él" grita. Intento salir corriendo pero los perros me dan alcance y me tiran al suelo. Mirada inyectada en sangre (ellos, yo no, ¡yo mirada asustada, leñe!). A través de las finas mallas noto que uno de ellos se me sube encima para... ¡me levanto rápido como el rayo! El otro me muerde pero me suelta enseguida, empieza a gimotear y a escupir. El perro salido se le queda mirando como preguntándole que qué le pasa. El que me ha mordido se aleja sacudiendo la cabeza y empieza a echar una babilla blanca por la boca.

"¿Pero que le has hecho a mi perro?" grita Ana "¡Le has pegado la rabia!". Yo me encojo de hombros.

El otro perro me mira sin saber qué hacer. Yo le miro sin saber qué hacer. El bicho se gira y mira a su ama para ver si a ésta se le ocurre algo. Su dueña le mira, él me vuelve a mirar a mí y yo fijo los ojos en él. Empieza a caminar despacito alejándose de mí, no había visto nunca hacerse el loco a un perro, pero mira, diría que éste se lo está haciendo.

Cuando ha desaparecido miro en dirección a Ana. El que me mordió se acerca a ella lastimeramente como pidiéndole ayuda. Ana lo parta con el pie diciéndole "Aléjate de mí, asqueroso".

"Mira" pienso "como a mí en las bodas".

Ana sale corriendo y pasa por mi lado dejando al perro medio llorando. "Capullo, ésta me la pagarás" me dice sin mirarme. Desparece también. Quedamos el perro rabioso y yo solos en el camino. El animalito se me acerca con pena pero a medida que se acerca va poniendo cara de "tú eres el culpable de mi caída en desgracia".

Yo que lo veo salgo corriendo en dirección al coche, el perro sale detrás de mí. En ese momento por el móvil empieza a sonar "Tu eres el vaquilla, alegre bandoleroooo..."

Joder, Toni, ¿no querías correr?

Adelanto a Ana, le toco el hombro y le digo "tú la llevas" y me río. Si es que en el fondo soy un cachondo.

Ya veréis que risas cuando se lo cuente a mis gatos.

Tengo sueño


Cualquier cosa. Sí, lo has oído bien. Daría cualquier cosa porque esta noche durmieras conmigo.


La burbuja reina (de donde nacen todas las demás burbujas)


Quedan las cicatrices. Después de que el tiempo haya administrado su lenta medicina el corazón sigue húmedo y caliente, pertinaz como un corredor de fondo a tres kilómetros de la meta, dejando a un lado el dolor arrastrado, olvidando todo lo que no sea llegar.

Queda el silencio. El silencio es a las palabras lo que la eternidad es al tiempo, es un hueco infinito que paradójicamente, empieza y acaba siempre con un nombre de mujer a quien ya no recuerdo y a quien nunca más podré olvidar porque ya no me obedezco a mí mismo, me he convertido en una huída de presos, en un motín continuo en donde me rebelo contra las consignas gritadas un día antes, me he convertido en la arena que ciega los ojos y en la nube de polvo que ahoga. Pero me queda el silencio. El silencio lo es todo en el explendor de su nada. La nada que la siguió a ella.

Y hay días mejores que otros y días que se van por el desagüe de los días. Y hay días lentos como piedras y días que se abren como flores. Días, días en los que la echo de menos y días... en los que saldría huyendo hacia cualquier parte. Días lunes y días jueves (como hoy), días extraños, días envueltos en plástico de burbujas, días en los que iría a su lado como un fantasma a donde fuera, que me quedaría a dormir en el hueco que dejan al mundo sus pupilas cuando se cierran por la noche.

martes, 12 de abril de 2011

Miedo



Miedo a quererte.
Miedo a no quererte.

Miedo a que no me quieras.
Miedo a que me quieras demasiado.

Miedo a que tengas prisa.
Miedo que no la tengas.

Miedo a que te vayas.
Miedo a quieras que me vaya.

Miedo a que decidas que no somos el uno para el otro.
Miedo a que me dé cuenta de que no vamos a ninguna parte.

Miedo a que no estés segura.
Miedo a que estés segura del todo.

Miedo, maldito miedo.

Miedo a que me cortes las alas.
Miedo a que salgas volando.

Miedo a que conozcas a alguien más interesante que yo.
Miedo a conocer a alguien más interesante que tú.

Miedo a confiar.
Miedo a que no confíes.

Miedo que no se cura con el paso del tiempo, maldito miedo.

Miedo a tener miedo.
Miedo a no tenerlo nunca.

Saco de huesos


Me levanto por la mañana con todos los huesos rotos. Todos. Por la mitad. Partidos en dos piezas simétricas, de rotura limpia, sin polvo ni astillas, como cortados con una hoja radial, las falanges de los meñiques, los huesos del cráneo, las vértebras... las costillas.

