sábado, 4 de diciembre de 2010

El Aleph... o todo el conocimiento que te hace falta


Mi padre me llama por teléfono. Me pregunta que si voy a ver el partido con él. Le digo que sí y sonrío. Somos de equipos antagónicos, vemos el mundo desde dos puntos de vista tan lejanos el uno del otro... tiene setenta y seis años.

Me pregunto si cuando pasa por un parque se acordará de mí y de mis juegos de cuando era niño, si habrá lugares y situaciones que le recordarán a aquellos días en los que yo no tenía una personalidad arisca y taciturna, y si aquel niño vive aún en su corazón.

Voy a ver el partido con mi padre. Y voy a llevar una botella de vino extraordinaria que abrí el otro día. Porque puede que mi padre no me entienda (yo tampoco me entiendo, para qué lo voy negar) pero quiero compartir lo mejor que tengo, lo mejor que soy. Porque sin comprenderme me dejó hacer, porque si estoy así es porque pensó que debería caer para poder levantarme.

Porque enseñar a vivir es enseñar a ser uno mismo.

Luego, cuando vuelva, sigo con el post.

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