viernes, 5 de junio de 2009

Soltar


Amaneció lloviendo. Se cayó el cielo en pedacitos del tamaño de gotas de agua y, mientras rugían las nubes, recordé que esta noche volví a soñar con ella, un sueño distinto, un sueño en el que ya no podía quererla, un sueño en el que yo me veía desgastado de tanto desear lo imposible, que por lo menos, pudiéramos ser amigos.
Luego pensé que ella había puesto una distancia entre nosotros y yo le había pagado con la deslealtad de proclamar a los cuatro vientos lo mucho que me dolían sus silencios. Comprendí que, en realidad, lo que me molestaba es que hiciera lo que le diese la gana, como si a ella no le doliese en absoluto perderme.
Supongo que para seguir hacia el futuro uno tiene que desprenderse del pasado, y eso es lo que pretende hacer. Sé que no podré dejar de pensar en ella y sé que no podré evitar que me duela, porque sentir es lo que tiene, a veces alegría, a veces dolor, otras miedo.
No sé si ha sido la lluvia o ha sido la conclusión que salió (yo no la saqué, lo juro) del sueño. Lo cierto es que me he quitado un peso de encima.

No podemos hacer que los demás sean como a nosotros nos conviene que sean, ni que las cosas sucedan al ritmo y con el final que deseamos. No podemos cambiar a nadie ni pretender que el otro tome decisiones que nunca tomó por nadie antes de cruzarse con nosotros.



Cuando alguien nos cuenta su vida, hay que estar muy atento a lo que dice porque probablemente repetirá con nosotros los mismos patrones que utilizó en sus anteriores relaciones. La gente no cambia con trentaytantos ni cuaerenta y pocos. En verdad, nadie cambia, a no ser que ocurra algo revelador, algo que ya estaba buscando incluso antes de nacer. Y a veces nos enfadamos porque no somos ese algo extraordinario.

Y no esto no es rendirse, esto es decir basta.

6 comentarios:

hécuba dijo...

¿y cómo sabes que ocurre ese algo revelador, algo que ya estabas buscando incluso antes de nacer? ¿y si pasa y no te das cuenta porque estás mirando a otro lado?

Espera a la primavera, B... dijo...

No es el hecho revelador lo que hace imposible no cambiar. Es lo que hagas con él, la reflexión, la necesidad, supongo. Uno puede estar pensando en cambiar de ciudad pero puede que hasta que no encontremos la "excusa" perfecta no lo hagamos. Eso no significa que sólo tengamos la esperanza que algo extraordinario cambie nuestras vidas, también podemos llegar a ese cambio a través de una profunda y meditada reflexión de que no vamos hacia ninguna parte tal y como estamos ahora.
En realidad, creo que se trata de lo que ya hablamos el otro día, de esperar o bien tener esperanza y cuando se tiene esperanza se provocan los cambios porque hay motor y sobre todo combustible para que podamos llegar hasta el final.

Cova, ya sé que no es el mejor momento, pero cuando lo sea, no esperes a que pase, sal tú a buscar, provoca a tu destino, ház que suceda, no podrás estar mirando a otro lado porque tu objetivo estará siempre delante de ti.

Un besazo

toni

Fiebre dijo...

Llegué vía Nebroa, y como siempre voy a dar la nota.
Claro que yo hablo desde mis "tripas".
No hay que estar atentos a clichés anteriores, eso es perder el tiempo...Todo el mundo renacemos en cada historia nueva (eso quiero creer, practico y veo en los demás).
La gente no tiene "porqué cambiar". Tú ves a ese alguien, y has de amar a ese alguien que intuyes en la observación que narras,a ese que se acopla a ti YA HECHO, no a quien quieres que se convierta.

Y esa distancia que tú achacas a "lo de haacer lo que le de la gana", puede (yo lo he practicado) ser pura empatía y cariño. Cuando alguien sufre por ti, y tú te vistes por los pies, es 100 mil veces mejor quedar "como el c.." que prolongar las situaciones dolorosas para la otra parte.
¡Ay! Ya me he enrollado como una persiana con qien no conozco. Lo siento si molesté. Me gustó y a la vez me sublevó tu post.
Eso es que estamos vivos...

hécuba dijo...

Vuelvo aquí y leo y releo y salgo y pienso si añadir lo que quiero añadir hoy que estoy más calmada, más como las nubes y el mar de la foto de ahí arriba del todo en la que sale alguien mirando a lo lejos o quizás no, quizás esté con los ojos cerrados. Vuelvo aquí y leo lo que dice fiebre, que es mucho más sensata que yo, y me doy cuenta de que no, no necesariamente repetimos patrones, no necesariamente actuamos igual en cada relación, renacemos y nos reinventamos y si no es así me rebelo, me niego a aceptarlo, porque entonces todo sería demasiado predecible y aburrido.
Muchas veces nos tropezamos de golpe con ese algo extraordinario, pero el miedo nos impide verlo, en cierta manera sí se puede estar mirando a otro lado. Otras creemos que no podemos ser ese algo extraordinario para alguien y nos vamos alejando sin estar seguros del todo, porque en realidad no es lo mismo creer que saber.
Quizás no tenga mucho sentido lo que digo, no sé, pero me sale así. Y seguiría, pero ya he hablado mucho. Me voy con Fante un rato.
Un beso
Cova

Espera a la primavera, B... dijo...

Fiebre. Me ha costado entender lo que decías en el comenterio. Al final creo que lo he entendido.

Creo que todos tenemos un guión de vida y tendemos a afrontar hasta las más pequeñas decisiones de acuerdo a ese guión. No es algo inamovible pero sí difícil de cambiar.
Creo también que las situaciones dolorosas también se pueden solucionar con la palabra y no asumiendo el papel de "quedar como un c..."
Creo que uno madura cuando afronta y decide y no cuando uno huye y silencia.
Al fin y al cabo es infinitamente mejor un "no me llames más" a un "llámame" sin que luego cojas el teléfono.

A mí, vestirme por la cabeza me dice que no puedo paliar el sufrimiento de alguien cambiádole el dolor por la rabia.

No sé, supongo que es custión de gustos.

Espera a la primavera, B... dijo...

Hécuba. Estoy de acuerdo contigo de que cada relación es distinta y que no repetimos lo que hacemos en una relación con el resto. Lo que no cambia es quiénes somos, cuáles son nuestras inseguridades, qué deseamos, y sobre todo qué nos impide tener "éxito", por qué nos sentimos insatisfechos, a qué obedece el nivel de exigencia que tenemos. Si fuéramos seres sin aristas conseguiríamos lo que quisiéramos porque estamos capacitados para ello. Pero somos seres contradictorios y esa contradicción es como un lastre que no podemos obviar. Está ahí, como los sacos de arena de los globos aerostáticos que, para elevarse, deben desprenderse de ellos.

Mis recuerdos a los Bandini, especialmente a Arturo.

Besos

toni