lunes, 25 de mayo de 2009

Ahora que ya no me importa.


A veces escribo sobre algo que ya no siento hasta agotarlo, como una mina a cielo abierto. Vuelo sus paredes, horado pozos insondables, escribo NO PASAR SIN CASCO en cartelones de madera. Y trabajo en turnos de ocho horas... y a base de olvidarla la olvido pero regreso al día siguiente y al levantar una piedra, allí está de nuevo, cada vez en menor cantidad y peso, brillante al sol aunque en bruto, su voz y su nombre que. pulidos con al herramienta palabra, queda lista para soltarla como a un pájaro curado. Cuántas veces habré creído expoliado el mineral de la tierra, cuántas veces habré querido volver de nuevo al hierro y el fuego. Hoy vino el señor ingeniero, han abierto un nuevo pozo en el este y quieren que me traslade allí con la menor brevedad posible. Le he respondido que no puedo aún, que he de acabar este trabajo.
A veces escribo sobre algo que me duele hasta que ya no lo siento, hasta que se me entumecen los dedos de tanto buscarla entre los cubos de basura del alma, como se busca algo valioso tirado por error, antes de que llegue el camión e irremediablemente se pierda para siempre.

A veces sé que crees que aún sangra la herida pero ya no. Tú crees que aún moriría por ella pero ya no. Ahora se ha acabado. Todo tiene su fin. De igual forma que tiene su principio, toda obsesión se diluye con el tiempo.

Ahora sí estoy preparado para terminar la novela.

3 comentarios:

Nebroa dijo...

Siempre que leo este tipo de cosas, o escucho esta historia en otras bocas, o empatizo a lo bestia con alguien que lo está sintiendo, deseo con toda mi pequeñita alma que sea verdad lo que oigo... Que sea verdad que los malos instantes pasan, y que aunque queden, ya no duelen. Pero no sé por qué con el tiempo, vuelven a salir los olores de debajo de las piedras...
Espero equivocarme esta vez!


Pd. Hola! se puede?

Espera a la primavera, B... dijo...

Siempre hay un último día de tristeza. Siempre existe un primer día de alegría. Quizá porque la luz del segundo ilumina las tinieblas del primero, quizá porque con un sólo día de calor olvidamos el crudo invierno aunque sepamos que sólo es una tregua, un alto el fuego, casi nunca una paz duradera.
A la tristeza hay que tratarla como a los hijos cuando se hacen mayores. Hay que dejarla marchar y abrazarlos cuando vienen a visitarnos. La tristeza es, en realidad, una mala costumbre, cierta pereza del alma(a los tristes, la alegría, nos parece sosa y aburrida). No tengo la clave para desterrar la tristeza porque me sirve para escribir ficción. Todo lo que leerás en este blog es ficción, pertenece al personaje de una novela; un personaje que a veces se parece a mí y al que empiezo a parecerme en ocasiones.

Pasa cuando quieras. Creo que hay fanta de limón en la nevera. Rondan dos gatos por el piso, no arañan pero debo cepillarlos hoy mismo porque estoy harto de ir detrás de ellos con la aspiradora a cuestas.


Y recuerda: Pase lo que pase, ya sea alegre o triste, nunca es para siempre.

Nebroa dijo...

Me alegra en cierto modo saber que lo que leo no es lo que sientes en primera persona. Me alegra también saber que tu imaginación vuela tan lejos que puedes crear más de una vida al compás de la tuya...

Sé que nada es para siempre, lo sé. Sé la teoría, pero hay veces en las que la niña que habita en mí, quiere olvidarlo