domingo, 29 de enero de 2012

Estrellas de mantecado

Hoy me he levantado con el frío en los huesos, como si me hubieran cubierto de azúcar en polvo como aquellas estrellas de mantecado que todavía hoy exhiben en el escaparate de la panadería en la que compraba mi madre el pan todos los días. A veces iba a buscar a mi madre al trabajo, pocas veces, pero cuando lo hacía y entrábamos en la panadería a mí se me iban los ojos detrás de aquellas estrellas (todavía los propietarios de ahora deben de conservar aquellos moldes) y, la verdad, a veces paso por delante y miro el escaparate y deseo que estén las estrellas de mantecado... cubiertas de azúcar...

Con el tiempo las cosas desaparecen y cierran negocios, o se olvidan números de teléfono que antes creíamos imposibles de olvidar, nuestro mapa del mundo es distinto si lo comparamos con diez años atrás... todavía sabría llamar a algún amigo adolescente, o a una novia informal, quizá si me dieras tu número dentro de diez años seguiría sabiéndomelo de memoria, si estoy aquí ¿sabes? me aprendería tu número, el tacto de tu pelo, la cadencia de la voz cuando tu voz sabe a cerezas.

Esta semana que viene entraré en la panadería y preguntaré que cuándo hacen estrellas y ahorraré para comprar unas cuantas... con la excusa de la merienda para mis sobrinos, y oleré otra vez aquél olor a pan hiper-mega-concentrado (yo creo que el local olerá así aun cuando dentro de veinte años pongan cualquier otro negocio) y volveré por unos minutos a ser el niño que fui. Me gusta esa desconexión momentánea, ese saber quien soy en realidad, quizá porque mi vida se ha ido convirtiendo en algo con demasiadas obligaciones, a veces lo vendería todo y me iría en un barco a sólo dios sabe dónde, durante un tiempo, luego volvería, me dedicaría a los proyectos de desinfección del agua, empezaría mi vida desde mucho menos que cero, haría más cosas con las manos, emprendería eso que llaman una nueva vida pero que nunca lo es, por no nos podemos bajar en marcha... la vida lo es todo, lo de las responsabilidades, lo del barco, lo de la patente del agua, los proyectos, todo... más allá de esta vorágine de buscar nuevos clientes, conservar los que se tiene, emprender nuevos retos... los únicos retos que me planteo son llegar a tener uno solo: trabajar sin que me parezca un trabajo.

Y aquí estoy, acabando ofertas porque la semana será una semana larga y apenas volveré a casa para dormir y levantarme temprano para salir otra vez hacia otra reunión, otras pruebas, otras posibles oportunidades.

Imagino que al leer esto pensarás que todos tenemos sueños y se quedan ahí, pero te voy a decir algo: tengo un pálpito... sí, en lo del barco y todo eso. Tengo un presentimiento, tengo el presentimiento de que esta vez sí, esta vez las cosas van a cambiar. Llevo mucho tiempo preparándolo. Ha llegado el momento. Lo siento... tan físicamente como esta mañana el frío en los huesos al levantarme.

Tan a mano como las estrellas de mantecado de la panadería que hace esquina, con su olor y su eterna decoración setentera.

Estoy convencido.

No sé si recordaré tu teléfono dentro de diez años, pero me gustaría intentarlo.

2 comentarios:

Daltvila dijo...

Estoy esperando a que regreses a u historias divertidas, como aquella en que te decidías a hacer deporte.

La vida está plagada de situaciones absurdas y cómicas y estoy convencida que si te pones, lo sabrás captar :)

Espera a la primavera, B... dijo...

Jeje, sí... tengo que contar historias divertidas