lunes, 25 de abril de 2011

La ciencia de la inconsciencia


Ayer recibí un correo electrónico que en otro momento y otras circunstancias hubiera sido demoledor. Agradecí al tiempo y la distancia que reaccionaran (a modo de reacción química) para crear ese polímero que es el olvido.

Con el correo llegaron fotos y, como siempre, pensé que la realidad no es algo que vivamos sino que es una sombra que nos persigue, anclada a nuestros zapatos y que necesita la luz del sol para existir. Quizá por eso durmamos por la noche, quizá por eso la realidad desaparezca en cuanto aparecen los sueños.

El caso es que las fotografías llegaron con las sonrisas de niños y eso... eso es algo que siempre apacigua el dolor de huesos, porque algunas fotografías son como el mal tiempo, siempre te duele algo roto aunque ya esté curado.

El caso es que me pregunté si pude ser feliz, si en esas fotografías yo hubiera querido ser el hombre de barba que aparece allí. Y me respondí que no, el universo ya me ha dado suficientes razones como para hacerme un traje de plástico con ese polímero de olvido, y no sé si en algún momento existió la posibilidad de querer querer que hubieran sido los co-protagonistas de mi vida.

El tiempo se convirtió en cenizas. Respondí al correo lo más sinceramente que pude a pesar de que las palabras nunca expresan el estupor ni las antiguas heridas por los golpes recibidos.


El sábado por la noche fui invitado a cenar a casa de un amigo. No quería ir, no me apetecía pero el anfitrión insistió tanto... y era la última vez que vería a A. antes de que se fuera definitivament a vivir fuera. Me pudieron las ganas de verlos y la creencia de que podría mirar a la cara a M. sin preguntarme el porqué de su súbito cambio de comportamiento hacia mí. Lo que no sabe es que yo sé cosas e intuyo que su cambio viene dado por una suposición errónea. De hecho, prefiere cortar el contacto por si acaso a conocer la verdad, ni siquiera me ha preguntado.
¿Me importa? Si no me importara no estaría escribiendo esto. Me duele pensar que una persona de la que has estado a su lado durante tantos años, que te ha llamado en los momentos más importantes de los últimos años para buscar consuelo o simplemente tener a un amigo que te diga que todo irá bien, te dé la patada por lo que tu ex- saque fuera de contexto frases o hechos para justificar decisiones. Algo que ya ha hecho en el pasado.

Pasé una mala noche. No pude aguantar las cosas que decía, ni cómo lo decía ni cómo habla de los hombres. Se habló de relaciones personales, de relaciones de pareja, del pasado de cada uno... yo permanecí callado. En una reunión de cuatro personas, cuando una está callada se nota demasiado. Para mí no era un lugar protegido, estaba con dos de mis mejores amigos y sentía que tenía que tener precaución con lo que decía.

Creo que mejor lo dejo aquí.

El fin de semana recibí también correos muy queridos para mí, queridos y dolorosos al mismo tiempo.

A veces pienso que vivo dentro de una burbuja de aire, de una pompa de jabón que flota, me siento con miedo a tocar las paredes y que estalle, veo a las peronas que han entrado y salido de mi vida durante los últimos años y creo que he cometido muchos errores y he perdido en demasiadas ocasiones, algo que me ha desestabilizado mucho (quien siga el blog lo sabrá). Pero si algo he aprendido es que ninguna pérdida es tan importante como para que uno se pierda a sí mismo, las personas que dicen quererete y se van porque creen que encontrarán algo mejor, seguramente tendrán razón, pero también nos queda la certeza de que lo mejor era que se fueran de nuestras vidas si no lo tenían claro.

La gente se va, te quiere pero se va, la gente te quiere pero te hace la vida imposible, la gente tiene su objetivo en la vida y tú no le ayudarás a conseguirlo y se va.

Y con cada amigo que se va uno aprende.



Letra:
Puede que sea esta la canción
La que nunca te escribí
Tal vez te alegre el corazón
No hay mas motivo ni razón
Que me acorde de ti

He buscado en lo que fuimos, lo q será de ti
Yo me fui no se hacia donde
Solo se que me perdí
Yo me fui no se hacia donde, y yo solo me perdí
Hay un niño q se esconde, siempre detrás de mi

Todo cambia y sigue igual
Y aunque siempre es deferente
Siempre el mismo mar

Todo cambia y sigue igual
Y la vida te dará los besos que tu puedes dar

Todo y nada hay q explicar,
Quien conoce de este cuento
Más de la mitad
Soy mentira y soy verdad
Mi reflejo vive preso dentro de un cristal
Todas las cosas k soñé
Todas las noches sin dormir
Todos los besos quq enseñé
Y cada frase q escondí
y yo jamás te olvidare
Tu acuérdate también de mi
Nunca se para de crecer
Nunca se deja de morir

6 comentarios:

El missatger dijo...

