domingo, 3 de mayo de 2020

Carmel


Quizá las cosas hubieran sido diferentes si no hubiera aparecido el virus. Probablemente, nunca lo sabremos. En otro universo paralelo no hubiera habido pandemia y tú y yo viajaríamos por la costa oeste de Los Angeles a San Francisco por la carretera de la costa, hubiéramos parado en San Simon a ver los leones marinos y hubiéramos dormido en Carmel by the sea.

Ahora todo eso queda lejos, tardaremos en volver a aquello. Quizá nunca lo hagamos porque las cosas se van a precipitar de un modo inesperado. No es el fin de mundo, dicen, pero sí es el fin de un mundo al que solíamos ir de la mano.

Me gustaría creer que al otro lado del hilo de la tela de araña estamos llevándolo bien, aceptando lo que nos toca vivir y dejando que las cosas sigan su curso. A veces, cuando me voy a dormir, pienso en si se habrá roto la cuerda del grosor de un átomo que nos une, o si alguna vez existió.

Tengo la sensación de que he tenido suerte en ver todo lo que he visto y en vivir lo que vivido, en conocer un poco el mundo y haberlo hecho solo, sin nadie al lado con quien ahora tendría que compartir el recuerdo.

Me ha gustado vivir mi vida, creo que el niño que vive en mí ha cumplido algunos de sus sueños. Diría que eso es casi lo único que merece la pena: tener sueños y cumplirlos, el resto no sé si tiene sentido. Sigo por ese camino. Sé que es un camino solitario, pero me me ha gustado nunca depender de nada ni de nadie. Se me da mal dar explicaciones.

Como el androide de Blade Runner he visto cosas que no hubiera creído que vería.

Imagino que en este lado del multiverso las cosas no volverán a ser lo que eran. Ya no habrá billetes por cien euros a Boston o San Francisco. Ese espacio tiempo ha colapsado dejando un agujero negro que lo engullirá todo.

He leído en las estrellas que nuestros planetas no volverán a tener esa miríada de átomos en común que teníamos hasta hace poco.

Es el despertar de un sueño en el que éramos irreales el uno para el otro.

La posibilidad de un nuevo inicio.

El primer paso hacia algo mejor y hacia algo peor al mismo tiempo.

Un precipicio por el que caerse o desde donde aprender a volar.

La última oportunidad,

apostarlo todo a un sólo número.

Ya sabes, una oportunidad entre un billón de que tu tiempo y mi espacio converjan con todo eso que el crío que fui llamó destino.

No hay comentarios: