miércoles, 20 de mayo de 2009

Lo que quise ser


Entonces va y se muere. Yo lo creía eterno. Dicen que a Borges, un día, en una de esas conferencias que a él nunca se supo si le gustaban o le fastidiaban, alguien del público se levantó y le dijo "Vos, maestro, sos inmortal" a lo que Borges le respondió "Vamos, hombre, no sea usted pesimista". Supongo que era ser demasiado optimista que Benedetti venciera a la arena del tiempo, que al acabarse nadie le diera la vuelta y se iniciaran otros ochenta y tantos años de buena y sentida literatura. No voy a decir nada de él. Lo dice todo lo que él escribió, lo que se comprometió, los amigos que frecuentó (por que los amigos se frecuentan como los bares, las plazas, los teatros). Diré sin embargo, que cuando mi tardío amor por la literatura se topó de bruces con él, en la esquina de libros baratos (los llaman de bolsillo porque son para bolsillos con poco fondo) que hay en el segundo piso del FNAC de plaza Cataluña, me cambió la vida. Tal vez me lo encontré al lado de Borges y lo abrí y pensé que valía 5,85 € y que con ese y con otro de Borges de 7,55 € no llegaban en total a los 15,00 €. Nunca supe qué me llevó a comprar "La Tregua" y deshechar a Bryce Echenique que estaba contiguo a Borges aunque sospecho que fueron 1,20 € más o menos. Aquello me cambió la vida, como ya dije. Descubrí a Martín Santomé y cómo no, a Avellaneda. Descubrí que el amor se podía describir en palabras, que el amor es, en realidad, algo extraño que transcurre en el corazón a la vez que entre las sábanas y que lo impregna todo, desde los archivos del primer trimestre al banco del parque donde, quizá, no lo recuerdo, se sentaba a veces Avellaneda. No sabría decir si don Mario era una fuente inagotable de sensibilidad o si utilizaba aquella forma de engarzar palabras con el único fin de seducir a bonitas lectoras. Quise ser él por lo segundo pero quedé hechizado por lo primero. Leerle me situó un poco más en el mundo, es decir, me indujo a pensar que vivir a flor de piel no era ni una elección ni una cruz con la que cargar, leerle dio sentido a mi vida y, por primera vez en mucho tiempo, dejé de sentirme solo.
Durante mucho tiempo he querido ser Benedetti. Pero las palabras son sólo palabras. Muchos me conocéis sólo a través de ellas. Palabras que son como nubes, palabras que se las lleva el viento hasta que se vuelven vapor de agua y dejan de sonar. Durante mucho tiempo el hombre que vive en mí buscó el corazón en el tuyo tratando de reproducir aquel artificio con el que Benedetti se apoderó del mío. Y en esa obsesión he vivido durante todo este tiempo: Queriendo ser Benedetti para poder sentirte dentro de mí y al mismo tiempo detrás de la barrera de mis palabras, de mis miedos. Probablemente este blog no es más que un crímen no premeditado. Un homicidio en primer grado difrazado de diario ¿qué importa eso ahora?
Sé que es mucho pedir pero permitidme que me muera un poquito con la muerte de Benedetti, sólo se puede sentir la alegría más grande si puedes tocar con los dedos la más profunda tristeza. Permítaseme este capricho, luego os dejaré en paz, lo prometo.

"No me avergüenzo de ser sensible" le dijo en cierta ocasión a un amigo. Siempre quise ser Benedetti.

* Y es extraño, porque de pequeño yo quería ser argentino, no uruguayo. Claro, luego llegó Lola de allá (pero esa es otra historia)