El río sigue...
La corriente lo arrastra todo, siempre en movimiento...
Salut, bandarra!

Anónimo dijo...

Esta mañana gris de Lunes de Pascua he salido a pasear, con un querido amigo de infancia, alguien quien en el cole estaba (en secreto) enamorado de mí. Sólo lo supe años después en una reunión-cena de nuestra promoción.

Cuando alguien me invita a pasear con la excusa de pasar algún tiempo conmigo, y ese alguien no tiene por costumbre hacerlo, tengo la sensación de que me va a poner en un compromiso y a pedirme algo.

Hoy, pese a que el entorno era de lo más delicioso, la brisa era fresca y reconciliadora, junto al mar, no ha sido distinto a las demás.

Él me ha contado que ha encontrado a "la mujer de su vida," que tenía la certeza absoluta. 
Quería que yo le confirmara que "eso" del "hombre/mujer" de tu vida sí que existe y que no se equivocaba con la decisión que iba a tomar. 

No es mi costumbre fastidiarle los sueños a nadie, así que, tras comentar que la vida es difícil, y que si una/o no se lanza a la piscina por aquello en lo que cree firmemente, pues, entonces, mejor aplicarse eso de 'apaga y vámonos'. 

He buscando en mi mochilita, he abierto el libro que llevaba, marcado unas páginas y se lo he regalado. Este es su primer regalo de boda. Le deseo que le vaya bien, muy bien y que se olvide de lo que ve a su alrededor. 

Hoy te digo yo a ti, Toni, lee esto. A veces tienen que venir de fuera a abrirnos los ojos.
Lo que aquí te dejo, creo, resume bastante fielmente la mayoría de las entradas y reflexiones en voz alta de "Moriría por ella", cosa que no osaría a decírtelo sin antes no me hubiera leído ya dos veces tu Blog entero.

Aprovecho la ocasión para pedirte disculpas por la extensión de este mega largo comentario, pero para no decir nada, prefiero no escribirlo/no decirlo y ya está. Hoy me apetecía, también, hablar contigo, a través de tu blog, de ahí la extensión de este comentario.

Como es tan largo te lo pongo en un segundo comentario.

Anónimo dijo...

Y aquí está la segunda parte del comentario. Extraído de uno de los capít. del libro de S. Pàmies:

"Yo llevaba los zapatos mal atados y ella se acercó para avisarme que si me pisaba los cordones, podía hacerme daño. No nos conocíamos, pero resultó ser la mujer de mi vida. Arrodillado y un poco avergonzado, me los até delante de ella, con una actitud reverencial del doncel que espera el golpe de espada que lo tiene que investir caballero.
El incidente, un poco grotesco, fue la excusa para iniciar una conversación, muchas sonrisas, una mirada mantenida a lo largo de los años, viajes, cuatro hijos y esa clase de responsabilidades que obliga a hacer servir palabras tan sospechosas como “madurez” o “compromiso”. En el proceso quedó claro que los hombres y las mujeres de nuestra vida no son nunca los que imaginamos, y que este título de naturaleza sentimental, es, desde todos los puntos de vista, discutible. La temeridad de creerse excepcional se paga con el precio de la inercia que desmiente buena parte de las expectativas. Como que a partir de un momento determinado no hubo gran diferencia entre ser feliz y no serlo, nos concentramos en las dos cuestiones que mantienen la civilización: la intendencia y el interés común.
Fue entonces cuando, en un gesto de rebeldía, decidí no llevar nunca más zapatos de cordones. Sabía que eso equivalía a traicionar mis principios en materia de calzado, a renunciar al convencimiento que el mundo empieza por los cordones, bien atados, de los zapatos, a olvidar el ritual de agacharse y, como explicaba Charles Trenet cuando tenía noventa años y le costaba mucho atárselos, prometer que creerás en Dios si te concede fuerzas para, una vez terminado, levantarte.
Acostumbrarme a los mocasines –de piel vuelta, con o sin costuras marcadas, de suela dura o neumática, clásicos o informales, con borlas o sin-fue contra todo pronóstico, relativamente fácil. Y aunque no lo admitiera, me parecía una aberración haber creído durante tanto tiempo que era el calzado de los conformistas y que los cordones, en cambio, expresaban carácter y creatividad. Era una tontería pero no me sorprendió: entonces ya sabía que entre los castigos que comporta hacerse mayor está el comprobar que puedes menospreciar durante años aquello que más adelante acabarás haciendo con normalidad. Pero volvamos a los zapatos. Los mocasines era más fáciles de poner y de sacar, y eso, en un carácter inclinado al mínimo esfuerzo, es importante. También me aseguraban que nunca más se me desabrocharían los cordones y que, por tanto, ninguna mujer de mi vida no se acercaría para prevenirme que, si me los pisaba, podía hacerme daño (había descartados las botas porque me parecían un calzado de los que hacen avanzar –y retroceder- la historia y yo teníamos una ambición más de estar por casa). Visto con la perspectiva de los años, puedo certificar que con unos mocasines también puedes hacerte daño, y que, de todas las cosas irracionales que llegamos a hacer, amar siempre a la misma mujer  -de tu vida o no- no es, ni mucho menos, la más absurda."

