jueves, 9 de octubre de 2008

Sin zapatos


Un día, durante su noche, alguien robó todos los zapatos del mundo. Tú aún no habías nacido. Eras un deseo en el fondo del alma de tu madre y yo me preguntaba si llegado el día yo sería un buen ejemplo para tí. Pero no te voy a hablar de eso ahora. Ahora te voy a contar que sucedió inmediatamente después de que el mundo se levantara descalzo.
Aquella mañana al salir de la cama y poner los pies en el suelo su tacto frío me hizo buscar las zapatillas con desespero. Miré debajo de la cama, debajo del armario, hasta pensé que me había acostado con ellas puestas y las busqué debajo de las sábanas. No las encontré, así que busqué las zapatillas de hacer deporte. Tampoco estaban. Fui a regañadientes a la cocina, iba caminando sobre los bordes de los pies, sin llegar a apoyar la planta. Puse en marcha la cafetera y fui hacia la ducha. El agua caliente me reconfortó, me hizo sentir bien de nuevo. Sin embargo, al salir y después de secarme volví a notar el frío en los pies. Me fui hacia la habitación con la esperanza de que las zapatillas estuvieran allí, que las hubiera estado buscando teniéndolas delante de mis narices. Pero no había ni rastro de ellas. Lo primero que me puse fueron los calcetines. Aquello estuvo bien, los calcetines son para los pies una segunda piel y dí gracias de que existieran. Vestí el resto de mi cuerpo y cuando fui a ponerme los zapatos tampoco estaban. Aquello ya me pareció excesivo. ¿Me había vuelto loco? ¿alguien había entrado en mi piso mientras dormía y se había llevado los zapatos para hacerme una broma? Busqué por si faltaba algo más pero aparentemente no faltaba nada.

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