jueves, 21 de octubre de 2010

Inevitable


Me he cortado el pelo muy corto. Me paso la mano por la cabeza y noto los cabellos duros y en punta, cercenados como el bambú a ras de suelo, como el papel de lija con el que alisé las paredes de su casa.

Ana y Albert han vuelto. Lo sabía ya esta tarde cuando sonó el teléfono. Ninguno de los dos nos habíamos llamado durante el día, un día que se me hizo silencioso y lento, pesado y sediento, largo, muy largo, un día de más de cien horas.

Cuando llamó yo ya sabía qué me diría y ella sabía que yo lo sabía, que su silencio era el amigo enemigo chivato con el que uno nunca cuenta durante los días locuaces. Me lo dijo con tristeza, como si se le hubiese muerto el gato después de una larga agonía, como si estuviese haciéndome algo malo, como si hubiésemos hecho un pacto de sangre y no pudiera cumplirlo.

Le dije que estaba bien dar oportunidades a quienes se arriesgan a pedirlas, que si lo hace es porque cree que esta vez va a salir bien, que Albert esta vez olvidará sus celos hacia ella y dejará de enviarse mensajitos con desconocidas. La gente cambia, le digo. La gente madura.

Sé que no la veré en una buena temporada, que ella no me llamará y yo la llamaré exactamente cada quince días, el lunes a las siete de la tarde, nuestros lunes al sol telefónicos, los lunes deshechos como un muñeco de plástico en el microondas.

Podría haberme puesto triste. Pero esta vez decidí que no, esta vez pensé que vería la parte positiva, que había pasado unos días bonitos, riéndome a carcajadas, llenándome los bolsillos de optimismo como un niño invisible en una tienda de chucherías. Y pudiendo pensar que qué mierda pensé que qué días tan grandes he pasado, en lugar de pensar que la echaré de menos me obligué a pensar que esos días no me los podrá quitar ya nadie.

Porque el pasado no puede cambiarse ni para bien ni para mal. Y en mi sala de montaje yo elijo las escenas, y elaboro guiones y corto fotogramas... y me miento, sobre todo me miento porque si de algo sé es de mentiras.






10 comentarios:

Anónimo dijo...

Felicidades por A. y Al. Me alegro por ellos, de veras. De todos modos, yo soy de las que cree que las segundas partes nunca son buenas... Pero tampoco puedo hablar mucho de ello, pues nunca he tenido una segunda parte. Para mí cuando algo está acabado está acabado y no hya vuelta de hoja. Supongo que hay gente que es muy capaz de reiventarse en las relaciones sentimentales, yo, sin embargo, no puedo, en otras cosas sí puedo reinventarme, pero en las relaciones no. Blame it to the boogie...

Me ha encantado la figura ésa de vuestros "lunes al sol telefónicos". Escribes poesía, siempre, eso te honra y habla muy bien de ti.

¡A ver si tú ahora me vas a hacer competencia en el área de las artes cinematográficas! No, que es broma, haz lo que quieras y debas.

¡Estreno moreno! (por el corte de pelo).

Muássss (que ya empiezo a divagar en exceso),

Amber

Marnie J. dijo...

no son mentiras, son su realidad des estos días. Una vez, en una lúcida noches de fin de año, hablando con un amigo, decíamos que mejor tres días y disfrutarlos que no quedarse ahí pensando en que podría haber sido y no fue... total, que no le quiten lo bailao'... y ahora a por otra...

Anónimo dijo...

=) me gusta leerte así

Daeddalus dijo...

Muchas veces buscamos ese consuelo, decirnos que al menos nadie nos quitará lo bueno y hermoso que fue algo mientras duró, mientras fue promesa de algo que realmente nunca llegó y olvidamos la segunda frase. No sé si sirve de algo, supongo que no, por mucha habilidad que tenga uno en mentirse. Que al final lo único que queda es seguir dando pasos hacia delante, sea cual sea nuestro destino o incluso sin tenerlo, sólo caminar y nunca detenerse.

Espera a la primavera, B... dijo...

Amber, las segunda partes nunca fueron buenas si hubo después una tercera, y una cuarta... Yo conozco parejas que funcionaron después de la décima vez. Por que las relaciones que se repiten y repiten es porque hay "algo" que las une, algo que merece la pena, invisible a los ojos de los demás.

Un fuerte y sincero abrazo (nueva morena)

Espera a la primavera, B... dijo...

Marnie, tenías razón cuando hablabas con tu amigo. Más vale tres días de algo que merezca la pena que tres años de miedo.

Un beso, ladrona de guate (y bolso a juego) blanco.

Espera a la primavera, B... dijo...

Li, yo hace días que te leo así también, bueno, leerte te leo menos porque te prodigas menos y eso, por aquí, parece bueno.

Un beso

Marnie J. dijo...

NUNCA, NUNCA, NUNCA un bolso blanco: dí NO a los bolsos blancos! (hagame caso que de esto yo se mucho...), pero me ha gustado mucho lo de ladrona...

Espera a la primavera, B... dijo...

Al final los budistas tendrán razón, el deseo (y las expectativas) son el origen del sufrimiento. Dae, decía creo que Nieztsche que uno no debe soportar su destino, uno debe amar su destino. En el fondo todo es lo mismo. Creo que he encontrado un nexo entre varias corrientes ideológicas que tratan de eliminar ese malestar interno del individuo. Es algo más o menos como: "Si deseas algo y pones todo y lo consigues, fantástico; pero si no consideras cómo te sentirás si no lo consigues y estás preparado para ello, te vas a frustrar y vas a sentirte mal. Lo importante está en la acción, la atención debe estar en el presente, en lo que haces, el resultado dependerá de muchos factores".
O algo así, lo elaboraré más. El caso es que a veces sacrificamos la alegría porque buscamos la gran felicidad. Y bueno, supongo que la gran felicidad es disfrutar de las alegrías del día a día (y de lo que no lo son).

Abrazos

Espera a la primavera, B... dijo...

Marnie, considéreme azotado por el crímen cometido.