-- "La mujer de mi vida", Sergi Pàmies.

Espera a la primavera, B... dijo...

Missat, el río nos lleve...

Espera a la primavera, B... dijo...

Siento contradecirte, Amber. Y no lo voy a hacer en aras a la razón. Sé que no la tengo, pero es que en un blog que se llame "Moriría por ella" como en otro que llevase el título de “Alma Abierta” no creo que la razón sea el timón que los gobierne, ni el destino sea el desencanto o la resignación.

Puede que a priori no exista eso que llamamos el hombre/mujer de nuestra vida pero sí te digo que tampoco se construye a pedazos como al monstruo del Dr. Frankenstein, el hombre o la mujer de nuestra vida es quien está en ese momento junto a nosotros, probablemente hasta que deja de serlo. Creérselo o no es como creer en verdades absolutas: audaz y temerario, pero no podemos vivir sin certezas aunque estén equivocadas. Tampoco creo en la intendencia y en la rutina como unión, tampoco que el amor sea como una gripe que uno coge, convalece y se acaba curando.

Pero te diré algo del amor. Nacimos desnudos, ciegos, sin piel que nos protegiera del frío... nos salvó el amor. No creo en el instinto de supervivencia a secas, creo que el amor es el único instinto de supervivencia, al menos en nuestra especie, y como a todos los mamíferos, el vínculo nos salva, la solidaridad nos salva, nuestra fuerza es colaborar con otro, compartir recursos (como me oigan los de marketing...).

Amber, mientras haya respeto, mientras haya proyectos comunes, mientras sea recíproco, mientras hagas todo lo posible por estar cerca de alguien y no quieras que se vaya, mientras eches de menos una voz o un gesto, mientras sepas que el otro está ahí y te lo demuestre, entonces existirá ese hombre/mujer de tu vida.

Pero si ahorras y te escondes, si no estás cuando el otro te necesita, si no quieres comprender ni escuchar, si lo que importa es que el otro se comporte como tú quieres que se comporte en lugar de que sea el mismo, si esperas que te adule a que te de cariño, si esperas que tenga una casa en el campo a que te diga que todo irá bien, si prometes cosas que no querrás cumplir... entonces no es el hombre/mujer de tu vida. Es otra cosa.

Moriría por ella es el título provisional de la novela que escribo. Y el personaje es lo que haría, moriría por ella si ella se lo pidiera, si con su muerte pudiera arreglar algo. Nacemos desnudos, ciegos y con frío, Amber, pero no nacemos solos. Y quien nos está esperando nos quiere sin haber hecho aún nada.

Siento no compartir tus ideas, porque como tú has oído hoy de los labios de tu amigo (y como dice una amiga mía), todos somos, en tu caso en secreto, el hombre o la mujer de la vida de otro.

Y si te paras a pensarlo fríamente (o en caliente) tú lo has sido para alguien. Tú has sido el amor de su vida. Y siento decírtelo, pero es que yo también me leí tu blog de arriba a abajo, amar es tanto dar como saber recibir.

El ego vive de elogios pero el ser humano que somos vive afecto.

Gràcies pel text d´en Sergi Pàmies. És un autor del que llegit molt poc. Jo porto sempre sabates amb cordills, ja veus, de petit em feien portar mocasins... i saps? No em sé cordar el cordills...de debò, tinc una tècnica personal però no és la que feu la resta de mortals.

Petons.

Anónimo dijo...

Moltes gràcies per la teva llarga, currada i sentida resposta. Afortunadament per a mi i per l'Univers jo també penso d'igual manera que tu.
Si precisament he posat, al comentari, un text d'en Sergi Pàmies ha sigut perquè és la seva opinió, que no la meva. La meva, com et dic, va amb sintonia amb la teva. Amb la darrera novel·la d'en Javier Marías ("Los enamoramientos"), que ell com tu, com jo i fins i tot com el
Paul Auster, pensem molt similarment. T'ho dic amb fonament de causa, doncs m'he llegit a tots tres autors, a tu ha sigut a travès d'aquest blog, en on dius, que el títol de la teva bitàcora és el títol de la teva novel·la en producció.

I aquí m' aturo que si no això es farà més llarg que la
Bíblia en vers. Jajajajajajaja! I tampoc vull fer d'això una mena de xat (els detesto, als blogs, especialment).

Mil somriures per a tu, escriptor,

Àmber
P. D.: El text del Pàmies tb l'he posat perquè l'he trobat força bonic, i perquè aquest ha sigut el llibre que li he regalat al meu amic.