domingo, 22 de junio de 2008

la habitación y la penumbra

L.B. entró en la habitación de María y estuvo un rato dentro. Yo me quedé en la sala de espera tratando de imaginar a Garr y María juntos, pero no podía. Si dejas a un lobo con un cordero sólo hay una cosa que pueda ocurrir. Garr era un auténtico sádico. Yo lo sabía reconocer y él era de los que no trataban de ocultarlo. Quizá la chica era su esclava. Sí, sólo podía ser eso. A cada minuto que pasaba me inquietaba más el hecho de tener que ir a la fiesta. Empezaba a sospechar que iba a ser algo desagradable y que la insistencia de Garr en que fuera era un mal augurio.
L.B. salió de la habitación casi media hora después. Ese tiempo, para mí, transcurrió mucho más lento. La casa estaba en silencio y el silencio y la espera era el espacio donde habitaba el bicho, allí se encontraba a sus anchas, era su momento perfecto, el lugar y el instante preciso para empezar a gritar y dar vueltas por la habitación. Tuve ganas de salir corriendo, de bajar a la calle, subirme al coche y largarme muy lejos. El bicho se agitaba y me decía que María no importaba, que sólo importaba el dinero. Me levanté y salí al pasillo con intención de salir de allí y no volver a pisar aquel antro nunca más, cuando L.B. abrió la puerta y salió de la habitación donde estaba María. "Dice que quiere hablar contigo" me dijo. Y añadió "Por mucho que lo intento no me imagino en qué puedes ayudarla. La gente como tú trae problemas hasta cuando tratan de solucionar cualquier cosa. Te quedas con ella. Yo me tengo que ir. Si te pregunta Carmen si hace mucho que me fui dile que me acabo de ir justo antes de entrar ella. Aún tardarán un par de horas, creo" Y mirándome a los ojos con firmeza me dijo "Como le pase algo a María por tu culpa te juro que te mataré". "Tendrás que ponerte a la cola" dije. Dos amenazas de muerte en menos de dos horas. Si seguía así, no llegaría a la mañana siguiente.

Entré en la habitación. El aire cálido y espeso flotaba como una nube invisible y pensé que sería bueno abrir la ventana para ventilar aquel aire viciado. María me leyó el pensamiento. "No abras la ventana, por favor, tengo frío". Me acerqué a la cama y me senté a su lado. María me miró y sonrió forzadamente. "Has vuelto" me dijo. Quise decirle que no era por ella, por lo que había vuelto. Que en realidad, había regresado para que Sansón me diera una dirección, que en cuanto la tuviera me iría y si podía me llevaría un millón conmigo. Esto último era opcional. Si veía que mi vida corría peligro, desaparecería sin dejar rastro. De nada me serviría el dinero con un par de balas en la cabeza. "Sí, he vuelto" le dije.
"Si te he de ser sincera, creí que te irías y no volvería a verte" susurró. "Quería saber cómo estabas" le mentí. "Carmen y Sansón han salido. Eso facilita las cosas. No sé qué relación tienes con ellos pero sé que yo no soy de su agrado y cuanto menos esté con ellos, mejor". "Son muy desconfiados, es normal. Tienen mucho que perder, y ya se sabe qué pasa en esos casos, pero Carmen no es tan mala como aparenta". "¿Y Sansón?" pregunté. "Sansón es otra cosa. Hay algo en él que permenece oculto. Hay algo tenebroso en su mirada. Conmigo siempre ha sido correcto pero nunca hemos tenido lo que se dice confianza". "¿Cómo se hizo el corte de la cara?" pregunté "No sé, una vez se lo pregunté y me dijo que ya ni se acordaba, que siempre había tenido esa cicatriz ahí. Supuse que no quiso hablar del tema. Aquí es mejor no preguntar. Aquí las preguntas duelen casi tanto como las respuestas".

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