martes, 27 de abril de 2010

Visado


Desciendo como por una cuerda hasta el piso de abajo sólo que lo hago por las escaleras. Unas escaleras angostas y peligrosamente inclinadas, una trampa para elefantes. Me acuerdo cómo las subías o las bajabas, cómo la utilizabas para sentarte y se acercaran los gatos. La escalera sigue igual, no han caído más elefantes por su hueco, a veces yo tropiezo, eso es todo.

Desciendo y abajo hace más calor. No logro entenderlo, el aire frío siempre se desplaza hacia abajo porque pesa más que el caliente. Abajo se está bien, demasiado bien. Vuelvo a subir. La luna llena me llama. Eso explicaría algunas cosas; el licántropo que llevo dentro por ejemplo, las ganas de morderte, esta obsesión por la noche, por esa otra luna que se filtraba por tu ventanal sin cortinas. Me quedo sentado sobre las tejas, quisiera aullar pero pienso en los niños de los vecinos y en cien mi noches de futuros insomnios. Desisto de gritar pero cierro los ojos. Cierro los ojos y sueño que la luz de la luna me baña y deseo con toda mi alma que los dos estuviéramos juntos. No hay nubes. Me gustan las nubes, si hay algo que realmente me gusta es un bonito cielo salpicado de nubes blancas y limpias.

Hoy no tomo decisiones. La luna me lo impide. La luna me susurra que grite bien fuerte ¿existirá algún lugar en el mundo donde nadie te escuche si gritas lo más fuerte que puedas? Quiero creer que sí, que en algún rincón del desierto hasta la arena no quiere oír. Digo tu nombre flojito como si fuera un deseo al soplar las velas de un pastel de cumpleaños. Me gustaría saber escribir para que pudieras estar orgullosa de mí, para que volvieras a quererme sólo un poquito, lo suficiente como para dormir contigo todas las noches, lo sufieciente como para que bailásemos descalzos otra vez por el salón de mi casa.

El reloj marca las 0:00 y yo tengo aún que enviar un correo al colegio de ingenieros. Nunca me creí eso de ser ingeniero. Yo sólo quería tener un trabajo. Después de todos estos años sigo aprendiendo cómo se hace un plano, sigo aprendiendo las cosas más simples, otras no, en otras soy un jodido experto, no sé hasta dónde ni desde cuándo pero eso ya no importa. La luna llena lo inunda todo. Yo ya no soy nada, no tengo ningún atributo, ni profesión ni nada. Sólo soy un hombre sentado en un tejado con los ojos cerrados que te añora. No estoy triste, no estoy contento, estoy en calma, en paz conmigo mismo.

Me siento delante del ordenador. Acabo el anexo y lo envío. Nadie sabrá que historia precede al documento técnico 19 0000432 que alguien mañana visará a precio de oro. Nadie sabe, nunca nadie sabe nada.

6 comentarios:

Olga Taravilla dijo...

Nadie puede ser en tu ser. Pero siempre puedes encontrar a alguien que te pueda intuir. Aunque sea un poco difícil hacerlo en un anexo llamado 19 0000432. Seguro que en otras facetas de tu ser será más sencillo.

Espera a la primavera, B... dijo...

Se lo preguntaremos al viento ¿verdad Olga?

Olga Taravilla dijo...

Vale!!! El único viento que conozco que responde preguntas es del libro "Deseo de ser piel roja" de Morey… :

El viento es siempre rayo invisible que cabalga su trueno, cuando el cielo no es más que una pradera negra. Y lo que canta el viento es que el trueno sólo es trueno porque el rayo no deja de encontrar obstáculos que quiebran su vuelo.

Entonces, el viento silba o brama o llora y dice los nombres silenciosos de las rocas, los árboles, los cañaverales y los juntos, y todos los secretos de cada uno de los rincones de las cosas. Una y otra vez, no deja de repetir sus nombres de guerra, el arcano de su poesía. Y cuando esto ocurre, en la noche de tu corazón se abre la rosa más imposible y bella –no la tan buscada rosa negra de los expertos, sino la cristalina rosa de los vientos: la flor que invita a huir.
Deseo de ser piel roja –siempre alerta y cabalgando sobre un caballo veloz, a través del viento.

En la noche de tu corazón.

pag. 51.

Espera a la primavera, B... dijo...

Casualmente, en el blog de Silencio Activo hay una entrevista a una anciana que es de lo más... piel roja.

Si pudiera, Olga, sería viento, sería piel roja. No sé si llego a tiempo para intentarlo ¿tú qué piensas?

hécuba dijo...

A mí también me gustan las nubes, especialmente las que tienen forma de hipopótamo u oveja.
Un beso.

Olga Taravilla dijo...

El tiempo no existe realmente, los segundos, las horas, los días, los años se contabilizan en una estructura creada. Por eso, siempre se está a tiempo de todo. En un segundo puedes hacer brotar ese viento que ya eres. Ser libre en el tiempo para crear tus horas, tus días de piel roja cabalgando en libertad, alerta a cada detalle que pasa a tu lado, notando cada paso sobre tierra firme. Cabalgar la vida, dejando atrás espuelas, ser viento.. libre. No es fácil ser piel roja, pero se ha de intentar. El texto de Miguel Morey nace de un poema de Kafka:

Si uno pudiera ser piel roja, siempre alerta, cabalgando sobre un caballo a todo galope, con el cuerpo inclinado y suspendido por el viento, constantemente sacudido sobre la tierra estremecida, hasta arrojar las espuelas, pues no harían falta espuelas, hasta arrojar las riendas, pues no harían falta riendas, y apenas viera ante sí que el paisaje era una pradera llana, ya sin el cuello y sin la cabeza del caballo.