viernes, 20 de enero de 2012

Jueves



Como tantos otros días empiezo sin saber qué decir, me gustaría tener una chistera con miles de conejos que sacar ella. No los hay. Hoy es un día extraño, uno de esos días en que una gran esperanza se mezcla con una gran inquietud y otra peor certeza. Imagino que cuesta dejar ir aquello que has amado y has odiado por igual, que llega un día en el que echas de menos aquello que te hacía sufrir, que el corazón te pide algo que es imposible de conceder por la razón. La razón nunca se acuerda de cuántos sacrificios has hecho por ella, de cuántos adioses has formulado, de cuánta vida has dejado escapar, de cuántos sueños soltaste y ya no recuperarás.

Sigo sin saber qué escribir, podría colgar un pedazo de novela, una canción que me toque, hace tiempo que no puedo subir fotos, no al menos desde google Chrome, no desde este portátil, me pongo canciones que me distraen mientras trabajo, dibujo las últimas modificaciones de la máquina, busco posibilidades nuevas, intento centrarme en lo de ayer, en esa forma de elevarse por encima del suelo con los pies en el suelo, eso que tiene que ver con dos piezas de puzzle, eso que tiene que ver con lo que he estado soñando durante tanto tiempo. Y pienso en la locura que es buscar sin saber si vas a encontrar, y en eso de que la credulidad es casi más fuerte que la fe.

Ayer fue un día complejo, se mezcló el pasado con el futuro, decenas de pasados con decenas de expectativas, agitadas, como dentro de una batidora. A veces, cuando llego a este punto me siento confundido, ayer fue uno de esos días en los que la esperanza te vuelve a enseñar la zanahoria para que sigas avanzando, ayer fue uno de esos días en los que reflexionas sobre lo inevitable, acerca de lo que se supone que no sucede y sucede. Ayer fue uno de esos días en los que llueve, hace sol, hace calor, te hielas de frío, te mueres de sed, vives una gran alegría, sientes tristeza, conectas con alguien como pocas veces, te sientes lleno y al mismo tiempo vacío, con fuerzas y abatido. Me pregunto si existe un lugar en el espacio-tiempo como ese, y qué hacer con él.

Esta mañana me he preguntado el sentido de hacer lo que no quieres hacer, de alejarte de quien no te quieres alejar, de las manos que no vas a volver a estrechar, los abrazos que no darás ni te darán, qué merece la pena y qué no. Y he vuelto a pensar en eso de que somos perros ladrando y persiguiendo a coches, no sabemos qué haremos si algún día conseguimos alcanzarlos.

Esta mañana te he leído y he pensado en que a veces las cosas se repiten demasiado, que se parece demasiado a aquella película del día de la marmota. Bill Murray. Siempre pierde quien guarda durante más tiempo la esperanza, quien tiene más capacidad para desear que todo se arregle, que tú cambies o cambie el otro. Queda la esperanza de que salgas ganando en una comparación que ya has perdido de antemano, queda la esperanza de que seas el amor imposible en lugar del daño colateral de esa guerra que no declaraste.

Me quedo, dentro de la confusión, contigo. Tú ya lo sabes. Con esa cita prometida, velada, deseada, con el tacto de tu voz en el filo de mi herida, con todo eso que he intuido desde el primer momento que supe de ti, con el castillo de naipes (naipes de arena) edificado en las nubes. Me quedo con todo eso que siento cuando te pienso, no siempre casto y puro.

Es más, diría que casi nunca.

1 comentario:

Mía dijo...

Soy Rita. Y tú un canalla.
;-P
Cuídate humano.