domingo, 30 de agosto de 2020

Algunas cosas buenas




Oniria sabe cosas que no debería saber. A veces me pregunto si conoce este blog y lo lee. Eso sólo tendría una explicación: que me hubiera hackeado el teléfono o que pudiera acceder a mis claves a voluntad. 

No sería difícil para ella. Conoce a la flor y nata de las empresas tecnológicas de esta parte del mundo. No me importaría demasiado. Ella sabe que guardo mis patentes en un ordenador sin conexión a internet y creo entender que lo respeta.

Hoy estuve buscando un lugar donde quedarme largas temporadas en Estados Unidos. También busqué una compañía de vuelos privados para ir de Boston a Los Angeles o de Nueva York a San Francisco. No me entusiasma la idea, pero insiste en que debería ir físicamente a los sitios. Como ella.

Me cuesta pensar en alguien más. Siempre he estado solo y no concibo la idea de compartir tiempo y objetivos con otra persona, aunque esa persona me haga tanto bien.

Soy de los que se alejan en cuanto la correa aprieta demasiado.

No me gusta tener que justificar lo que hago. Se me da mal dar explicaciones; incluso cuando digo la verdad parece que miento. Es una consecuencia más del síndrome del impostor.

No acabo de creer que lo que tengo o hago lo merezca de verdad.

Hoy he llevado a Ulises al hospital. Le han mandado hasta cuatro medicinas diferentes. No soy capaz de entender el trato que tienen algunas personas con su mascotas. No me ha gustado que quisieran cobrarme por dos días el salario mínimo interprofesional. Me parece algo nauseabundo. Es por eso que esta sociedad se está yendo a la mierda.

Por mucho ser vivo que sea, no debería ser mercancía, bueno, en realidad la mercancía son los sentimientos que nos despiertan. El consuelo a nuestra soledad.

Es absurdo.

He pedido el alta voluntaria. No tiene nada.

Sólo es viejo y se ha deshidratado por el calor que ha hecho.

Oniria me llamó para ver qué tal había ido. Tiene un perro en San Francisco, bueno, es de sus hijas. Creo que no le ha gustado que me llevase a Ulises antes de tiempo.

Esta tarde me la he pasado con él. Como a él le gusta. Penélope también ha estado a su lado. Llevan una eternidad juntos y en el fondo es la última etapa de su vida, esa en la que ya no se pelean tanto, ni juegan. Sólo duermen el uno al lado del otro.

No me parece mala idea.


 

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