jueves, 16 de abril de 2009

La sabiduría de la niebla


Abro casi todos los correos, siento que son botellas que el mar me trae a la orilla y cuyo mensaje, tal vez, sea el imprescindible, aquél que sustituya de una vez por todas la música de estos últimos días por otra más alegre. A veces casi es así; otras se queda la misma música.

A veces el olvido escoje rumbos que pasan cerca de aquí, pero ¿qué soy sino un coleccionista de recuerdos? ¿No hay quien atesora sellos? ¿Acaso puede haber algún sello más valioso que el recuerdo de una tarde única, con una luz extraordinaria y la tibieza de unos labios que se preguntan si abandonarse así no es claudicar? Quizá los haya, no lo sé (aunque se me haga difícil pensar en que sí los pueda haber), en cualquier caso, nunca querré que mi vida los encuentre.

Hoy he recibido una de esos mensajes. Los mensajes sencillos son los que con más facilidad rasgan mi piel (como un pergamino antiguo). Los mesajes sencillos que hablan de voces no escuchadas durante tiempo, de manos que buscan el calor de otras manos, de niños que salen a la calle, ansiosos de conocer el mundo a la vez que perdidos. A veces uno no sabe qué contestar de inmediato, se queda uno preguntándose qué hacer, si seguir en la orilla, descalzo, o tratar de cruzar el océano a nado. A veces uno se sienta y medita (y si tiene un blog escribe en el blog) a la espera de que se le ordenen los sentimientos, a que el mundo centrifugue las cosas en su sitio, a que el corazón deje de girar como una peonza en el hueco que pueden dejar ciertas palabras dichas con cierta luz (probablemente de luna). Y sé que no es de recibo soñar con las palmas de las manos abiertas pero hoy fue como si alguien invisible me dijera muy flojito al oído, mientras me agarraba una de las dos manos (concretamente la izquierda), duerme conmigo esta noche, necesito oírte la voz aunque calles.

¿Sabéis? El ser humano es eso, es el que no quiere dormir solo, el que sabe que la presencia del otro le pone a salvo del mayor de los peligros.


Decía Jiddu Khrisnamurti: "Amar no es pedir algo a cambio, ni siquiera sentir que se está dando algo; sólo un amor así puede conocer la libertad... Cuando ves una piedra afilada en un camino frecuentado por peatones descalzos, la retiras no porque te lo pidan, sino porque sientes por otro; no importa quién es y nunca no conocerás. Plantar un árbol y cuidarlo, mirar el río y disfurtar la plenitud de la tierra... para todo ello se requiere libertad; y para ser libre debes amar".

Cada vez estoy más convencido de que la educación que damos por buena, la que nos dieron y la que damos a las generaciones que llegan evitan al niño que habita en nosotros, lo desprecian porque es ignorante ¿Cómo no va a serlo si llega a un mundo con una serie de normas casi inhumanas? Cada día que pasa estoy más cerca del niño que fui... esta noche, cuando me vaya a dormir le preguntaré qué quiere ser de mayor. Y voy a aceptar su respuesta.

Gracias por esos mensajes dentro de botellas, que en lugar de surcar los mares, van digitalizados por el aire. Si alguna vez no contesto de inmediato es por que quizá me han dejado así, si saber qué decir. Pero tarde o temprano, jamás lo dudes, mis manos necesitarán buscar un modo u otro de saber que estás a mi lado. Aunque sea en medio de la madrugada.

1 comentario:

Concha Barbero de Dompablo dijo...

Muy bonito tu texto, Toni, y con mucha "miga".