viernes, 27 de septiembre de 2019

Desde arriba



A veces pienso que tenemos una oportunidad única. Es decir, que vivir es la gran oportunidad que como almas tenemos en toda una eternidad de tiempo.

Que vivir, encarnarse, es la ganar la lotería y pasar un temporada en un lugar donde sentir, crear, luchar, ser atravesado por una gran energía que nos conmueve.

A veces lo vivimos como una gran decepción. Como si todo esto, en realidad, fuera de otra cosa. Supongo que la decepción también es algo difícil de sentir si eres un alma.

Ahora que imagino que mi padre es un alma que está con otras almas y que se toma todo lo que vivimos como lo que probablemente es: un juego en el que una vez acabe todo volverá a ser como antes, no puedo dejar de pensar que todo merece la pena. Cada segundo es otra oportunidad.

Recuerdo que mi padre siempre sonreía estos últimos días, como si estuviera saboreando los últimos instantes de su paso por la Tierra.

Todo lo que vivimos, por dramático que parezca, guarda una paradójica belleza desde la perspectiva del alma que volveremos a ser cuando hayamos muerto.

No sé. Tengo esa certeza.

Puede que sólo sea un subterfugio para conformarme por su pérdida.

Pero, pensándolo bien ¿no es lo mismo?


lunes, 23 de septiembre de 2019

Por algo se empieza



Sigo sin saber qué decir. Soy una puta hoja en blanco hora tras hora todos los días. Leo y tengo que volver al principio del párrafo porque no me entero de nada.

En el trabajo llevo diez ofertas de retraso, sólo escribo para escucharme y sentir que, de alguna forma, aún estoy vivo, que soy capaz de pensar algo coherente. Estos días se agolpan un montón de ideas inconexas. Cuando soy capaz de dormir, sueño y recuerdo los sueños.

La primera canción de la radio de esta mañana fue ésta. Algo hizo un click dentro de mí pero no encendió luz alguna.

Pero hico click

Y por algo se empieza


domingo, 22 de septiembre de 2019

Sólo a ratos



Últimamente sin palabras. Me pregunto si siempre será así a partir de ahora. No tengo ganas de casi nada. Es extraño. Sigo por inercia y me doy cuenta que es algo que llevo haciendo desde hace años. Creo que nadie a mi alrededor lo diría. Lo mío es puro pedalear para no caerme de la bicicleta sin saber muy bien a dónde voy.

Hoy le he dicho a un amigo algo así como que me equivoqué en esta encarnación; que mi alma aceptó un reto que en realidad no quería aceptar. Sólo quería pasar tiempo con otras almas con las que ya había estado. Acepté esto. No me quejo, pero en realidad debería haber estado en otra parte, con otra gente, aprendiendo otras cosas.

Quizá me equivoque.

Es lo más probable. Al final todo es aprendizaje.

El otro día escuche un podcast sobre la ley de la atracción y la psicología postiva. Cada vez tengo más claro que estoy apostando por algo sobre lo que no debería hacer. Pero lo hago.

Por inercia.

No creo que la inercia sea algo malo. Es algo. No creo que me gustara caer y tener que levantarme de nuevo. Al menos aparento estar vivo. No sé si por mucho tiempo.

Siguen llegando visitas a casa de mi madre. Yo estoy muchas veces. Me duele pensar que todo sigue, que cuando no estamos no se nota la ausencia el cien por cien del tiempo. Sólo a ratos.


El silencio

Supongo que el tiempo lo cura todo.

Pero mientras tanto tenemos que comprender lo incomprensible y llegar a donde todo el mundo llega transitando caminos que nadie más que nosotros recorrerá.

viernes, 20 de septiembre de 2019

El síndrome del corazón roto



Me hubiera gustado poder escribir algo que mereciera la pena.

 Sé que llegará el momento en que parecerá que todo fue un sueño, pero también sé que nada volverá a ser lo mismo

Vuelvo a sentir el bicho gritando dentro de mí, como en la novela que una vez intenté escribir.

Dicen que cuando rompes con alguien ha quien quieres de verdad hay como un efecto físico (un dolor en la zona del corazón) que al que lo padece le insta a pensar que el corazón literalmente se le ha roto.

Creo que sólo lo he sentido una vez. Quizá dos.

Con los años uno no se acostumbra a soltar. No estamos preparados para ello. El animal que somos es un mamífero que da y recibe calor de sus congéneres por contacto físico.

Sublimado en algo tan etéreo como el estar ahí en los malos momentos.

Saber que alguien duerme en la habitación de al lado.

