jueves, 4 de junio de 2009

Si supiera cómo


Quizá el insomnio sólo sea una estrategia para vivir al menos unas horas sin ella, un tiempo en el que yo existo y ella no. Quizá con esas horas algo dentro de mí cree que el no dormir me regenerará mejor que coexistir con ella en el mundo de los que sueñan. Y creo que hubiese funcionado si no tuviera esta imaginación, si no tuviera dentro esta insana necesidad de verla aun cuando estoy despierto.

A veces, ni tan siquiera tengo que cerrar los ojos. Ella está ahí, dejándose las uñas en mi espalda, diciéndome al oído que tengo los ojos agrestes y del color del bosque, llamándome mi niño y segura de que soy suyo a pesar de la distancia y del tiempo que hace que no nos vemos. "Sigues siendo mío" me susurra mientras me muerde en un juego que ya conozco. "No te dejaré escapar hasta que yo quiera y cuando eso ocurra, yo ya esteré muy lejos, ya no me importarás".

Quizá el insomnio sea, en realidad, la mejor de las opciones, mucho mejor que soñarla, quizá hasta mejor que la muerte. Intuir eso me calma, me da un extraño motivo para seguir teniendo esperanza y al mismo tiempo poder empezar a olvidarla. Porque el olvido aparece como una grieta que poco a poco se va ensanchando hasta que hace imposible sostener cualquier recuerdo, hasta que un día eres capaz de ver su cara y escuchar su voz decir "eres mío" y sabes que ya no es del todo cierto; que en realidad, no eres de nadie, que caminas como si no hubieras dormido en toda la noche, con los párpados hichados y la mirada turbia, demasiado cansado como para que tu alma esté habitando el cuerpo.

Hay un primer día en el que ya no sabría qué decirle cuando la tuviera delante, un primer día que sabría iba a ser muy largo y que sólo terminaría cuando pudiera volver a dormir toda la noche sin el miedo de que apareciese de nuevo, en el que soñar sería, otra vez, un ejercicio de exploración de lo desconocido.

A veces creo que esa noche llega pero me equivoco. Mi luna sigue atada al balcón de su casa, sujeta por un hilo araña, por el recuerdo salado de uno sólo de sus besos.

4 comentarios:

Charlotte dijo...

Lo reconozco, aquí y en público: estoy celosa de ella y me doy una rabia...

Espera a la primavera, B... dijo...

Estar celosa de un fantasma es lo menos parecido a tener celos. Entrar en este blog, srta. Johanson (recuerde que este lugar lleva por nombre Moriría por ella) es venir a parar a un centro de gravedad que atrae, como a los elefantes les atre el suyo cuando les llega la hora de la muerte. Aquí solo encontrará a un hombre dando brazadas para salir a flote, ni príncipe azul ni canalla. Sólo alguien que araña con los dedos doloridos el fondo de una mina tratando de encontrar el último vestigio de un mineral con el que amalgamar la traición, el abandono y el desconsuelo.

En este lugar siempre hablaré de ella aunque no hable de ella, aunque ya no viva en mí, aunque sólo sea un personaje de ficción.

Si ha de tener celos, debería tenerlos de su ficticia Lola.

Charlotte dijo...

Lolita, luz de mi vida, fuego de mis entrañas. Pecado mío, alma mía. Lo-li-ta: la punta de la lengua emprende un viaje de tres pasos desde el borde del paladar para apoyarse, en el tercero, en el borde de los dientes. Lo. Li. Ta.

Espera a la primavera, B... dijo...

Lolita es la historia de amor más grande jamás escrita.