domingo, 10 de febrero de 2008

Ahora que ella ya no me importa


Sé que no estaré tan mal en el infierno, sé que allí el bicho se sentirá a gusto y guardo la esperanza de que me deje en paz de una vez. Entonces estaré más tranquilo, quiero decir que sin el bicho hablándome desde dentro todo será más fácil y por fin, podré ser yo y no su siervo. Si eso quiere decir que ahora llevo dentro algo peor que el infierno, sí, es justamente lo que quería decir. El bicho me grita todos los días, cada vez más fuerte, cada vez más furioso, sufre y quiere su medicina. Quiere sangre, quiere alcohol, quiere que salte por la ventana de una vez por todas. Está bien, bicho, esta vez no te saldrás con la tuya, esta vez no. Por eso está ella aquí ¿no? para confundirme. Con ella al lado soy más débil, soy lo que ella quiere que sea, soy no: era. Era lo que ella quería que fuese. Ahora todo es distinto. Esta vez la miro y veo a una fiera derrotada, ya no es el animal salvaje que me atrapó, sus ojos felinos son los de un animal viejo, cansados, el paso del tiempo, mi niña; es el paso del tiempo lo que te ha ido ajando el alma. No se es joven eternamente, tú engañas a los años con esa piel de melocotón, con ese exceso de colágeno en tu cuerpo, bendita enfermedad que muchas quisieran tener, no envejecer jamás. Sin embargo, tu alma sí va envejeciendo, tu mirada ha ido envejeciendo, te has convertido en una vieja resentida en un cuerpo que enloquece a cualquiera. ¿Qué edad tienes? Podrías pasar por una veinteañera tardía pero no te engañes, tienes la edad de todas las noches, de todos las desilusiones, tienes la edad de donde ya no se vuelve. Has dejado de ser mi niña, ya sólo eres una vieja amiga. Una amiga de quien no te puedes fiar. ¿Dónde te perdiste? ¿Dónde se te olvidó aquel brillo en los ojos? Esta vez se acabó.
El bicho se calma por momentos. Le conozco, está cogiendo fuerzas para gritar más alto. Ahora que lo sé le espero sabiéndome capaz de aguantar sus acometidas. Bien, ahora es entre él y yo, ahora que ella ya no me importa todo es más fácil. Ahora que ya no bebo encuentro cierta calma y cierto aplomo. Puedo aguantar al bicho. Ven, te estoy esperando.
Ella duerme abrazada a mí, ella tiembla de vez en cuando, debe estar soñando y lo que sueña le perturba. A veces la he visto llorar mientras dormía, no sé qué mala pasada le debe jugar el monstruo invisible que duerme todas las noches junto a ella. De pronto le oigo decir "Cris" y entonces lo comprendo todo. Y Cris se pierde en un murmullo de palabras inconexas, Cris se va en uno de esos sueños en los que persigues a alguien a quien nunca llegas a alcanzar. Cris, Cris, ¿dónde estarás? ¿Llegarás a acordarte de tu madre? ¿Y de mí? ¿Te acordarás del grandullón que te llevaba al parque cuando eras un renacuajo? En cualquier caso ahora tendrás una vida mejor de la que te hubiera dado ella o de la que te hubiera podido dar yo en caso que hubiéramos seguido juntos. Aquello no podía funcionar. Nunca sabrás lo que sentía cuando me cogías la mano para cruzar la calle, cuando te asustaba algo, o cuando sin venir a cuento, me la cogías sin más. Aprendimos a caminar juntos ¿recuerdas? Luego llegaron los servicios sociales... quizá fue lo mejor para tí pero no para nosotros. Nos quedamos huérfanos de tí, pequeño. Y entonces... entonces se desplomó todo. Ahora tendrás doce años y vivirás con una familia e irás al colegio y sacarás buenas notas. Eras de esos niños que sabes que cuando crezcan serán responsables. Eras de esos niños que acaban responsabilizándose de unos padres incapaces de hacer algo bueno con sus vidas. "Cris" repite ella. Yo abrazo su cuerpo desnudo, está fría. Maldito mundo, maldita mala vida, podríamos haber sido una familia. El bicho empieza con su ataque demoledor. Me dice que hay una botella de bourbon en la cocina. Aguanto. Ella está fría y trato de darle calor. Ese abrazo... ese abrazo me salva la vida. Me salva de mí mismo. Ahora que ella ya no me importa, quizá empieza a importarme de veras.

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