jueves, 11 de abril de 2013

Si el tiempo no pasara


Si el tiempo no pasara, es decir, si nos hubiéramos quedado anclados a aquellos días que vinieron después de nuestro después, tal vez yo seguiría odiando el odio, retando a la vida a que me viniera a buscar a la salida para pegarme con ella. Pero el tiempo pasa, cada vez más rápido, cada vez sin hacer menos pausas, sin vacaciones ni fines de semana largos. El tiempo ha cogido la inercia de la gran bola de nieve ladera abajo que nos engulle y nos arrastra.

Y ya te había olvidado. No puedo decir que haya sido fácil porque coincidieron varias cosas al mismo tiempo, mi vida se llenó de problemas, de esos a los que la gran bola de nieve no se lleva lejos, traté de volver a ser otro y traté de reinventarme, y confié mi suerte a eso que te molestaba tanto de mí: mi fantasía. A base de imaginación conseguí salir poco a poco adelante, bueno, a ratos. Pero adelante.

Y volvió la musa, casi robándome las palabras, dejándome mudo a veces, dejándome exhausto hasta altas horas de la madrugada, la musa se convirtió en una forma sólida de sombra y consiguió que casi volviera a creer en el ser humano, me dejó ocupar un lugar en el que no hubiera imaginado volver a hacerlo. Y supongo que he crecido, que he madurado, que me he vuelto menos sensible y más fuerte. Siempre supimos que yo era, en verdad, el fuerte. 

Ya había dejado de pensar en ti, pero ayer ocurrió algo inesperado y me vi pensando en ti de otra forma distinta a como lo había hecho hasta ahora. Y sentí vergüenza de haberme creído con derecho a todos esos reproches antiguos que con la distancia suenan huecos y rotos. Y por la noche, de vuelta a casa, no pude pensar en ti aunque quisiera, traté de rescatar recuerdos como si echara un cubo en un pozo seco, sólo pude oír el rechinar de la polea oxidada y sentir en mis manos la soga polvorienta. 

Esta mañana conseguí recuperar algunos recuerdos, no muchos, algunos rincones de tu casa, alguna vez que nos emborrachamos, alguna noche juntos, dos o tres viajes en metro, dos fiestas de cumpleaños, un jardín, a tu madre y aquella sensación de que pensaba que yo no era suficiente para ti porque no tengo un porvenir (y qué razón tenía y qué equivocada estaba al mismo tiempo).

Así que hoy se han recolocado cosas en su sitio, de alguna forma que no entiendo aún, he soltado lastre y me he dado cuenta de la importancia que tiene soltarlo, dejar volar la idea de lo que pudo haber sido y centrarse en lo que uno quiere que le suceda. 

Y creo que he aprendido que el rencor pasa factura con retraso, que sólo se puede odiar a quien se ama y por tanto, cuando el tiempo no importa ambas cosas son sólo una y no es ninguna de las dos, sino otra cosa distinta. 

No iba a escribir esto, pero espero que te vaya bien, de veras, al fin y al cabo yo no soy de desearle mal a nadie, era sólo rencor por impotencia, no por maldad. Espero que a partir de ahora nos vaya bien a los dos, lejos, en la distancia. Yo sé que mi camino no va a ser fácil, pero al menos espero que el tuyo sea aquello que siempre quisiste que fuera.

Conocerte me hizo mejor persona (con retraso), supongo que al fin y al cabo es a lo que le doy importancia de veras. Y con mejor no quiero decir más buena, sino más fuerte, más convencido de mis valores, de aquello que lo que soy, porque cuando uno te dice que no eres suficiente para él, sólo te queda el camino que te lleva a reafirmarte en lo que eres. 

Si en cada despedida dejo algo de mí es que dejo un hueco a algo nuevo. Y lo nuevo que he conocido, lo nuevo que he creado, el esfuerzo que me ha costado, las personas que he conocido... pude hacerlo gracias a no anclarme a ese tiempo inmóvil en el que se convirtió mi vida después de ti hasta que se volvió a poner en marcha.

Y a todo eso lo doy por bueno. En cierta forma (aunque no voy a hacerlo) debería darte las gracias.



martes, 9 de abril de 2013

Tu parte de mi vida

Yo sé que crees que ya no me acuerdo de ti, que acordarse tiene que tener necesariamente algo relacionado con cuerdas y que las cuerdas solo sirven para atar, de una forma u otra, cosas a cosas, personas a cosas, personas a personas; pero yo no sé si recordar tiene que ver con todo eso. Bueno, el caso es que me acuerdo de ti y, aunque no lo diga en voz alta, a veces (pocas, cada vez menos) me llegas desde lejos, como  esa molestia en mi lesión en la rodilla, que sólo se manifiesta cuando va a cambiar el tiempo, cuando llega el frío.



No sabría decir el porqué de todo este tiempo de silencio, de veras que no lo sé, de repente me quedé mudo, sin nada qué explicar, el mundo me invadió con sus lúgubres y efímeras conquistas, con sus ilusionantes ilusiones, su neón y su futuro lleno de posibilidades. Reconozco que soy un apostador nato, siempre apuesto por la vida, me quedo en un rincón tratando de atrapar el mundo en unas pocas partidas de póker, pero casi siempre pierdo lo justo para poder seguir apostando. Sé que tarde o temprano llegará una buena mano y me retiraré para siempre, pero por ahora no acaba de llegar... y el tiempo pasa.

El tiempo pasa, me hago viejo, me salen achaques, gano experiencia en cosas que no se van a repetir y sigo siendo un aprendiz de las que van apareciendo, por lo que parece que no aprendo, pero sí, si lo hago, cada día mi capacidad de asombro mejora como el vino, no es mayor ni menor, simplemente se hace más selecta,  me sorprenden pocas cosas pero siempre me hacen sonreír o decir "lo había imaginado".

Quizá por eso hoy me acordé de ti, porque cada vez que gano o pierdo algo me ata, y esto que me ata a ti tiene mucho de selva y de locura y de cordura, y de distancia y de tiempo que ya no es tiempo, porque yo empiezo a recuperar mi capacidad de ser el que soy y entre todo eso que soy hay un mundo que, de una forma que no entiendo del todo, no puedo dejar de amar de una forma cálida y sencilla.

Hoy sé que voy a escribir esa novela, no que voy a reescribir un texto que se quedó a medias, ni una historia que no me salga desde el alma.

Y que tú vas a estar a mi lado.

En la distancia o en esta pantalla que estás leyendo.

Pero vas a estar porque ya hace mucho tiempo que estás aquí, entre todas estas palabras que se hilvanan casi solas y que buscan, de una forma u otra, emocionarte hasta la médula.