lunes, 1 de junio de 2009

Lunes por la mañana


Ahora que esta mañana de facturas y teléfono, de ¿qué hay de lo mío? ¿de lo tuyo... por cierto, y tú quién eres? va tocando a su fin y uno se da cuenta de que uno cree cada vez menos en el ser humano, no como especie sino como individuo egoísta, mañana en la que, tal vez, haya quemado ya todas las energías que ahorré durante el fin de semana. Ahora que todo es como el viernes por la tarde y el sol ha decidido brillar como si no ocurriera nada, ahora, he querido sentarme en un ricón a escucharme y he oído muy flojito, como en un susurro, la voz de alguien que al otro lado del pasillo decía "esto no es para mí". Y luego, en el banco, Jordi, que estaba acatarrado, me ha dado un caramelo y le he sonreído porque en el fondo me he sentido como el niño que va de la mano de su madre a todas partes recibiendo pequeños regalos de las tiendas, y entonces he pensado que quizá hay un vínculo sutil entre todos los que un día fuimos esos niños que acompañaban a sus madres y que, en el fondo, todo esto de los negocios es algo que ya estaba cuando nosotros llegamos y tuvimos que adaptarnos, no como nos adaptamos a los toboganes sino a los pupitres. Y sé que es una tontería pero eso me ha concedido una tregua, por eso y porque el caramelo era de eucalíptus como los que me daba mi abuelo y no sé qué extraño prodigio ha obrado en mí en ese instante pero de repente, al salir del banco me han entrado un amor inexplicable, sin objeto, sin destinatario, algo así como si, de repente, hubiera empezado a funcionar una central nuclear dentro de mí.
Entonces he visto a mis sobrinos que venían del colegio y me han saludado con la mano desde la otra acera y sin pensármelo dos veces he entrado otra vez en el banco y le he pedido dos caramelos para mis sobrinos que estaban en la calle y me he acordado que cuando me daban un caramelo yo siempre pedía otro para mi hermana. Y Jordi me ha sonreído de nuevo y he salido de nuevo a la calle y Meritxell me ha dicho que hoy comeremos arroz "pero sin guisantes, que le dije a la yaya que no los pusiera" y Gerard me ha dicho que "el betis ha bajado a segunda" y yo le he dicho que qué le parecía y se ha encogido de hombros.

Ahora me voy a comer arroz de pescado sin guisantes a casa de mis padres, con mis sobrinos, un arroz que ha preparado quien que me llevaba de la mano cuando era mucho más pequeño de lo que son ahora Meritxell y Gerard. Y no he podido evitar pensar en Alex y cuando yo lo llevaba de la mano, alguna vez, en cómo lo echo de menos y en cómo el destino es, en realidad, un vaivén como el de las olas.

8 comentarios:

Concha Barbero de Dompablo dijo...

Qué entrañable todo el relato (se te ve entrando y saliendo por los caramelos perfectamente). Y qué buen síntoma el de esta frase:

"Me han entrado un amor inexplicable, sin objeto, sin destinatario, algo así como si, de repente, hubiera empezado a funcionar una central nuclear dentro de mí".

Espera a la primavera, B... dijo...

Me han dado un caramelo, Concha, a mis treinta y ocho años ¿tú te crees?. Todo tiene una explicación: Se ve que el chico tenía la nariz tapada y se estaba comiendo el último Halls. Me ha dicho ¿quieres uno? como cortesía. En lugar de decirle no gracias, le he dicho vale y me ha dado uno de propaganda de la entidad. Total, he pensado, es lo máximo que voy a sacar de un banco.

Concha Barbero de Dompablo dijo...

Ja, ja, ja... Si es que somos como niños. No te digo yo mis años (porque hace tiempo que no los cumplo), pero sí que voy quitando los caramelos de las salas de juntas de mi empresa. Que no se entere mi jefe, por Dios.

Espera a la primavera, B... dijo...

Digo yo que si los ponen será para que se los coman... Esta tarde me he preparado una merienda (estoy de experimentos culinarios y lo de culi no viene precisamente la raíz de cocina). Una tostada con queso de burgos, mermelada de naranja que prepara artesanalmente la mamá de mi amiga Alicia, queso parmesano, un poco de cebolla que puse a macerar en un vino dulce que traje de Chiclana y un poco de pimeinta. Sólo existe una palabra que describa ese manjar: apoteósico. Ni comiendo un limón me hubiese hecho tanto escalofrío.
A mis gatos se les escapaba la risa desde la puerta de la cocina, en fin, a seguir practicando.

hécuba dijo...

y a mí que me está dando envidia al leerla...

Espera a la primavera, B... dijo...

Un día preparo una de mis mirindas-meriendas y os las envío por SEUR refrigerado. Vais a saber lo que es pasar miedo y la peli esa de Saw.
La última vez que hice algo parecido el destinatario me preguntó si aquello era pa comer o que le estaba haciendo vudú.

Yo, por respeto, le dije que lo segundo.

Concha Barbero de Dompablo dijo...

Quita, quita... Envíaselo sólo a hécuba, que a mí no me va eso de la cebolla caramelizada con pimienta. Soy castellana de pura cepa: unos judiones del Barco y, de segundo, un chupetón que se sale del plato... :-)

Por cierto, ayer todo el día zampando ¿eh? Que si los guisantes... :-D

Espera a la primavera, B... dijo...

jeje, cómo me conoces...