domingo, 17 de octubre de 2010

A, E, T, Al


A veces uno se pregunta por qué las cosas suelen ser tan complicadas (o por qué las complicamos nosotros), cuando ni el tiempo ni la distancia (ni las certezas) son el olvido. Anoche A y yo hablamos de nuestras relaciones, hablamos yo de E y ella de Al y llegamos a conclusiones parecidas.

Ella me dijo que yo estaba tan seguro de que aquella mujer era la mujer de mi vida que obvié que ella estaba buscando a alguien que encajara en su idea de hombre. "Si lo hubieras detectado quizá hubieras tenido una oportunidad de comprender a qué jugábais, pero tampoco pudiste hacer nada cuando ella decidió que no eras ese hombre. Buscó otro entre los que la cortejaban que sí encajara". Me dijo que probablemente E me quiso y añadió algo que me cortó como una cuchilla de afeitar "es imposible conocerte y no quererte, toni. De hecho, tienes que hacer un gran esfuerzo para mantener a los demás a distancia. Lo has hecho tantas veces que ahora lo haces por defecto, te mantienes a distancia. Por eso te dolió tanto cuando E se fue, porque la habías dejado acercarse, le habías concedido la carta verde de residencia y ella no quiso quedarse. Ahora cierras fronteras. Vale, me parece bien, uno debe curar sus heridas si es posible lejos de la mirada curiosa de la gente. Pero no te quedes ahí".

"¿Tú me quieres?" le pregunté. "Claro, bobo" me contestó con una serenidad pasmosa. "Te quiero mucho, contigo me lo paso mejor que con nadie, eres el hombre más inteligente y divertido que conozco, siempre hemos ido desajustados. Yo salía con alguien cuando tú estabas solo y al revés. Siempre hemos buscado a alguien que no fuera el otro".

Hablamos de Al, de su casa en el campo, de sus salidas, de su seducción y de su estar ahí hasta que la consiguió. "¿Sabes? Guardo todos sus mensajes en el móvil, por fechas. Siguiendo el hilo de esos mensajes puedo determinar que día empezó a ir a por mí, el período de cortejo, cuando nos acostamos por primera vez, los quince días posteriores de luna de miel y a partir, de ahí, los "perdona, tenía el teléfono en silencio", los "te llamo luego", los "es demasiado tarde, te llamo mañana", todos acompañados por besos y buenos deseos. "Hubo un punto de inflexión que yo no quise ver, un pasar de objetivo a casi molestia, a estorbo. Aquello fue minando mi autoestima poco a poco y paradójicamente, a estar mucho más por él. Luego empezaron los dónde has estado y las justificaciones, los tú también tenías el teléfono en silencio cuando sabía de sobra que estaba en la consulta y que lo había hecho siempre... Justificaba su comportamiento como respuesta normal al mío. Y me sentía culpable, toni".

Hablamos de la autoestima, de el porqué la depositamos en un banco (que es el otro) y esperamos a que crezca en lugar de invertirla en el mejor activo que tenemos: nosotros mismos, nuestras habilidades.

"Por ejemplo, tú, toni. Tienes un talento especial. No lo vamos a discutir. Te lo dice todo el que te ha leído. ¿Qué haces? Montas una empresa y te arruinas. Por la crisis global y tal, vale. Pero no haces lo que te daría felicidad y seguro que te ayudaría a vivir mejor. ¡Porque tú eres feliz y estás bien contando historias! ¿Cuántas páginas has escrito hoy? ninguna. ¿Cuántas escribirás mañana? Tienes que solucionar eso, toni, tienes que escribir esa novela. Puede que no te la lea nadie, pero acabar una hará que tengas la percepción de que puedes escribir novelas y la segunda será mejor. Y la tercera, y serás feliz escribiendo. Tú no eres feliz con el éxito, tú eres feliz en el proceso. Ahí es donde está la felicidad".

"Pero escribir me aislará aún más" le digo "¿No estás bastante aislado sin escribir? Sales poco, te relacionas poco y me juego el cuello a que no siempre quedas con quien desearías" dice con una sonrisa pícara.

"¿Y qué tengo que hacer?" pregunto. "Vencer el miedo. Es un miedo pequeñito, toni. Es el miedo al fracaso cuando ya tienes la sensación de que has fracasado por lo de la empresa" me dice. "Te gusta escribir, toni y a mí me emocionan textos tuyos, y me hacen reír, y me hacen llorar. Aunque sólo fuera por todos los que te hemos dicho que nos gusta, ¡deberías escribir para nosotros! ¿Cuántos somos? ¿veinte? ¿treinta? Joder, escribe para nosotros".

4 comentarios:

Marnie J. dijo...

que bonito!! una segunda parte de lo de ayer, una continuación... tiene que seguir escribiendo cosas así y regodearse en ellas...

Anónimo dijo...

Me gusta el tono que tu blog va tomando, Espera a la primavera.

Vuelve a ser un placer leerte, no que antes no lo fuera, pero me entristecía y mucho leer ciertos posts.

Muásssss de una "meiga mariñeira",

Amber(iña)

Espera a la primavera, B... dijo...

Gracias Marnie, quizá con el tiempo esto se convierta en un oráculo. Las casualidades son infinitas.

un beso

Espera a la primavera, B... dijo...

Amber, la decepción es una planta que crece salvaje y que no da frutos, pero ahí está, no se puede matar a una especie por que no nos guste, para arrancar malas hierbas hay que dejar primero que crezcan.

Seguir triste no sirve de nada pero eso sería decir que es los sentimientos no sirven de nada. ¿Cómo que no sirven? Sirven como indicador de que algo no funciona. ¿Cómo vamos a cambiarlo si no sabemos si algo funciona o no?

Es bueno mirarse en estos espejos sucios y feos pero no identificarse con las manchas. Quizá lo bonito sea pensar "tengo que limpiar este espejo" y empezar la tarea.

Me alegra verte de vuelta. No sabes cuánto.

Besos

toni