El médico se acaricia la barbilla al contemplar las radiografías. Luego me mira y me pregunta que si he hecho algo distinto estos últimos días. Cuando las enfermeras nos dejan solos viene hacia mí, me agarra de las solapas de la bata abierta por la espalda y me eleva, cuerpo inerte, hasta que sus ojos quedan a un centímetro de los míos "¿Esto es una broma?" me pregunta. "Quieres volverme loco y no sabes cómo". Me suelta y caigo sobre la camilla y mis huesos chocan entre ellos como si estuvieran todos juntos, sin carne, en un saco de lona dejando un sonido hueco y macabro en la habitación. Me gustaría decirle algo, quejarme, pero no puedo, mi mandíbula está rota. Parpadeo, no siento dolor, unas lágrimas sin pena me salen de los ojos en un acto tan reflejo como irreflexivo. Tengo ganas de dormir, de dormir muchos días seguidos.

Me hacen más pruebas, electrocardiograma negativo. Mi corazón no late. El médico parpadea, yo le guiño un ojo húmedo y eléctrico y él de nuevo parpadea, le sonrío lánguidamente, acerca su boca a mi oído y me susurra que no es posible, luego grita y tira por el suelo las bandejas de inoxidable que contienen los instrumentos quirúrgicos, ríe y salta, se tira de los pelos, habla en un idioma que aprendió de niño, se sienta en el suelo abrazándose a sus piernas... y canta una nana en un vaivén loco de ojos desquiciados. Un fluorescente empiza a parpadear ruidosamente, el aire se vuelve más frío, en algún lugar alguien pone en marcha un hilo musical pasado de moda.

Dos meses después recibo el alta, tengo más suerte que el médico que me atendió de urgencias, a él le quedan unos cuantos años para que le vuelvan a considerar cuerdo. Los huesos han soldado bien. Todos, sin dejar huellas. Camino despacio por el jardín que hay a la entrada del hospital. Nadie ha venido a despedirse de mí. Les doy miedo, lo sé porque lo he ido viendo en sus caras durante dos meses. El corazón sigue sin latirme. Se convirtió en piedra en la explosión que me partió los huesos. Una deflagración interna, algo así como una liberación súbita y descontrolada de energía vital que sólo me dejó la apariencia de estar vivo.

Cuando llego a casa ella no está. Ya me lo imaginaba. No vino a verme al hospital. Sus cosas no están, la mitad de los muebles tampoco. Ni los gatos, ni las sartenes, ni las fotografías donde estábamos juntos. Sospecho que ella tampoco quiso llevárselas y acabaron rotas en el cubo de la basura, me pregunto si también partidas por la mitad como mis huesos. Los gorriones siguen piando en los árboles de enfrente de mi casa, oigo su jolgorio y eso me tranquiliza, no soportaría el silencio absoluto. Me siento en el sofá y está frío.

Suena el teléfono y una voz masculina pregunta por ella. Le digo que no está y el otro pregunta si soy su compañero de piso, le digo que sí y le cojo un recado que nunca llegará a su destino.

sábado, 9 de abril de 2011

Ayer


Hay días en los que te das cuenta de la deriva de tus actos, días en los que te despiertas como si hubieses estado durmiendo los últimos diez años.

Ayer fue el cumpleaños de mi padre. Cumplió setenta y siete. Me dijo que se tomaba este tiempo como algo añadido y que le gustaría, antes de morirse, saber que yo saldría adelante. Me sentí como si tuviera quince años. Esta crisis nos está jodiendo a muchos. Ayer, en un programa de televisión española 24 horas, alguien decía que había 4,5 de parados que no podían consumir pero que había 18,5 millones de gente trabajando y que éstos sí que debían consumir para tirar esto hacia adelante. Supongo que yo, como autónomo estoy entre esos 18,5 millones. Imagino que fue como el beso del príncipe a Blancanieves que la despierta. Miré a mi padre y miré hacia atrás todo lo que he hecho y lo que tengo entre manos, y creo que saldré adelante porque además, no hay nada mejor que tratar de llevar agua a quien lo necesita. Quiero decir que siempre he tenido la imagen de que un hombre solo no puede hacer nada y que hay pensamientos que limitan. Ayer miré a mi padre y pensé que qué bien de tenerlo a mi lado y lo mucho que lo echaré de menos, como supongo que tú echas de menos a quien te cantaba nanas o jugaba contigo cuando eras un proyecto de lo que eres.

