sábado, 11 de junio de 2011

Mi mapa del centro de tu ciudad


No sé, en fin, a veces creo... a veces creo que nunca te irás y eso me ocurre cuánto más tiempo pasa desde que te fuiste. Recorro las calles por las que he pasado mil veces y sólo recuerdo una tarde, la primera en la que te llamé y tú estabas cerca pero no coincidimos por unos metros de distancia; es extraña la selectividad de la memoria.

Anoche iluminabas la plaza del Sol, inalcanzable; llovió (tú no estabas) una lluvia corta y seca como un hachazo y también iluminaste el suelo mojado, parecía que el cielo titilaba de estrellas bajo los pies mientras las nubes le daban una consistencia de cemento seco al univeso sobre nuestras cabezas. Me mirabas. Hablabas con él pero me mirabas a mí. Y yo bebía una copa de sabor dulce (no tan dulce como el zumo de tamarindo que me bebí unas horas antes para probar), recordé también otra tarde hace tiempo en esa misma plaza y en esa misma esquina frente a una copa igual... en la plaza del Sol siempre refresca cuando voy.

Anoche no bastaba con abrazarnos a los árboles, se me durmieron cascabeles en los oídos, un perro negro y joven jugaba a que le lanzaban un muñeco, un niño le enseñaba a otro más pequeño un globo con el que jugaba y yo no pensé que era tarde para que los niños estuvieran en la calle a esas horas, lo pensé más tarde, cuando entré en el Mirasol y me miré al espejo por si es verdad eso que dices de que mis ojos son más verdes bajo luz artificial que bajo el sol.

Luego, me perdí de vuelta a casa, y durante esa hora en coche pensé que eras inalcanzable porque tampoco sabría qué hacer contigo si te alcanzase, en los rincones perdidos de tu cuerpo hay lobos acechando. Recordaré siempre el suelo iluminado de lluvia, de farolas, de ti, siempre que vuelva y tu recuerdo se mezclará con esos otros recuerdos únicos que impregnan ciertos lugares a los que he pertenecido y me pertenecen como un mapa a quien lo lee, como quien lee un mapa al camino que emprende como consecuencia de leerlo.

No sé dónde acabará mi vida, mi realidad es tan distinta a la que yo creo que vivo... es como estar en un vagón varado en una vía muerta mientras crees que vas camino de alguna parte.

Siempre acabo poniéndome triste.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Preciosa entrada, muy descriptiva y llena de detalles tangibles. A veces tengo la interesante sensación que yo tb he estado ahí, en algunos lugares que describes.

Hoy me he sentido identificada con tus letras. Siempre precisas.

Un último apunte y con el debido permiso, me ha extrañado que hasta ahora nadie más te haya comentado en este bonito post. En este post que se te nota contento, satisfecho, reconciliado con la vida...

Saludos,

Ámber

Espera a la primavera, B... dijo...

Tal vez sea porque es tu ciudad y probablemente conoces la plaza del Sol.

Pues no, Amber, no me he reconciliado con el mundo. Más bien todo lo contrario. El mundo ha venido a hacer las paces y yo no he querido.

Besos

Toni