miércoles, 7 de septiembre de 2011

Frankenstein


Cuando llega el fin del verano me cambia el metabolismo, mi cuerpo se para, alguna pieza se suelta, se desafloja algún tornillo con el que mi alma se sujeta al cálido aluminio de mi esqueleto. Y me vuelvo hambriento, pesimista, ermitaño, somnoliento, con la necesidad de reinventarme por las mañanas sin conseguirlo, me faltan las palabras como si hubiera que cambiarlas, como la ropa, por otras más de invierno. Me vuelvo más despistado, recuerdo lo que sueño algunas noches y me paso el día dando vueltas a cosas que no ocurrieron y que no ocurrirán jamás, pero que ahora sí, entiendo que si puedo imaginarlas es hubieran podido ocurrir, quizá aún.

El caso es que cuando llega el final del verano tengo que cambiar, no sólo mi mundo, sino que debo hablar con mi cuerpo y tranquilizarle, decirle que todo irá bien, que no todo está perdido y que hay que seguir adelante en esta cuesta arriba que nos ha tocado vivir. Porque mi cuerpo me habla sin quejarse, el que se queja soy yo, de esta maldita lumbalgia o de este principio de siglo, de esta gran depresión, de esta maldad que nos gobierna.

Este año he hecho una alianza con mi cuerpo. Esta mañana, al amanecer, juntos los dos (cuerpo y alma) en la cama vacía nos dimos el abrazo, prometimos atornillarnos, hacer las cosas desde el alma, tener en cuenta al cuerpo, tratar a los sueños como películas que se ven en el cine, y buscar todos esos lugares comunes en los que ambos nos sentimos a gusto y alejarnos de donde nos sentimos en deuda, transcribir con los dedos lo que los dedos no pueden sostener porque pertenecen al alma y viceversa (si eso es posible).

Porque hoy es el primer día del resto de nuestra vida, como lo fue ayer y como lo será mañana también, como lo son todos los días de aquí a que se acaben. Y es que de tanto pensar en plazos y fechas de entrega, uno se parcela su vida y su tiempo, y en esa vibración en ese temblor de lo que uno quiere hacer y no hace, o hace y no quiere hacer, se le desaflojan algunas piezas, se desatornillan algunas tuercas del chasis de aluminio del cuerpo y entonces, es el momento primero en el que es bueno decidir hacia dónde quiere ir.

Esta vez no me quedaré esperando a la primavera.

¿Para qué si todos los días pueden serlo?

9 comentarios:

Anónimo dijo...

Pues yo deseo para ti que el café de la mañana, por poner un ejemplo, -- que puede ser cualquier otra cosa--, te murmure en confidencia, te confiese serenamente, que no hay más camino que ir hacia delante.

Que la vida es para vivirla plena e intensamente, saboreandola día a día, pensando en el futuro, sí, pero viviendo el presente, que si no se corre el riesgo de pasar por LA VIDA sin haber vivido.

Porque además, como muy contenta leo, ya no esperarás más a la primavera, porque la primavera, como bien apuntas, puede darse todos los días. Y quien dice “primavera”, dice cualquiera de las otras tres estaciones.

¡Felicidades en el hoy en el resto de los días!

hécuba dijo...

La primavera está sobrevalorada, Toni. El otoño tampoco está nada mal. Un beso. O dos.

Daltvila dijo...

Estimado Toni:

Esta entrada acerca de tu transición al frío me ha dejado helada, contagiándome de ausenciapalabritis (creo que sufro la misma enfermedad últimamente, si bien la tenía sin diagnosticar).
Así que he optado por leer una vieja, concretamente "Experimento culinario nº 3" y te aseguro que me ha encantado, no la receta, la entrada.
En fin, también quería pedirte que, aunque sigas parco en palabras, te asomes a mi blog a decirme aunque solo sea "Hola!". Mi última entrada, fruto de mi enfermedad, es sumamente breve y solo Amber ha tenido la deferencia de comentarla.

Bueno, te dejo en tu papel de ermitaño.

* Me alegro de tus buenos propósitos, espero que no lo hayas escrito con la boca pequeña.

bastet dijo...

Eso, regalate flores que viene siempre muy bien. Yo me voy a encargar uno o dos pales de rosas...muy rojas.
Muack

Espera a la primavera, B... dijo...

Gracias, Amber, por tus sentidas palabras, tu constante aliento y tu positivismo. Por tu lealtad y por todo lo que encuentro cuando visito tu blog.

Cuando esto de los blogs se pase, estoy seguro que me llevaré un puñado de ellos en mi recuerdo y el tuyo, por muchas razones, será uno de los más queridos.

Un fuerte abrazo

Toni

Espera a la primavera, B... dijo...

Hécuba. De ti siempre me viene a la mente dos imágenes muy claras. Una la de estar sentados los dos sobre un muro con los pies colgando, tú comiendo regaliz rojo y yo cocacolas de esas de golosina. La otra imagen tiene que ver con una fotografía tuya que me pareció tan real que hasta la pude sentir como si fuera mi propia piel, creo que fue el verano pasado. Dos imágenes deben ser mejor que dos mil palabras.

Ya sé que lo sabes pero te lo voy a decir en voz alta. El día que no entro en tu blog es como si me faltara algo. Es extraño cómo se puede querer tanto y de una forma tan extraña y ambigua a alguien tan desconocido.

Cosas del mundo virtual, supongo.

Besos

Toni

Espera a la primavera, B... dijo...

Entro en tu blog a menudo, Daltvila, pero no sé qué decir. Supongo que diría muchas cosas pero luego se me borran las teclas.

A veces soy algo bicho raro. Pero hago propósito de enmienda. Sé que el tiempo juega en mi contra pero... el tiempo está sobrevalorado. ¿no crees?

Besos

Toni

Espera a la primavera, B... dijo...

Bastet. Hubo un tiempo en el que las rosas eran mi flor favorita (si es que un hombre puede decir eso en voz alta). Las rojas las que más. Un día, no hace mucho, un ramo de rosas rojas me hizo añicos el corazón.

Dos palets... pero qué exagerada! Escribes muy bien, me gustaba mucho leerte cuando aún podía leer los posts de la librería...

...espero algún día poder leerte en papel.

Un abrazo

Toni

Daltvila dijo...

Toni:
No creo que el tiempo esté sobrevalorado. Para mí es una de las cosas más valiosas después del amor, la amistad y/o la salud.
El tiempo pasa demasiado deprisa y a mi me gustaría que se ralentizara, que el día tuviera 48 horas para poder hacer todo lo que me gusta sin prisas.
La cuestión está en que esa impresión, ese hecho más bien, no se convierta en un obstáculo y creo que la única manera es olvidarse del tiempo como sustancia perecedera y pensar en él como instantes, momentos, presentes.
Esto ya está escrito por los budistas, no descubro nada nuevo.

Un abrazo