lunes, 16 de enero de 2012

Por lo menos, esta vez no huyo de mí mismo

Si me duermo estoy muerto, si me duermo estoy muerto, si me duerm...

¡Despierta!

Darko había regresado a la ciudad, su cuerpo consumido todavía tenía la suficiente energía para perseguirme y acabar conmigo. No hay mejor medicina que el odio para un asesino que sabe que le quedan pocos días. Yo había fallado y él iba a cumplir lo prometido, aunque fuera lo último que hiciera, aunque no tuviera ningún sentido ya. Por que ¿Qué sentido tenía matarme si era el último eslabón de la cadena? Y si no lo fuera, si decidiera airearlo todo ¿quién podría creerme sin pruebas? pero la pregunta, la última pregunta era ¿qué beneficio sacaba él con matarme? No podía temer que lo mataran a él porque él ya estaba sentenciado. ¿Por qué gastar los últimos días que le quedaban dando caza a alguien que no le había causado ningún daño?

Cuando lo vi desde el vagón del metro, llegando tarde a coger (por un segundo) mi mismo convoy nuestras miradas se cruzaron un instante, el tiempo suficiente para saber que me estaba siguiendo y el para qué. Me miró sin odio, con la misma mirada que tenía el día en el que me propuso seguir con su tarea, con su legado; una mirada aséptica, tan impenetrable como un muro de hormigón de dos metros de ancho, la misma mirada que seguramente vieron sus víctimas antes de morir en sus manos, la misma que, aunque quisiera, Sansón no podía imitar cuando rompía un cuello. A Sansón siempre se le escapaba una sonrisa de satisfacción, algo que de una forma siniestra, lo hacía humano.

Desde el momento en que lo vi supe que debía huir de él el tiempo suficiente para que la muerte lo alcanzara antes que él a mi. Ni siquiera se me pasó por la cabeza enfrentarme a él. Yo sólo soy un aficionado, el hecho de que hubiera renunciado a seguir con los encargos ya indicaba que no estaba preparado para ejecutar su plan durante un período largo de tiempo. Estoy seguro de que cuando Darko concertó la cita en la cafetería, de eso hacía ya casi un año, sabía que tarde o temprano tendría que ir a por mí, que yo no soy un asesino por convicción, sino alguien que ha perdido la razón y que no le importa qué puede pasarle y, por tanto, abocado a realizar cualquier locura por un puñado de dinero que dejar a su familia. ¿Sería ese el motivo por el que me perseguía? ¿Por dinero para alguien a quien dejaba solo en este mundo? Me resultaba extraño. Durante los diez años en los que compartí trabajos con él, nunca le oí hablar de familia. Asumí que Darko era un solitario. Un ser asocial que vivía sin necesidades afectivas más allá de noches de sexo fácil con chicas que luego le tenían miedo y trataban de evitar hablar de ello.

Pero yo había encontrado un motivo para seguir viviendo. Cris no necesitaba el dinero, necesitaba a alguien que lo protegiera. Lo mismo que María. Los días pasados me habían hecho reflexionar acerca de lo que pensaba hacer. La solución no era dejarle una cantidad de dinero a Cris para compensarle lo que había tenido que pasar por mi culpa. La culpa no desaparece con dinero, esa es la forma fácil, pero sólo te libra de la responsabilidad que tienes para con las personas que amas. Lo entendí cuando Cris apareció por la puerta del bar y me pidió que buscara a su madre porque intuía que ella lo necesitaba, lo entendí cuando no dudé ni un instante en ponerme manos a la obra a pesar de que no sabía por dónde empezar.

Ignoraba si Darko sabía que María seguía con vida, si sabría quién era María para el hombre que le pagaba y si era consciente de para quién trabajaba y cuál era el verdadero fin de la organización. Que Darko me siguiera ponía en peligro a María y a Cris, y posiblemente también la ponía en peligro a Ella si el hombre de la silla de ruedas estaba ataba cabos y tenía conocimiento de que Darko iba a por mí. También cabía la posibilidad de que quien había enviado a Darko era el hombre de la silla de ruedas para asegurarse de que no volvía a aparecer en la vida de Ella. De cualquier modo, tenía que huir de Darko y alejarme lo más que pudiera de María y de Cris, mis puntos débiles.

En la habitación vacía, el frío me helaba los pies y me mantenía despierto. No sabía durante cuanto tiempo tendría que esconderme allí y si Darko daría conmigo. Dominaba toda la ciudad y todos los oídos y todos los ojos escuchaban y veían por él. Sólo el piso cerrado por ser el escenario reciente de un crimen que yo mismo había cometido unos meses antes parecía un lugar seguro. Pero en eso también me equivocaba.

2 comentarios:

SiriaC dijo...

Hola...

He caido aqui por casualidad y me ha gustado mucho como escribes,prometo que de ahora en adelante seguire pasando por aqui de vez en cuando porque desde luego, por lo que he leido, merece la pena :)
Un saludo

Espera a la primavera, B... dijo...

Hola

Es un texto demasiado enrevesado para lo que debe ser la historia, te agradezco tu comentario. No puedo entrar en tu perfil. Me gustaría saber si escribes y cómo es tu blog.

Si puede ser.

Un saludo