Ayer me crucé con el padre de un compañero del colegio. Siempre nos saludamos, yo siempre saludo a las personas mayores que conozco, a los vecinos de mis padres, ayer me paré a hablar con él. Su hijo era como el chico más popular de esas películas americanas, era bueno en todos los deportes, era el que todas las chicas suspiraban por él, el más valiente, el macarra de buen corazón, el que crece demasiado deprisa y prueba las drogas antes que nadie, el que muere demasiado pronto y deja a unos padres preguntándose qué hicieron mal. Se tiró por un puente, un puente por el que paso tres o cuatro veces a la semana. Ayer me crucé con su padre, mi entrenador de fútbol de séptimo curso, y me preguntó que cómo me iba, si trabajaba, le dije lo que hacía y me dijo que llevaba una firma de trabajo temporal y que si necesitaba a alguien para bueno, hacer planos, proyectos, que lo llamara, y que le escribiera un mail diciéndole exactamente qué es lo que hacía. Le prometí que lo haría.

Ayer las cosas dieron un paso más para que todo se colocase en su sitio. Hablé con la cambra de comerç, llamé a un laboratorio al azar que encontré por internet y se me heló la sangre al comprobar que la persona al otro lado del aparato y yo nos conocíamos. Últimamente me pasa mucho eso de las coincidencias.

Y no, no estoy en esto para hacer dinero. Estoy en esto para ser feliz (y sí, eso incluye el dinero), porque mi padre, el padre de mi amigo, mi madre, tu madre, tú, yo... buscamos sentirnos bien, o sentir que los que queremos están a salvo (y las aseguradoras lo saben). Sí, la felicidad es lo que hacemos de ella.

Y si lees este blog y piensas, joder, cuánto se queja este tío, tienes razón. La tristeza es ese estado de ánimo que me indica que no voy por buen camino. Respeto tanto a la tristeza porque me susurra que las cosas no están bien, porque me ayuda, porque me quiere tanto que no se separa de mí, porque siempre que se va me deja mejor, porque cuando me equivoco vuelve y hablamos, porque me inspira poemas, porque me ayuda a echar de menos a quienes han sido importantes, porque se va discretamente cuando llega la alegría.

Hace un buen día, una tarde cálida y fresca al mismo tiempo, demasiado cálida para un 9 de abril, demasiado fresca para ser el primer día que me pongo manga corta.

Me quedo acabando planos, luego iré a por Danacol al súper y veré el partido con mi padre.

viernes, 8 de abril de 2011

(Paréntesis)



El tiempo se detuvo y con él la máquina de fabricar sueños.

jueves, 7 de abril de 2011

Mañana de primavera


El tiempo se detuvo lenta y silenciosamente y pareció como si se condensara en gotas como el rocío lo hace sobre la hierba. Yo había salido a la calle abrigado con una chaqueta vieja y todavía hacía el frío suficiente como para que el vaho saliera de mi boca y se perdiera de inmediato y con él el calor de mi cuerpo. Caminé deprisa hacia el ambulatorio, con la excusa de que llegaba tarde fui entrando en calor. Algunas gotas de sudor me recorrieron la espalda cuando llegué al vestíbulo del C.A.P. nord.

Me extrajeron cuatro tubos de una sangre espesa y oxidada mientras la enfermera se enfrentaba al roce fortuito de mi mano contra su muslo. No quise (o no pude) sonrojarme, noté que empezaba a hacerme falta con qué hacerlo. Alguien hablaba en otro box de si era la primera vez y una voz de niño decía que no con la cabeza, no recuerdo si tenían puesto algún tipo de hilo musical, la chica de las agujas me preguntó si estaba bien y yo le dije que sí. Y era cierto.

Después de aquello salí de nuevo a la calle, volví a casa. En veinte minutos la temperatura había subido lo suficiente como para que no reparara en ella, no sé por qué esta vez no noté el frío. Quizá es que el sol había irrumpido con fuerza. Eché de menos las horas oscuras, las cuatro y media de la mañana y su silencio, la voz que me decía que era el momento de levantarse, las manos invisibles del fantasma de mi abuela apartando de mí las pesadillas para niños, arropándome como lo hacía con mi padre cuando era el pequeño de la casa. Lo supe entonces como lo sé ahora, no se muere del todo mientras haya alguien que te recuerde o te necesite. Es curioso el amor y lo que conlleva. Es curioso que el amor sea el único vínculo que no desaparece del todo aunque no esté a quien se ame.

Luego me acordé de ella, es decir; mientras caminaba pensé en ella, en ese ella de Moriría por ella, en sus palabras y sus gestos, en su risa casi nunca abierta del todo, en su voz perdida, en su insegura seguridad de la palabra certera, en la memoria prodigiosa de sus manos sobre mi cuerpo, en la de las mías sobre toda ella y que, como en un truco de magia, desapareció al instante ante la atónita mirada de los que nos conocieron.

