sábado, 4 de octubre de 2008

Me prenguntan que quién soy yo... y en sábado, habráse visto!


Me preguntaste quién soy yo y entonces me levanté de la silla, fui al cuarto de baño y me planté ante el espejo. Me estuve mirando un rato hasta que concluí que ese yo sólo era una parte de mí, algo así como una caricatura, como un dibujo en movimiento. "Yo no puedo ser sólo lo que veo cuando me miro en un espejo". Así que llamé a algunos de mis amigos y les pregunté que quién era yo. Algunos me hablaron de las cosas que hemos pasado juntos, de lo mucho que hemos logrado, de la calidez y la calma que nos ha envuelto y de la furia y la diversión de los días del trueno. Tampoco era eso. Llamé a mi familia. Eres nuestro, me dijeron todos. Y era extraño, porque yo no lo sabía y no me sentía bien siendo suyo. Yo soy mío, me dije, pero eso tampoco soluciona la pregunta de Quien soy yo y enctonces me dije que tú, viajera nocturna, debes de estar poniéndote nerviosa ante tanta demora. Luego repasé todos los libros que he leído, los profesores que tuve, los viajes que he hecho, por lo que he apostado y he ganado y por lo que he arriesgado y he perdido. Y entonces surgió. Quién ha hecho todo eso? Y entonces tuve la certeza de que de ser algo o alguien seguiría siendo el niño que fui, el que se subía a los árboles y volvía a casa con las rodillas peladas de estar jugando hasta caer rendido, el mismo que aprendió a distinguir a la buena gente de la mala y se quedó con la buena, el mismo que pertenecía a una familia sin preguntarse el porqué, el mismo que hacía las cosas porque las sentía así, sin más, el que vivía en las nubes pero tenía que hacer los deberes, el que aprendió a leer y a escribir y se dijo "esto es algo muy grande" y el que se miraba al espejo y no tenía la necesidad de preguntarse quien era. En el fondo sigo siendo el niño con su bolsa de canicas y la pelota bajo el brazo que ha ido madurando, que ha ido aprendiendo que ser uno mismo implica implicarse, que no tiene miedo al futuro porque todo lo que necesita lo llevaría consigo allá donde fuera, y que por encima de todo, quiere y necesita ser querido.
No sé si esto responde a la pregunta, en todo caso, a mí me ha servido para que mi niño le deje las cosas claras a mi adulto y para que éste no se tuerza. "Hemos venido a ser felices, a experimentar la plenitud de la vida, hemos venido a estar y hemos venido a pedir que estén cuando lo necesitemos, hemos venido a querer (y no precisamente a medias). Hemos llegado hasta aquí porque queremos llegar hasta más allá" y ¿sabes? si el niño que fui hablara de verdad con el adulto que soy le felicitaría, le diría que hay cosas que no entendió cuando se hicieron pero que, al final, le gusta la vida que lleva... "y ahora nos falta una novia" diría, pero claro, él no entiende lo difícil que es esto de tener novia, a él le bastaría decir "me gusta....M" y tirarle de las coletas en el recreo. Ahora casi todos desconfiamos de todos.
Y es una lástima, porque puede que el adulto que soy no esté en su mejor momento pero el niño que también soy merece (y mucho) la pena.


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