sábado, 28 de enero de 2012

Hasta siempre



Me llama a través del tiempo, si no fuera porque una cohorte de seres mitológicos rodean mi cama diría que estoy sereno, pero no lo estoy, el alcohol después de todo es ese amigo al que sólo le pides que te escuche y que te visite muy de noche en noche. Un fauno juega a hacerme cosquillas en las plantas de los pies y un hada de los bosques orbita mi cabeza dejándolo todo perdido de purpurina a mi alrededor, por eso no me extraña que me llame a través del tiempo con su voz de niña asustada, con esos labios pintados de rojo plastidecor.

"Duerme conmigo esta noche" le digo tratando de cogerla por un hombro y acercármela hasta que pueda sentir su invisible campo electromagnético erizar el vello de mi piel. "Duerme conmigo, pégate a mí, sígueme en este sueño cogida de la mano. Vamos a ese lugar en el que los sueños toman forma con sólo abrir la palma de la mano para que salgan volando". Me mira desde una distancia cercana y al mismo tiempo inalcanzable con sus ojos enormes de personaje de Manga y me dice algo que no entiendo, palabras que se transforman en mariposas amarillas que revolotean por la habitación. El fauno se detiene y sonríe al verlas, una sombra del bosque abre sus ojos rojos desde una esquina. Alguien salmodia un sortilegio en sánscrito y empieza a nevar bajo techo; una nieve sin frío, como si en realidad fuera algodón desmenuzado que lentamente me va cubriendo. Cierro los ojos, por si se me mete en el ojo el cristalito que probablemente ha dejado caer la Reina de las Nieves desde allí donde esté. Pero en seguida los abro porque prefiero convertirme en su esclavo a la posibilidad de que cuando los abra ella ya no esté aquí.

"Dormiré contigo con una condición" me dice, esta vez sin mariposas "si me abres la puerta para que luego pueda irme para siempre". "¿Siempre es para siempre?" pregunto. Ella mueve la cabeza hacia abajo lenta y suavemente. Luego su mirada se clava en la mía, otra voz en la penumbra susurra en un oído que no seré capaz de vender eso que creo poseer. El hada que se había olvidado orbitar mi cabeza y se había quedado dormida encima de mi pecho se despierta y se sacude la nieve, me mira con su luz amarilla, con su pelo dorado, tras sus ojos del color de la selva y me dice que horneará pan por la mañana, sabe que no hay nada que me guste más en el mundo y me recuerda cómo y cuándo nos conocimos. El hada me pide un favor, que nunca lo olvide.

Ella espera una respuesta, sabe que el hada y ella no son enemigas, pero ambas saben que no pueden coexistir más que en mi delirio, que en cuanto la realidad tome el mando, sólo puede vivir una de ellas. Me dice: "a veces deseo que el hada se quede contigo para siempre. Entiéndelo. Te quiero, pero sé que te hago tanto mal... Déjame ir". Por primera vez en mucho tiempo entiendo que no puedo continuar así, que me he convertido en el peor de los tiranos.

Le digo que la quiero y dormimos abrazados bajo el manto de nieve que no es nieve. Abrazados, acurrucados alrededor de un fuego que no quema, dos animales adormilados, sus pies fríos se vuelven tibios en contacto con la brasa de los míos. No nos quedamos dormidos del todo, ni yo quiero que se vaya ni ella quiere irse. Cuando cree que estoy dormido me dice que estaré mejor sin ella, pasa su dedo índice por mis labios, y sin dejar de estar frente gira sobre sí misma para mirar la claridad de la ventana que está a su espalda. Se levanta y se viste, me arropa. "Adiós Toni" me dice y sigilosa, con sus pisadas de gata salvaje, y apartando a un lado y a otro la maleza que ha crecido en mi casa durante todos estos años se va hacia a donde probablemente pertenece. La nieve que cubre la cama se convierte en nieve, en hielo, y empieza a deshacerse. Los pies se me enfrían, la penumbra de la habitación se puebla de rayos de sol azul celeste. Extiendo la mano por si sólo he soñado que se iba, por si hay una prórroga sorpresa, pero la realidad ha llegado de nuevo mi cuerpo. "Adiós Tristeza" susurro sabiendo que ella puede oírlo.

Ulises se sube a la cama y cabecea mi mano pidiéndome que lo acaricie. Cierra los ojos cuando lo hago y, mientras sigo pensando en ella Penélope entra corriendo en la habitación, alterada y dando saltos, tratando de dar caza a una mariposa amarilla que se evapora nada más entra en contacto con los rayos del sol.

Penélope me mira enfadada, siempre cree que tengo la culpa de todo. Se sube encima de la cama, se acerca a Ulises por la espalda y se tumba entre él y mi mano. Entonces pienso que quizá las cosas tenían que terminar así.

Y me levanto.

Y abro el mando de la ducha.

Y pienso en que, en realidad, no se ha ido para siempre, que estará en el tono de muchas cosas de las que escriba, en todos los adioses, en las noches solitarias y en la purpurina que me dejará el hada cuando me quiera.

Y en los electrones que su cuerpo cedió al mío y viceversa.

Y en esta sensación que se te queda cuando acabas de leerme.

2 comentarios:

Marnie J. dijo...

Es bueno despedirse de la Tristeza, aunque también es bueno recordarla para que no nos sorprenda su regreso.

Espera a la primavera, B... dijo...

Creo que nunca se irá del todo, que sólo se hará invisible...