Luego decidí que esta tarde me haría de plomo y escribiría algo sin alma, esto que escribo, y bajé al ayuntamiento a entregar una documentación atrasada. Me perdí entre las horas y las calles, me comprometí a volver a la semana siguiente con un proyecto que debería tener casi listo y que apenas he empezado. A media mañana la velocidad de la luz atravesó mi ventana y se detuvo como lo había hecho el tiempo a primera hora.

Y algo, sin saber cómo, se estrelló como un cristal contra el suelo. No sé aún que es, no sabría decirlo con total seguridad. Sólo sé que llevo horas sin atreverme a preguntarle al polvo si existe de verdad, en algún rincón, toda esa primavera que estaba esperando y que no llega, Bandini.

miércoles, 6 de abril de 2011

El agujero en la luz que hace tu sombra


Hoy por la mañana me dió la impresión de que al cielo lo iluminaron de repente mediante un interruptor que encendió el sol como se enciende una bombilla. Hoy el cielo es limpio y al cabo de unas horas despierto me acordé de la luz que entraba por primera vez así de intensa por la ventana de mi cuarto, cuando vivía con mis padres, una luz casi tan blanca como el pelo de la barriga de Penélope, una luz descarada, fresca, que no parecía que pudiera salir de un sol amarillo-naranja.

Esta mañana todavía no habían llegado los gorriones a piar donde sea que se posan a piar por las mañanas, esos gorriones que a Ulises le provocan esas ganas de comer pájaros y que a Penélope, no sé el porqué, le hace preguntarse por qué Ulises afila sus uñas al mirar por la ventana.

El hombre del contador del gas vino a mirar los contadores justo al lado de la puerta de la oficina, creando expectación gatuna en sus pisadas, y distrayéndome para empezar a escribir esta entrada; tan destinado estaba a ello que a primera hora ya estaba preparado para soñar las cosas a conciencia y darle al día un solo motivo para que mereciera la pena, entre estos mails de trabajo y estos planos feos, estos estudios de carga de fuego insulsos... yo me voy por la ventana (los bancos lo saben y me esperan abajo) pero no toco el suelo porque salgo volando con los gorriones a pesar de Ulises, y me poso en las ramas de los árboles de donde, de pequeño, creía que crecía la felicidad hasta que me di cuenta que no, que la felicidad no crecía en ninguna parte, ni tan siquiera en días de luz blanca de sol amarillo-naranja, porque la felicidad en sí no existe.

Y hoy también, no sé el porqué me acordé de Benedetti y su bigote cano, y me acordé también de la librería Negra y Criminal de la calle de la Sal, y no sé, me acordé también de todas las cosas que no he hecho y pensé en todas aquellas que no haré este año. Y pensé también en que las cosas son como son... y en las personas que se fueron y las que se irán y entonces... entonces ha dejado de tener sentido todo, absolutamente todo y eso...

... y mientras escribo esto me llama una gran ingeniería que visité ayer para que lidere un proyecto de internacionalización de captación de proyectos... y de repente me acojono porque es algo muy grande y yo me siento muy pequeño y al mismo tiempo no sé qué hacer porque también tengo el compromiso de otra ingeniería también muy grande para empezar a hacer proyectos de agua en África... y yo... yo sólo soy un ingeniero técnico en una buhardilla que tiene dos gatos e infinitas deudas... a veces pienso que me meto en demasiadas cosas o demasiado grandes y que yo lo que necesito es tener tiempo y tranquilidad para escribir...


... en algún rincón de mi corazón conviven la esperanza de que el agua llegue a quien lo necesita y la necesidad de poder dormir tranquilo por las noches... y aunque sé que es demasiado pedirle a un hombre, también querer y que me quieran.

viernes, 1 de abril de 2011

Podríamos...

Me pongo las gafas, esas que no necesito pero que me disimulan (poco) las bolsas de los ojos. Duermo mal de nuevo, esta vez sin motivo aparente. Simplemente duermo mal, me despierto a las cuatro y no puedo volver a dormir. No sé, creo que algo dentro de mí se ha roto definitivamente; algo que estaba tenso ha cedido, lo noto. No es que me importe demasiado. Hace un buen día y he salido a buscar un material, los campos están empezando a verdear, el aire parece fresco y limpio, mi cuerpo duerme bajo la ropa hasta que se despierte de su hibernación, mis gatos maúllan porque quieren salir a la terraza y deambular por los tejados.

Supongo que hoy es el primer viernes de primavera de verdad y que las cosas son como son, y yo soy como soy.

Y sin embargo, por primera vez en mucho tiempo tengo ganas de... soñar con las manos sueños de piel.