jueves, 11 de junio de 2009

Déjame decir


Tú, sentada en un bar, esperando quizá a alguien que llega tarde, miras a través de la lluvia del cristal. Te veo soñar, reconozco de inmediato a alguien que está y no está y sea lo que sea que esté en esa taza que coges con las dos manos ha dejado ya de humear, es lo que tiene partir dejando lo que tienes empezado, que pierde la urgencia de lo inmediato. Sin que yo pueda remediarlo me absorbe tu ausencia despreocupada y no puedo dejar de preguntarme camino de dónde estarás, en quién te acompañará, y empiezo a querer entrar ahí y viajar contigo, de la mano. Miro también a través del cristal. Sólo llueve.
Llega él y regresas al bar, rápida como a lomos de una estrella fugaz, te das cuenta de que te miro y sé que lo he estropeado todo, era necesario que el observador no tuviera un ápice de protagonismo y yo me empeño en estar ahí, dos décimas de segundo sosteniendo tu mirada, antes de dejarme caer en Kafka y su orilla, volviendo a unas palabras que me cuesta volver a hilvanar. No dejo de pensar en qué estarías soñando, a dónde te llevaba la magia circular de tus ojos sin tiempo.
Me levanto, pago, me voy. Te levantas, pagas, me dices: "Te dejas el libro" y señalas la mesa en la que estaba. Entonces me armo de valor y te pregunto "¿En qué pensabas antes cuando mirabas a través del cristal?". Y me miras sorprendida primero y luego sonríes y me dices al oído como si fuera un secreto "En que sería bonito que un desconocido, de repente, me hiciera una pregunta a la que sólo pudieran responder mis manos". Recojo el libro y tú aprovechas para salir a la calle junto a él. Pasas por delante de la cristalera y miras hacia dentro y sonríes y, entonces sé que volveré todos los días a la misma hora al mismo sitio, tal vez desde otro bar y desde destrás de otra lluvia, contagiado de la enfermedad de estar sin estar y cuyo síntoma principal es acabar bebiéndome siempre frío lo que contenga la taza indecisa, sabiendo que no hay cura ni tratamiento para volar la imaginación como si fuera una cometa.

La escena evoca la canción Suburbian Princess de Hotel Guru. No la encuentro ni el yutubu ni en el geartubu.

8 comentarios:

Fiebre dijo...

¡Ahhhh!
Esta sí que sí, el placer de volver a despertar sentimientos nuevos, el juego más antiguo del mundo....

Dejémonos de peloteo juas.
Kafka? ¿En un bar?
Jomío, con lo que a mí me cuesta meterme dentro de su cabeza. Eso lo haría en casa.
En un bar y en estos tiempos, ya sabes lo que toca: Stieg Larsson y thrillers escandinavos.

¿Qué quieres? Soy rubia...

Espera a la primavera, B... dijo...

Me refería a Kafka en la orilla, de Haruki Murakami. Es bastante light pero muy entretenida y reflexiva. El protagonista es un chico de quince años, japonés, al que sus padres le pusieron de nombre Kafka. Está escrita en primera persona y en presente. Muy directa.

Yo también debo de ser rubia, jeje.

Fiebre dijo...

Me tranquilizas.

Frank,en manos de alguien desconocido en un bar, es demasiado inquietante para experimentar ese tipo de sensaciones, a pesar de que me gusten los hombres con un nosequéquequéseyo...

hécuba dijo...

A veces me pasa con lo que escribes, que me siento como cuando estoy frente a uno de esos cuadros que puedo mirar durante horas pero sobre los que no me atrevo a decir nada para no estropear la magia.

No pude terminar Kafka en la orilla, creo que no fue el momento adecuado, que habrá otro momento para ese libro. No me sentía como Kafka cuando iba a la biblioteca Kômura. No desaparecía el mundo.

Un abrazo,
Cova

Espera a la primavera, B... dijo...

¿No te has parado a pensar que la magia de cuando observas un cuadro está en la emoción que el pintor ya sabía que compartiríais sin ser del todo la misma?
Tienes las puertas de mi casa abiertas. Puedes coger una mirinda de la nevera, coger un libro, sentarte donde quieras; Ulises vendrá a que le acaricies y Penélope te observará a una distancia prudencial para ambas, no importa el silencio. Escribe en la pizarra cuando quieras con tizas de colores (azul para los ríos)

A mí también me cuesta seguir con Kafka, con Nakata, con el chico llamado cuervo... Me lo regaló Alicia con una dedicatoria que decía que le costó pasar las cien primeras páginas pero que luego le atrapó y yo siempre hago caso a Alicia (porque me trae mermelada de naranja que hace su madre y porque me regala libros y me invita a cenar vegetariano y porque sé que me quiere mucho(casi la mitad que yo a ella).

Un abrazo

toni

Genética Inexacta dijo...

¿Sabes que las sonrisas no se roban? Se provocan. Leyéndote esta mañana he sonreido, porque se respira la magia.
Creo que no podías haberle preguntado nada mejor.

Que bueno.... que bueno....


Besotes

hécuba dijo...

Creía que las mirindas habían desaparecido como los dinosaurios, ya veo que no. Gracias por dejarme pasar :)
un abrazo

p.s. me quedan unas diez páginas, quizás unas cuantas menos, y no sé qué hacer, no sé si me apetece que termine.

Espera a la primavera, B... dijo...

Terminar esa novela es toparse de bruces con la realidad... no sé, Cova, todos los ríos van a parar al mismo sitio.