Por eso la soledad forzada (el aislamiento) es uno de las perores torturas.

Todos tenemos la necesidad de pertenecer y ser aceptados.

Nietzsche tenía razón: Camello, león y finalmente niño en el camino a lo humano (aunque él lo llamara superhombre, más allá del hombre)

No me salen las palabras. Se me cruzan unas con otras. Espero poder escribir algo que merezca la pena.

Algún día...

Cuando todo acabe

Y empiece otra vida.

miércoles, 18 de septiembre de 2019

Y envejecer a tu lado


Seguir hacia adelante. Sentirse culpable de no sentirse lo suficientemente culpable por no vivir la dosis esperada de tristeza.

La paz que respira la casa.

Empezar a entender eso de lo que verdaderamente importa.

La patada de empatía que de repente te une a las personas que viven con la misma minusvalía que tú.

Renunciar.

Apostar por apostarlo todo a cosas que no te habías planteado antes.

Que lo que creías importante ya no importa.

Que todos tenemos una cuota de osadía que tiene fecha de caducidad y que esa fecha la pone uno, pero que al final, el azar es quien manda.

Saber que tenemos un tiempo limitado, unas fuerzas limitadas, un cuerpo que envejece y se desvanece, pero aun así somos alma, que trascendemos a los trillones de trillones de átomos que nos dan forma.

Saber que llevo millones de átomos de mi padre conmigo y que en parte eso es la esencia de la paz que vivimos.

Que todo lo bueno se hace por amor.

Que somos unos desconocidos.

Que escuchar es la mejor habilidad en algunos momentos

y que leerme es otra forma de escucharme.

que leerte es otra forma de entenderte.

jueves, 12 de septiembre de 2019

El amor pequeño.

(Hoy no hay foto)

Toda la vida pensando que cuando llegara el día sabría qué escribir. Y no sé.

Los últimos días de mi padre en la Tierra fueron como fue él en vida. Una mezcla de risas y de gestos humanos hacia los que estábamos cerca.

Se fue sin avisar (nunca decía dónde iba cuando salía de casa), pero todos tenemos la sensación de que no se ha ido muy lejos.

Es lo que tienen las personas que quizá no saben dar amor como el que estamos acostumbrados a leer en las novelas o a ver en las películas, si no más bien que lo crean como una especie de ambiente general en la vida de los demás, de esos que te envuelven durante todos los días sin darte cuenta. Un amor pequeño y tibio de sentarse a tu lado y hablar sobre nada.

Vinieron infinidad de personas a su entierro. Alguien preguntó al ver pasar a tanta gente por la calle de la iglesia de la Sagrada Familia que quién se había muerto que iba todo el barrio. Así era él. Calaba con la sonrisa sin decir nada relevante, probablemente por esa sencillez que desprenden, como una luz de una vela, algunas almas elegidas al azar por esa inteligencia que lo mueve todo para contrarrestar la maldad del mundo.

Creo que lo recordaré por dos cosas. Su eterna sonrisa y por aquello que me decía de que se moriría sin verme triunfar, como así ha sido.

El martes me llamaron de la gabinete de abogados donde me tramitan las patentes. Me dijeron que había sacado un 10 sobre 10 en la evaluación de una de ellas por parte del evaluador de la oficina europea de patentes y que la consideraban como estratégica para los intereses de la Unión Europea. El director del bufete vino a verme, porque en todos los años que llevaba sólo había visto dos más como esa. Sé lo que me hubiese dicho él: Si fuera tan buena te la quitarían de las manos, o estarías ganando mucho dinero. Así era él. Sólo creía en lo obvio.

Si he de ser sincero no estoy muy triste. Se fue en paz y rápido. Nos dio tiempo de estar a su lado. El día antes hablé con él y le preparé la cena que más le gustaba sin imaginar que ya no habría más.

Hablamos hace unas semanas durante un rato más largo de lo habitual. Tengo la sensación de que ese día me despedí de él. Es más, durante esa conversación, algo me decía que era así. Entonces no sabíamos que estaba enfermo (sólo lo supimos después), pero creo que él también sabía que no estaría mucho más tiempo entre nosotros.

Mi madre dice que lo tiene muy presente, que está allí con ella dándole paz.

No sé. Me cuesta creer que podamos seguir viviendo con normalidad después de algo así.

Supongo que hasta en eso hizo su pequeña labor de desaparecer de nuestras vidas poco a poco, para luego irse en un par de horas.

Allí dónde estés, los ángeles estarán encantados contigo, a tu lado se estaba bien.

Casi sin darte cuenta.



