domingo, 20 de enero de 2008

Otra vez metido en líos


He tenido que escoger carreteras secundarias, este viejo cacharro ha perdido su antigua furia y no aguantaría una carrera con automóviles más jóvenes, más rápidos, más ágiles. A mí me pasa lo mismo, pero para mí es distinto, yo cuento con el bicho, cuando el bicho se desata es como si el tiempo no existiera y soy capaz de cualquier cosa. Al bicho le gusta el sabor de la sangre y pide su ración de huesos rotos con asiduidad. Esta noche se pegó un atracón con esos tipos del local al que fui a recogerla. Me llamó. Estaba en apuros. "Siempre te tengo que sacar de tus malditos problemas" le digo con voz inaudible. Ella duerme en el asiento de al lado, abrazada a sus piernas, mientras el coche se desliza por la negra noche y esta carretera solitaria. "¿Dónde está la luna cuando se le necesita?". Las noches sin luna son ideales para huir pero, al mismo tiempo, son tu peor enemigo si ya no te persiguen y se te ha fundido un faro del coche.
Su presencia a mi lado me calma. Vuelvo a tenerla. No sé cuanto tiempo permanecerá esta vez junto a mí ("Hasta que se sienta segura" pienso) pero necesitaba esto: tenerla, que me mire a los ojos con esos ojos azules suyos, que se acurruque a mí por la noche y saber que se siente segura porque yo estoy ahí; saber, en definitiva, que seré el único hombre con el que quiera estar durante todo este tiempo que pasaremos juntos. Luego se irá. Como siempre.
Disminuyo la velocidad, voy demasiado rápido por esta carretera sin que nadie me persigua. Es mejor sólo correr cuando debes correr y no hacerlo cuando no es necesario. Conozco la carretera, cuando llego a una ciudad, lo primero que hago es recorrer las carreteras secundarias, buscar atajos, escondites por los alrededores. Por si tengo que huír, como siempre.
¿Quién me iba a decir a mí que la noche acabaría así? Yo estaba en casa, peleándome conmigo mismo, escribiendo para no pensar en que a esas horas, un mes antes, ya estaría rozando el coma etílico. Sonó el teléfono. "Otra vez ese maldito imbécil que me envía mensajes de madrugada". Sólo que esta vez llamaba. "Mira imbécil, no sé quién eres, pero por tu bien te aconsejo que dejes de molestarme. Tengo el sueño muy ligero y últimamente me irrito con facilidad. Cuando me irrito hago daño, mucho daño. Si sigues haciendo esto te buscaré y cuando te encuentre estaré muy enfadado" le dije. "Soy yo" contestó ella, "tengo problemas". Cuando ella dice "tengo problemas" quiere decir que ha frecuentado malas compañías y que éstas quieren algo de ella que ella no está dispuesta a dar. "¿Dónde estás?" le pregunto. "En el Greys ¿lo conoces?" "Sí, lo conozco. Voy para allá. Tardaré quince minutos" me miento. "Dáte prisa, por favor". Cuando me dijo dónde estaba lo primero que se me vino a la cabeza fue prguntarle qué hacía ella en un antro como ese, pero hace tiempo que sé que es mejor no preguntarle nada. Se encoge de hombros; "no sé" dice "conocía a uno". Me vestí lo más rápido que pude y eso quiere decir que acabé de ponerme la ropa ya dentro del coche y con el motor encendido.

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