miércoles, 13 de mayo de 2009

El pájaro amnésico


Antes, quiero decir, al principio, viajaba hasta la puerta de su casa. Con Google Earth es fácil volar hasta donde no pueden llegar las manos. Sé que muestra una fotografía hecha hace meses, sé que es plana, impersonal, inanimada, y que es probable que ella no esté allí; pero algo dentro de mí me decía que sí lo estaba. Y yo me acercaba desde arriba con el zoom a las calles que probablemente paseaba, por donde iba a comprar el pan por la mañana, por donde iba de la mano con ese que no soy yo.
Con el tiempo aquella obsesión se fue diluyendo como el azúcar en un té amargo: el terrón de azúcar desaparece pero queda un dulzor que si bien no llega a apagar el sabor áspero del té, lo suaviza. De esa forma dejé de volar hacia su barrio y, quizá fuera casualidad, volví a dormir bien y a pensar en que habían otros lugares hacia los que poder volar. Volé a Anantapur, a Palolem, a Río. Volé mezclándome con las águilas sobre un planeta sin nubes, hice lo que todos hemos hecho alguna vez: busqué mi calle y la encontré limpia, como si la hubiesen maquillado para la foto, ni rastro de papeles por el suelo ni de las cajas que algunos de los vecinos dejan al lado del contenedor. Volar desde mi desordenada habitación fue como abrirle la puerta de su jaula a un pájaro nacido en cautiverio. Extraña libertad aquella con la que no se sabe qué hacer. Hace tiempo que la puerta está abierta y hace tiempo también que no logro reunir el valor para salir. Tengo hambre de las paredes de mi casa, del retumbar de mi voz en las paredes desnudas, de las mil y una noches a las que se han ido acostumbrando a compartir el colchón y las ganas de dormir. Sí, he vuelto a desvelarme por las noches. He vuelto a no querer dormir. Y el bicho ha vuelto a gritar y las botellas vacías a juntarse en un rincón de la cocina. Envejecer debe de ser esto, envejecer es volver siempre al mismo lugar siendo un poco más viejo, un poco más solo.

Si escribiera sólo hasta aquí te estaría engañando. Te haría creer que todo es desesperanza. Pero no es así. Cada día que pasa estoy más cerca de salir volando de la jaula, cada día que pasa siento mucha más curiosidad por lo que hay fuera y planeo una salida negociada al aire que envuelve el mundo, con el aire que es capaz de sostener a esas nubes que no salen en google Earth y que imagino frías en verano y cálidas en invierno. Tal vez mañana, tal vez.

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