domingo, 12 de abril de 2009

Confusión (con fusión)


Entonces ella se va y yo me quedo a solas con este insomnio que no sabe de treguas, que no atiende a razones ni a pastillas, que sólo tiene a la luna. El bicho se sabe acorralado y pasea inquieto por la casa, se sienta a ver la televisión, escucha música... nunca, nunca se cansa de escucharse una y mil veces en canciones que saben a humo, que suenan como suenan los barrotes de una cárcel. El bicho me dice que salte, el bicho sabe que cada día soy mucho más débil y sonríe porque le queda poco tiempo antes de ser libre.
El bicho sabía que escribir era lo único que me ayudaría a sobrevivirle. Ahora que no escribo todo le será mucho más fácil. Sólo tengo una esperanza: que ella vuelva, que ella vuelva y me quiera, que me diga que siempre estará a mi lado.

Despierto. Mi alma se dobla sin partirse. Odio esa cualidad suya de aguantarlo casi todo. Deberías partirte de una vez, le digo. Deberías romperte del todo, deberías ceder. Mi alma sonríe. Me dice que aún no. Y yo miro por la ventana a través de la que nubes dibujan continentes de humo sobre un océano de aire. Y entonces me da por pensar que el tiempo es una trampa y la esperanza el cebo que provoca el deseo de seguir adelante. Y sé que es una locura pero creo que a veces confundo esperar con esperanza porque son palabras casi hermanas y que tal vez espere en lugar de tener esperanza, que esperar es sentarse a que llegue el día, mientras que la esperanza es salir a buscar el propio destino. A veces el bicho juega con las palabras. Me pregunto si la esperanza de que regrese merece esta espera. Me pregunto dónde acaba la esperanza y dónde empieza la estupidez.

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