No le gustaban las canciones raras, pero la voz de esta mujer, en vivo, me da mucha paz.

miércoles, 4 de septiembre de 2019

Te veo en todas partes menos cuando estás delante



Supongo que es algo así como una maldición. Empezó hace mucho tiempo. Creo que hace veinte años más o menos. Dicen que hay una serie de televisión donde al protagonista le pasa lo mismo.

Supongo que poco a poco me voy quedando sin argumentos.

Ya queda poco.

Olvidar lo soñado


No suelo recordar los sueños, pero hoy sí lo he hecho porque he he soñado contigo. Bueno, en realidad salías en mi sueño. Un sueño con "siga a ese coche" y escena de reunión de banda amateur que planean un atraco en la cocina de casa.

Sí, formábamos una banda, no sé que tendrá el inconsciente ahí dentro, y planeábamos el asalto a un banco de esos con cámara acorazada como en las películas de Nicolas Cage. Yo me moría de ganas de que nos quedáramos a solas, pero siempre íbamos en coches diferentes.

Quedábamos en ir reuniones en las que nunca coincidíamos, Atardecía siempre yendo de un lado a otro. No había luz de día, casi siempre estaba nublado. Las calles eran feas, hacía frío, otoño tardío dijo alguien, creo que lo único que me hacía seguir dentro del sueño era conocerte.

No recuerdo el final del sueño de la misma forma que tampoco recuerdo el inicio. Dicen que soñar no tiene otro fin que traducir nuestras pulsiones en algo que sea amable a nuestra conciencia. No sé si comprar esa idea. Freud era un adicto a substancias no demasiado recomendables.

Me hubiese gustado que soñar contigo fuera como escribir en el blog. Que hubiera canción que añadir o película a la que referirse.

Hoy es uno de esos días en los que pude cambiar la suerte de alguien para toda la vida. Y bueno, no sé, aunque no sea extraño que soñara contigo, espero que me traiga buena suerte.


martes, 3 de septiembre de 2019

Estación central



Nunca digo lo que quiero decir

Es algo así como una constante en mi vida.

A veces creo que si dijera lo que realmente pienso todo se desmoronaría.

A veces lo dejaría todo y me iría lejos.

Como los personajes de Paul Auster.

Puede que mañana sea el día en el que cambie todo. Hay días en los que puede cambiar todo.

Mañana es uno de esos días. Este año he contado treinta y siete.

A veces puedo hacer cosas.

Me gustaría saber si son realmente ciertas.

Con la mente, quiero decir. Hacer cosas con la mente. Inventar historias. Me gustaría no ser un personaje de Paul Auster, no tender hacia esa maldita melancolía. No ser tan tolerante. Ni ir de allá para acá. Ser feliz de una vez. No narrarme a mí mismo lo que me pasa por dentro.

No tener que irme ahora.

A un lugar al que no quiero ir del todo.

Hacerte sonreír un rato, aunque sospeche que es difícil.

Hacer magia para hacer desaparecer los fantasmas con los que sueñan algunos niños.


Miss camiseta mojada


He de confesar que a veces tengo la fantasía de que escribo una novela. Es decir, escribo La Sombra del Viento, pero de otra forma, claro, desde mi limitado lenguaje y creando personajes que no saben tanto lo que quieren; es decir: como si Paul Auster escribiera La Sombra del Viento y la corrigiera Murakami poseído por Dovstoievski y Borges a partes iguales, pero notándose que soy más de barrio Sésamo que de Bob Esponja. O de barrio, así, simplemente.

Pero sólo lo haría por la fama, por todo eso de firmar libros. Por si un día de Sant Jordi se te ocurre pasar por Barcelona y vienes a verme firmar en los chiringuitos que montan las editoriales, aunque sólo sea por curiosidad, y entonces yo, que no sé ni cómo eres, te reconozco porque hablas igual que escribes, porque callas igual, porque miras igual a como sé que miras cuando lees, o cuando no miras.

A veces pienso que lo único que me haría escribir una novela es saber que existiera la posibilidad de que vinieras y todo eso.

Pero claro, eso es la gran excusa. No hacer algo para que ese algo no genere la posibilidad de que eso suceda.

Para la cobardía siempre existirán argumentos, habrá días nublados para salir y días demasiado buenos como para quedarse en casa.

En cualquier caso, tengo la intención de no morirme sin intentarlo.

Ya sabes. Escribir la novela.

lunes, 2 de septiembre de 2019

Septiembre



Si el tiempo se detuviese ahora mismo ¿de qué te arrepentirías?, me pregunta.

Nunca sé qué contestar cuando me hacen una pregunta así. Creo que es porque no tengo nada claro. Tengo cuarenta y ocho años y sigo preguntándome qué quiero ser de mayor.

Le digo que probablmente me arrepentiría de no haber sido claro con ella y que, en el fondo, siempre supe que mi vida dejó de tener sentido el día en el que nuestros caminos dejaron de tener la posibilidad de correr paralelos.

O quizá no se lo dije, quizá sólo lo pensé y contesté otra cosa con sentido pero sin visos de ser nada personal, una de esas frases que aparecen en cualquier libro de citas. Cuidado con lo que deseas o algo así.

Tal vez la miré y le dije que me arrepentía de no haberla besado.

Hubiera perdido la cabeza por ella si no supiera que estaba tan lejos de mi alcance como la estrella que se ve más pequeña de todas.

Así que me conformé con esto.

Esto es mucho mejor que nada.

Una vez cada mil años recibo un telegrama. No sé en cuántas vidas se traduce eso, ocho o diez, tal vez. A veces oigo hablar de ti, como quien oye hablar de un imperio de oro al otro lado del océano y me dan ganas de dejarlo todo.

Otras veces te miro a los ojos (o me imagino que lo hago) y me dejo llevar por una corriente que no existe, que no me lleva a ninguna parte, pero que no deja de ser la única ocasión en la que, entre regresar o ir hacia ti, me plantearía no volver a donde pertenezco.

Sé que estoy empezando a cambiar de tercera persona a segunda. Siempre que intento hablar de ti como si fueras otra persona acabo volviendo a escribirte como si las fuerzas de atracción gravitacionales supieran más de mi que yo mismo y tú fueras un cuerpo celeste al que no puedo resistirme.

Y sigo escribiendo. Aunque hace mucho tiempo que sé que no sirvo para esto, sigo haciéndolo.

Hasta que el tiempo se detenga y seas la única cosa de la que me arrepienta.

No tengo mucho que contar



Estos días he ido soltando cosas. No sé si eso es bueno, lo que sí creo es que uno va recogiendo responsabilidades que tienen que ver con los demás y eso acaba en un vivir la vida de otros en lugar de la de uno. A veces es bueno aceptarlo y otras es bueno cambiarlo.

Estos días volé una comenta que se soltó y se fue a ninguna parte. Como otras veces. No importa, todo ocurre por algo.

Lo cierto es que durante estos días de reflexión me he dado cuenta de que tal vez me equivoqué en mis objetivos. Siempre digo que volvería a hacer lo mismo porque en el fondo quiero creer eso, pero no es cierto del todo.

Creo que le debo al niño que fui y al hombre que soy escribir una historia de verdad, y supongo que en todo ese proceso de darme cuenta siempre estuvo ella. Si no hubiera estado, nunca hubiera seguido escribiendo.

Sé que soy un escritor mediocre y que no tengo historias que contar que merezcan la pena. Pienso que más bien es un "ve a por ello" que un "ojalá". Tenía la intuición de que la vida iba más de lo que consigues de que lo que tienes que contar.

Nunca se me dio bien contar historias. Soy más bien de silencios y dejar pasar el tiempo.

Me hubiera gustado tener la energía para hacerlo todo, pero en realidad siempre he sabido que no la tenía.

Todo el tiempo



Quizá las cosas no fueran tan perfectas como hubiera esperado. Puede que, en realidad, no sean más que uno de esos capítulos que anuncian el final de algo que hace tiempo que sabes que se acaba. Como cuando lees una novela y cada vez quedan menos hojas.

Supongo que la vida es así. Un ir pasando hojas, un ir acercándose al definitivo final.

Creo que ha pasado suficientemente tiempo como para poder entender que todo o casi todo tiene un sentido.

Yo nunca supe qué hacer ni cómo tomármelo. Cuando llegue el día en el que muera esto no estoy seguro de que esté dentro de los "me hubiera gustado" o entre los "qué bien que lo hice", pero en todo caso, doy gracias por haber tenido la oportunidad de haber estado ahí.

Siempre fui de retos largos. No importa hasta dónde me llevaran ni lo difícil que fuera, a veces, mantener la calma. El tiempo siempre me trató bien. Pasé por esta vida relativamente bien hasta hace poco.

Daría lo que fuera por que ella me hubiera correspondido.

No sé. A veces creo que las cosas se vuelven difíciles porque no yo las hago difíciles.

Pero ahora es tiempo de seguir hacia adelante.

A pesar de la tristeza.